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Presentación de “Esa mala costumbre de desear. Reflexiones sobre la Ética y el Deseo” de Alejandro Sacchetti

01/05/2019- Por Alfredo Jerusalinsky -

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Alfredo Jerusalinsky señala que este libro propone como discusión, como punto de partida la definición de la diferencia entre el bien y el mal, es el punto crucial en lo que atañe a la Ley entre el bien y el mal: si es imposible es ética, si es posible es moral… Transitando las categorías opuestas que indaga Sacchetti, rescata lo medular de su desarrollo…

 

 

 

                            

                                 Editorial Letra Viva. Buenos Aires. 2018

 

 

  Para comenzar el título: esa mala costumbre de desear. Uno piensa inmediatamente por que sería mala y justamente aborda la cuestión del bien y del mal. Del bien y el mal de cuya versión, de cuya metafísica somos herederos y herederos en la mayor proporción inconscientes.

 

  Cuando a Lacan le preguntan ¿qué piensa del inconsciente colectivo?, el responde con toda precisión, que no es que haya un inconsciente colectivo, sino que lo colectivo es lo inconsciente. Se refiere a eso en la misma dirección que nos propone ya Freud en “Más allá del principio del placer” cuando en sus primeros párrafos alude a que es el Otro que habla en nosotros, aunque no nos demos cuenta.

 

  Todavía no estaba en Freud la distinción del Otro con mayúscula con el otro con minúscula. Tampoco estaba en Freud el otro minúscula conceptualizado como equivalente o pudiendo cumplir la función del objeto pequeño a, que lamentablemente no siempre la cumple, digo lamentablemente porque en el discurso capitalista, ese pequeño otro, es lanzado a la posiciona de objeto, justamente, no como pequeño a faltante, sino el pequeño a como más de gozar, como promesa de presencia.

 

  De eso trata el libro, con toda precisión, y con un recorrido por los caminos que la filosofía y los grandes pensadores de nuestro tiempo, me refiero a nuestro tiempo los doscientos últimos años, digo porque aunque haya comenzado esto antes de nuestro nacimiento, sin embargo heredamos la posición que en el discurso le es reservada al Otro, tanto en su versión mayúscula cuanto en la minúscula.

 

  Una construcción que tiene su paralelo en el desarrollo del capitalismo acompañado por las transformaciones que en el campo de la metafísica y la economía y las consecuencias metafísicas sobre la economía, que Alejandro trata muy bien, somos herederos de esa construcción.

 

  Me detengo en la página 100, donde pertinentemente toma una cita de La biblia.

Recordemos la epístola de los romanos:

 

“¿Qué diremos, pues? ¿Es la ley pecado? ¡En ninguna manera! Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco habría sabido lo que es la concupiscencia, si la ley no dijera: “No codiciarás”.

 

  La citación de La biblia en su versión clásica, no en su versión evangélica, que da vuelta justamente en los evangelios, la cuestión de la Ley, por lo coloca exactamente al revés, esa inversión en la política. El evangelismo entró en la política, fuertemente, justamente porque invierte la ley y la Cosa.

Ante esto se pregunta: ¿acaso la Ley es la Cosa?, en el capítulo “El sujeto de la mentira”, y cita a Lacan:

 

“¡Oh, no! Sin embargo, sólo tuve conocimiento de la Cosa por la Ley. En efecto, no hubiese tenido la idea de codiciarla si la Ley no hubiese dicho “Tu no la codiciarás”. Pero la Cosa encontrando la ocasión produce en mí toda suerte de codicias gracias al mandamiento, pues sin la Ley la Cosa está muerta.”

 

  Quiere decir que se legisla hoy justamente sobre lo que la Cosa es hoy, no se trata de la prohibición sino de la habilitación de la Cosa, justamente el evangelismo eleva a la Cosa como causante de la Ley, no es del lado del discurso, entonces no es el sujeto el protagonista, sino que es la Cosa es la protagonista de la producción de la Ley, es por eso que la preocupación en el discurso capitalista es preservar el objeto como producción, se produce una inversión muy interesante entre el significante uno y el sujeto, la fórmula del fantasma se sostiene cruzada.

 

  El S barrado en el primer lugar en lugar de S 1, y el saber en el segundo lugar y abajo el objeto. El fantasma en el sujeto capitalista no está sostenido por el sujeto barrado en la relación imposible con el objeto, sino lo que se sostiene es el S 1 en la relación.

Y ahora viene la pregunta:

¿Es posible así la relación con el pequeño a? ¿El rombo debe escribirse en el discurso capitalista, sí o no?

 

  Esto es lo que este libro propone como discusión, es ahí en el punto de partida la definición de la diferencia entre el bien y el mal, es el punto crucial en lo que atañe a la Ley entre el bien y el mal, si es imposible es ética, si es posible es moral.

 

  Espero hacer una buena síntesis, de eso, que vos decís con toda claridad.

Me voy a detener en otro punto.

En la página 134 escribís: “Una ética distinta de lo moral posibilita un sujeto no apático... encuentro con el bien del placer”, es el subtítulo.

 

- Te pregunto: “Una ética distinta de lo moral posibilita un sujeto no apático”, ¿es una afirmación o una pregunta?

- A. Sacchetti: Pueden ser la dos cosas…

- A. Jerusalinsky: A mí me gustaría. Que así lo fuera.

 

- A. S.: La pregunta es la forma sutil como analistas para dar cuenta de alguna verdad, no como afirmación absoluta o moral. Absoluta, el recurso de la pregunta no es ingenua, otorga al otro la posibilidad de una relación con el objeto distinta.

 

- A. J.: Yo lo tomo como una provocación, no porque esté en discrepancia con ello, es más me parece un enunciado absolutamente necesario para abordar la cuestión de la apatía, que tiene que ver con la presencia o ausencia del deseo. Entonces, ¿de que ética se trata?, ¿se trata de la ética del deseo o de la ética del imperativo de la razón?, y ¿cómo queda ese resto que es el goce, situado según una respuesta o la otra?

 

  Esta es toda tu cuestión nuclear en los últimos capítulos y me parece crucial. No quiero detenerme bastante en elogios para que tu narcisismo no te impida seguir escribiendo, pero realmente es una cuestión central.

Y lo reafirmas de esta manera:

 

“La dimensión colectiva de progreso ‘científico’ que supone lo público, está privada a la individualidad en que el ‘interés’ se apropia del saber y del poder, que puede ser corporativo y no implica necesariamente un lazo social”.

 

  Por casualidad y esto es una ironía, hace tres años atrás, programé un seminario para el “Centro psicoanalítico de San Pablo”, que titulé: “El Matrimonio imposible de Kant con Sade”, ¿cómo adivinaste que estábamos en lo mismo?, me sorprende porque sé que no lo sabías, y yo no sabía que vos estabas metido en este nudo, pero claro no es casualidad, charlamos hace mucho tiempo y nosotros hacemos amigos con los que sufren por lo mismo sin ponerle condiciones al amigo de que sufre igual que yo.

 

  A continuación Sacchetti lo aclara:

 

“El cuerpo social se imaginariza como una red en la que todos deben estar incluidos y contenidos como seres iguales, por este motivo las diferencias son ignoradas en pos de esta igualdad que se universaliza, se uniformiza. El problema es que la diferencia proviene finalmente de enfermedades físicas o morales; lo anormal debe ser atacado a fin de recuperar la normalidad para lo cual se cuenta con un instrumento científico irremplazable: los especialistas, específicamente los discursos conductistas, biologicistas y positivistas, de los cuales es portavoz privilegiado cierto discurso médico que procura regenerar, curar y en esencia”

 

  Es ahí donde justamente el derecho humano, tomado como el sistema de la igualdad, el aplanamiento social de todo el mundo. ¿Hasta qué punto eso se torna un derecho en los últimos 200 años, desde la revolución francesa, y los textos de Montesquieu, que vos tomas, o se torna un imperativo, que es el imperativo kantiano?... cuanto de razón se trata con el imperativo que en Kant no tiene una referencia claramente lógica.

 

  Razón y lógica en Kant no son sinónimos. Aunque son primos, son parientes, es lo que lo lleva a Kant a su tercera obra, a saber, la razón crítica, justamente, la crítica reside en el discurso y no en la lógica, que es ex discurso. Extra discurso, la lógica no puede demostrar su propia verdad.

 

  Cuando la lógica llego a su ecuación ella es la que gobierna los caminos del discurso, el discurso no puede entrar en la lógica, estoy hablando de Kant, y es el modo en que pensamos, no todo lo lógico es verdadero, no toda vedad es lógica, no sé ustedes, pero yo elegí a mi mujer sin ninguna ecuación lógica, no tomé medidas, ni indicadores.

 

  Supongo que ustedes deben haber seguido el mismo camino, y es ahí donde la razón encuentra su límite. Donde hace barra, y rompe la razón y la lanza para el lado de la ética o por el lado de la moral. La lógica nos permite el servicio de la comprensión del desciframiento de lo que probablemente quiso ser dicho, pero no define el lugar de la verdad.

 

  Ese es el problema de la ciencia contemporánea que supone que la lógica -ella misma al margen del discurso-, define el camino de la verdad. Entonces la igualdad se define por una especie de derecho natural y se torna un imperativo de ser igual, está prohibido no ser igual al otro. Pero que quiere decir no ser igual en que, por que ahí surgen los dominios, el dominio de la razón, el dominio del deseo, el dominio del goce y de eso vos te ocupas.

 

  Justamente y pertinentemente reflexionas sobre un argumento de Alain Badiu muy bien, lo voy leer:

 

“Se supone un sujeto humano general, de modo tal que el mal que lo afecta sea universalmente identificable –aunque esta universalidad reciba con frecuencia un nombre totalmente paradojal: ‘opinión pública’– de tal modo que este sujeto es a la vez un sujeto pasivo patético o reflexible: aquel que sufre; y un sujeto que juzga, activo, o determinante, aquel que, identificando el sufrimiento, sabe que es necesario hacerlo cesar por todos los medios disponibles…

 

Esta concepción, paradójicamente, instrumenta la perspectiva sadiana relacionada con el sufrimiento del ‘sujeto pasivo patético’, y del lado de la justicia responde a una voluntad de goce por el saber que se impone por el Bien. En esta línea Badiou plantea que el Mal es a partir de lo cual se define el Bien y no a la inversa, porque los ‘derechos del hombre’ parten del Mal pero como no-Mal, así se prohíbe la otra cara de la misma moneda, la ejecución, el crimen, la tortura, la humillación, todas propuestas de goce sadianas. Pero así, existe y persiste una falaz contradicción en esta moral”.

 

  El mal define el mal, no es que sea así, es lo que acontece ahora.

Controlar que seamos todos iguales.

Eso era lo que tenía que decir.

 

 

Nota: presentado en el II Congreso Internacional de Psicoanálisis de Rosario, Argentina

 


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