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Presentación del libro “Lo real, límites y creatividad en la clínica. Hospital de Día III”. Gustavo Bertran (compilador)

26/05/2018- Por Sergio Zabalza - Realizar Consulta

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Prestigiosos colegas desarrollan sus pensamientos y abordajes clínicos en esta obra compilada por Gustavo Bertran. La experiencia del Hospital de día, tal vez sea una de las más plenas formas de intervenir al rescate de la singularidad, del alojamiento del sujeto. En pos del devenir posible para el psicoanálisis, esta lectura funda una huella que merece ser transitada por los lectores...

 

 

 

      

        Gustavo Fernando Bertran

 

 

 

Hospital de día vespertino del Hospital Álvarez.  

  Editorial Letra Viva. 2018. Buenos Aires                                                           

 

 

  Buenas noches, quiero agradecer especialmente a Gustavo Bertrán por su invitación a participar en este panel y sobre todo por brindarme la posibilidad de redactar el prólogo de este querido libro, tan importante por su contenido como también por el momento en que aparece.

 

  Un momento en que el delirio social que conforma nuestra comunidad hablante parece vacilar con la aparición de significantes cuya densidad y pesadez insinúan la sombra de lo siniestro en el horizonte social.

 

  De manera que para todo aquel cuyo objeto de interés se acerca, ronda o consiste en el fenómeno de la locura, habitar el suelo de nuestra querida Argentina supone estar en el lugar indicado, es decir: un sitio peligroso.

 

  Es decir: una encrucijada desafiante; para decirlo todo: un lugar de angustia donde ese resto que nos constituye amenaza desaparecer a manos de un parloteo tóxico que -por no alcanzar la dignidad de un discurso- amenaza sumirnos en la perplejidad, la desesperación o la depresión generalizada. En otros términos: “Todo el mundo es loco” es una tesis lacaniana que hoy se verifica en el Río de la Plata y sus alrededores.  

 

  Quiero contarles que apenas recibí la invitación de Gustavo me abalancé sobre el archivo que contenía los trabajos que hoy componen el libro y tras ver los nombres de prestigiosos colegas, las temáticas propuestas y los títulos que encabezaban los textos, me lancé a escribir a partir de mis recuerdos con la práctica psicoanalítica hospitalaria.

 

  Quizás temía que toda esta riqueza contenida en el texto que acababan de enviarme inhibiera mis propias impresiones e ideas, quizás también necesitaba sumirme en la emoción, el impacto, la profunda impresión que en aquellos años me produjo mi ingreso como tallerista en el hospital Álvarez.

 

  Lo cierto es que cuando finalmente comencé a leer los textos que componen “Lo real, límites y la creatividad en la clínica. Hospital de Día III”, sentí algo así como que volvía a casa, una suerte de resonancia que poco le debe a la complacencia o la comodidad sino antes bien al estimulante desafío de estar a la altura con la práctica de aquellos que se inician o continúan el camino que alguna vez tuve la suerte de recorrer.

 

  En efecto, tuve la fortuna de comenzar mi formación como analista en un hospital de día del Hospital Álvarez. Había escuchado que la psicosis era la mejor maestra y así ciertamente pude constatar el impacto del eco de un decir en el cuerpo a cielo abierto.

 

  En el taller de canciones constaté además que aquello según lo cual la verdad está en el tono no es una manera de decir sino una indicación clínica que funciona, y que el tono está dado por una conjunción de factores tales como el ritmo, la armonía, las síncopas; los cortes, las repeticiones y la Voz, ese objeto privilegiado, entre otras cosas, por ser el único imposible de neutralizar en el dispositivo analítico.

 

  Poco después me ofrecieron coordinar el taller de movimiento y comprobé cómo un objeto cualquiera -una pelota por ejemplo- podía cargar por obra y gracia de ese artilugio significante que se llama juego- con la pesadez y la inercia que la estructura imprime en los cuerpos.

 

  Creo que desde entonces en mi práctica como analista no hago otra cosa más que intentar transformar palabras en objetos capaces de condensar ese real que los talleres de hospital de día ponían a mi disposición, aunque ciertamente no sin angustia. Era el año 2001.

 

  Argentina atravesaba una crisis económica, social y política descomunal y yo tenía la oportunidad de leer aquellos acontecimientos con las claves que la lectura de Lacan y la práctica hospitalaria me brindaban, al menos para emplear la Voz de una forma quizás menos tonta. Como se ve, hoy volvemos a estar en tema. Tan cierto es que lo real es lo que siempre vuelve como que es sin ley.

 

  En nuestro caso: un parloteo, un bla bla bla que amenaza vaciar el discurso para que terminemos hablando nada. Los que trabajamos con la locura sabemos lo que pasa cuando el eco de un decir en el cuerpo se desanuda de las palabras.

 

  Es desde esta perspectiva que me gusta decir que La Patria es el Otro, es decir: ninguna identidad, sino antes bien la dignidad de una ficción que brinda amparo al malentendido cotidiano.

 

  Se trata de una cuestión ética y estética, no en vano el concepto de lo siniestro proviene de la estética y así lo hace saber Freud en su texto homónimo. La estética es esencial en un hospital de día, hace al recorrido de la pulsión, ese trazado que habilita hacer algo con lo más íntimo y singular del sujeto, a saber: el síntoma.

 

  Por algo, el autor y compilador de este libro destaca que el furor normalizador pretende aplastar la diferencia subjetiva para así borrar todo límite a la exigencia de satisfacción inmediata.

 

  Toda una señal que ordena y brinda cauce a la atrapante saga de ensayos y testimonios clínicos de este libro cuya trama atestigua la dimensión de práctica en fracaso -aunque no el fracaso de la práctica, como bien sugiere Natalia Neo Poblet-, presente en la tarea con sujetos exilados de toda serie. ¿Hay cuerpo fuera de la serie? ¿Hay cuerpo sin límites? En el libro está la respuesta.

 

  Por lo pronto, al culto de la estética propio de nuestros días se le extraña la ética, ese Acto creador propio del saber hacer con el vacío -tal como refiere Guido Iriart en su texto sobre la creatividad- que hace toda la diferencia entre quien se sirve de la serie para incluir su singularidad y quien por el contrario queda aplastado por las imposiciones del Amo.

 

  En este punto, por ejemplo, nada mejor que citar “las excepciones a lo maquinal” que la supervisión le sugiere poner de relieve al analista en el interesante caso que presenta Valeria Sambucari; o el escabel (seescreabello en el decir de Lacan) en tanto necesario pedestal del que un sujeto se sirve al dar cuenta de su goce, tal como refiere Manuel Castañeira en su texto sobre la presentación de enfermos.

 

  Desde esta perspectiva, resulta por demás interesante la posición de “extranjero” que Gustavo Rossi propone para considerar, por ejemplo, el lugar del acompañante terapéutico en un tratamiento posible. Es que la psicosis no es la locura, si esta última es propia de las almas bellas que reniegan de su responsabilidad en la tontería generalizada, la primera menta sujetos cuya responsabilidad ante la Cosa del mundo admite ser convocada.

 

  No hay lugar para la cobardía en quien padece de lo real en el umbral. Ubicar al extranjero en el litoral de esa tierra ignota hace vislumbrar la construcción de un saber hacer con la Cosa que no accedió a la gracia de la extimidad, si por ésta entendemos la posibilidad de ceder al campo del Otro el real que nos constituye.

 

  No en vano, así lo testimonian los textos referidos a la escena del almuerzo que la presencia de los AT contribuyen a sostener mediante reglas cuyo valor, mucho más allá de su contenido, reside en constituir ese límite a partir del cual la ingestión del alimento cuenta con la posibilidad de transformarse en una oportunidad de encuentro.

 

  Se trata de que la sustancia introducida en el soma -por vía de la arquitectura simbólica que presta el dispositivo- haga las veces del don que dignifica a un cuerpo.

 

  No es para extrañarse entonces que la lectura de este libro de cuenta de la eminente función que a los grupos les cabe en la conformación de ese espacio simbólico -constitutivo de todo alojamiento subjetivo- dado en llamar “escena”.

 

  Sea por facilitar el despliegue del juego en el taller de movimiento (por ejemplo el singular “Un vóley” creado por los pacientes del Hospital de día) o por permitir la asunción de diferentes roles durante los juegos dramáticos del taller de teatro.

 

  Bien, como se imaginan podría citar muchos ejemplos más presentes en el texto. Pero para hacer honor a los límites, los invito a recorrer este testimonio de una práctica ética y estética que, por su riqueza y compromiso, resulta indispensable para estas horas en que la oscuridad de un pasado ominoso parece cernirse sobre nuestra Patria.

 

 

Nota: son autores de este volumen indispensable…

 

          Gustavo Bertrand (Compilador)

 

Gustavo Bertran

Sergio Zabalza

Natalia Neo Poblet

Leonardo Leibson

Claudia Lamovsky

Pablo Fridman

Isidoro Vegh

Oscar Zack

Osvaldo Delgado

Gustavo Rossi

Mónica Juarez

Martín Raffo

Manuel Castañeda

Valeria Vallebella

Silvina Gómez

Román Leone

Verónica Spinardi

Guido Idiart

Mariana Paz

Marisa Labanca

Judith Gomel

Valeria Sambucari

Diego Saidman

Martín Montezanti

Florencia González Pla

Macarena Vera Mora

Gabriela Birensztok

Candela Chuliver

Mariana Lalín

Gabriela Faduaga

 

 

 

 

Sobre Lic. Gustavo Fernando Bertran

Psicoanalista. Psicólogo Clínico. Lic. en Psicología (UBA). 
Fundador y Coordinador del Hospital de Día Vespertino, División de Salud mental del Hospital Gral. de Agudos "Dr. T. Álvarez".
Miembro fundador, comisión directiva y Secretario Científico de la Asociación Argentina de Salud Mental.
Presidente del Capítulo "Hospital de Día: Temporalidad en la Psicosis" AASM. 
Ex Jefe de Trabajos Prácticos, Práctica Hospitalaria: Hospital de Día y Problemáticas Clínicas Contemporáneas, Facultad de Psicología UBA.
Fundador de la Editorial Minerva y compilador de la serie "Hospital de día". 
Presidente de la Asociación de Profesionales. Hospital Gral. de Agudos Dr. T. Álvarez (GCBA).
Co-fundador y coordinador de la primera Unidad Docente Hospitalaria (UDH), Hospital Gral de Agudos "Dr. T. Álvarez" y la Facultad de Psicología (UBA).


 


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