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Prólogo a Verdades, Mentiras y Paradojas , de Luis Alposta y José Retik

28/10/2009- Por Juan Carlos Volnovich - Realizar Consulta

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Este es un libro original y popular. Se inscribe en la mejor tradición de los diálogos socráticos, los payadores y la coautoría. Pertenece por entero al campo ampliado de la cultura lunfardo-lacaniana. Como buenos payadores, Luis y José se tratan de usted y juntos van asociando, van interrogando, van pensando, van componiendo un texto delicioso que sólo podría haber sido escrito aquí: en el seno de una cultura periférica que hila lo recibido de los griegos, de la alta cultura occidental, con la producción local de tangos y poesía; hila una erudición clásica, con una erudición popular ; hila un saber académico, con un saber porteño, gaucho y callejero.

 

Este es un libro original y popular. Se inscribe en la mejor tradición de los diálogos socráticos, los payadores y la coautoría. Pertenece por entero al campo ampliado de la cultura lunfardo-lacaniana.

Como buenos payadores, Luis y José se tratan de usted y juntos van asociando, van interrogando, van pensando, van componiendo un texto delicioso que sólo podría haber sido escrito aquí: en el seno de una cultura periférica que hila lo recibido de los griegos, de la alta cultura occidental, con la producción local de tangos y poesía; hila una erudición clásica, con una erudición popular[i]; hila un saber académico, con un saber porteño, gaucho y callejero.

          Claro está que, como bien sugieren los autores, hay algo de asociación libre de a dos en el devenir del diálogo; a partir de la evocación o la provocación del otro, son infinitas las ramificaciones que arborizan el campo llevándolos a lugares insospechados pero, en este caso, las asociaciones libres no sólo quedan prisioneras del determinismo inconsciente sino que, más aun, permanecen engarzadas a las verdades, las mentiras y las paradojas que vertebran el texto. Sin pretender un inconsciente interpersonal los autores se reconocen en un diálogo “al limón”. Como dos toreros que sujetando un solo capote citan y burlan al toro, de manera conjunta Luis y José desafían los términos que van surgiendo a medida que discurre el pensamiento. Y lo hacen en clave de payada, es decir, en clave masculina, sin ahorrarle espacio al desafío, a la provocación, a la rivalidad y a la competencia siempre garantizada por el profundo respeto al otro, la admiración en función de las jerarquías que los diferencian.

          El libro que aquí canta presente basa su originalidad en el discurso: en las operaciones  teórico-discursivas instrumentadas por los autores no sólo para construir frases propias  con  un vocabulario  y una sintaxis recibida sino, también, para subvertir las interpretaciones codificadas por los pactos de lectura hegemónica, desviándolos hacia resignificaciones locales tan rebuscadas, barrocas y novedosas como las aportadas por el propio lunfardo.

          Incluido en un contexto en el que las transcodificaciones del bricolage teórico (la construcción de modelos sobre la base de residuos o deshechos  de  otras construcciones) es práctica frecuente, José Retik sin dejar, casi, referencia por la cuál transitar, se apoya en la cita del discurso hegemónico para resignificar operaciones locales autodirigidas. Operaciones que fingen compartir el mismo vocabulario usado por los autores metropolitanos (la simulación, la parodia, el reciclaje y la  apropiación mimética) para luego revertir sus términos en una suerte  de contra-mímica. En ese sentido podríamos decir que este es, además de original y popular, un texto ladino. Y Luis hace virtud de insistir en el saber local, en la tragedia de las nueve palabras que aporta el barrio, en la fecunda relación personal con Cadícamo y la acertada introducción de Discépolo, de Amadori, de García Jiménez y Aieta, de Arona, Vacarezza y José Hernández. Luis conoce a los clásicos, sabe de Horacio y de Cantor pero se lo ve sumergirse a gusto en ese universo propio hecho de versos ajenos.

La condición de ladino[ii] invita a pensar que cuando los autores hablan el lenguaje  de  la metrópoli, solo relativamente están sacrificando su jerga local o traicionando su propia producción para rendirse al culto del mercado hegemónico. Más bien parecería que la lectura periférica  desvía  las fórmulas  de origen hacia cruces no programados por la semántica del Centro. La cita, esa costumbre tan nuestra, la omnipresencia de “Freud dice que…” “en el Seminario tal, Lacan dice…”  se entrecruza con el saber autóctono y se hace texto desarticulando el  mito de un sentido  indiviso e infinito. Más aun, la “cita” también sirve a los autores para desactivar la clausura eurocentrista de una tradición legitimada por autorreferencia y sirve para confrontarla a contextos heterogéneos  que desequilibran su patrón monocultural.

Hay algo de rebeldía en el estilo que el libro destila. Los autores están dispuestos a jugar con un discurso que parece respetar los modelos y las leyes promulgadas por el centro en nombre de la universalidad de la verdad pero muestran su lucidez ante el peligro de confundir el universalismo con el etnocentrismo. Entonces, tratan, más bien, de prestarse a un diálogo  con  el centro; diálogo que viola las fronteras del control metropolitano. Complicidad con las voces contra-hegemónicas del centro, las que se interesan -democrática y sinceramente­ en los otros de lo Otro, en las diferencias de la Otredad[iii]. De ahí que, glorificando lo real maravilloso americano, aparezcan juntas, entre otras, la fundación de la venerable IPA (Internacional Psychoanalytical Association) con la más venerable, aun, Real Academia de los Mendigos del Ocio.

Sería  ingenuo quedarse con la evidencia y pensar que en el libro todo se reduce a importar un modelo para reproducirlo y mimetizarse con el. Sería ingenuo clausurar la cuestión con comentarios acerca de una traducción pintoresca a códigos subordinados. Lo que este texto abre –y, de ahí su originalidad— es una nueva manera de dialogar con el modelo a imitar. Esa burla, esa sobreactuación del doblaje paródico como estratagema --como respuesta estratégica al tradicional  déficit  de  originales  y originalidad  que nos  aqueja (por otra  parte, más imaginario que real)-­ permite afirmar la característica  neobarroca[iv] de nuestra identidad que con Verdades, Mentiras y Paradojas se ve enaltecida. Identidad cultural nuestra cuya tradición ha reestilizado, siempre, la máscara como retórica  transcultural de la apropiación; artificio para denunciar  y  ocultar, carnavalescamente, lo propio.

¡Ojalá que, quienes comiencen aquí la lectura, puedan disfrutar el desborde de ingenio, talento y verdades que el texto ofrece!

 

 

 



[i] Es Luis Alposta quién nos anticipa que “si yo, para cada uno de los temas que tratamos cito oportunamente la letra de un tango, usted podrá llegar a pensar que yo sobre el tango lo sé todo, que soy un erudito en esa materia. Y se equivocaría. Ahora, suponiendo que el equivocado sea yo (que siendo un erudito no lo sepa), también se darían, de mi parte, apariencias engañosas, dado que estaría prejuzgando. Tanto en una como en otra de estas dos situaciones, podríamos convenir en que las apariencias, aunque no siempre, ´engañan´”.

[ii] El término “ladino”se usa en América Central -sur de México- para referirse a los indios más aculturados respecto de la sociedad criolla dominante. También se llama así a los mestizos que viven en pueblos de indios. Constituyen un estrato social superior al resto. En Argentina, la expresión adquirió un tono peyorativo  que alude a la presunta doblez de intenciones del gaucho (anagrama de “guacho”: hijo sin padre que lo reconozca).

Según la Sapiens, Enciclopedia Ilustrada de la Lengua Castellana “dícese del que habla con facilidad varios idiomas”. Pero, también, “taimado, sagaz, astuto”. 

[iii] Al hablar de la producción cultural europea, hay que tener en cuenta que lo mejor de Europa se ha hecho en Europa contra Europa. Es decir: contra los sectores más reaccionarios y “establecidos” de la cultura central. Vaya como ejemplo reivindicado por los autores: el dadaísmo.

[iv] El neobarroquismo como identidad del psicoanálisis argentino (y latinoamericano) sería tema de un prolongado ensayo que no me atrevo más que a insinuar, aquí. Remito a:

Lacan, J: Del Barroco El seminario 20. Aún. Paidos. Barcelona. 1975.

Deleuze, G: El pliegue Op.cit.

Lezama Lima, J: La curiosidad barroca. En, Confluencias. Editorial Letras Cubanas. La Habana. 1988.

Carpentier, A: Lo barroco y lo real maravilloso  En, Ensayos. Editorial Letras Cubanas. La Habana. 1984.

Barroco, más que un estilo, es una suerte de pulsión creadora que, ciclicamente, vuelve a traves de la historia.

Existe en América Latina un espíritu barroco como constante que de ningún modo puede circunscribirse, ni clausurarse, con el movimiento estético nacido en el siglo XVII.

Al Popol Vuh, a José de Churriguera, a la gran hazaña del quecha Kondorí, al prodigio del Aleijadinho, a Sor Juana Inés de la Cruz, a Rómulo Gallegos, José Martí y Ruben Darío, a Leopoldo Lugones, se le suma, como contribución a la identidad neobarroca  de la cultura latinoamericana, el psicoanálisis lacaniano.

Sarduy, Severo: Ensayos generales sobre el barroco. Fondo de Cultura Económico.  Bs.As. 1987.

El neobarroquismo, más que un (neo)estilo, es la norma permanente de la cultura latinoamericana. A diferencia del barroco, el neobarroco refleja estructuralmente la inarmonía, la ruptura de la homogeneidad, la desaparición del logos como absoluto, la crisis del concepto de “falta”y de “carencia” como fundamento epistémico.      


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