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En el amor y en el deseo, el desencuentro de las lenguas (Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti)

13/03/2017- Por Natalia Neo Poblet - Realizar Consulta

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La relación entre Vilariño y Onetti, en esta psicoanalista, nos habla del deseo y de su efecto mayor: el desencuentro (por eso el amor). Trenzados en una poesía cuya hermosura roza el dolor, este desencuentro se realiza en lo ajeno, en lo extraño. Y su malentendido trasciende, en sus letras, una posibilidad. Una forma más de interrogarnos por la literatura y el psicoanálisis.

 

 

 

                                

 

 

Y qué

“Tomo tu amor

y qué

te doy mi amor

y qué

tendremos tardes noches

embriagueces

veranos

todo el placer

toda la dicha

toda la ternura.

Y qué.

Siempre estará faltando

la honda mentira

el siempre”[1].

 

Idea Vilariño (Montevideo, 1920 - 2009) fue poeta, ensayista y crítica literaria uruguaya. Integró la generación de escritores que surgieron desde 1945 a 1950, llamada Generación del 45. En ella también pueden ubicarse a Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Carlos Martínez Moreno, entre otros. Participó en numerosos emprendimientos literarios. Escribió desde muy joven.

Leer a Vilariño produce una resonancia corporal. En su escritura hay un acto poético. Logra su poesía en el fracaso del lenguaje, ahí cuando muestra la imposibilidad de decirlo todo y la imposibilidad de la complementariedad con el otro.

Se conoce abiertamente la relación amorosa que había entre Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti, basada en encuentros y desencuentros que duró toda la vida. En una entrevista, Vilariño diría después: "Es el último hombre de quien debí enamorarme"[2], pero a la vez dice: "Fue el hombre más importante de mi vida"[3].

Esto nos permite leer claramente la distinción entre amor y deseo.

En su poema “Ya no”, Vilariño escribe sobre eso que no pudo ser.

 

  Ya no

 

“(…) Ya no soy más que yo

para siempre y tú

ya

no serás para mí

más que tú. Ya no estás

en un día futuro

no sabré donde vives

con quién

ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca

como esa noche

nunca.

No volveré a tocarte.

No te veré morir”[4].

 

En la misma entrevista, la periodista le dice a Vilariño:

-Él dijo en una entrevista que estaba enamorado de ti, pero que nunca sintió que tú estuvieras enamorada de él. ¿Por qué pensás que no creía en tu enamoramiento?

-Porque yo muy a menudo decía no. Y para él no hay amor sin sumisión[5].

 

Este diálogo nos permite ir leyendo ese desencuentro estructural que siempre hay con el otro.

Sus poemas rodean eso ajeno, eso extranjero, eso extraño que hay en el otro. En ese rodeo intenta descubrir y captar cuál es ese deseo del Otro que siempre es un enigma.

El deseo no es un sentimiento, mientras que el amor sí. El deseo busca su satisfacción, mientras que el amor busca la unión, la completud. Lo que tienen en común el amor y el deseo es que ambos nacen de la falta, es decir, de lo que se carece.

No siempre el amor y el deseo van juntos, es decir, no siempre el sujeto amado es también objeto del deseo del otro. Es así como el amor y el odio, la presencia y la ausencia, convergen en el deseo. Y esto lo podemos leer en el poemario de Vilariño.

Tanto la búsqueda amorosa como la satisfacción del deseo están comandadas por ciertos rasgos del objeto, huellas inconscientes que ha dejado en cada ser hablante el primer objeto de amor. Es por esta razón que Freud ha dicho que “El hallazgo (encuentro) de objeto es propiamente un reencuentro”[6].

En el amor siempre hay desencuentro porque hay malentendido. El malentendido es el equívoco propio de la lengua. Somos hijos del malentendido, porque somos efecto de “dos hablantes que no hablan la misma lengua”[7] pero que tienen la creencia que sí. A esto hay que agregarle la disparidad entre los goces de cada ser hablante. Los seres hablantes no se encuentran en el goce, sino en el infinito. Lacan, para explicar, esto utiliza el argumento de Zenón, el “Aquiles”. Demuestra así que no existe la complementariedad con el otro. Es la idea del amor la que empuja a esa ilusión de complementariedad: el famoso mito neurótico de la media naranja. Mito que sostiene la hipótesis que el otro tiene eso que a mí me falta: ser todo para un otro, es una manera de ser lo que le falta. Frente a esta disparidad entre los goces, Lacan dice: “No hay relación sexual porque el goce del Otro considerado como cuerpo es siempre inadecuado (…)”[8]. Estimo, entonces, que el amor es una suplencia a la no relación sexual.

Si en “el amor son dos medios decires que no se recubren”[9], es el amor el que justamente suple esa diferencia con el otro. Lo dice de otro modo en el seminario 20: “Todo amor encuentra su soporte en cierta relación entre dos saberes inconscientes”[10].

Ahora bien, en el Seminario 10, Lacan refiere: “el amor permite al goce condescender al deseo”[11]. Aquí enlaza al goce propio, al deseo (perteneciente al campo del Otro) y a la búsqueda del objeto.

Mientras que en el seminario 21 plantea: “El amor no es otra cosa que un decir, en tanto que acontecimiento. Y que el amor nada tiene que ver con la verdad, ya que esta no puede decirse toda”[12]. Entonces, el amor es un acontecimiento entre dos decires diferentes que no se complementan.

Tanto el habla como el decir forman parte de la estructura del lenguaje. Pero su diferencia es radical. El decir es una verdad a medias que gira en torno a un imposible de decir. El decir es un acontecimiento; mientras que el hablar está vinculado al sentido común basado en la comunicación.

Vilariño muestra esa diferencia. Ella señala cómo el decir de la poesía difiere del hablar. Sus poemas muestran la estructura del amor y del deseo; ese esquema triangular que se establece en toda relación con el otro: el amante, el amado y el malentendido que se interpone.

 

  Buscamos

 

         “Buscamos

cada noche

con esfuerzo

entre tierras pesadas y asfixiantes

Ese liviano pájaro de luz

que arde y se nos escapa

en un gemido”[13].

 

Su escritura es un acto, porque logra una fusión entre ella y su poema. Vilariño hace de “ella” un verbo. Su lengua insaciable de amor y de deseo intenta abrazar eso que no puede enlazar y a la vez nos hace sentir lo que no se deja envolver.

 

 

 

 

 

 

 



[1] VILARIÑO, Idea, Poesía (1945-1990), Editorial Cal y Canto, Uruguay, 1996, p. 176.

[2] Entrevista: "Onetti y yo éramos dos monstruos", por María Esther Gilio (Periodista uruguaya).

[3] Ibíd.

[4] VILARIÑO, Idea, Op. cit., p. 148 y p. 149.

[5] Entrevista: "Onetti y yo éramos dos monstruos", Op. cit.

[6] FREUD, Sigmund, “Tres ensayos de teoría sexual”, Obras Completas, Tomo VII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1998, p. 203.

[7] LACAN, Jacques, Seminario 27: Disolución, Clase: 10 de julio de 1980. Inédito.

[8] LACAN, Jacques, Seminario 20: Aún, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2008, p. 174.

[9] LACAN, Jacques, Seminario 21: Los Nombres del Padre, inédito.

[10] LACAN, Jacques, Seminario 20, Op. cit., p. 174.

[11] LACAN, Jacques, Seminario 10: La angustia, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 195.

[12] LACAN, Jacques, Seminario 21,  Op. cit.

[13] VILARIÑO, Idea, Op. cit., p. 187.


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