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La argumentación pedófila: los "boylovers"

05/03/2021- Por Laura A. Capacete - Realizar Consulta

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El presente artículo describe por un lado, la posición de grupos pedófilos, para quienes la sexualidad con los niñes es una opción válida, por lo cual cuestionan su prohibición; y por otro analiza una sentencia judicial, en donde se condena a un grupo auto designado como “boylovers”. Dicho material da cuenta de enunciados y prácticas, que sirven para ejemplificar algunas características desde las que Serge André conceptualiza la estructura perversa.

 

                            *

 

 

El discurso de los boylovers

 

  Los pedófilos se han agrupado, sostienen que la sexualidad con niños es una opción tan válida, como la que se practica con adultos (homo o heterosexual), a su vez se quejan de ser discriminados, como antes lo eran los homosexuales.

 

  NAMBLA[i] (North American Man-Boy Love Association), asociación formada en 1978, propone modificar las leyes que establecen la edad para que un niño o púber preste su consentimiento para mantener relaciones sexuales, modificación para no sancionar “las relaciones sexuales intergeneracionales”. Se autodesignan como boylovers y no pedófilos; se quejan de criminalizar inútilmente este tipo de relación.

 

  El movimiento nace en Holanda en 1870, y se vuelve más activo en la década de 1950, luego publican la revista Paidika en los Países Bajos. Proponen el 25 de abril como “día del orgullo pedófilo”, fecha elegida en honor a Charles Dogson (Lewis Caroll), quien ese día tuvo su primera cita con una niña.

 

  En 2012 se crea el grupo “pedófilos virtuosos” (VirPed), quienes refieren no abusar de niños, y regirse por las leyes. Si bien reconocen sentir atracción por los niños, evitan mantener sexo con ellos, solo porque está prohibido legalmente.

 

 

La sentencia judicial

 

  En Argentina, hace algunos años, un grupo que se autodefine como boyslover es condenado por la justicia. Los invito a recorrer la sentencia en la que se les dicta prisión preventiva, en función de inferir, de los enunciados y de las prácticas, las características con las que Serge Andre[ii] conceptualiza la estructura perversa.

 

  El autor citado plantea que, “en esta estructura no se está fuera de la Ley, sino se intenta encarnar una ley particular, cuyo texto no escrito promulga la obligación de gozar”. Es decir el perverso no es un trasgresor, un mero cuestionador de ciertas convenciones sociales, para quien no está prohibido obtener placer, sino alguien que instaura una ley tiránica que pone al otro a su merced.  

 

  Se sabe instrumento o voz de una voluntad de goce absoluto de la Ley natural, que equivale para Sade en un sustituto de la Ley moral kantiana; desde ahí se dirige a la víctima, que queda dividida entre la sumisión a la voz imperativa y la rebelión contra el dolor; por lo cual no suscita deseo, sino angustia.

 

  Los imputados en la causa penal son un hombre adulto y dos jóvenes, quienes no niegan conocer al púber que los acusa, declaran haber formado con él un grupo de amigos “intergeneracional”, reunidos con la finalidad de compartir comidas y conversaciones de tipo intelectual. Refieren pertenecer al grupo de los boylovers (lo cual también se acredita en mensajes de texto), quienes sienten un afecto sano y desinteresado por los niños, ajeno a todo interés sexual.

 

  La sentencia contradice este argumento, en tanto afirma que los boylovers son  pedófilos. Este grupo reconoce sentirse atraídos por los niños, pero no se perciben como abusadores, argumentan que los niños dan su consentimiento a las relaciones sexuales, y que éstas les son favorables. A su vez proponen desestigmatizar la pedofilia, cuestionan la legislación que la prohíbe.

 

  Dichos argumentos dan cuenta que encarnan una ley particular: su derecho a gozar del cuerpo del niño. El líder de la organización considera injusta la condena, lo argumenta haciendo una analogía con San Martín, quien también sería un pedófilo porque conoce a Remedios cuando la joven tiene 13 años, (la misma edad del denunciante). A su vez se queja de “que se satanice la sexualidad adolescente”.

 

  En segundo lugar, estos hombres mantienen una posición de certidumbre respecto al saber. Veamos esta cuestión, el neurótico presenta siempre un enigma; por el contrario el perverso no se hace pregunta alguna en tanto tiene cierta certidumbre sobre su goce. Pretende tener un saber que se presenta como verdad, lo cual dificulta la constitución de la transferencia, por esto rara vez consulte a un analista.

 

  En este mismo sentido, Braunstein[iii] plantea que el perverso sabe sobre el goce –propio y ajeno–, y desde allí predica un evangelio, en el que afirma sus derechos. En la voluntad de goce, el único problema será como procurarse los medios para asegurárselo. Seduce así con el fantasma de saber-gozar, es decir sabe qué hacer con el otro, para obtener su complicidad o su terror, sabe cómo hacer operativo su fantasma.

 

  Si el neurótico formula una pregunta al otro para tener un lugar en su deseo, por el contrario el perverso se constituye él mismo como respuesta, la cual impone de modo categórico. Para esto necesita un partenaire que experimente la división subjetiva, el otro deberá llegar al borde del desvanecimiento por la escenificación atroz.

 

  El joven denunciante declara que el líder del grupo, le mostraba material pornográfico con el fin de estimularlo, mientras argumentaba que “todos somos bisexuales”, y lo conminaba a “liberarse”. La sentencia describe distintas estrategias, para que el joven suponga dar su consentimiento, entre las cuales se le indicaba silenciar ante sus padres la pertenencia a este grupo.

 

  En tercer lugar, el perverso opera con la lógica de la desmentida, que si bien no es exclusiva de esta estructura, puede presentarlo como un argumentador temible (sobre todo si es inteligente), porque manipula el valor de verdad del discurso para tener siempre razón.

 

  Los imputados argumentan, por un lado que condenar la elección sexual a niños, es propio de una sociedad moralista y conservadora (hacen una analogía con la discriminación a los homosexuales tiempo atrás), y por otro que el denunciante dio su consentimiento.

 

  En cuarto lugar, analicemos la cuestión del fantasma, sabemos que todo fantasma es perverso, también el del neurótico, cuyo contenido es similar. Por ende, la diferencia no está en el contenido, sino en su particular uso.

 

  Para el neurótico el fantasma es su tesoro secreto –esencialmente privado–, para el perverso el fantasma solo adquiere sentido cuando se hace público, y se sirve de éste para una puesta en acto que incluya al otro (con o sin su consentimiento) como partícipe de su escenario. Cuestión que en lo manifiesto puede describirse como seducción o manipulación.

 

  Braunstein plantea que el neurótico goza sin saberlo, disfraza su goce con los atuendos del síntoma, su no saber lo desgarra y lo hace sujeto de análisis. El goce aparece como escenificación fantasmática de difícil confesión. Por el contrario el perverso no suele vacilar frente a la actuación, ni responsabilizarse, a posteriori por su acto.

 

  La sentencia describe como la escena fue preparada durante meses, hasta llegar a plasmarse sucesivas violaciones.

 

  Un quinto aspecto, relacionado con el usufructo del fantasma, es el montaje de una escena privada, en la cual se realiza un ritual, casi siempre con características teatrales, donde el sujeto pone en acto la singularidad de su goce. Cabe señalar que el  universo subjetivo del perverso, se encuentra siempre desdoblado, y la escena privada coexiste con una escena pública que será el lugar de semblante explícito en el cual las convenciones sociales son respetadas con enorme celo.

 

  La escena privada se desarrolla con la cautela suficiente para buscar la “complicidad” del otro, por lo cual en estos grupos, la práctica abusiva no es un hecho intempestivo y abrupto.

 

  Uno de los imputados (joven), busca en los ciber a adolescentes que miren páginas pornográficas. Allí conoce al denunciante, le regala un celular con el cual se comunica a posteriori, le propone salidas y comienzan los tocamientos, más tarde lo invita al domicilio del líder de la organización para ver películas pornográficas –con material pedófilo–, quien con los argumentos ya descriptos, lo convence de consentir la práctica sexual. Paralelamente en la esfera pública, los acusados son respetados por sus tareas académicas o laborales.

 

  En sexto lugar, el perverso logra la división subjetiva de la víctima. No busca simplemente hacer daño, intenta dejar al otro dividido y en una angustia insoportable. Esto probablemente esté asociado a un rasgo que cita recurrentemente la bibliografía sobre los niños abusados: la disociación.

 

  Son colocados en una posición imposible de tramitar: si hablan sienten culpa o temor; si callan quedan en posición de objeto para la satisfacción de un Otro, mero cuerpo, sin derecho, sin deseo y sin palabras.

 

  Veamos cómo se devela el hecho. Un joven de 13 años hace un brote psicótico, su delirio tiene contenido místico, y pide perdón recurrentemente. En la internación relata que sus amigos mayores “le metieron el pito y se la chuparon”, a medida que puede hablar, expresa el conflicto entre querer contarles a los padres lo que le sucedía, pero a su vez no poder hacerlo. Declara que lo han violado varias veces, y “encima te llenan la cabeza diciendo que era con tu voluntad”.

 

  Los acusados para desestimar la denuncia, aducen que el brote psicótico es prueba que el joven tiene una “mente fabuladora”.

 

  Finalmente, en la estructura que nos ocupa, no aparece sentimiento de culpa o responsabilidad por el acto. El líder de la organización cuando se hace pública la denuncia, culpa inicialmente  a los medios de comunicación por haber instalado hechos falsos; y luego, cuando se acumulan evidencias, de no respetar su derecho a la intimidad. No hay indicios de responsabilización alguna.

 

 

Imagen*: tomada de https://trabajadorasocialblog.blogspot.com/2017/08/abuso-sexual-como-identificar-al.html



[i] NAMBLA:  Voice of the north American man. Boy  love association. Recuperado en: org/stories.html

[ii] Serge André (1999) “La significación de la pedofilia”, conferencia en Lausanne del 8.6.99. Publicación periódica orientada al tratamiento de la violencia, Año 1, enero 2002.

[iii] Braunstein, N (1990) El Goce. Un concepto lacaniano, Argentina, Ed. Siglo XXI,

 


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