Haciendo lugares...a los sujetos

13/03/2012- Por Laura Kiel - Realizar Consulta

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Este artículo surge de la preocupación por las condiciones de "habitabilidad" en las escuelas hoy frente a ciertas políticas de integración que no contemplan la dimensión de los sujetos, tanto los alumnos como los docentes. Se presentan algunas viñetas. Se sostiene la pregunta ética por el límite y la consideración por el sufrimiento de los niños y su consentimiento. ¿Qué dispositivos a favor de colectivos que preserven las singularidades y no pierdan de vista la función de las escuelas de enseñar? Queda abierta la convocatoria a acercar experiencias que den cuenta de la eficacia de intervenciones orientadas por estas coordenadas.

Hace ya unos cuantos años, en un encuentro de capacitación con directivos escuché de boca de un director: “Las escuelas se están convirtiendo en algo parecido a un cajón de la ropa interior”.  Como precisamente era alguien a quien respetaba y apreciaba debo haber puesto una cara de asombro.  Frente a lo cual pasó a explicarme “se mete todo a presión, empujando, sin consideración; si igual, se cierra el cajón y listo”.

 

Este director no cuestionaba la admisión e inclusión de todos los niños a las escuelas comunes sino que su comentario apuntaba a políticas y decisiones que no contemplaban la dimensión de los sujetos.  Se refería a forzamientos y descuidos respecto de los sufrimientos de los niños.

 

Quiero compartir con ustedes la preocupación que me lleva a escribir estas líneas.

Sólo dos escenas de inicio de clases.

 

- Primer día, todos los niños formados en el zoom de un colegio y los padres acompañándolos para cantar el himno.  En un rincón, un niño ingresando a su primer grado, solo, hecho un ovillo, con su capucha puesta, mirando al piso y balancéandose.  Su maestra se acerca para llevarlo de la mano a su fila y se desata una escena difícil de contener.  El niño entra en un estado de excitación que lo lleva a escaparse y salir corriendo.  ¿Esta maestra debía o podía saber que para este niño ese  gesto puede ser tan intrusivo y violento que le resulte intolerable?

 

- Primer día de clase en otra escuela, ya los niños han ingresado a su aula dando inicio a su primer grado, llega una mamá con su hija –a la que la maestra aún no conoce-. La madre le dice a la maestra que cualquier cosa que pase, a la salida se la comente.  Esta niña deambuló toda la mañana sin responder a la voz del docente, sin mirar, sin conectarse con adulto alguno.  A mitad de mañana se hace pis y en la escuela no pueden localizar a sus padres.  ¿Qué dice la mamá a un profesional del gabinete? Que si hubiera informado las características de su hija no le hubieran dado la vacante.

 

En ambos casos, el sufrimiento de esos niños es enorme. Pero la desubicación y la sensación de impotencia de esos docentes también.

 

No puedo dejar de contar una tercera situación. 

 

-Un niño que también está ingresando a su primer grado bajo proyecto de integración.  Si bien sus aprendizajes se ven afectados por sus dificultades en el proceso de constitución subjetiva, tiene una disposición y una capacidad de aprender increíbles.  Está atento, conoce de muchos temas y puede interesarse si se lo convoca.  Sin embargo se encuentra con una docente que recibe a sus alumnos el primer día poniendo en el pizarrón la fecha para que copien, esperando que todos lo hagan por igual.  Frente a la imposibilidad de adecuarse a las exigencias de la docente, este niño encuentra “su solución”: evadirse de la escena insoportable quedándose dormido. 

 

En los últimos años he tenido la oportunidad de tomar contacto con cientos de niños que han quedado en el centro de fuegos cruzados entre adultos, tan en el centro que paradójicamente, no quedan al alcance de la mano de ningún adulto con posibilidad de sostenerlos. 

 

En muchos casos se tiene la impresión de que las escuelas se han constituido en campos de batallas en las que todos luchan: en algunos casos por el derecho a una inclusión universal e indiscriminada con las consecuentes reacciones de otros pidiendo la exclusión. 

 

Se despliegan luchas descarnadas para “mantener o sacar”, “meter o expulsar” a un alumno de una comunidad escolar en las que participan padres, docentes, autoridades, diversos equipos de profesionales intervinientes y hasta los propios alumnos. 

 

Estoy intentando hacer hincapié en los efectos subjetivos porque se ha dejado de percibir el sufrimiento y la angustia de los niños, en realidad creo que los niños mismos han quedado por fuera del campo de percepción de los adultos.

 

Tal como planteaba Fabiana Demarco[1] frente al malestar que toma la forma del no poder, del no sentirse capacitado, generando también diversas formas de violencia, se trata de apostar a la construcción de dispositivos institucionales,  al diseño de estrategias y al reconocimiento de las herramientas docentes que transformen las escuelas en lugares habitables, en colectivos que preserven la singularidad.

 

Hago mías las palabras de Jean Oury, quien dirigió junto con Guattari la clínica psiquiatrica La Borde.  Este pensador francés ya estaba preocupado por estas mismas cuestiones ya hace unos cuantos años:

 

“¿Cómo crear espacios heterogéneos, con tonalidades propias, atmósferas distintas, en los que cada uno se enganche a su modo? ¿Cómo mantener una disponibilidad que propicie los encuentros, pero que no los imponga, una atención que permita el contacto y preserve la alteridad? ¿Cómo dar lugar al azar, sin programarlo? ¿Cómo sostener una “gentileza que permita la emergencia de un hablar allí donde crece el desierto afectivo?”

 

Porque no podemos perder de vista que las políticas de integración también tienen un límite,  que por supuesto es ético, y podríamos enunciarlo de este modo: jamás a costa del padecimiento de un niño y siempre apostando al consentimiento del sujeto. 

 

Para cerrar

 

A lo largo de estos años también he sabido de proyectos maravillosos y he aprendido de docentes y profesionales que se atrevieron a probar dispositivos movilizando toda una institución para alojar a un niño.

Nos dedicaremos a compartirlas.

 

Quedan convocados a acercar esas experiencias para que nos animemos entre todos a inventar respuestas inéditas para estas complejas realidades escolares. 

 



[1] [1] Fabiana Demarco, Una salida: la confianza en el dispositivo.


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