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La contraofensiva política en las prácticas institucionales

09/09/2020- Por Julieta Medici - Realizar Consulta

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La autora reflexiona desde su quehacer como psicoanalista en una institución de salud mental de la CABA sobre los “efectos-pandemia”, invitando a una politización del malestar como forma de respuesta colectiva. Una originalidad propia de la reflexión comprometida desde y en torno a la urgencia: se presentan ideas-fuerza que son al mismo tiempo interesantes herramientas para una clínica desde un enfoque de derechos: la lucidez y la ternura, la amistad política, la sensibilidad y la ironía.

 

                     

                                                  Fernando Ulloa*

 

 

Introducción

 

  Ya desde hace un tiempo significantes como “esencial”, “bioseguridad” y “protocolo” recorren nuestras prácticas cotidianas en el hospital. La pandemia, en el mejor de los casos, nos ha interpelado como profesionales de la salud mental (SM) en múltiples aspectos: humanos, teóricos, ideológicos y políticos.

 

  Surge el pensar las crisis sociales e institucionales desde la preocupación por la norma, afirmar una normalidad para la vida oponiéndola al concepto de crisis. Si se plantea el dualismo crisis/normalidad aquello que angustia nos interroga y entonces: ¿quién quiere querer las crisis?

 

  No saber, la parálisis, el duelo por la institución que ya no es, la resistencia a salir de algunos lugares identitarios profesionales, la precarización laboral encubierta en la figura del héroe y su metáfora de la guerra, la exposición a la muerte bajo una política del no cuidado: momentos que muchas instituciones hospitalarias, al menos en la Ciudad de Buenos Aires, atravesaron y atraviesan en este tiempo histórico.

 

  La pregunta, entonces, bajo estas condiciones de existencia sería: ¿qué nos vuelve capaces de hacer otras cosas, cuando las condiciones del contexto cambian, rompiendo los modos de normalización cotidianos?

 

  Como profesional de la salud pública, me gustaría pensar esta pregunta desde la amistad política, la lucidez, la ternura, el humor y la ofensiva sensible, que incluye la politización del malestar. Conceptos trabajados por diversos autores, que resultan válidos y útiles para situarnos en este momento pandémico-institucional.

 

  Las instituciones, como metáforas de lo social, son productoras y reproductoras de subjetividades diversas. Nuestras prácticas están imbuidas de eso que llamamos ideología[i], es decir, los modos de imaginarnos las propias condiciones de existencia.

Una aclaración conceptual válida: cuando decimos subjetividad no hablamos de sujeto, sino del lugar donde se articulan los enunciados sociales respecto del yo[ii].

 

 

La amistad política: una forma de pensar lo colectivo

 

  Un acontecimiento se vuelve experiencia cuando se le da sentido. El no saber genuino es una vía de subjetivación. Hacer y hacerse con otros: eso es pensar.

Spinoza sostenía que la amistad es la experiencia de la producción de utilidad común[iii].  

 

  El amigo es aquel con el que se tiene utilidad común. No es el amigo de la aventura, de la confesión, de los secretos o “el que te banca.” No se refiere al amigo íntimo, a ese tipo de cómplice. Se refiere a todo tipo de experiencia en la cual lo que hay es producción común con otros.

 

  La ocasión de la potencia siempre es el encuentro con otros, los cuerpos son afectados por otros cuerpos; de ahí la posibilidad de la potencia de obrar.

Este concepto es interesante en tanto viabiliza potencias, cuando ese encuentro permite aumentar posibilidades de hacer y pensar. El afecto no es solo emoción, sino lo que deriva como ejercicio de esa potencia, poniendo en juego es una potencia común.

 

  Tengo la experiencia de esto que estamos haciendo juntos, yo no lo podría hacer sino así, con otros. En la política esto es fundamental, en las instituciones también.

Frente a la falta de gestión en un contexto políticamente adverso, surgen en el “Centro Ameghino”, distintos modos de utilidad común. Una de esas formas fue la creación del comité de bioseguridad, una modalidad interdisciplinaria y transversal de cuidado “entre” colegas, “entre” espacios y “entre” usuarios de la comunidad.

 

 

La lucidez y la ternura

 

  Fernando Ulloa nos habla de la importancia de recuperar el contentamiento para sentir coraje y lucidez frente a la cultura de la mortificación[iv]. Un concepto trabajado en relación a aquellas configuraciones culturales en las que los sujetos conviven familiarmente bajo condiciones hostiles y adversas, las cuales han terminado por normalizar. Una familiaridad in-familiar, cercano a lo ominoso freudiano.

 

  La lucidez nos permite reconceptualizar nuestras prácticas y no predicar teorías en el desierto. Indisciplinar saberes[v], ponerlos a discutir. No sumergirnos por entero en esa cultura de la mortificación que se visibiliza y se invisibiliza en las instituciones hospitalarias: la falta de infraestructura edilicia, el trato en una ventanilla o la ausencia de recursos tecnológicos.

 

  Ulloa nos acerca, además, un concepto profundamente político como el de la ternura: lenguaje del cuerpo que funda al sujeto en sus primeros tiempos y reconoce al otro en su dimensión ética, como contraofensiva al desamparo.

Lucidez, coraje y ternura para no caer en el empobrecimiento subjetivo que conlleva indolencia, frente a un desamparo que por momentos es el de todxs: usuarios y trabajadores de la salud.

 

 

La sensibilidad

 

  El politólogo Diego Sztulwark plantea que “Si pensar de otra manera requiere sentir de otra manera, a la batalla de las ideas debería precederla, o al menos acompañarla, una ofensiva sensible”[vi]. Ofensiva sensible es un concepto que ubica el redescubrimiento de la potencia de las ideas y los cuerpos, suspendiendo los automatismos en relación a un tiempo por venir y a un espacio por constituirse con otros: ¿igualdad del deseo o deseo de igualdad?

 

  Parafraseando a un colega integrante del Movimiento Asamblea de trabajadorxs residentes y concurrentes de la Ciudad de Buenos Aires, se podrá decir que “cuando se le pone el cuerpo al deseo la cosa se pone seria, y qué bueno que se vuelva seria”.

                                                                                                                                                                                            

  ¿Podría sostenerse una inteligencia no desconectada de la sensibilidad en el mundo de hoy?

 

  En el neoliberalismo proliferan las técnicas de gestión de la sensibilidad. Constituyen una pieza central de su dominio. El gobierno de las emociones resulta inseparable de una supuesta eficacia terapéutica.

 

  Sztulwark diferencia los modos de vida en torno a los procesos de valorización del capital que ofrece el mercado, listas para su consumo, de las formas de vida que suponen un cuestionamiento de automatismos y linealidades, las cuales participan de una cierta incompatibilidad sensible con los imperativos de adecuación de las ofertas. Del lado de los modos sabríamos cómo vivir; del lado de las formas estamos en un incesante aprender.

 

  Ahora bien, ¿cómo se politiza lo que llamamos “síntoma” bajo estas prácticas?

Las prácticas de coaching entrenan al individuo en sus modos de adaptación al mercado. Toda opacidad y todo signo disruptivo queda bajo sospecha y diagnóstico. Para estos modos de vida, el síntoma como interrogación no tendría la oportunidad de ser escuchado. Esto a veces es olvidado en nuestras prácticas diarias, pero también resistido en dichas instituciones: no hay paciencia con lo vulnerable ni politización del malestar.

 

  En este contexto, vale el ejemplo, se confeccionan para los centros de SM en CABA protocolos con lineamientos destinados a la asistencia vía remota, desde una modalidad call center, poniendo el acento en la efectividad de un llamado en tiempo (cuánto duró) y forma (se resolvió el problema o no), patologizando el malestar (se consigna posible sintomatología), pero sin crear lazos con la comunidad, sin acercar el hospital, sin dispositivos novedosos de derivación.

 

 

La ironía

 

  La ironía es un arte de acceso a otras disponibilidades frente al padecer subjetivo. Freud[vii] nos habla de la capacidad humorística como ganancia de placer. Lo más cercano a la ironía lo muestra ese ejemplo del condenado que es llevado al cadalso un lunes por la mañana, exclamando lo bien que empezó su semana. Cualquier similitud con lo que podemos sentir al respecto en este momento, no es pura coincidencia…

 

  En ese texto Freud sostiene que el humor no implica solo algo liberador, como el chiste o lo cómico, sino lo grandioso y patético. El yo rehúsa a dejarse constreñir por el sufrimiento. El humor es opositor. Se trata de un placer emancipador.

El humor tiene un propósito. Podemos bromear un poco sobre ese mundo que parece tan peligroso, nos permite situarnos en otra parte. Algo bueno tiene ese Superyó después de todo.

 

  Freud reinventa una política del humor como herramienta para la acción, cuestión que en estos tiempos se torna imprescindible. La inteligencia puede, a través del humor, recobrar su relación con la sensibilidad. Con la ironía el pensamiento recobra el aliento y se hace más libre a la opresión.

 

  En una línea compatible, el italiano Berardi[viii],  para quien la ironía resulta una parte esencial del humor del contrapoder, sostiene que los movimientos sociales pueden ser vistos como actos de lenguaje, como insolvencias semióticas.

 

 

¿Conclusiones?

 

  Arribando ya a estos modos de pensar y pensarnos con otros, sin perder el humor, la sensibilidad, la lucidez y la ternura, construyendo algo similar a una ofensiva sensible que contrarreste las metodologías de la crueldad neoliberal, podemos decir que esta pandemia nos trae un buen momento spinoziano en que la vida, para proseguir su curso, reclama el descubrimiento de las potencias de las ideas y de los cuerpos en las fisuras de la desobediencia.

 

  Como sostiene Sztulwark, uno nunca sabe lo que puede un cuerpo en el lenguaje. Y eso vale, por suerte, para todxs.

 

 

Imagen*: tomada del sitio http://cocascar.blogspot.com/2017/11/

 

Nota: elSigma.com sugiere visitar el siguiente enlace -de nuestro canal de youtube- en sintonía con pasajes del presente escrito, y en la voz de Ulloa. https://www.youtube.com/watch?v=z9M7bp5L8i8

 



[i] Althusser, L. (2003). Ideología y aparatos ideológicos de Estado. Freud y Lacan. Buenos Aires: Nueva Visión.

[ii] Bleichmar, S. (2007). “Conferencia acerca de la subjetividad”, Universidad de Rosario.

[iii] Spinoza, B. (2002). Ética. Madrid: Alianza.

[iv] Ulloa, F. (1995). La Novela clínica psicoanalítica. Historial de una práctica. Buenos Aires: Paidós.

[v] Stolkiner, A. (1987). “De interdisciplinas e indisciplinas”. En N. Elichiry (comp.), El niño y la Escuela-Reflexiones sobre lo obvio (313-317) Buenos Aires: Nueva Visión.

[vi] Sztulwark, D. (2019). La ofensiva sensible. Neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político. Buenos Aires: Caja Negra.

[vii] Freud, S. (1927). “El Humor”. En Obras Completas, vol. XXI. Buenos Aires: Amorrortu.

[viii] Berardi, F. (2017). Fenomenología del fin. Sensibilidad y mutación conectiva. Buenos Aires: Caja Negra.

 

 

 

 

 

 


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