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¿Qué pasó con la fraternidad?

04/12/2020- Por Miguel Tollo - Realizar Consulta

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El autor nos invita a reincorporar la categoría ético-política de soro-fraternidad. Teniendo en cuenta la repercusión social que ha ido cobrando, se propone descifrar los orígenes de la misma, su complejidad en nuestra región y sus consecuencias para la subjetividad en un mundo conducido por poderes que le imprimen una mercantilización capitalista.

 

 

              

 

           Manifestación por el derecho al aborto seguro, libre y gratuito*

 

  

 

“¡Alle Menschen werden Brüder!”

 

(¡Todos los hombres serán hermanos!,

del Himno a la alegría de Schiller - 1786,

al que Beethoven diera música)

 

“esta fraternité fue, de hecho, la consigna de la Revolución […]

El proletariado de París se dejó llevar con deleite

por esta borrachera generosa de fraternidad”

 

                    Marx, 1850

 

[La fraternidad] es todavía lo que permite a los hombres y a las 

mujeres luchar. Es también por lo que hacen las revoluciones”

 

                   Hobsbauwn, 1975

 

“Imagina que no hay posesiones, me pregunto si puedes.

No hay necesidad de codicia ni hambre. Una hermandad humana.

Imagina a toda la gente compartiendo todo el mundo”

 

                  John Lennon, 1971

 

 

  

Liberté, Égalité…

 

  La Revolución Francesa de 1789 nos dejó un tríptico constitutivo de la vida política: libertad, igualdad, fraternidad.[i] La política ha hecho valer como banderas tanto la libertad como la igualdad, pero la fraternidad parece haberse perdido sin que sepamos bien por qué.

 

  En los últimos años, los movimientos de mujeres, lo que en términos amplios se ha dado en llamar la marea verde, ha hecho renacer la cuestión de la fraternidad desde un término que la traduce acorde con el género: sororidad. Por lo tanto, de aquí en más sería apropiado referirnos a la soro-fraternidad.

 

  Creo preciso tomar nota de la enorme significación que comporta para la vida política en tanto reincorporación de una categoría ético-política central. Teniendo en cuenta la repercusión social que ha ido cobrando, pretendo descifrar los orígenes de la sorofraternidad, su complejidad en nuestra región y sus consecuencias para la subjetividad en un mundo conducido por poderes que le imprimen una mercantilización capitalista que, como bien dice Jorge Alemán siguiendo a Lacan, rechaza el amor, siendo:

 

“el amor que se rechaza en el capitalismo el amor por lo Común, que incluye siempre por definición al desconocido, la extraña, lo lejano y especialmente la participación no jerárquica en el uso público de la razón". (ALEMAN, 2020)

 

  Para Zygmunt Bauman (BAGGIO, 2007) el tríptico político que analizamos apunta a destacar que la felicidad, si bien tiene que ver con lo personal, se vincula fuertemente con la construcción de condiciones sociales en términos colectivos “por lo que se entiende que no es posible ser felices individualmente dentro de una sociedad socialmente infeliz.” Y agrega que en opinión de Bauman el tríptico revolucionario, ha sido sustituido por otro en la actualidad que se puede expresar con los términos de “seguridad” (en vez de la libertad), “paridad” (por la igualdad), y “red” (en lugar de fraternidad).

 

  ¿Qué pasó entonces con la fraternidad? ¿A qué se debe esto que Antoni Domenech ha llamado “el eclipse de la fraternidad”? (DOMENECH, 2004) ¿Se ha diluido en la red? O quizás haya sucumbido en lo que Almudena Hernando ha denominado la fantasía de la individualidad que se construyó a partir de:

 

“… un orden social caracterizado por la desigualdad de género ‒el llamado orden patriarcal‒, en cuya base se encuentra una falsa convicción: que el individuo puede concebirse al margen de la comunidad y que la razón puede existir al margen de la emoción, que cuanto más individualizada está una persona, menos necesita vincularse con una comunidad para sentirse segura, y que cuanto más utiliza la razón para relacionarse con el mundo menos utiliza la emoción. Y esta convicción que rige los ideales de nuestro sistema social, está basada en una fantasía: la fantasía de la individualidad.” (HERNANDO, 2012)

 

  No llama la atención entonces que la convocatoria a la sororidad haya surgido del movimiento de mujeres y que los modos de expresión del mismo brillen por su pasión y por su presencia multitudinaria antes que por alegatos académicos individuales, que también los hay y de excelencia.

 

  Es notable asimismo que en tiempos como el que vivimos, apremiados colectivamente por una pandemia, existan manifestaciones que, so pretexto de defender la libertad individual, conspiran contra el imprescindible esfuerzo sorofraterno de la sociedad en su conjunto. Sería apropiado recordarles la sentencia de Pierre Bourdieu en cuanto a que “la libertad no es algo dado, sino una conquista, y colectiva” (BOURDIEU, 1989)

 

  Además de incluir la categoría del otro en la constitución del sujeto (el otro como modelo, auxiliar o enemigo”[ii]), se trata de devolverle al nosotros un lugar que nunca debió haber perdido, tanto por su valor en la construcción del lazo social como en la constitución subjetiva.

 

  A propósito de ello es pertinente considerar que los textos sociales de Freud no son sólo una aplicación del Psicoanálisis a la comprensión de los fenómenos sociales, sino fundamentalmente el análisis del estatuto de estos en la constitución subjetiva, de modo tal que cabría hablar de un nosotros interno constitutivo y constituyente. Un nosotros cuya vigencia en la estructuración psíquica depende tanto de experiencias pretéritas como también de realidades actuales[iii].

 

 

Una pregunta en primera persona del plural

 

  ¿Hay un nosotros previo que abrigue la experiencia sorofraterna o es la sorofraternidad sustento para la existencia de un nosotros? Si ese nosotros fuese un a priori ¿de dónde surge? ¿Cómo nos constituimos en tanto tal? Y entiendo que ese nosotros está lejos de consistir en una sumatoria de individuos o en un constructo social advenido tan solo de la trama vincular yo-tu.

 

  Ensayemos una exploración a partir de dos arqueologías. Por ejemplo, si pensamos el nosotros del pueblo de Israel, el relato de su origen lo sitúa en un pacto entre un hombre Abram y un dios. Un pacto que se define a partir de un reto sacrificial que no llega a consumarse. Dios le promete a Abram una descendencia tan copiosa como las estrellas del firmamento. Desde ahí será Abraham, padre de su pueblo.

 

  Por tanto, un momento inicial del nosotres que podría consistir en un acto credencial, una ofrenda a una entidad superior que en ese mismo acto se define como tal y un legado, un reconocimiento hacia ese hombre por su gesto ético: anteponer una creencia a la vida de lo más preciado, su hijo.

 

  Un momento inicial que según apunta Enrique Dussel, curiosamente también resulta desencadenado por un gesto desobediente de la norma, de la legalidad. Como Antígona Abraham escucha una voz diferente de la que ordena el ancestral mandato de sacrificio, una voz que vibra desde el amor y precipita otro destino.

 

  La otra escena originaria nos la propone Freud, quien hace nacer al nosotros como lazo fraterno y entidad significativa para el sujeto, en tanto instancia superadora de la horda primitiva y un padre terrible. La Ley y la Justicia serían allí los garantes de la solidez de ese acuerdo entre hermanos.

 

  Nos dice Freud:

 

“En Totem y tabú traté de mostrar el camino que condujo de esta familia primitiva a la fase siguiente de la vida en sociedad, es decir, a las alianzas fraternas. Los hijos, al triunfar sobre el padre, habían descubierto que una asociación puede ser más poderosa que el individuo aislado. […] De tal manera, Eros y Ananké (amor y necesidad) se convirtieron en los padres de la cultura humana, cuyo primer resultado fue el de facilitar la vida en común a mayor número de seres.” (FREUD, 1930)

 

  A diferencia del protopadre de la horda, el Dios de Abraham declina su mandato sacrificial en favor de la misericordia y enarbola con ello un gesto creador fundante de un pueblo. Aquí el nosotros no surge de un asesinato como en la horda donde quedarían como trasfondo del núcleo fundacional la culpa y el temor a destruirse.

 

  Aunque de postulados diferentes, en los dos casos se funda un colectivo singular. En uno prima la necesidad de la ley y la justicia mientras que en el otro el amor y la misericordia. Los dos relatos tienen un marcado sesgo androcéntrico.

 

  Al mismo tiempo cabe reconocer que en los dos mitos el lazo fraterno se da como una condición prexistente al sujeto. En ese sentido podríamos decir que en el rostro del otro, en términos levinasianos, asoma también el del nosotros, lo que nos llevaría a pensar en que los fundamentos de la ética anidan en ese constructo plural. Un constructo desde luego no sólo actual, sino también con pasado y futuro.

 

  Es importante advertir que corremos siempre el riesgo de sustancializar el nosotros, darle una contextura que no por mítica ‒imaginaria‒ deja de simular una esencia perdurable.

 

  Carlos Cullen, en un trabajo de deconstrucción del nosotros impuesto por la conquista y colonización de América va a plantear que:

 

“ese nosotros, mera estructura, también acontece. Y en tanto acontece, se vincula ahora, con el fondo abisal del tiempo: se vincula con lo que ha sido y con lo que todavía no es. Se manifiesta el nosotros como “ahora”, como “instante”, que inaugura un antes y un después. El nosotros acontece y en cuanto tal no gana una inteligibilidad, una estructura, sino un nombre, un nombre propio, una identidad. Justamente se trata de la libertad que es lo que acontece en el nombre del nosotros.” (CULLEN, 1987)

 

  Como Dussel, también pone distancia de una visión facciosa del nosotros, de un colectivo acorralado. Por eso creemos que no se trataría tanto de la deconstrucción del contenido como si mejor del molde.

En ese sentido, a falta de un significante totalizador, sería el lazo fraterno lo que nos conduce a darle consistencia a un colectivo humano.

 

 

Del falso nosotros al lazo sorofraterno

 

  La catástrofe de la conquista y colonización de nuestro continente no sólo reprimió a los pueblos originarios sino fundamentalmente lo originario del pueblo. Aquello que permanece desde el fondo de los tiempos como dinamizador de lo comunitario.

¿Podríamos pensar en nuestro caso, como Latinoamérica, en la restitución de un lazo fraterno sin redefinir el andamiaje discursivo y de poder que nos constituye y destituye al mismo tiempo? Nos dice Rita Segato que:

 

“El hombre común está condenado a habitar el espacio interior como un destino maldito creado por otros, inventado por una inteligencia político-letrada que monopolizó la producción de los discursos administrativos y literarios del país desde el siglo XIX y totalizó el territorio (Viñas, 1982). Cambiarla colocaría en situación de riesgo todo el andamiaje de la identidad argentina” (SEGATO, 2007)

 

  No podría llamarnos la atención cuando un pensamiento crítico se pone en marcha haciendo tambalear el tabicado que sostiene a los sucesivos discursos “civilizatorios”, además de la reacción de cierta posición académica, desata fundamentalmente un acontecimiento político de honda conmoción subjetiva y social.

 

  Los discursos facciosos como discursos de poder vuelven una y otra vez apelando a una trama discursiva que hegemonizó la construcción política del país desde el siglo XIX, cuando con la pluma y la espada avanzaron tanto en la colonización pedagógica como en su necesario correlato bélico que diera lugar a las dos matanzas genocidas como fueron la guerra del Paraguay y la Conquista del Desierto. Modos de constitución del nosotros a fuerza de la destitución del otro y el tendido de un lazo que oprime. La grieta de ese entonces se suturó amputando y acallando, encerrando y excluyendo.

 

  Atendiendo a las repercusiones subjetivas es interesante seguir a Blanca Montevechio para quien:

 

“los pactos denegatorios y las escisiones del macrosistema se reproducen a niveles de microsistemas instituciones, familia e individuos. De ese modo ‘la conservación de los ideales propios y la incorporación compulsiva de los ajenos acarrea el riesgo de ocasionar escisiones yoicas y la formación de un falso self.’ La persona expuesta al proceso de colonización o a situaciones similares “está compelida a verse desde la mirada del otro, identificándose con la descalificación de que es objeto, en función del poder...” (MONTEVECHIO, 1991)

 

  De ese falso nosotros al falso self o las distorsiones subjetivas que conlleva esa torsión de la mirada colectiva, habrá pues un tránsito a estudiar en sus múltiples articulaciones y determinaciones.

 

 

Nos el pueblo de los representantes

 

  Pero si nos corremos de un falso-nosotros ¿acaso se trataría de reemplazarlo por otro? ¿Un nosotros bueno?

 

  La perspectiva de comprender el lazo sorofraterno a partir de un nosotros perimetral que encierra y al mismo tiempo habilita a definirse en oposición a otros (ellos), además de recaer en una ilusión, vuelve más rígido y en ocasiones sobreadaptado al sujeto y genera las condiciones para la implosión social o la expansión violenta.

 

  Por eso Enrique Dussel apuesta al lazo solidario como forma de perforar esa frontera de un nosotros cerrado, centrípeto y endogámico. Concluye que:

 

“la apertura solidaria al Otro destituye la antigua enemistad por una amistad alterativa: la solidaridad” Se trata, agrega, “de un momento central de la Política de la Liberación, el momento en que la comunidad de los oprimidos y excluidos, la plebs (pueblo mesiánico en el sentido de Walter Benjamin), desde la exterioridad del sistema del poder de los que ‘mandan mandando’ (como expresa el EZLN, los zapatistas), tiende a constituir desde abajo un Poder alternativo, el del pueblo nuevo (populus), construido desde la ‘locura’ para el sistema dominador”. (DUSSEL, 2006)

 

  De este modo el lazo solidario sería un condimento esencial que le propone al lazo sorofraterno una ética donde alojar al extranjero en términos de Derrida, una ética desobediente superadora de la mera aceptación de la Ley.

 

  Así pues, en nuestra realidad encontramos cómo, frente a la brutalidad del Terrorismo de Estado, desapareciendo al otro considerado como enemigo, las Madres opusieron la voluntad de reclamar por memoria, verdad y justicia y extendieron su lucha convocando a la construcción de una sociedad más solidaria. Y vemos asimismo cómo ante el patriarcado y el machismo la marea verde no sólo denunció sino también ha logrado recuperar desde los archivos de la historia una sorofraternidad que posibilite otro armado social inclusivo e igualitario

 

  Desde estos ejemplos cabe pensar que si propiciamos una ética del nosotros es necesario poner en juego prácticas sociales subjetivantes, sorofraternas y solidarias, trabajadas, dinamizadas y nutridas a partir de los grandes articuladores sociales que desde mi punto de vista siguen siendo la política, el pensamiento, el amor y el arte.

 

  Probablemente estemos en los inicios de una sorofraternidad planetaria, y admito que pueda ser una expresión de deseos. Los padres terribles de esta etapa histórica, plenos de poder y riquezas, quienes reparten migajas de su obscena acumulación, deberán considerar en qué lugar han de quedar en la historia de la humanidad. ¿Se avendrán a inclinarse libremente ante una ética solidaria o correrán la suerte del padre de la horda?

 

 

Imagen*: multitudes de mujeres frente al Congreso Nacional de Argentina en la ciudad de Buenos Aires.

 

 

Bibliografía

 

ALEMAN, Jorge (2020) “Derechas y el rechazo del amor”. Publicado en Pagina 12 4/08/20

AMAYA, Amalia (2016) “La relevancia de la fraternidad” disponible en

https://www.researchgate.net/publication/316941010_La_relevancia_de_la_fraternidad

BAGGIO, Antonio y otros (2007) “Seminario. Libertad, igualdad, ¿fraternidad?” en Verbatium Revista de Ciencia Política. Vol 27 Nº 1 2007 pags 133-157

BAUMAN, Zygmunt (2007) “Liquid Identity”. Ponencia presentada en la conferencia “Architettura e política”, organizada por Politecnico di Milano. Milano, 22-23 de marzo.

BOURDIEU, Pierre (1989) “Cosas Dichas” Bs. As. Gedisa 1989

CASTRILLON, Alberto (2006) Comentario a “El Eclipse de la Fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista de Antoni Domènech” en Revista de Economía Institucional Vol.8 Nº14 Bogotá June 2006

CULLEN, Carlos (1987) Reflexiones desde América. III Yo y Nosotros. El problema de la ética y la antropología en Latinoamérica. Editorial Fundación Ross 1987.

DERRIDA, Jacques (1994) Políticas de la amistad. Madríd, Trotta. 1998.

DOMÈNECH, Antoni (2004) El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista, Barcelona, Crítica

DUSSEL, Enrique (2006) “De la fraternidad a la solidaridad (hacia una política de la liberación) disponible en Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO http://bibliotecca.clacso.edu.ar

FREUD, Sigmund (1913) “Totem y Tabú” Vol. XIII Amorrortu Editores. 1980

(1920) “Psicología de las masas y análisis del yo, cap. XI “Un grado en el interior del yo”, Vol. XVIII. Amorrortu Editores. 1984

(1930) “El malestar en la cultura” Vol. XXI. Obras Completas. Amorrortu Editores. 1986

HERNANDO, Almudena (2012) La fantasía de la individualidad. Sobre la construcción sociohistórica del sujeto moderno. 2012

HOBSBAWM, E. J. (1975), “Fraternity” en New Society, núm. 27, pp. 471- 473.

MONTEVECCHIO, Blanca (1991) La identidad negativa. Metáfora de la conquista. Ed. Kargieman 1991

PUYOL, Ángel (2018) “Sobre el concepto de fraternidad política” Daimon. Revista Internacional de Filosofía, Suplemento nº 7 (2018), pp. 91-106 ISSN: 1130-0507 (papel) y 1989-4651 (electrónico) http://dx.doi.org/10.6018/daimon/333811

SEGATO, Rita (2007) La Nación y sus Otros. Raza, etnicidad y diversidad religiosa en tiempos de Políticas de la Identidad. Prometeo Libros 2019

 

 

 

 

 

 

 



[i] “El concepto moderno, laico, de fraternidad, en cuya gestación tuvieron una importancia singular los masones, se asocia generalmente con la trilogía revolucionaria ‘Libertad, igualdad, fraternidad’, aunque la fraternidad no figuró en la Declaración de los Derechos del hombre y del Ciudadano de 1789 y se incorporó al slogan tardíamente, en 1793. La fraternidad fue un concepto clave en la revolución de 1848, apareciendo por primera vez en un texto constitucional. Tuvo también un papel fundamental en los albores del movimiento obrero y formó parte de los primeros programas socialistas y anarquistas, para desaparecer progresivamente de la discusión política en la segunda mitad del siglo XIX.” (AMAYA, Amalia La relevancia de la fraternidad)

[ii] Freud, S. 1921c “Psicología de las masas y análisis del Yo” p. 67

[iii] Un argumento más para entender que no goza de ninguna propiedad terapéutica encerrar a alguien con el fin de curar su padecimiento mental desarraigándolo de su entorno y sostén comunitario. Como tampoco corresponde diluir el sentido del enorme esfuerzo que venimos realizando como ciudadanía a causa de la pandemia sin ubicarlo justamente como un trabajo colectivo.

 

 

 

 

 

 


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