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“Blanca”, una tragedia arquetípica28/05/2019- Por Antonio Las Heras - Realizar Consulta
Blanca, obra de teatro escrita por Natalia Villamil y dirigida por Cintia Miraglia, puede vivenciarse en el Centro Cultural Gral. San Martín, de la Ciudad de Buenos Aires. Decimos “puede vivenciarse” pues el eje de la transmisión del actor al espectador pasa, en esencia, por emociones y sentimientos que impactan al público hasta llegar a la incomodidad usual en momentos de intensa angustia.
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Esta obra es, precisamente, eso: distintas escalas de angustiantes vivencias. Y ocurre de este modo a causa de que el escrito de Villamil es una interesante transposición de una tragedia griega que tiene lugar –nada menos– en el conurbano bonaerense.
Cada uno de los protagonistas se convierte en una cabal encarnadura arquetípica. Cualquier seguidor de la obra del sabio suizo Carl G. Jung se hace un festín analizando “Blanca.” Y eso haremos nosotros, ahora.
Esa angustia, fuera de lo moral, que va en aumento a medida que la función transcurre, está motivada en que todo acontece en un espacio que está “fuera”, que es “otro espacio” –acertadamente simbolizado por el conurbano bonaerense– pero que, claro, es el real territorio de lo inconsciente. Por eso se trata de un ámbito ilimitado para el imperio de las emociones; desde las más nobles hasta las que –por lo común– mantenemos reprimidas.
Blanca –el único personaje que llega “desde afuera”, desde la Capital– simboliza a la sirena. Aquella misma sirena que sólo pudo permitirse escuchar Ulises en la medida que estuviera bien atado al palo mayor de su nave y la tripulación sorda a los trágicos cantos.
Blanca es el Arquetipo del Ánima en su aspecto más temible: no hay varón que pueda eludir su seducción; y ella es totalmente conciente de eso. El precario orden existente entre quienes habitan ese sitio, es rápidamente desarticulado ante los irresistibles cantos de esa sirena.
La tragedia está desatada; y ya todo es inevitable.
Elena es presentada, con gran acierto, como la hermana de Blanca. Elena encarna también el Arquetipo del Ánima; pero en su versión favorable, constructiva. Tamiza sus decisiones a través de la conciencia, del pensamiento racional; indaga los por qué.
Lo contrario de Blanca que se encuentra guiada por la necesidad de concretar sus deseos. Deseos que, como en toda sirena, siempre concluyen en la pérdida, la destrucción. Ya sabemos: quien se deja llevar por el canto de la sirena, de manera inevitable, termina perdiéndolo todo.
Dos varones encarnan diferentes estadios del Arquetipo del Héroe Solar. Uno es Enzo –pareja de Elena– que concluye siendo sometido al “destierro”; tal vez la pena más grave en el mundo griego. El otro varón es Jony, quien parece estar en busca de un sendero para su vida. Algo típico del Héroe Solar.
De todos modos, ambos exhiben un psiquismo infantil. En ese sentido, La Negra –dueña del lugar, adviértase el acierto de llamarla “negra”– una personalidad andrógina, surge como la parte más componedora y equilibrada.
El final abierto –sugerido si; pero en verdad abierto– lleva a suponer que Blanca consigue concretar la máxima destrucción posible, que es su propia muerte.
Estamos frente a una pieza teatral escrita, dirigida y actuada con tal maestría que verla es imprescindible.
Imagen*: https://noticiasabasto.com.ar/2019/03/09/centro-cultural-san-martin-blanca-de-de-natalia-villamil-dirigida-por-cintia-miraglia/
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