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Freud, paredón y Lacan (humorada irreverente)

30/11/2021- Por Juan Trepiana - Realizar Consulta

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Tres bandas pueden ser muchas cosas. Un juego de billar a la luz tenue de la bohemia de un cierto ambiente peligroso. Puede ser, asimismo, tres asociaciones ilícitas flagrantes, tres bandas moebianas, tres grupos de músicos. Esta última es la que más “neutraliza” la palabra “banda” pero, pareciera, que los grandes capos del “Psi” han padecido de una extraña “sordera musical” en su quehacer fundante. Ya hemos hablado de la “nota azul” de Didier Weill, de la pulsión invocante en la calle De Lille nro. 5, por ejemplo, y algunas pocas más.

 

                

                “Sur, Paredón y Después…” Arte mural en Pompeya*, (Buenos Aires)

 

 

                                  “y tu nombre florando en el adiós.”

 

“Sur” (tango) de Homero Manzi y Aníbal Troilo

 

 

 

Praeludium ad libitum

 

  Se escucha, ellos, supuestos al saber, escuchan, decimos, en el mejor de los casos ‒y en este caso el mejor, existe‒ la letra y les parece suficiente.

La música, sin embargo, merodea o suele merodear, digamos con alto riesgo, “lo inefable”.

 

  A continuación algunos bocetos de laminilla musical, sobre el asunto de marras, aunque ni siquiera pueda ser nombrado. Bocetos anudados, inconducentes, obtusos, melifluos y merodeantes, melodiosos, tal vez.

 

 

Allegro

 

  Tres bandas de sabiondos lo merodeaban. Una incomprensible, elegante y surrealista. Otra suponía en el retorno al Jefe, la excusa flagrante de la vagancia. Mejor el retorno, la torsión al Jefe, inferimos, que el estudio a fuerza de ratio con un plus de intellectus ¡hay que pensar mucho! ¡Soportar no entender y seguir!

Mejor “quedarse en el molde”.

 

  Para esa segunda banda, si “te estudiaste” las dos tópicas, el caso Dora y condenaste la “Metapsicología” con ese sonsonete que parece decir “el viejo ya empezaba a estar viejo” ‒algunos vagos, pertenecientes a bandas de vagos, creen que Freud era algo así como el primero, y el último, que pensó en toda la historia del logos‒ o con “Psicopatología de vida cotidiana” ya está bien. De hecho es uno de los canónicos de Lacan (aunque, como se trata de explicar, de este tío francés, no entendemos nada. Lacan escribió para que no se entienda, sólo lo leen en Francia y acá, ya es una filosofía y Miller versus y perversus y la traducción y sus traiciones y “blablabla”).

 

  ¡No! Nada de guillotinas afiladas con botellas de Klein, nada de Moebius siquiera, no hace falta… Con “el viejo” ya se puede laburar bastante bien, aún con la premisa misteriosa de una salida de los claustros universitarios con una formación ¿psicoanalítica? “Vanidad, anhelos del viento” (Viene esta cita de una antigua versión del Eclesiastés).

 

 

Volvamos

 

  Vagos unos, surreales los otros y extravagantes en su impostura. Cabe recordar que al principio eran tres. Falta uno.

 

 

Vámonos nuevamente

 

  No pueden sumarse chocolates y bolas de billar, entonces dos es uno, no se puede, es imposible de sumar. Dice la doxa latina: peras y manzanas (hay varias versiones populares de este aserto aritmético, versiones, como de las obras de Johann Sebastian Bach).

 

 

Aclaramos

 

  Un chocolate más una bola de billar, obviamente, insumables.

Tres bolas de billar ya son tres, para qué sumar. Más apostrofado aún, se suele jugar a tres bandas, nada que sumar salvo carambolas.

 

  Pequeña digresión para mostrar el placer que ha sentido el homo sentimentalis de Don Miguel de Unamuno por las series numéricas: Debo confesar desde la clandestinidad de mi insomnio y mi profundo irrespeto por la ciencia “especializada y dura”, mi deslumbramiento aún vigente por la serie de Fibonacci, por ejemplo. Parida en el siglo XII, sigue dando iluminaciones científicas hoy, pero eso sería tema para otra parrafada y no quiero que se duerman.

 

  Fibonacci es cultura ‒quede claro que ya en el medioevo, el infans era arrojado al lenguaje, con o sin Lacan‒ necesariamente, haciendo carambolas “Nachträglich” con natura, en la fatua tarea reconocida o no, de entender el instinto que ya hemos perdido para siempre.

 

  ¿No lo sabía? El instinto nada tiene que ver con lo humano. La tribuna de la doxa gritaba: ¡pulsión, pulsión!

 

 

Ritornello encore

 

  Pareciera que el jefe de la banda surreal enseñó que no está demasiado correcto el tema “uno, dos, tres.” Mejor aparece al ecumenismo psi, o casi ecumenismo, con las patrañas pos kleinianas: uno, tres y entonces dos. Acrobacias aritméticas de los ingleses, idóneas para jugar el juego del psicoanálisis con los niños.

Vale decir: por aquí y por allí, que siempre la doxa gana y señala el rumbo del arte, “no hay dos sin tres”.

 

  Aclárese que esto sucede en la paleta del artista, aun cuando la doxa es escrita por  los “bretonianos nombradores” esos, que tienen los manifiestos de Bretón en el mismo estante de la biblioteca que un par de los primeros seminarios traducidos ‒traicionados y traccionados‒ a la verba castiza, aquellos galimatías que por los ochenta los hicieron desistir de la muerte simbólica de Freud pater (y eso que se lee mejor a Bretón si no se entiende nada; podrían aún volver a probar con el Seminario XI, amarillo y excomulgado, nuevamente; capaz que ahora).

 

 

Una pista

 

  Hay tipos que pensaron a futuro, ¡mirá Fibonacci!

 

 

Reexposición variada del tema

 

  Conocimos dos bandas. Ahora falta una banda y saber a quién merodeaban.

 

 

Empecemos por aquí

 

  Si le tiran pelotas hechas con medias remendadas a Lacan los partidarios de un par de frases hechas que no es necesario recordar aquí. Si además nuestra contemporaneidad es tan lúcida, tan esclarecida en su supuesta capacidad de inventar todo de nuevo, incluso inventar otro autor homónimo, si no alcanza con el que hay; si ambos, conocido y por conocer, usaran ese asunto supersticioso y “panaceico” para justificar no moverse un centímetro de la lógica del último de los griegos, del que cerró la puerta.

 

 

Retomo

 

  No sé si nombrar al tercero, tertium non datur. ¡Finalmente incluido! ¿A qué le temen los pro ciencia dura? ¿Serán como el cangrejo de Unamuno resolviendo, por dentro, ecuaciones de segundo grado? ¿Cómo hacen para no temer más a la poética que los desborda y los deja sin palabras? Disculpen, acabo de deslizar otra pista, sin querer. Ça parle.

 

  ¿Lo nombro? Poquito, mucho, nada. Da igual la “margarita deshojada de significantes” que justificar por la vía del logos puro, por la lógica disyuntiva, aburriente y plena de daños colaterales (farmacológicos por ejemplo) el esquive superlativo perpetrado a la lógica del disparate, a la lógica de los sueños, al arte.

 

  Una pista se desprende: “La lógica del arte” antes y después de Breton, con o sin Fibonacci, con el Jesucristo crucificado de Borges (ah, “Los conjurados”) sin la continuidad de los parques de Cortázar o el Mester de clerecía.

 

 

A la una, a las tres y a las…

 

  Carl Gustav Jung, dese Usted por nombrado.

Si quedaba algún lector atento, ya sé que se retiró a su sesión de control con uno de los muchachos del bando atildado. Los otros no controlan y además hablan de supervisión, término más para el oftalmólogo o el disturbio de personalidades múltiples de Clark Kent, ¡lindo mito contemporáneo!

 

  Aunque ahora que lo pienso bien, el doctor Jacques también habló de “diplopía” y esquemas ópticos y, nobleza obliga (¿a quién obliga?) habló de “Anamorfosis” y estuvimos con “Las meninas” ‒en “sincrónica” sociedad con Foucault‒ y “Los embajadores” (grita la tribuna de la doxa ¡flor de cuadro! Extraño en sus reminiscencias, pero esto solo lo consigno aquí para algunos amigos, que verán en esa calavera bastante más que un juego de posicionamiento del observador, un plus que no está, necesariamente, en las flores invertidas del esquema óptico)

 

  A fuerza de meter al microscopio, algunos otros amigos torsionan la física cuántica, la posición del observador, la bilocación y todo eso, ya al alcance masivo. El tema es mantenerse quieto y en marco teórico, sin rebelarse, “como en misa”, decía mi abuela.

 

  No hablaremos mucho de Jung, no esta vez al menos. Sirva de ratificación, après coup, de uno de los talismanes de la educación oficial: “en la facultad no se ve nada de eso”.

¡Muchachos! Cierto sea, posiblemente, que el campo de estudio y las conclusiones provisionales del suizo ilustre, estén escritos para dentro de doscientos años. De paso, permítannos consignar, que también hay mucho trasnochado inventando otro Jung, como si no fuera suficiente con el insondable que ya tenemos.

 

  Un jueguito a modo de descanso: Diga “Jung” a cualquier esclarecido y la respuesta, de mayorías estamos hablando, será “Inconsciente colectivo”. Retruques ¿Vio? Alguien debiera inventar un “Piedra, papel, tijera” con el triunviro de marras: Jung, Freud, Lacan.

 

 

Vuelvo por la penúltima vez, resumiendo ma non troppo

 

  Hay tres bandas (como el billar) merodeantes, inconciliables.

Debo confesar en honor al espíritu de Jung (a su “numen” como tal vez él hubiera gustado decir) que cuando escribí en el párrafo anterior “merodeantes”, el corrector automático o alguna matriz arquetipal inexplorada (este es uno de los elementos perdidos, faltaban dos ¿verdad? Me refiero a lo “merodeado”) el corrector, el Gran Otro o el “Viejo sabio” (si no sabe, averigüe) recomendó: “melodeante”. Ya hubiéramos jurado que es un neologismo que se le escapó al neologista neologistorum.

 

  ¡Pués no! Melodeante existe, casi tanto como un neologismo, tan cercana merodeante y melodeante como “atolondradicho”, “parlêtre” o cualquiera de los más de mil de Lacan.

El corrector de mi procesador de textos está más cerca de lo inefable, estoy tornando, retornando, animista o esquizoescriba.

 

 

Digresión penúltima, siempre es penúltima, e indispensable

 

  Tome, por favor, una escalerita y descienda por la primera tópica freudiana, habrá que transar con el can Cerbero, atravesar la laguna Estigia y si todo sale más o menos bien, pasadas un par de décadas, por poner un número nomás, allí abajo de todo lo abajo posible, espera el cuerpo, un poco más viejo, sin duda.

 

  Si prueba la escalerita con Lacan es posible que quede “tildado” recorriendo una banda con un sólo borde y un sólo lado, esperando que cierta aguja, de la bruja que no sabe contar cómo se dijo antes, perfore por un lado para salir por el mismo.

 

  Si el descenso es junguiano, y el viaje no deglute al viajero, tal vez se avizore el self, algo merodeante y melodiante, alquímico, cercano a lo sagrado, a la totalidad.

De todos modos, y si algo le fuera muy angustiante, siempre queda algún atajo “yoico”, como si fuera un crucigrama del alma, que puede ayudar a pasar el tiempo, sin tanto alboroto. Cada vez hay más pasatiempo, con mi mayor respeto, súmense los biologismos psiquiátricos obturando viajes, prohibiendo escaleras, “palmoterapeando”.

 

  No se preocupe: Haga lo que dijo Raúl González Tuñón, “eche veinte centavos en la ranura, si quiere ver la vida color de rosa”.

 

 

Coda finale

 

  ¿Qué merodean?

No sabía cómo empezar todo este sueño. Claro está, los sueños empiezan solos. Después no sabía cómo despertar, pero la sincronicidad junguiana de mi corrector digital, sumada al Dr. Lacan.

 

  ¿Alguien dijo “Lo Real”? No sé, pareció escucharse.

Si no sabe qué es puede preguntarle a Gerard Pommier.

Un maestro que ocupó mucho tiempo infructuosamente en ilustrarme, decía que ese libro “Qué es lo Real” del autor mencionado, se entendía a la segunda lectura. Voy ya por unas cuantas más.

 

  ¿Alguien dijo inefable? No. Eso no se puede decir.

Si no conoce la etimología, investigue. In-ex-fari-bilis. Arte etimológico en su estado puro. Poética al estilo Joan Corominas, ¡anamorfosis etimológica!

Ante el horror de Lo Real, me pregunto, melodeante, ¿Por qué los tres han sido tan sordos, digo, la música, la rama del arte que nos parece más peligrosamente cercana a?

 

  Silencio, por favor, está cantando Don Carlos Gardel.

 

 

Arte*: Facebook Barrio Nueva Pompeya @bpompeya

                   https://www.facebook.com/bpompeya/photos/1804264649884534


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