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La música no siempre es de Eros

19/03/2018- Por Valeria Casal Passion - Realizar Consulta

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Lo sonoro es fundante, está presente constitutivamente en la experiencia subjetiva, desde y durante la primera infancia, toda la evolución y el desarrollo. La música es proceso, producto de la interacción de lo humano y su contexto, es identitaria en tanto que construye identidad, hace a los cuerpos, a los discursos, a los espacios y a los tiempos… Por ello los componentes de una canción se insertan y conforman en tanto discurso un sistema de lenguaje, socio político, de poder/saber qué hace a la identidad.

 

 

                       

                                                                                                                      *

 

 

  La música, privilegiada, en tiempos del medioevo era la única considerada una forma de arte y forma parte de lo humano desde épocas aún más remotas.

 

  Como construcción, producción intersubjetiva con-sonante, se escucha, se hace escuchar, suena y resuena. Como hecho y producto intersubjetivo se nos hace urgente en manifestaciones y marchas transformándose en enunciación imperiosa y necesaria.

 

  Un fragmento de una canción, llamada “el hit del verano” en reclamo a nuestra figura presidencial, es vociferada en canchas de fútbol y otras concentraciones. Al intentar nuevamente acallar las palabras y ante la posibilidad de su prohibición, prescindiendo de su letra, la melodía suena y resuena versionada de variadas formas.

 

  Es que cuando las palabras se acallan pueden surgir hasta por los poros o deslizadas susurrantes a través de instrumentos musicales y otras manifestaciones creativas. Tal es la importancia de las palabras. De eso se compone una canción: ritmo, melodía y letra.

 

  Ritmo, melodía y letra acompañan también el reclamo femenino en estos tiempos, tanto en las convocatorias y marchas esperadas para el 8 de marzo, como en redes sociales. Voces femeninas y también masculinas han puesto su “voz” por aquellas ya acalladas, aquellas que peligran, las que esperan, las que demandan y las que protestan. 

 

  El género es una construcción socio cultural. La experiencia de los cuerpos no está fuera de lo sociopolítico, los poderes, las resistencias y la ideología. El género y el sexo son actuaciones, actos performativos (Judith Butler) donde están implicados los discursos de poder y de saber.

 

  En la actualidad estamos sujetos a un sistema patriarcal cada vez más cuestionado y resistido. La música, en tanto producto y constitutiva de lo humano, también está implicada y relacionada a tales discursos.

 

  El homo es sujeto en el discurso. En Carta sobre el humanismo, Heidegger enuncia que el hombre habita en el lenguaje. “El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre”[1]. Foucault avanza y enuncia que lo humano está controlado por el lenguaje en tanto sistema. Estos son dispositivos de poder político/social y los discursos sobre el género también crean identidades.

 

  En la actualidad “lo femenino” se debate en redes y medios de comunicación masiva. La tapa de un diario enuncia: El grito de las mujeres.[2] Hay gritos inaugurales, gritos primarios, de protesta, de llamado, de dolor, de alarma y socorro. Pero lo necesario es que ese grito, esa descarga, cual sea su condición, se articule y se haga demanda a través del lenguaje, a través de la voz. Es desde la voz y el lenguaje que el sujeto adviene. Desde allí renombraría esa tapa: “Las mujeres y sus voces cantantes”.

 

  La música convoca y puede desde extasiarnos a llevarnos al más profundo de los abismos. Una melodía puede convocar al bebé, el sonido de la voz de su madre en su canto y su habla. El neonato, en el mejor de los destinos, no puede decirle que no al sonido de la voz materna.

 

  Durante la experiencia humana la música y los sonidos pueden despertar recuerdos, emociones propias, nostalgias, convocarnos a movernos, y en ese hacer del proceso estético acompañar la marcha y protesta de un grupo o pueblo. También puede despertar las peores pesadillas vividas y puede ponerle voz a la violencia.

 

  “Indago los vínculos que mantiene la música con el sufrimiento sonoro”, dice Pascal Quignard en los comienzos de su libro El odio a la música.

 

  Sonidos, música y voces pueden despertar de la memoria recuerdos terroríficos y convocar lo siniestro. Así como fue privilegiada entre las siete en la clasificación de las artes del medioevo, también tuvo un lugar privilegiado en el Holocausto. Como arte convocante fue la única de las artes cómplice, al servicio de Tánatos.

 

  Pero ésta no es por sí misma, ni empodera por sí misma, ni es un estímulo o herramienta positiva, es un hacer humano y como tal puede ser de Eros o de Tánatos.  Se relaciona la música con lo bello, hasta lo amoroso, cuando ésta no está siempre, insisto, al servicio de Eros.

 

  Vociferamos canciones, en su letra, como un acto repetitivo ya que hacen a lo común y a la cotidianeidad adquirida o como formando parte de una masa fascinada en su ritmo y melodía.

 

  Urge advertir la letra, ya que ésta porta a veces el acto violento o de sumisión, como el tango Amablemente, el tan inocente “Arroz con Leche” y otras canciones infantiles, “Si te agarro con otro te mato” de Cacho Castaña, “Vení Raquel” de Los auténticos decadentes, entre otras.

 

  Cada sujeto descifrará, se identificará o experimentará la música subjetivamente, de acuerdo a su historia, contexto cultural y tiempo determinado pero recordemos que ésta es constitutiva, hace al lenguaje y es identitaria. Por ello los componentes de una canción se insertan y conforman en tanto discurso un sistema de lenguaje, socio político, de poder/saber qué hace a la identidad.

 

  En una dualidad equívoca y asumida, lo masculino es lo fuerte y lo femenino es lo suave o débil. Yendo al rescate del lenguaje y de la palabra desoída es que se repudian hoy algunas letras de canciones. Es imperativo inicialmente deconstruir todas las categorías binarias de la lógica de la dominación: bueno/malo, bello/feo, normal/anormal, blanco/negro, hetero/homo, gay/lesbiana.

 

  Luego deconstruir discursos que impactan en un hacer hegemónico de lo masculino por sobre lo femenino y otras formas de dominación.

 

  Los cuerpos, el lenguaje, la música en tanto manifestación de lo humano hacen a lógicas de poder/saber lo que por lo menos merece un cuestionamiento, una reflexión crítica sobre cómo se conforman y cuáles son las consecuencias globales e individuales de tales lógicas.

 

 

Nota*: la imágen ha sido tomada del siguiente sitio

 https://pixers.us/stickers/woman-with-music-notes-in-her-hair-vector-35830777

 

 



[1] Heidegger, M., Carta sobre el humanismo. Alianza Editorial. Madrid. 2000. http://www.heideggeriana.com.ar/textos/textos.htm

[2] Le Monde diplomatique. Febrero de 2018.


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