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Paraty o el imperio del "PuerAeternus"15/09/2017- Por Antonio Las Heras - Realizar Consulta
"Paraty", de Lukas Bärfuss, y su vinculación con el arquetipo jungueano del PuerAeternus, que ha de entenderse como el anhelo por transitar una eterna niñez... Innecesario manifestar lo que ocurre cuando la vida está en manos de adultos de esas características. Hablamos de una civilización que ha hecho de la máscara un culto tanto como una forma de vida caracterizada por no soportar las frustraciones.
Más que interesante Paraty (Málaga, en su versión original) delmultipremiado escritorsuizo de habla alemana Lukas Bärfuss (a quien tuvimos ocasión de conocer y escuchar en su reciente visita a la Argentina), versión realizada para público latino por Cecilia Bassano y Carla Pantanali, quienes también la dirigen.
Sólo tres actores en escena: Carla Pantanali –nieta de Luis Sandrini– Pablo Caramelo y Julián Infantino; todos diestros en su trabajo, y un cuarto personaje que nunca aparece, resultan suficientes al autor para exhibir la realidad líquida que impera en nuestro presente, donde la importancia de la imagen y la falta de responsabilidad son denominador común. Escribimos “la falta de responsabilidad” en lugar de “irresponsabilidad” pues esta última implica la posibilidad de que la haya aunque se termine eligiendo su ausencia. No es éste el caso. Aquí hay dos adultos (un matrimonio ya físicamente separado y en vías de divorcio) que han convertido sus vidas en la búsqueda por la puesta en acto de sus caprichos, y un adolescente que, por cierto, actúa como tal con las consecuencias esperables cuando quienes debieran comportarse como “personas grandes” ponen en él –de manera interesada– atributos psíquicos de los que, claro está, aún carece. La perjudicada será la hija del matrimonio; esa de quien se habla pero nunca sale a escena.
Señalamos que esta obra es el imperio del PuerAeternus en el sentido del arquetipo así designado por Carl G. Jung que ha de entenderse como el anhelo por transitar una eterna niñez o, a lo sumo, vivir una adolescencia permanente. El ámbito donde no existe interés por hacerse cargo de la vida personal sino, en todo caso, atender a la concreción de los caprichos que van surgiendo y que aparecen como imperiosas necesidades cuyo cumplimiento es inevitable encontrándose por encima de cualquier otra preferencia, obligación o decisión racional.
Así, en este caso, tenemos un hombre cuyo único propósito es el de concurrir a un congreso médico en el cual espera ganar fama y éxito con un implante auditivo en el que viene trabajando desde hace dos décadas. Para él cumplir el acuerdo que tiene de estar con su hija durante el fin de semana es algo secundario al coincidir con ese congreso que, en su imaginación, surge como la única oportunidad para salir del anonimato científico en que vive desde siempre, y, a la vez, conseguir pagar sus deudas. Es un deudor consuetudinario. Pero no cualquier deudor: es un hombre que le debe vida a su espacio de vida. Lo del implante auditivo también tiene una carga simbólica valiosa: es el invento hecho por alguien que no puede escuchar a los demás; sólo a sí mismo. Por eso, no trepidará en cuanta artimaña le sea posible para eludir su responsabilidad de padre y acudir al juego de inventor original que inició 20 años atrás y del cual nunca ha salido.
La madre de la niña es una médica psiquiatra. Su mente sólo está concentrada en viajar a la brasileña localidad de Paraty con su reciente pareja a cumplir el sueño de un paradisíaco fin de semana junto al hombre amado. Por eso en ningún momento acepta quedarse ella con su hija. Aunque el padre demuestre que –sea como fuere– viajará a Montevideo donde se reúnen los congresistas. Es ella quien propone que un muchacho se quede a la guarda de la niña atribuyéndole capacidades de adulto. (Nada más paradójico ha elegido el autor que poner a una médica psiquiatra afirmando tal despropósito. Con esto busca acentuar la idea de que la persona tiene conciencia de estar falseando la realidad; pero como prevalece el deseo de viajar no trepida en mentir.)
Un problema doméstico mínimo para cualquier familia adulta –la niñera se enfermó y no puede cumplir su misión este fin de semana– aquí se convierte en un asunto mayor.
Como ninguno cede al capricho manifiesto, como es característico en quienes encarnan el Arquetipo del PuerAeternus, coinciden en que la chica quede al cuidado de ese muchacho de tan sólo 19 años de edad deseoso de convertirse en todo un cineasta y entusiasmado por aprovechar el fin de semana para filmar a la pequeña en un protagónico del cual aún ni siquiera escribió el guión.
Buena elección el cambio de título de la obra decidido por sus adaptadoras argentinas. Málaga no tiene para nosotros la amplitud simbólica de Paraty que trae al imaginario tanto un sitio para el disfrute de parejas a donde se puede llegar en un par de horas de avión tanto como a la tradicional revista “Para Ti” eje de la cultura que otorga prevalencia a la imagen sobre los contenidos.
Innecesario manifestar lo que ocurre cuando la vida está en manos de adultos que encarnan el arquetipo del PuerAeternus.
La niña termina internada en un hospital tras accidentarse durante la filmación.
Los padres en la soledad de una sala de espera, aguardan un desenlace con el pensamiento extraviado, sin capacidad de reacción, sin atinar a qué corresponde o no hacer, sumidos en la impotencia usual del "Niño Eterno", propio de quienes ambicionan hacer realidad la leyenda de la Juventud Eterna. La propuesta usual de una civilización que ha hecho de la máscara un culto tanto como una forma de vida caracterizada por no soportar las frustraciones.
Nota: En cartel los viernes y sábados de septiembre a las 22:00 hs en el Centro Cultural San Martín de la Ciudad de Buenos Aires.
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