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¿Un arte de la felicidad?21/10/2015- Por Víctor J. Michelón - Realizar Consulta

En oportunidades precisamos reunir y fijar los conceptos fundamentales que creemos conocer de sobra, sobre todo en Arte donde es inexistente una estética de la belleza y una teoría que dé cuenta de la obra artística que es siempre singular/particular y no puede ser explicada ni por sus propios autores. En este sentido somos aprendices de las creaciones que subyugan nuestros sentidos, nos dejan conmovidos, y, en ocasiones, deslumbrados.
“La felicidad encierra un doble objetivo: evitar el dolor y el sufrimiento, por una parte, y experimentar intensas sensaciones placenteras, por otra”.
Sigmund Freud
Resulta imposible cumplir el designio de hallar la felicidad permanente -como plantea el principio del Nirvana- mediante el placer, aunque debemos luchar por esos instantes valiosos que hacen que la vida valga la pena, que nos colman de placer y alegría.
En su libro “El Malestar en la Cultura” Sigmund Freud menciona que si nos vemos frustrados al perseguir al principio del placer como felicidad rebajamos nuestras aspiraciones, y en lugar de ser felices mediante el placer, buscamos evitar el dolor que nos propinan las tres principales fuentes de displacer y sufrimiento: el cuerpo, el mundo externo y las relaciones con los demás, quizás la más intensa de las fuentes de dolor.
Frente al sufrimiento de las tres fuentes podemos usar drogas narcóticas, aislamiento de los demás, transformar la realidad en forma activa, “salvarnos” por el amor -mala cura en realidad- y agrega, como última opción: “cabe agregar aquí el caso interesante de que la felicidad de la vida se busque ante todo en el goce de la belleza, dondequiera sea accesible a nuestros sentidos y a nuestro juicio: ya se trate de la belleza en las formas y los gestos humanos, en los objetos de la Naturaleza, los paisajes, o en las creaciones artísticas y aun científicas. Esta orientación estética de la finalidad vital nos protege escasamente contra los sufrimientos inminentes, pero puede indemnizarnos por muchos pesares sufridos. El goce de la belleza posee un particular carácter emocional, ligeramente embriagador (…). No se ha logrado explicar la esencia y el origen de la belleza, y como de costumbre, su infructuosidad se oculta con un despliegue de palabras muy sonoras, pero pobres de sentido. Desgraciadamente, tampoco el psicoanálisis tiene mucho que decirnos sobre la belleza. Lo único seguro parece ser su derivación del terreno de las sensaciones sexuales, representando un modelo ejemplar de una tendencia coartada en su fin” (1)
Definición de “sublimar” de la RAE (Del lat. sublimāre).
1. tr. Engrandecer, exaltar, ensalzar o poner en altura.
2. tr. Fís. Pasar directamente del estado sólido al de vapor. U. t. c. prnl.
En toda su obra, Freud recurre al concepto de sublimación con el fin de explicar, desde un punto de vista económico y dinámico, ciertos tipos de actividades sostenidas por un deseo que no apunta, en forma manifiesta al menos, hacia un fin sexual: por ejemplo, creación artística, investigación intelectual y en general, actividades a las cuales una determinada sociedad concede gran valor. Las formulaciones freudianas referentes a la sublimación jamás fueron llevadas muy lejos (3) “Cabe destacar aquí, nuevamente, que Freud se propuso alguna vez redactar un artículo sobre la sublimación, aunque dicho artículo nunca se escribió, o bien se perdió. De este hecho podría inferirse que si el artículo nunca fue publicado es porque Freud lo consideró incompleto o de menor valor” (4)
Tampoco otorgó especial valor a la sublimación en la cura:
“Opino (...) que empeñar regularmente el tratamiento analítico en la sublimación de las pulsiones es algo muy loable, pero en modo alguno se lo puede recomendar para todos los casos” (1912) (5)
“(…) Freud nunca interrogó los elementos involucrados en la constitución formal o en la producción técnica de la obra de arte. Y las cuestiones técnicas que esclareció son dependientes de sus estudios psicoanalíticos no relativos a la cuestión del arte (…)” (4)
El resorte último de estos comportamientos parecería ser una transformación de las pulsiones tal como lo aclara el escritor Stefan Zweig:
“A causa de esta subversión fundamental provocada por Freud, la concepción del problema sexual ha cambiado completamente de golpe. Hasta entonces, la psicología, que ignoraba la facultad de transformación que tienen las energías psíquicas, confundían groseramente lo sexual con el papel de los órganos sexuales (...). Al separar la idea de sexualidad del acto sexual, Freud la arranca simultáneamente de su estrechez y de su descrédito; la frase de Nietzsche: “el grado y la naturaleza de la sexualidad de un hombre se manifiesta hasta en las cúspides más elevadas de su espíritu", aparece gracias a Freud como una verdad (...).” [7]
Entiendo la sublimación como la definición de “traducir”: transducere, llevar más allá. Llevar algo más allá de sí. Convertir una cosa en otra. Pero convertirla a fin de que sea más plenamente lo que era o es.
“En las artes existe un ingrediente (…). Me refiero a la sublimación como un medio de creatividad en el sujeto. Pero no es cualquier sublimación, esta surge en la medida en que el infante se enfrenta con la castración, y esto significa que solo un puñado de sujetos ha alcanzado un reconocimiento ante las artes, por mencionar algunos serían Picasso o Dalí (…). A lo largo de la historia se han presentado diversos sujetos que han hecho de la música algo sublime, pero no quien sea lo hace a tal grado que en verdad crea una gran cantidad de obras, esto sumado a la obsesión que esta le causa, por ejemplo, Bach. Su obsesión se podría comparar con el caso Hans de Freud, pero en este caso, decidió no sublimarse a tal grado como Bach” (6)
Respecto de la felicidad el creador del psicoanálisis concluye en “El Malestar en la Cultura” que:
“(...) La felicidad, considerada en el sentido limitado, cuya realización parece posible, es meramente un problema de la economía libidinal de cada individuo. Ninguna regla al respecto vale para todos; cada uno debe buscar por sí mismo la manera en que pueda ser feliz. Su elección del camino a seguir será influida por los más diversos factores” (1)
En otro texto refiriéndose a los artistas precisa sin dudas algunas de sus características:
“Me gustaría reclamar la atención de ustedes a un momento aún para un aspecto de la vida de la fantasía que es digno del más universal interés. Existe, en efecto, un camino de regreso de la fantasía a la realidad, y es… el arte. Al comienzo, el artista es también un introvertido, y no está muy lejos de la neurosis. Es constreñido por necesidades pulsionales hiperintensas; querría conseguir honores, riqueza, fama y el amor de las mujeres. Pero le faltan los medios para alcanzar estas satisfacciones. Por eso, como cualquier otro insatisfecho, se extraña de la realidad y trasfiere todo su interés, también su libido, a las formaciones de deseo de su vida fantaseada, desde las cuales se abre un camino que puede llevar a la neurosis. Tienen que conjugarse toda una serie de circunstancias para que no sea este el desenlace de su desarrollo; y es bien conocida la frecuencia con que justamente los artistas padecen de una inhibición parcial de su productividad, provocada por neurosis. Es probable que su constitución incluya una vigorosa facultad para la sublimación y una cierta flojera de las represiones decisivas para el conflicto. Ahora bien, he aquí el modo en que el artista encuentra el camino de regreso a la realidad...” (2)
1. Freud, Sigmund, “El Malestar en la Cultura”. En Obras Completas. Buenos Aires, Amorrortu Editores.
2. Freud, Sigmund, “Conferencia de Introducción al Psicoanálisis Nº
3. Sublimación. Diccionario de Psicoanálisis Tuanalista.com
4. Lutereau, Luciano, “¿Estética psicoanalítica? Freud, Lacan y la cuestión del arte”. En www.elSigma.com.
5. Freud, Sigmund, “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”. En Obras Completas. Buenos Aires, Amorrortu Editores.
6. La Sublimación.http://psicoanalisisarteycultura.blogspot.com.ar/p/la-sublimacion.html
7. Zweig, Stefan, “Sigmund Freud”. México, Ed. Diana, 6ª edición, 1963.
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