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¿Ciberanálisis? No hay clínica en cualquier sitio (web)

23/07/2014- Por Pablo Diego Muñoz - Realizar Consulta

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Se propone interrogar la posibilidad fáctica de un psicoanálisis on line, a partir de volver a dos interrogantes formulados por Lacan -y sus respuestas-: ¿qué es el psicoanálisis? y ¿qué es la clínica psicoanalítica? Ellas nos llevarán a articular algunos conceptos y términos de la práctica y la experiencia del análisis tales como sujeto, Otro, cuerpo, decir, diván, como medio de argumentación para responder al interrogante inicial.

 

 

Trabajo seleccionado en el I Congreso mundial de elSigma 

 

 

Eje: psicoanálisis on line.


  ¿Psicoanálisis on line? ¿Es posible un ciberanálisis, -entendiendo “un” como todo lo que implica un psicoanálisis, desde las entrevistas preliminares, la entrada en análisis, la constitución de la transferencia, etc.-?

  Para responder esa pregunta nos obligamos a retomar otra, que plantea Lacan: ¿Qué es la clínica psicoanalítica?”.[1] Si la factura de la pregunta impresiona sencilla, los vericuetos de la respuesta le devuelven su dignidad: No es complicado, la clínica tiene una base: es lo que se dice en un psicoanálisis”.[2] Nótese que la respuesta ya no es directa, según la fórmula “la clínica es...”, sino que hay un deslizamiento: la clínica tiene una base —lo que se dice en un psicoanálisis. Entonces, lo que se dice no es la clínica sino su base. Respuesta elíptica que a la vez interroga el sentido de la palabra clínica.

 

Clínica

 

  ¿Qué es la clínica? Se ha hecho un lugar común recurrir a una cita de Lacan, extraída de su contexto, que resolvería el problema: Es indispensable que el analista sea al menos dos. El analista para tener efectos y el analista que teorice esos efectos” (la “y” se destaca adrede).[3] De este modo, esquemático, se ordena ese dos del psicoanalista: el que conduce la cura, uno, y el que la teoriza, el segundo.

  Clínica es entonces conceptualización de la experiencia, pero no la experiencia misma. Así, se ha pretendido dotar al término “clínica” de un uso más específico que la supuesta banalidad que significaría referirla a la mera atención de pacientes, pues quedaría restringido a la descripción del simple hecho de la práctica en sí. La mera experiencia —se nos dice— no proveería ningún saber clínico, que es formalización y conceptualización posterior de la primera.

  Este esquematismo, por cierto atractivo, no deja de asentarse en una lectura parcial que reposa en una doble operación de represión. Son dos las omisiones en juego: 1) contamos con al menos dos versiones de la cita en cuestión; 2) el contexto de la cita.

  Sobre la primera omisión, alcanza con mencionar que la versión crítica del seminario, establecida por Ricardo Rodríguez Ponte a partir de dos fuentes, la versión M. Chollet y la versión J.-A. Miller, presenta en ese tramo del texto un desacuerdo entre ambas, con una nota que explica la diferencia.

  La versión Chollet reza: Es indispensable que el analista sea al menos dos. El analista para tener efectos es el analista que, a esos efectos, los teoriza”.[4] El problema radica en la homofonía de los términos franceses “est” y “et”: “es” (presente del verbo ser) e “y” (conjunción). En la nota aclaratoria, Rodríguez Ponte afirma que la transcripción de Miller lee esa homofonía como “y”, mientras que en la versión Chollet se lee como “es”. Si bien Rodríguez Ponte afirma que la versión Miller “es más coherente” en la medida en que acuerda el analista “al menos dos”, esa coherencia va en desmedro de la rica ambigüedad de la homofonía francesa. Si no la eliminamos, el analista uno y el dos se ponen en continuidad: el analista para tener efectos es el analista que a esos efectos los teoriza.

  La versión Miller separa tajantemente un analista, el que produce efectos, del que los teoriza. Establece una linealidad temporal muy clara: primero se producen los efectos, y luego (¿luego de qué? ¿De la sesión, cuando el paciente se fue? ¿Luego del análisis, cuando el paciente ya no viene más?) se los teoriza —segundo momento—. “Vuelve” sobre el efecto y lo conceptualiza. Se separa entonces con prístina claridad teoría de práctica. Una cosa es la práctica: producir efectos. Otra es la teoría que vuelve sobre ellos. El “al menos dos” se lee como una exclusión: o es uno o es el otro, porque no se puede ser los dos al mismo tiempo. Es decir, el analista es los dos pero es un dos que nunca hace uno porque primero es uno y luego el otro.

  Por el contrario, si el analista para tener efectos es el analista que a esos efectos los teoriza, ¿qué va primero? ¿Los efectos o la teoría? ¿O la teorización de efectos es lo que permite que el analista los tenga? Indecidible: huevo o gallina. Se enrarece la tajante división, un analista y el otro aparecen en una relación moebiana, según la cual el analista para tener efectos es el que a esos efectos los teoriza, pero no podría tenerlos sin teorizarlos. La temporalidad cronológica y lineal se ve subvertida: ya no está tan claro que primero es la práctica y luego la teoría. Más bien se impone que la teoría resulta de una práctica teorizada que produce efectos. Dicho de otro modo: ¿el analista, para tener efectos, debe teorizarlos, aun cuando aún no los ha producido?

  Ya no está tan claro qué es teoría y qué es práctica. El problema dificulta su separación: no hay teoría sin práctica, ni viceversa. En esta lógica, el “al menos dos” no es excluyente de una posición respecto de la otra, ambas se copertenecen, no hay una sin otra. Ese modo de leer el al-menos-dos- se acerca mucho más a la lógica del anudamiento borromeo que en este seminario Lacan despeja bajo la forma de un al-menos-tres. Los tres indispensables, RSI como los tres que no podrían sostenerse por separado. Así, “al menos dos” indica que no puede ser uno sin otro, los dos son indispensables: dos que hacen uno. Pues el psicoanálisis no es una teoría de la que deriva una práctica, el psicoanálisis es la teoría de una práctica, pero en un sentido muy preciso: la relación teoría-práctica en psicoanálisis es una relación de no aplicación.

  En El Seminario 11 Lacan se interroga: ¿Qué es el psicoanálisis?”.[5] Pregunta que modula con la siguiente: “¿cuáles son los fundamentos, en el sentido lato del término, del psicoanálisis? Lo cual quiere decir: ¿qué lo funda como praxis?” (las itálicas son del original).[6] Aquí, justamente cuando Lacan interroga qué es el psicoanálisis y lo califica de praxis, ubica sus fundamentos en esos conceptos, que por eso llama fundamentales: los conceptos que fundan el psicoanálisis como una praxis.

  Pero no estamos indicando optar por una versión en lugar de la otra, con lo cual no haríamos más que recurrir a la misma represión que ponemos en cuestión, sino más bien admitir la coexistencia de ambas, como modo de hacer lugar a lo inevitable de la equivocidad del lenguaje —el hablante Lacan también se ve llevado a decir más de lo que quiere, pues él tampoco es amo del lenguaje—, como modo de no reducir esa complejidad a una formulilla esquemática con fines propedéuticos de dudoso valor.

  “Es indispensable que el analista sea al menos dos. El analista para tener efectos es (y) el analista que, a esos efectos, los teoriza”[7] Es que ambas valen: el analista que teoriza y el que produce efectos, ambos imprescindibles, inescindibles. Es casi una ficción pretender separar el analista del acto del que luego lo piensa. No hay uno sin otro. Es claro que el acto analítico está en otro registro y en otro tiempo que el pensar. El acto analítico no es producto del pensamiento del analista cavilante. En ese sentido es correcto que no hay simultaneidad. Pero me parece que lo central radica en otra parte: en que hay incompatibilidad entre saber y acto analítico. Entiendo que cuando Lacan desarrolla estos problemas en El Seminario 15 intenta transmitir que no hay saber que garantice el acto. Eso es lo nodal del asunto, no si el analista se pone a pensar un cacho cuando el paciente se va del consultorio y entonces ahí teoriza sus efectos de hace un ratito atrás. Es una imagen muy estúpida que imaginariza lo que hace el fulano autodenominado analista.

  En cuanto a la segunda omisión, la cita es extraída de un contexto muy preciso. Se trata de la clase inaugural de El Seminario 22 fechada el 10 de diciembre de 1974, en la que Lacan se refiere a una conferencia pronunciada en Niza pocos días antes, el 30 de noviembre, llamada “El fenómeno lacaniano”. En esta clase es muy crítico de ese título: En verdad, esta masa atestiguada de la debilidad mental es algo de lo que no espero, de ningún modo, salir. No veo por qué lo que yo les aportaría sería menos débil que el resto. Sería precisamente ahí que tomaría su sentido esta cáscara de banana que me deslizaron bajo los pies […] Me tiraron el título bajo la pata: “El fenómeno lacaniano”. ¡Vaya! Lo que estoy diciéndoles, es justamente que espero que eso no sea un fenómeno, a saber, que lo que yo diga sea menos tonto que todo lo demás”.[8]

  Es decir que Lacan espera que su enseñanza no participe de la debilidad mental, propia de todo sistema de pensamiento, que a fin de cuentas no es más que elucubración, delirio, ante un real que permanece inaccesible. Lacan hace el esfuerzo de escapar a ese efecto estructural del lenguaje que implica esa imbecilidad que empuja al sentido, a hacer consistir el sentido, y que es lo que hace masa. Aclara entonces que si persevera es porque su enseñanza se soporta de la experiencia analítica, que va en el sentido contrario al efecto de masa. Pues Lacan no aísla la enseñanza de la experiencia. Transmisión de una experiencia: eso es su enseñanza. Por ello, sentencia: Si hay un fenómeno, eso sólo puede ser el fenómeno «lacanalista». ¡O bien laca-no-analista!”.[9]

  El fenómeno de masa, de sentido consistente, que es efecto de su enseñanza, va en la dirección contraria al psicoanálisis, no es un fenómeno analítico aunque tenga que ver con Lacan y su presencia. Es en este preciso contexto en que Lacan afirma que “es indispensable que el analista sea al menos dos. El analista para tener efectos es (y) el analista que, a esos efectos, los teoriza”, es decir el dos que es Lacan: el que forma parte del fenómeno lacaniano de masas, y el analista efecto de discurso. Planteado eso, Lacan dice en esa primera clase del seminario: “cierro el paréntesis”. Es decir, la frase está lanzada en ese claro y preciso contexto.

  Luego de este profuso excursus, retornemos a nuestra partida: lo que se dice en un psicoanálisis es la base de la clínica psicoanalítica.

 

 

Lo que se dice

 

  La clínica psicoanalítica está constituida por los dichos del analizante. Es lo que plantea la regla fundamental. Que la clínica psicoanalítica tenga entonces por base lo que se dice, implica que no es una clínica de la observación del padecimiento corporal, de la exploración médica del síntoma corporal. El ciberanálisis consuena bien con esta premisa. Pero ¿qué lugar para el cuerpo en la práctica analítica hecha de palabras? El cuerpo es crucial, es decir se cruza, se pone en cruz del modo y momento menos pensado. Y es aquí, también lo que se cruza ante la posibilidad de un ciberanálisis. La pregunta se desliza: ¿es posible un análisis sin cuerpo?

  Allí mismo continúa Lacan diciendo: En principio, uno se propone decir cualquier cosa, pero no desde cualquier sitio: desde lo que por esta noche llamaré el diván (dire-vent) analítico. Este viento (vent) posee valor propio: cuando se criba (quand on vanne), hay cosas que echan a volar”.[10]

  Si la base de la clínica es lo que se dice en un psicoanálisis, y se dice cualquier cosa a partir de lo que se denomina asociar libremente, ese decir cualquier cosa no es sin consecuencias porque cuando el analizante trata de aplicar la regla y decir cualquier cosa, se equivoca, comete lapsus, emplea expresiones ambiguas del lenguaje, o tiene un olvido. Entonces, la consecuencia de la regla es una clínica depurada: pasa el viento, algo se vuela y algo queda. Los significantes se deslizan en la asociación y algunos de ellos van adquiriendo cierta prevalencia, cierta dominancia en ese discurso, un peso —lo que queda después del viento.

  Aún nada que objetar al ciberanálisis. Pero el viento (vent) es decir-viento, dire-vent, diván. ¿Qué nos quiere decir Lacan con ese juego?

 

No se dice desde cualquier sitio

 

  Donde “sitio” no refiere a un sitio web, sino al lugar que da una especificidad a la experiencia del análisis. El diván. Se dice desde el diván. ¿Por qué? Hay que clinicar. Es decir, acostarse. La clínica está siempre ligada a la cama: se va a ver a alguien acostado”.[11]

  Aquí Lacan califica sin vueltas la clínica como el encuentro con el enfermo, nada de algún redoblamiento conceptual de la experiencia pasada. Klínicos en griego designa al que visita al enfermo en la cama, término derivado de kliné: cama o lecho. En la clínica psicoanalítica no se trata del enfermo postrado en la cama, pero sí de lo que se dice en un psicoanálisis... en boca de quien está recostado en el diván. El diván es entonces un elemento fundamental que no responde necesariamente a ritos y costumbres sino a la estructura de la clínica psicoanalítica. ¿Está dentro de la técnica? Es cierto que es una indicación de Freud, pero en términos técnicos no es tan fuerte como la asociación libre. Y cuando justifica su empleo lo hace en una cuestión estrictamente personal: “Prefiero —nos dice— no verle la cara a los pacientes, prefiero que no me estén mirando todo el día cuando tengo que atender ocho horas por día, prefiero este otro dispositivo...”.

  Creo que aunque Freud dé una razón personal, no por ello debemos dejar de reconocer ahí razones estructurales. El diván produce un efecto de alivio, de exclusión no de la mirada —la vulgata se excede en esas reflexiones rápidas—, pulsión escópica, sino de lo imaginario especular que está ligado a situaciones de control, de rivalidad, de tensión agresiva que se desatan automáticamente cuando alguien está frente a otro. Entonces el diván es una herramienta con la que se cuenta para acotar lo imaginario especular que la experiencia conlleva necesariamente. Hace que la atención de analista y analizante se fije en torno al decir, más allá de las miradas y el supuesto diálogo.

  Pero prosigue Lacan: Es indudable que el hombre no piensa del mismo modo acostado o de pie, aunque solo fuera por el hecho de que en posición acostada hace muchas cosas, en particular el amor, y el amor lo arrastra a toda suerte de declaraciones”.[12] Así, el cuerpo acostado en el diván, sucedáneo de la cama, introduce connotaciones sexuales para el adulto. El diván introduce en la escena analítica el lugar de la sexualidad, pero como lugar vacío.

  Esto indica que no sólo se opera con lo que se dice sino que la experiencia analítica se localiza en la intersección entre la estructura significante y cuerpo: Sólo en el hecho de hablar es posible percatarse de que lo que habla, sea lo que fuere, es lo que goza de sí como cuerpo”.[13]

 

Sin cama no pasa nada

 

  No me refiero al amor cortés, aunque algo de eso pueda entramarse con la ilusión de un psicoanálisis on line. Hallamos aquí una objeción fuerte al ciberanálisis. No hay práctica analítica sin cuerpo. Recuerdo la preocupación de un paciente que, desde el diván, manifestaba profunda incomodidad por el sonido emitido por sus tripas. Sonido que durante muchos años le impidió transitar por lugares públicos, como la universidad, o disfrutar de un encuentro social con amigos o con la familia de su pareja, debido a la vergüenza que le producía su cuerpo parlante, al que no podía acallar. Ni qué decir lo sorpresivo que fue para él, el día que escuchó el sonido de las tripas... de su analista. ¿Cómo sustraer el encuentro entre los cuerpos? ¿Qué sería de un análisis donde no pasara nada del cuerpo?

  No hay clínica sin cuerpo y sus marcas significantes, pues el “Otro es el cuerpo” y si algo Lacan ha enseñado es que no hay clínica psicoanalítica sin Otro porque no habría sujeto.[14] Lo virtual nos inunda en la cotidianeidad, pero no hay psicoanálisis virtual. Es cierto, muchas veces nuestros analizantes viajan por temporadas extensas y eso hace que prosigamos de algún modo los “encuentros” mediante Skype o sus similares. Pero a condición de que ese cuerpo ha hablado alguna vez desde allí. De lo contrario, la experiencia se reduciría al juego con la estructura significante, abstracta, con un analista-telemarketer. El cuerpo es su problema, por faltar. El cuerpo es siempre problema para la clínica psicoanalítica, aun, encore, en corp, ¿y si no está? Ou pire...

 

 

Bibliografía

 

LACAN, J., El Seminario, Libro 11. “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1995.

LACAN, J., El Seminario, Libro 14. La lógica del fantasma. Inédito.

LACAN, J., El Seminario, Libro 19. ...o peor, Paidós, Buenos Aires, 2012.

LACAN, J., El Seminario, Libro 22. R.S.I. (versión Crítica de la EFBA). Inédito.

LACAN, J., El Seminario, Libro 22. R.S.I. (versión Miller) En: Revista Ornicar? N° 3.

LACAN, J., El Seminario, Libro 23. El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2006.

Lacan, J. (19767/1981): “Apertura de la sección clínica”. En: Revista  Ornicar? N° 3.

LACAN, J., El fenómeno lacaniano. Inédito.



[1]     Cf. LACAN, J., “Apertura de la sección clínica”. En: Revista  Ornicar? N° 3, p. 37.

[2]     Ibíd.

[3]     Cf. LACAN, J., El Seminario, Libro 22. “R.S.I.” (versión J.-A. Miller). Clase del 10.XII.1974. En Ornicar? N° 3, p. 18.

[4]     Cf. LACAN, J., El Seminario, Libro 22. R.S.I. (versión Crítica de la EFBA). Clase del 10.XII.1974.

[5]     Cf. LACAN, J., El seminario, Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1995, p. 11.

[6]     Ibíd., p. 14.

[7]     Cf. LACAN, J., El Seminario, Libro 22. R.S.I. (versión Crítica de la EFBA). Clase del 10.XII.1974.

[8]     Ibíd.

[9]     Cf. LACAN, J., El Seminario, Libro 22. R.S.I. (versión Crítica de la EFBA). Clase del 10.XII.1974.

[10]    Cf. LACAN, J.,  “Apertura de la sección clínica”. En: Revista  Ornicar? N° 3, p. 37.

[11]    Ibíd., p. 38.

[12]    Ibíd.

[13]    Cf. LACAN, J.,  El Seminario, Libro 19 ... o peor, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 149.

[14]    Cf. LACAN, J., El Seminario, Libro 14. La lógica del fantasma. Inédito. Clase del 10:V.1967. 

 

 

 

 

 


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R. Rodríguez Ponte, decía que la transferencia se desarrolla en el espacio topológico no en el espacio tridimensional.
El consultorio, se ubica en el espacio tridimensional, pero eso no impide que intervenga en la transferencia, es más, interviene trayendo problemas.
El espacio virtual no es el tridimensional, tampoco el topológico. Antes de concluir, al menos por mi parte, sobre las posibilidades de un tratamiento vía web, necesito explorar qué clase de problemas plantea en la transferencia.

Por: claudia bilotta

Me gustó como trabajaste la cita de Lacan del seminario RSI de que el analista sea al menos dos. Y coincido con el asunto del cuerpo, se requiere para el análisis, infortunadamente los tiempos actuales a veces nos llevan a usar las tecnologías por momentos para continuar una trabajo analítico y además con las dificultades propias de la tecnología.
Saludos
Rosa De La Mora

Por: Rosa Imelda De La Mora Espinosa

Me parece interesante desde donde se plantea el recorrido del texto. Yo he atendido algunos pacientes por Skype, pero siempre se trató de pacientes que durante algún tiempo, en algunos bastante prolongado, asistieron al consultorio y usaron divan. Es decir, que si bien hubo efectos, como también mencionaron, en algún momento fue en presencia, hubo cuerpos. También noté que esa existencia del cuerpo es en reciprocidad, también necesaria para el analista respecto a su paciente. Para mí también el divan es algo que forma parte, que el análisis es con diván. Asimismo, cuando pensamos en que Freud habla del análisis realizado durante una caminata por los Dolomitas, vuelve a abrirse el tema, cosa que es muy buena también. Gracias por el texto.

Por: Maria Cristina Bacchetta

Es cierto, el uso de skype cuando el paciente se ausenta por mucho tiempo es un ejemplo de cómo puede usarse la nueva tecnología, y por cierto, cuánto ayuda en esos casos. Pero ya hay cuerpo, la transferencia está instaurada, ya se había producido el efecto analítico en el consultorio.

Por: María Inés Mogaburu

Como a Verónica, a mí también me surgen muchas preguntas. Personalmente creo poco probable un psicoanálisis virtual, aunque, como Verónica reflexiona, una intervención podría ser la puerta a un futuro análisis si por distintos motivos el paciente no tiene acceso a otro tipo de ayuda.

Por: María Inés Mogaburu

Hola,
Coincido con el desarrollo del trabajo y creo que aún así se abren algunos interrogantes: podría pensarse en una "entrada" virtual a la posibilidad de un posteriro analisis "real" ? Las infinitas situaciones particulares que hacen que alguien no pueda acceder a un analista, podrían ser "solucionadas" desde el skype x ejemplo? Cómo podria garantizarse algo de la confidencialidad?
Otras preguntas q se me arman están en relación a el grupo etario mas tomado por lo virtual, los adolescentes.
Seguiré atentamente los comentarios!
Saludos

Por: Verónica Chalhón


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