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Entre mentiras virtuales y verdades subjetivas: la adolescencia16/08/2014- Por Maria Eugenia Farrés - Realizar Consulta

A partir de un caso clínico, la autora pone en cuestión la construcción de la intimidad en la adolescencia a la luz del imperativo exhibicionista de la época. A esos fines recorre los duelos adolescentes, las condiciones de producción de subjetividad y los caminos de la rectificación pulsional.
Ejes: “Íntimo, privado y público en la era de Internet y Voyeurismo digital”
“Hipnotismo de un flagelo dulce, muy dulce…”
(Soda Stereo. “Canción Animal”)
Cuando conocí a los padres de Sabrina (14), sabía que escribiría sobre ella. “El caso” convocaba a la mirada con un magnetismo hipnótico: exhibición en Internet, sexualidad en la vía pública, escándalos escolares y pericias de todo tipo, configuraban un cuadro digno de un programa de chismes. Imaginen mi sorpresa cuando frente a mi puerta, en lugar de Wanda Nara, se presentó una muchachita con guardapolvo.
Los tiempos que corren nos han acostumbrado al impacto visual. La obscena exhibición de lo que en la modernidad debía quedar velado, hoy llama estrepitosamente a la mirada. “El espectáculo (…) dice solamente que ‘lo que aparece es bueno y lo que es bueno aparece’”[1], señalaba Debord hace casi 50 años. Proféticamente hoy, en opinión de muchos, las subjetividades se construyen en superficie: es la mostración lo que convalida la existencia (Sibilia.2010). Se habla del estallido de la barrera del pudor, y de la vergüenza como reguladora de los intercambios sociales[2] (Sibilia 2014). “El miedo a ser observado ha sido vencido por la alegría de ser noticia”[3] afirma Baumann, en sintonía con el sujeto sinóptico de Mathiesen. Ser mediático o farandulita (entre los adolescentes) comporta un valor en sí mismo.
Esta suposición tan actual de que es la mirada del otro semejante la que corrobora la existencia, cobra inusitada fuerza durante la adolescencia. Tránsito vital dónde la asunción de una nueva imagen corporal se hace necesaria, lo puberal irrumpe en el cuerpo infantil como un tsunami. Urge encontrar nuevos espejos que devuelvan imágenes “integradas” de un cuerpo que se despedaza en el ojo del huracán pulsional. Algo de la imagen de Sabrina discordaba visiblemente con el relato parental…
Los padres desparraman sobre mi escritorio una pila de informes, diagnósticos y pericias. Entre la certeza y la conjetura, buscan delimitar “la verdad” sobre el abuso sexual del que la niña se dice víctima. Sabrina se dice abusada y con este episodio ha conseguido disparar las “investigaciones” parentales sobre el cuerpo de la hija…. “Quizás no esté bien, pero nosotros tenemos que saber qué hace Sabrina con su sexualidad” -insisten, provocativamente, los padres.
La niña, mientras tanto, habla de una familia que todo lo espía y se presenta como “la oveja negra de la familia”, a partir de una combinación que reúne mal desempeño escolar, fugas temporarias del hogar, exhibición online y este “abuso” que la familia hoy supone inventado. Luego de las numerosas investigaciones que han llevado a término, sólo pueden concluir que lo que la joven dice es, cuando menos, una exageración.
Como casi todos los chicos de su edad, la muchacha pasa horas en las redes sociales. Ha elegido publicar en ellas fotos en ropa interior y revelar unos cuantos secretos y mentiras sobre ella y sus compañeras. El contacto con un adulto por Internet que terminó en un riesgoso “juego de manos”, gatilló su miedo y el escándalo familiar. Sexualidad, exhibición, abuso y cuerpo se entraman en sus dichos, sin conformar un relato que precipite sentido. A pura “foto”, no hay palabra que pueda escucharse…
Haciendo grandes esfuerzos por abstenerme de “espiar” el material que me era propuesto, seguí trabajando con Sabrina. Cuánto más escuchaba, más insistía en mí la pregunta por lo íntimo. Intimidad que en esta muchacha se exhibía sin pudor, escandalizando a padres, compañeros y maestros.
“Todo ser humano sabe que en su interior hay cosas que sólo comunicaría de muy mala gana, o cuya comunicación considera enteramente excluida. Son sus «intimidades»[4] ”. La frase le pertenece a Freud y retoma cierta porosidad lingüística que enlaza íntimo con interno. Me pregunto entonces ¿qué es lo más interior al humano?
Para seguir con Freud, ubicaré lo más interno en esa ajenidad que nos habita desde la primera experiencia de satisfacción y que inaugura la subjetividad: ese interno-externo que constituye, en el mismo acto de su pérdida, la insistencia pulsátil que motoriza el trabajo psíquico. La subjetividad entonces se inicia en un adentro- afuera y es sobre ese cañamazo que se bordarán los entramados representacionales e identificatorios que dan forma al yo primitivo. Ese yo (inevitablemente escindido desde su oquedad originaria) construirá, a través de sus predicados, el espacio “de acceso restringido” que sí podríamos llamar íntimo y que no necesariamente se ubica en el interior.
Ese momento mítico de la fundación psíquica introduce también la dependencia del objeto primordial, cuya mirada erotizante pregnará inauguralmente la senda de la vida. Repetidas experiencias, satisfacciones y rehusamientos, irán desandando ese camino e introduciendo hiatos, identificaciones y mediaciones. Edificación vacilante de un territorio personal que trae aparejada una zona de exclusión de la mirada parental. La construcción conclusiva de lo íntimo, anclada en la anterioridad lógica que la ajenidad de “das Ding” le ha provisto, será tarea de la adolescencia y se estabilizará recién con el logro exogámico.
Volvamos a Sabrina. Paradójicamente, la joven en lugar de buscar espacios alejados de la mirada parental, se exhibe. En análisis despliega sus dificultades en varias áreas de su vida. Es a través del escándalo que convoca la mirada. “Siempre miran lo malo que hago, sabía que en eso se iban a fijar”, explica a propósito de su exhibición online. De hecho, los padres no paran de espiar e investigar la vida íntima de su hija, al tiempo que la muchacha no para de desatar escándalos que ponen en el centro de la escena un cuerpo basculante entre la biología y el erotismo.
El redespertar pulsional de la pubertad recorta una corporeidad con fronteras nuevas e imprecisas, que exige un esfuerzo elaborativo al Aparato. El espejo devuelve una imagen nueva, diferente que, en su calidad de tal, abandona al niño maravilloso de la infancia… Y también a los padres. Así, la familia entera emprende el camino de renuncia narcisista que la adolescencia conlleva.
“Como el infante en tiempos primordiales, el púber no tiene palabras para los nuevos interrogantes que lo circundan. Así se actualiza el aprender de la experiencia, que requiere desarrollo: desde la representación concreta del cuerpo, pasando por la representación/elaboración onírica hasta el hallazgo de un lenguaje que exprese su intimidad”[5]
¿Es buscando esa expresión apalabrada de su intimidad, que Sabrina se muestra? ¿Cómo acompañarla en esa búsqueda? ¿Cómo guionar la distancia entre la “protagonista del escándalo” y la “nena feucha”?
Sabía que era la construcción de una “pantalla de palabras” la que permitiría velar algo de lo obsceno que la muchacha exhibía (eso que la representaba como “Wanda Nara”). Por otro lado, solamente la introducción de palabras precipitaría un sentido nuevo y propio, una versión novelada de su alojamiento en el Otro, a moderada distancia tanto de la “oveja negra” como de “Wanda Nara”. ¿Qué verdad subjetiva ponía a jugar Sabrina en sus escándalos y mentiras?
En lugar de restarse del círculo privado familiar, Sabrina se mostraba. Acto enigmático que, a mi entender, requería una nueva lectura. Me preguntaba ¿qué satisfacción ponía en juego la joven? ¿Para qué se mostraba?
“La compulsión exhibicionista, por ejemplo, -dirá Freud en “Tres ensayos”- depende también estrechamente del complejo de castración; insiste una y otra vez en la integridad de los propios genitales (masculinos) y repite la satisfacción infantil por la falta del miembro en los de la mujer”[6]. ¿Podríamos pensar entonces la urgencia en la exhibición, como una forma de desmentida de la castración? ¿Hay satisfacción sin coto en el hacerse ver? ¿Qué diques para la pulsión? Sabemos que, sin “rebaja” pulsional, la satisfacción es más intensa… y la sociedad postmoderna parece propender esa satisfacción, propone: “sé ilimitado”… “Lo que aparece es bueno y lo bueno aparece”.
Sin embargo, más allá de los caminos facilitados que ofrece la cultura, cada sujeto porta en sus series complementarias ese restito de libertad inherente a su condición de tal. ¿Qué haría Sabrina con él?
Vale la pena recordar la diferencia que ubica Silvia Bleichmar (1999) en relación a condiciones de constitución psíquica y de producción de subjetividad. La visibilidad es, sin dudas, un imperativo de la época, los gadgets tecnológicos la posibilitan y la sitúan en el centro de la discusión. La clínica con adolescentes da testimonio del encuentro adolescencia-tecnología en muchos sentidos. Son los chicos, nativos digitales, los que hacen de Internet un espacio donde habitar y crecer. El “me encontré” de nuestros días refiere al chateo con la misma naturalidad que el “diario íntimo” se escribe en formato blog. Despliegue epocal “en superficie” que conviene a mi intención de relativizar los lazos entre interno e íntimo y entre exhibido y público.
Entre la imagen exhibida y la búsqueda de palabra (prosecución necesaria para iniciar el corte que inaugura el duelo) la joven pone una pantalla, de moda por cierto, la pantalla de Internet. Elige, diría, un objeto propuesto por la cultura que conviene a su movimiento pulsional: hacerse ver.
Sabemos que es a través de las representaciones palabra que se abrirá el camino para la sustitución del objeto duelado (Freud. 1917). Duelo obligado en la adolescencia por el cuerpo de la infancia y la dependencia infantil, que, como las avalanchas, se inicia con un corte… un desprendimiento.
“Esta afirmación de soberanía sobre el cuerpo propio que muchos adolescentes, por ejemplo, enuncian en acto o en palabra, es un modo de restarse como pertenencia de los padres. Es el modo de restarle ese cuerpo al Otro, de quien fuera parte en el inicio de su vida, y de anclarlo a un medio social más amplio”[7]
Se me hacía evidente que la joven había logrado no poco al llegar a la consulta: el espacio de intimidad (no necesariamente interno) lo construiría conmigo. Había conseguido volverse opaca, enigmática para esos padres omnividentes e investigadores. A fuerza de exhibirse ponía coto a la mirada objetalizante, construyendo en acto algo de lo íntimo, de lo propio, de eso “no comunicable”.
La muchacha hace uso de la oferta cultural como instrumento para restarse de la mirada parental. Se sustrae activamente del lugar de objeto de sus padres, volviéndose opaca para ellos, a costa de exhibirse. Y en el mismo movimiento, recorta su espacio íntimo y cede la satisfacción inmediata en juego… Consigue que la traigan a análisis y comienza a hablar… Cambia el hacer por el decir.
Algo de la satisfacción en juego se reconduce, al tiempo que las vueltas y revueltas de la pulsión escópica se encauzan. Se trata todavía de hacerse ver, pero ahora bella y deseable. Recortando el cuerpo infantil de la ineludible apropiación parental de los inicios de la vida, la muchacha se hace traer a análisis y comienza a hablar de lo que duele (y duela).Trabajo de novelación y pensamiento que, a través del cauce psíquico, morigera el exceso pulsional y busca sustitutos para los objetos primordiales… trabajo psíquico.
Sabrina “exhibe” la adolescencia… su frescura opositora, su búsqueda permanente de diferenciación, su activa renuncia al lugar de “su majestad el bebé” a cambio de las inciertas ofertas del ideal… Estimulante, ¿no?
Bibliografía
Bauman, Zygmunt: 44 cartas desde el mundo líquido (Traducción de Marta Pino Moreno), 1° edición, Barcelona, Paidós, 2011.
Bauman, Zygmunt y Lyon, David: Vigilancia líquida (Traducción de Alicia Capel), 1° edición, Buenos Aires, Paidós, 2013.
Bleichmar, Silvia: “Entre la producción de subjetividad y la constitución del psiquismo” en Revista del Ateneo Psicoanalítico N° 2, Buenos Aires, 1999.
Debord, Guy: La sociedad del espectáculo (Traducción de Fidel Alegre) 2° edición, Buenos Aires, La Marca, 2008.
Farrés, Ma. Eugenia: “Nuestra hija es una mentirosa y otras verdades de la época” en Sufrimiento y satisfacción en la cultura actual. Una cuestión para el psicoanálisis (Hasson, A. comp.) 1° edición CD Rom, Buenos Aires, Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados, Buenos Aires, 2013.
Farrés, Ma. Eugenia, Ferreira Dos Santos, Silvina y Veloso, Viviana: “Adolescentes en la Red. Algunos aportes Psicoanalíticos” en Revista de la Asociación escuela de Psicoterapia para Graduados N° 33 Actualización en psicoanálisis de niños 2010, Buenos Aires, 2011.
Fernández, Élida: “Espejos” en Imago-Agenda N° 180 Determinismo y elección. Abril-Mayo 2014.
Freud, Sigmund: (1950[1897]) “Proyecto de una psicología para neurólogos” enObras completas (Traducción de José L. Etcheverry) t. I, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1991.
Freud, Sigmund: (1905) “Tres ensayos de teoría sexual” en Obras completas,(Traducción de José L. Etcheverry) t. VII, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1991.
Freud, Sigmund: ([1908]1909) “La novela familiar de los neuróticos” en Obras completas, (Traducción de José L. Etcheverry), t. IX, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1991.
Freud, Sigmund: (1915) “Pulsiones y destinos de pulsión” en Obras completas, (Traducción de José L. Etcheverry), t. XIV, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1991.
Freud, Sigmund: (1915) “Lo inconciente” en Obras completas, (Traducción de José L. Etcheverry), t. XIV, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1991.
Freud, Sigmund: (1917) “Duelo y melancolía” en Obras completas,(Traducción de José L. Etcheverry), t. XIV, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1991.
Freud, Sigmund: (1926) “¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial” en Obras completas, (Traducción de José L. Etcheverry), t. XX, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1991.
Freud, Sigmund: ([1929]1930) “El malestar en la cultura” en Obras completas, (Traducción de José L. Etcheverry), t. XXI, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1991.
Ginocchio, Verónica: “Conocer y aprender en la adolescencia” en Adolescencia, hoy (Rosmaryn, A. comp.), 1° edición, Buenos Aires, Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados. 2013.
Sibilia, Paula: “Mutaciones de la subjetividad” en La intimidad: un problema actual del psicoanálisis, 1° edición, Buenos Aires, Psicolibro Ediciones, 2010.
Zabalza, Sergio: “Intimidad: pubis público pubertad” en Imago Agenda N° 176 La pubertad, Nov. 2013.
[1]Debord, G . “La sociedad del espectáculo”, pág. 33-34
[2]Sibilia, Paula, entrevista en Suplemento Enfoques de La Nación 25-05-2014
[3]Bauman, Z., Lyon, D, Vigilancia líquida, pag.32
[4] Freud, S “¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial”, pág. 176
[5] Ginocchio, V. “Conocer y aprender en la adolescencia” en “Adolescencia, hoy” (Rosmaryn, Acomp.)pág.269.
[6] Freud, S. “Tres ensayos de teoría sexual”, pág. 143.
[7]Fernández, Élida. “Espejos” en Imago-Agenda N° 180. Abril-Mayo 2014
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Muy interesante tu lectura! Una escucha atenta que permitió que el síntoma que se desplegaba haciendo ruido en lo virtual de las redes, encuentre una mirada y una escucha en el espacio analitico, algo muy actual pero a veces complicado con los adolescentes y el trabajo paralelo con la familia. Muy bueno!!
Gracias a todos por los comentarios. ¡Qué bueno que la clínica nos ayude a todos a formalizar algo de la conceptualización que manejamos! María Eugenia
Una vez más la diferenciación que establece Silvia Bleichmar entre constitución subjetiva y subjetividad, ayuda a pensar y a no dejarnos llevar por las envolturas, siempre a tono con lo disponible en la cultura de la época. El sujeto puede advenir si se le ofrece el espacio. Qué necesario en nuestra práctica no enganchar con las demandas de los padres y poder esperar...
Eugenia: Estás ofreciendo una muy interesante y amplia noción de lo íntimo y mostrás cómo no perdiste de vista en ningún momento que hacia allí debías dirigir tu trabajo (y no a los fuegos de artificio que fascinaban a los padres).
Carlos Oks
Muy interesante el recorrido clínico y teórico! Refleja a mi entender una problemática no sólo actual sino muy frecuente de nuestra clínica con adolescentes.
Espero debate presencial!!!
Saludos!
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