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Psicoanálisis de la mirada en las redes sociales. Sonría, lo estamos mirando08/08/2014- Por Celina del Olmo - Realizar Consulta

El propósito del siguiente trabajo será analizar la relación que existe entre la mirada desde el psicoanálisis y su implicancia en las redes sociales. La mirada como objeto a, tal como denomina Lacan (1964), intenta abrirse paso sobre las postrimerías de este siglo. En este sentido, el fenómeno de la mirada hoy día toma una notoriedad que se evidencia en las redes sociales como nuevas formas de establecer lazos. La irrupción de tecnologías digitales y la penetración de Internet en el contexto mediático han contribuido a cambios significativos en los sujetos. El advenimiento de estos espacios digitales, conllevan a la modificación de los vínculos. Y sin dudas, tiene implicancias en la subjetividad La realidad virtual fascina y de algún modo, nos determina. Son “puestas en escenas” que se exhiben a modo de vitrina, sobre la base de plataformas digitales. Desde esta perspectiva, la lógica de las redes sociales no escapa a este código visual, como requisito indispensable para participar. Así, nuevas modalidades de encuentro van tejiendo la “sociedad del espectáculo”. Asistimos entonces, a una transformación cultural: la exhibición va ganando terreno en desmedro del resguardo de la intimidad. Un show al que todos (intencionalmente o no) asistimos. ¡Pasen y vean!
“Somos seres mirados,
en el espectáculo del mundo…”
Lacan, J.
Se mira lo que no se puede ver
Los principales aportes de Lacan respecto de la introducción del objeto a, que permiten dar cuenta de una concepción lacaniana sobre la mirada, podríamos ubicarlas en los Seminarios X (1962-63) y XI (1964). Sin embargo, tal como señala Daniel Zimmerman (2009), ya en el Seminario I de 1954, Lacan plantea lo siguiente (1954/2009):
La mirada no se sitúa simplemente a nivel de los ojos. Los ojos pueden no aparecer, estar enmascarados. La mirada no es forzosamente la cara de nuestro semejante, sino también la ventana tras la cual suponemos que nos están acechando. Es una x, el objeto ante el cual el sujeto deviene objeto[1] (Lacan, J. 2009, p.321)
Lacan (1964/2013a) en el Seminario XI, en la Clase “La esquizia del ojo y de la mirada”, traza una perspectiva valiosa sobre la mirada, en tanto la presenta como objeto de la pulsión. En este sentido, la pulsión escópica le sirve como paradigma para demostrar la antinomia entre la visión y la mirada. Es así que advierte (1964/2013a): “la preexistencia de una mirada -solo veo desde un punto, pero en mi existencia soy mirado desde todas partes” (p.80)
Siguiendo a Maurice Merleau-Ponty, Lacan (1964/2013a) sostiene: “somos seres mirados, en el espectáculo del mundo. Lo que nos hace conciencia nos instituye al mismo tiempo como speculum mundi”[2] (p.83). En otras palabras, aquello que nos distingue, nos da identidad, nos incluye como espejo del mundo.
En el curso de este Seminario, Lacan (1964/2003b) esboza: “Se mira lo que no se puede ver” (p. 189), para aludir a la noción que la mirada no tiene objeto. En otros términos, la mirada es aquello que escapa a la visión, es ir más allá de lo que se ve. La mirada tiene esta particularidad, de no verse; y está estrechamente vinculada al deseo del Otro. En este sentido, la entendemos en su relación con el fantasma.
Entonces, la mirada se constituye como una de las formas de objeto a y determina las condiciones por las cuales miramos el mundo y somos mirados. Los escenarios virtuales nos instituyen no solo como espectadores, sino también como sus protagonistas. De esta manera, se deslinda el concepto de ver con el de mirar. Distinción, que consideramos fundamental para revisar el tema de la mirada en las redes sociales: Facebook, Twitter, como una de las más emblemáticas.
Siguiendo estos lineamientos, la mirada, como objeto de la pulsión, es fundamental para la constitución subjetiva. En efecto, el sujeto depende y deviene en la relación con el Otro. De allí, que el Estadio del Espejo, que nos enseña Lacan (1958/2012) en sus primeros escritos, presenta a la madre como sostén especular. La fase del espejo, resulta así, un experimento de identificación fundamental.
El estadio del Espejo es para Lacan (1958/2012) la forma en que el psicoanálisis permite evidenciar el momento y la manera en que se constituye el yo del sujeto. La constitución de la imago del yo, esa representación inconsciente que tiene de sí mismo, de las cosas y del mundo que lo rodea, se establece a partir de una dialéctica temporal y sigue vigente toda la vida. Resulta interesante, pensar cómo la experiencia del espejo suele reeditarse en ciertos formatos digitales, donde de algún modo, el narcisismo es convocado.
Por su parte, Françoise Doltó (2012), retoma el tema del Estadio del Espejo y enfatiza el aspecto relacional, simbólico, de esta experiencia que atraviesa el niño. Doltó (2012) afirma: “solo tras la experiencia especular (…), el parecer se pone a valer, y a veces a prevalecer sobre lo sentido del ser” (p.127). Cabe subrayar, la incidencia de este pasaje por el espejo, en tanto, que es a partir de allí cuando la imagen cobra sentido y el “parecer”, como señala Doltó, comienza a ponerse en juego. Y en el tema que nos convoca, podemos pensar cómo la mirada del Otro sanciona esa imagen. Curiosa apreciación si lo pensamos a la luz de aquello que se despliega en las redes sociales.
Nuevas subjetividades en la era del espectáculo virtual
Desde esta perspectiva, la realidad actual nos aloja en un espacio virtual, donde se prefiere al que está lejos, en detrimento del que está cerca. Sin embargo, el límite que divide estos conceptos, se desdibuja del mismo modo, que el cerco que delimita el espacio entre lo público y lo privado. Así, surgen entramados sociales que debieran revisarse a la luz de las nuevas configuraciones subjetivas.
Ahora bien, si de establecer relaciones o meras conexiones se trata, conviene recurrir al sociólogo polaco, Zygmunt Bauman. En su libro Amor Liquido (2003) analiza la sociedad dentro de un mundo globalizado y las secuelas que tiene en las relaciones humanas.
Bauman (2003) subraya este afán por las “confesiones compulsivas y el derroche de confidencias” (p.54). Así, advierte: “la circulación de mensajes, es el mensaje sin que importe el contenido. Tenemos pertenencia…al constante flujo de palabras” (p.54). Abreviadas y hasta algunas mal escritas, para acelerar la comunicación. Pensemos por ejemplo, en los 140 caracteres del Twitter.
De este modo, la verborragia de publicaciones, mensajes o fotos están al servicio de estos espacios virtuales; poco importa los pleonasmos o los “sin sentidos”, o el reparo de las frases brillantes, pareciera que lo que allí interesa es mantener viva la “conexión”.
Para este sociólogo (2003) la proximidad virtual, distinta de la cercanía física, convierte a las conexiones humanas en algo cada vez más habitual. Al respecto, precisa: “La proximidad ya no implica cercanía física; pero la cercanía física ya no determina la proximidad” (p.87). Podríamos decir, que el advenimiento de estos espacios convierte estas relaciones virtuales en cercanas, buscando la complicidad, de quien “está del otro lado”. Así se confiesan intimidades que pertenecen al espacio privado (“estoy en la cama con estas anginas…”). Se trata, entonces, de una paradoja, en tanto que no siempre coincide la cercanía virtual con la real. En este sentido, Bauman (2003) sostiene: “La proximidad virtual y la no-virtual han intercambiado sus lugares” (p.88). Un reciente capítulo de la serie de televisión “Guapas”, ofrece un claro ejemplo donde la proximidad y la lejanía en los espacios virtuales se conjugan y a veces, de manera peligrosa. La situación ocurre cuando dos personajes que venían “chateando”, deciden conocerse. La cita (amorosa) termina en un momento embarazoso para ambos, cuando al encontrarse en un bar, descubren la verdadera identidad de quien estaba “del otro lado”. Así, ella resultó ser la amiga de su mujer; y el posible candidato, el marido de su amiga.
Por su parte, Emiliano Galende en su libro De un horizonte incierto (1997) analiza la producción de subjetividades y los cambios profundos de una cultura a la cual asistimos. De un modo sintético, este autor (1997) describe cómo lo imaginario atraviesa nuestra realidad cotidiana como divisa preponderante. Se trata entonces, de “puestas en escenas” en una época donde las imágenes invaden nuestra percepción y median nuestro modo de ver la realidad.
Tal como señala, el proceso actual de la cultura resalta un cuerpo exhibido, donde los criterios de la intimidad se ven alterados. Todo ello, forma parte de una modalidad de encuentro donde lo acotado y lo pasajero fundan estas experiencias como uno de los rasgos culturales predominantes. Se trata según Galende, de una cultura del consumo que recubre “al Yo de una débil máscara” (p.130).
En el mismo sendero, Galende (1997) reflexiona sobre el espacio entre lo íntimo y lo privado. En este sentido, los modos de producción que se sostiene y produce en los entramados virtuales, son el correlato de una cultura donde el límite entre ambas dimensiones se desdibuja. Según Galende (1997): “El dominio de lo que ha de llamarse sociedad del espectáculo transita a nivel de la subjetividad en un reforzamiento de la condición de ‘espectador’, entusiasmado por la contemplación de imágenes” (p.235).
En estas nuevas configuraciones, Galende (1997) entiende que, si bien es cierto, que las imágenes siempre han desempeñado un papel importante, lo cierto que hoy cobran una primacía propia de los tiempos que corren, con la saturación de ellas como rasgo subjetivo. De este modo, lo asocia con los caracteres de la ansiedad compulsiva. Compulsión que se podría pensar por el derroche de publicaciones en los distintos muros del Facebook, o los twitts.
Galende sintetiza: “Se trata también de una subjetividad que ha modificado sus relaciones con el cuerpo” (p.241), En estos términos, vemos sujetos que se mueven en espacios públicos o bien privados, que transitan sin necesidad de hablar con otras personas, con la vista fija en sus pantallas de teléfonos o computadoras portátiles.
Por otra parte, la antropóloga Paula Sibila (2008), también analiza las nuevas prácticas de expresión vía Internet que modulan las experiencias subjetivas y que se traducen en la creciente exposición de la intimidad y el dominio de la visibilidad.
La autora (2008) señala cómo, las redes sociales se convirtieron en ventanas siempre abiertas y conectadas. En términos de Sibilia (2008): “en el seno de una sociedad altamente mediatizada, fascinada por la incitación a la visibilidad y por el imperio de las celebridades, se percibe un desplazamiento de aquella subjetividad ‘interiorizada’ hacia nuevas formas de autoconstrucción” (p.28). Tal como refiere (2008), se trata de “nuevas formas de ser y estar en el mundo”. En este sentido, plantea: “Se ha desencadenado un verdadero festival de ‘vidas privadas’, que se ofrecen impúdicamente ante los ojos del mundo entero” (p.32). Y en esta línea agrega: “a disposición de quien quiera husmear; basta apenas con hacer clic” (p.32). Clic, que está al alcance de todos.
En este marco, revisa estos escenarios de la web a la luz de un montaje del espectáculo, que denomina “el show del yo”. (p.33). Como cara de la misma moneda, el exceso de “espectacularización” de las intimidades a las que Sibilia (2008) se refiere, va de la mano con las “ansias por consumir chispazos de intimidad ajena” (p.221). Algo de este orden, se pone en juego en la reciente modificación que lanzó el Facebook, que permite a los usuarios revelar sus estados de ánimo: Fulanito “se siente feliz/triste/enamorado…”. Más de quince opciones con posibilidad de agregar una propia, todas acompañadas de un emoticón.
De este modo, todo parece indicar un auge hacia la novedad inmediata, donde el gusto por mostrar y espiar en lo ajeno se ha vuelto cotidiano. En efecto, el Facebook desde su mismo diseño se presenta como una red curiosa, en la medida que ya desde su entrada, se apresura por saber: “¿Qué estas pensando?”. Y tal como advierte Bauman (2003) “…se expone nuestros secretos más profundos al lado de nuestra lista de compras” (p.55)
Tales características no se alejan de los rasgos subjetivos actuales, donde lo privado y lo público se esfuman en un mismo escenario y la no reserva prevalece en la dimensión del espectáculo digital. Frente a estas nuevas demandas de consumo, muchos famosos deciden ventilar su vida privada vía Twitter.
Se trata, en definitiva, de brindarle la mayor información al otro sobre la vida e intimidades, sin reservas ni recaudos. Reparemos por ejemplo, en “el muro” (no tan muro…) del Facebook. Contrariamente a la idea que podemos tener de un muro, como una pared o muralla, que separa o protege la privacidad; el Muro es el sitio donde se “suben” publicaciones, fotos y se reciben comentarios. Se trata de una especie de “pancarta”, que lejos de resguardar la intimidad, por el contrario, la exhiben, a modo de vidriera, buscando gestos de aprobación que en esta plataforma virtual toma la forma de un botón: “Me gusta”.
Para la psicoanalista Blanca Sánchez (2008) experimentamos un pasaje del tener –propio de fines de siglo XIX y principios del XX- al parecer, caracterizado por los avances tecnológicos donde se privilegia la mirada. Según esta autora (2008), el consumo exacerbado y la publicidad resultan en una “cultura de las apariencias, del espectáculo y de la visibilidad” (p.30).
Estas “ventanas indiscretas” de nuestros tiempos, a las que Sánchez (2008) hace referencia[3] se conjugan con los elementos de la cultura de la espectacularización y la pérdida de la intimidad. En este sentido, entiende (2008) que hoy: “otras ventanas se abren ante la mirada de quienes quieren ser capturadas por ellas” (p.30). Y a su vez, agregaríamos de quienes deciden asomarse en ellas.
De este modo, derroches de confidencias, verdades al desnudo, verborragias desmedidas, ventanas sin cortinas que develan sin pudores intimidades, son algunos de los rasgos subjetivos que se trazan en los escenarios virtuales. No hay reserva, ni secretos, la seducción se traduce en la exposición de lo cotidiano.
Desde estas coordenadas, todo está para ser mostrado, a la vista de “todos” y de nadie a la vez. Sin embargo, más allá de estas situaciones que se pueden observar con demasiada frecuencia, la imagen es constitutiva del sujeto.
Para concluir, las redes sociales se constituyen como un escenario donde las personas se “encuentran”, mediante lazos (aunque más no sea virtuales), bajo estos parámetros de visibilidad y exteriorización. Se trata en definitiva, de cómo el sujeto es mirado.
En este sentido, asistimos a una época donde las novelas románticas cedieron terreno a los realities, blogs, autobiografías, donde se prefiere espiar la vida ajena, por sobre los cuentos de hadas. Sin duda, los nuevos entramados de la época nos permiten intelegir profundos cambios culturales, donde mirar y ser mirados se convirtieron en una lógica de estos tiempos. Un verdadero show donde todos somos celebrities en las vitrinas digitales. Tal como diría Lacan: Somos mirados por el espectáculo del mundo.
Bibliografía
Bauman, Z. Amor líquido: acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Buenos Aires: FCE, 2003.
Doltó, F. La imagen inconsciente del cuerpo. Buenos Aires: Paidós, 2012.
Galende, E. De un horizonte incierto. Buenos Aires: Paidós, 1997.
Lacan, J. “El Orden Simbólico”. Los escritos técnicos de Freud. En Seminario I (2ª ed.). Buenos Aires, Siglo Veintiuno. (Original en 1954), 2009.
Lacan, J. “El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica”. En Escritos 1 (2ª ed.). Buenos Aires, Siglo Veintiuno. (Original en 1958), 2012.
Lacan, J. “La esquizia del ojo y de la mirada”. En Seminario XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, 75-85. Buenos Aires: Paidós. (Original en 1964), 2013a.
Lacan, J. “La pulsión parcial y su circuito”. En Seminario XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, 181-193. Buenos Aires: Paidós. (Original en 1964), 2013b.
Sánchez, B. “Informarse sobre todo sin saber nada”. Actualidad Psicológica, 369, 29-32, 2008.
Sibilia, P. La intimidad como espectáculo. Buenos Aires: FCE, 2008.
Zimmerman, D. La mirada, paradigma del objeto en psicoanálisis. Buenos Aires: Letra Viva, 2009.
Bibliografía consultada:
Cohen, R. (2008, noviembre). “¿Por qué y cómo Psicología en Internet?” Actualidad Psicológica, 369, 26-27.
Nasio. J. D. (2001). La mirada en psicoanálisis. Barcelona: Gedisa Editorial
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Me resulto muy elaborado tu trabajo, donde expones el derrotero de la mirada y la posición subjetiva desde distintos ángulos. Retomo la frase de Lacan Somos mirados por el espectáculo del mundo.como marco para las conexiones virtuales, donde lo imaginario se estrella con lo real y viceversa, porque solo medio el propio espejo y me atrevo a decir que si hay coincidencia entre los registros mencionados, es por la significación que nos permite el lenguaje.
Muy buen recorrido de la temática.
Mientras el ojo es el órgano de la visión y por él se puede ver, la mirada es el aporte de la visión integrada al campo del deseo. Son las vueltas que la visión ha dado en esa integración a ese campo.
La mirada implica al sujeto y al deseo allí en juego lo cual no es fácil..
. Cortázar expresaba: “Siempre fuiste mi espejo, quiero decir, que para verme tenía que mirarte". Por lo tanto es algo delicado encontrarse con ese mirar del otro.
En cambio las redes sociales y esta vorágine de exposición “socializada” nos da respuestas superfluas que llenan el vacío momentáneo del ser. En esta puesta en común, la mirada se relaciona a quien ve, quien me mira, al hecho de responder en cierto grado a la pregunta ¿quién soy?, creyendo que el otro la responderá. A más me gusta soy más gustado, popular. A mayores felicitaciones por un cumpleaños soy querido y conocido, etc. Somos vistos, y mientras nos vean pertenecemos, y nos alejamos de alguna forma de hacernos cargo de nuestro deseo. Me encantó el texto y el exhaustivo análisis que haces en él.
Estimada colega:
muy bueno el trabajo y muy interesante el eje que tomás para su desarrollo: "la mirada"; leyendo el texto recordé a Gerard Wajcman en "El ojo absoluto" donde dice:"Nos miran.Es un rasgo de la época.El rasgo". El advenimiento de mundo tecnológico ha propiciado que todo sea dado a ver y por todos; sin lugar a dudas, la intimidad,la privacidad, la sombra,han perdido su estatuto. Como decís a lo largo del desarrollo del trabajo, las redes sociales son el soporte principal para sostener esta mirada absoluta. La hipermodernidad es la instauración de una civilización de la mirada y acá es donde suelo preguntarme:¿hasta dónde?¿cuál es el límite?¿a qué podremos apelar los humanos para poner un tope a tanto gadgets tecnológico? Para preservar el secreto, la sombra y rescatar una mirada que mire y no sólo vea.¿nos podremos despojar del Ojo absoluto?Muy bueno el trabajo colega. Para seguir reflexionando.
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