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Casablanca, Ilse, Rick y Laszlo, una cita en el aeropuerto

29/04/2009- Por Hugo Dvoskin - Realizar Consulta

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Si de un clásico se trata, es porque ha podido atravesar el tiempo y no quedar sujeto a una exégesis única y convoca a nuevas lecturas. Un clásico es un llamado a una nueva lectura porque aún tiene para decir. Intentaremos en este comentario, tomar ese desafío considerando principalmente la travesía de cada uno de los personajes.

 

 

Ficha técnica y artística

Director: Michael Curtiz

Guión: Julius J. Epstein, Philip G. Epstein, Howard Koch, basado en la obra de Murray Burnett y Joan Alison

Fotografía: Arthur Edeson

Música: Max Steiner

Canciones: M.K. Jerome y Jack Scholl

Montaje: Owen Marks

Sonido: Francis J. Scheid

Dirección artística: Carl Jules Weyl

Producción: Hal B. Wallis

Productoras: Warner Brothers, First National

Intérpretes: Humphrey Bogart (Rick), Ingrid Bergman (Ilsa), Paul Henreid (Victor Laszlo), Claude Rains (Capitán Louis Renault), Conrad Veidt (Mayor Strasser), Sydney Greenstreet (Ferrari), Peter Lorre (Ugarte), S.K. Sakall (Carl), Madeleine LeBeau (Yvonne), Dooley Wilson (Sam), Joy Page (Annina Brandel), John Qualen (Berger), Leonid Kinskey (Sascha), Curt Bois (Ladrón).

 

 

*Las ideas de Adriana Biesa y de quienes participaron en el grupo del seminario de “Cine, ética y psicoanálisis”, particularmente Silvia Atardo, están incluidas sin citar. Agradezco la colaboración.

 

 

Rick toma las autorizaciones para salir de Casablanca rumbo a Portugal. Se las entrega a Laszlo y le indica que embarque con Ilse. Ella mira expectante, sorprendida. Rick le explica que pasado un tiempo se arrepentiría de no embarcar con Laszlo. Ilse camina hacia al avión no sin antes escuchar un pequeño y solemne discurso que Rick dirige a Laszlo con el que intenta preservar el honor de la pareja del dirigente máximo de la oposición al nazismo y su bella mujer. Una de las escenas más conocidas de la historia del cine queda enlazada a un acto supuestamente altruista que debería iluminar la actitud de los hombres de la época. Una entrega del objeto de amor en nombre de la causa política. Clásica interpretación para un clásico del cine que incluye al héroe impoluto y el acto sacrificial, ambos en nombre de una gran causa. Todos, en el fondo, contra el invasor incluido al corrupto policía francés. Pero ese sujeto, Rick, el que hace el acto sacrificial, poco antes había dicho que no le daba la visa ni a Laszlo, ni a Ilse. Por eso cabe interrogarse cuál ha sido el recorrido que hace el personaje para poder desprenderse de ese objeto, que indudablemente es y ha sido valioso y que por eso mismo, ha tenido tanta capacidad el daño en su vida. Porque también él, quien al final hace el discurso en defensa de la pareja, le ha indicado a Laszlo que pregunte a su mujer por qué no le dan la visa y ha intentado tener la mayor capacidad de daño hacia esa pareja que finalmente terminará cuidando. Ahora, reivindicado por ese acto, ¿cómo ha sido para él posible ese acto?

Justamente si de un clásico se trata, es porque ha podido atravesar el tiempo y no quedar sujeto a una exégesis única y convoca a nuevas lecturas. Un clásico es un llamado a una nueva lectura porque aún tiene para decir.

Intentaremos en este comentario, tomar ese desafío considerando principalmente la travesía de cada uno de los personajes hasta llegar a esa cita en el aeropuerto. Ya hemos agregado un elemento: luego de la decisión de Rick, Ilse decide aceptar esa decisión y marcha con Laszlo. Esta vez, es Rick quien se queda en el andén e Ilse quien se va. Cuando se produzca la segunda despedida, en el aeropuerto, ella ya ha arribado al momento de concluir por lo cual, en un mismo movimiento, acepta y decide marcharse. Sin embargo, todavía no ha accedido al tiempo de comprender. Como Rick un tiempo atrás, en el andén en París.

Historia de amor que se cruza con la historias de guerra. Contexto que genera celeridad, decisiones irreversibles e irreparables, acercando el drama a la tragedia.

Si en la guerra y en la lucha contra el nazismo no resulta difícil para el lector y para quien escribe, situar lo blanco y lo negro; en la paz y en la vida amorosa suelen dominar los grises.

Para complicar apenas el panorama del primer punto digamos que la película transcurre en Casablanca, donde el fascismo alemán y su política de dominio y ocupación no han podido extender sus garras, pero Casablanca es territorio ocupado por los franceses y es parte de su política colonial que no excluye el desprecio por su población. Sin embargo, la cuestión que nos ocupa, la vida amorosa, es en ese contexto y más allá de él[1].

El encuentro entre Ilse y Rick se ha producido en París en tiempos de guerra pero antes de que la guerra se hiciera sentir en la vida cotidiana de la población. Los nazis aún no han llegado. Faltan apenas horas. “El mundo se desintegra y nosotros enamorados”, dice Ilse. Inmediatamente después rompe el juego de no hacer preguntas que se sostiene en no dar respuestas y cuenta que su hombre ha sido asesinado. Si Rick cree que es un “afortunado” por haberse encontrado con Ilse cuando ella estaba “esperándolo”[2], Ilse, sin sutilezas, le dice que hay un muerto entre ellos. Rick, como el argentino de “Hable con ella”[3], no ha aprendido la lección de Benigno. No escucha ni ve el gesto angustioso, ni ve que la ausencia de ese hombre ya se ha hecho presente de alguna manera. Cuando le advierte que podría ser un último encuentro, Rick propone casarse en el sur de Francia. Todavía con las palabras calientes que refieren al muerto, Rick destapa el champagne y hace planes. Cándido, tampoco escucha que le deniegan su ofrecimiento de pasarla a  buscar por el hotel y acuerdan dificultoso encuentro en la estación. Es obvio que por más cuestiones de último momento que tuviera que hacer Ilse -es la excusa que ella pone-, en algún momento tendría que pasar por el hotel a buscar su equipaje. Libre de cuerpo llega a la estación, impecable, con su elegante piloto y se sorprende absolutamente de la ausencia de Ilse. Su sorpresa se transformará en un duelo no hecho porque está incapacitado para hacer el trabajo de anillar las frases, los pequeños datos que le han ido dando. La teoría que construye sobre lo sucedido -se la contará ofuscado a Ilse en Casablanca-, es que ella es una mujer lábil afectivamente, que se ha ido con otro, que ni siquiera cuenta los hombres con los que ha estado así como no recuerda la cantidad de días que estuvieron juntos.

Nuestro protagonista, acusado de algún delito que explica su inexplicable salida de Estados Unidos, inescrupuloso para el manejo de los documentos, tramposo con la ruleta -aunque nos identifiquemos con él porque favorece a quienes nos simpatizan como la pareja búlgara-, muestra en su teoría sobre Ilse su flanco más miserable. Rick no puede creer, por eso no puede escuchar, que una mujer no gire alrededor de él en tanto causa de deseo. Él, con su estilo, su elegancia y su condición, su bon-vivant es y se considera irresistible. Regnault lo dice con precisión y aprovechamos para introducir a nuestro cuarto protagonista: Rick es el hombre del que él se enamoraría si fuera mujer. Dicho de otro modo, toda mujer se enamoraría de Rick. Llevémoslo al extremo, ser mujer es enamorarse de Rick. Si la vida de una mujer bella presenta no pocas particularidades, la de un hombre del que las mujeres se enamoran es aún más extraña.

Pero el precio para una mujer al enamorarse de Rick no es menor, implica perder en gran medida la condición de objeto causa, para situarse en la posición de sujeto afectado por un hecho singular en la existencia. Exactamente eso es Rick en la vida de Ilse. Él les compite a las mujeres el lugar de ser la causa del amor y las ubica a ellas como sujeto. En su condición de “objeto causa”, Rick carece de recursos para recuperarse del abandono. Ilse, en su condición de sujeto es impotente para sostener una posición consistente.

Mujer de un militante político, su condición de mujer bella le ha permitido ser la elegida del líder que la paseará por el mundo como un trofeo que metonimiza los méritos del jefe. Sin embargo, ese movimiento la deja fuera de la gran causa del movimiento más allá de ser “la mujer de”. Si para Rick el encuentro con Ilse no supone cambios en su existencia pues él será un bon-vivant en la guerra y en la paz, en EEUU, Francia o Casablanca; para Ilse el cambio que produce el inicio de esta relación bordea lo catastrófico en términos de lo que hasta allí había sido su vida. Lo que conoce de la vida es que los hombres se enamoren de ella. Ella, en todo caso, admira al líder, pero no ha estado necesariamente enamorada. Ahora, de la resistencia al champagne, de quedarse para luchar por la causa a irse a un mejor lugar, del duelo por el muerto a casarse en medio de las bombas. Existiendo Rick, no le resulta posible sostener su lugar de causa. El mundo de Ilse se derrumba.

La presencia de Laszlo en París y la decisión de quedarse a cuidarlo la reposicionará, al menos por un tiempo, en sus habituales coordenadas. Para Rick, por el contrario, el gran cambio de su vida, es haber sido abandonado por Ilse. Lo esperan noches de ascetismo y borrachera, música que está prohibido tocar y por sobre todo, el cinismo. Lo vivido no son recuerdos sino pesadillas y resentimiento, los días vividos se cuentan de a uno y el descanso le es esquivo.

En consecuencia, si el encuentro de París mantuvo a Rick en su posición y produjo una torsión en Ilse, la brusca ruptura  pondrá a Ilse nuevamente en su lugar y dejará a Rick con su Yo resquebrajado, en espejos donde no se reconoce. Si a ella le alcanzan los recuerdos, él se regocija en el despecho.

En esas condiciones llega Ilse a Casablanca, lugar obligado para refugiados y por ello mismo lugar de encuentros y cruces, lugar de tránsito y provisoriedad, como los bares que regentea Rick.

Si atravesamos la inocencia facial de Ilse, vemos que entra en un bar cuyo nombre no le es ajeno, en un lugar y en una actividad que no son evidentemente incompatibles con Rick. Al ver a Sam, prosigue desafiante. Lo invita a tocar los temas de aquellos tiempos, cuyas letras parecen consejos a hombres despechados, y ante la negativa de Sam, insiste sin contemplaciones. Ya no es la mujer angustiada de París, aunque el nuevo encuentro con Rick la hará perder nuevamente las coordenadas que había recuperado al quedarse en París.

Para Rick es la gran oportunidad, no de reconquistar a Ilse tal como lo demuestra el final de la película que organiza nuestro comentario, sino de escuchar de parte de Ilse, el relato que lo vuelva a reposicionarse en el lugar que lo alivia, y por el que va por la vida en forma arrasadora: que ella le diga que sigue enamorada, que hay algo de él que le ha hecho marca, que él es Rebeca, una mujer inolvidable. E Ilse finalmente lo dice.

Esto explica que Rick no acepte el sacrificio de ella entregándole la visa a su esposo. En esas condiciones no habrá papeles para irse de Casablanca. Tampoco que Laszlo se sacrifique por su mujer. A Rick no le interesan los amores que otros puedan causar. O le interesa demasiado como se demuestra en su diálogo con la mujer búlgara y lamentándose de no poder producir un afecto así. Le interesa estar en ese lugar y quiere escuchar a Ilse entregar todo por él… sobre todo estar dispuesta a sustraerse de Laszlo o a forzarlo a perderla por causa de Rick. Este último, incluso, supone no tener que trabajar demasiado para que ella se acerque, por eso asevera sin hacer movimiento alguno, emborrachándose, que ella va a venir. Cuando llega, asevera que llegó antes de lo previsto. Cuando eso sucede, cuando Ilse habla, cuando le dice a Rick que él decida y piense por los tres, entonces los permisos de salida del país, ahora sí, son definitivamente para Ilse y Laszlo.

Mientras tanto, Laszlo se sobrepone de su sorpresa inicial y explica lo que le ha sucedido a Ilse en términos de depresión y soluciones a la soledad que sentía en París, una salida maníaca a una posición melancólica. Si las explicaciones de Rick, referidas a la labilidad sexual son miserables, la de Laszlo, que piensa a las mujeres ocupando el lugar de la causa o melancolizadas, son ingenuas o simplemente imbéciles. Soluciones de los hombres para su incomprensión de las mujeres: labilidad, depresión, cuestiones congénitas o genéticas, siempre queda el recurso de explicar todo con el período o el día femenino. Infinitos recursos que sitúan a la mujer en posición débil, lo que a su vez fortalece el ideal viril de ser el sexo fuerte, para evitarse el trabajo de escuchar. Además no entra en su machismo militante que su mujer esté enamorada de otro. Menos aún, su íntegra mujer, enamorada del dueño de un casino, un fullero, dedicado a acciones alejadas del compromiso político. Entra sí, la posibilidad de que otro esté enamorado de su mujer por eso dice: “estamos enamorados de la misma mujer” y que su mujer haya sido débil.  Equivoca el cálculo. Él está enamorado de una que se enamoró de otro, que a su vez sigue enamorado de sí mismo. Comparten con Ilse, cada uno a su manera, la admiración por Laszlo, el líder, ya que Rich no está dispuesto a hacer nada sustentable o constante por la causa.

Queda para Ilse la posibilidad de recuperar los recuerdos y haber tenido la experiencia de haber estado tan causada y enamorada por un hombre. Terminada la guerra, quizás tenga sus consecuencias. Nada indica que en una supuesta “Casablanca 2”, no encuentre un amor donde los lugares de sujeto y objeto causa no hayan quedado tan estereotipados como en sus relaciones con Rick y Laszlo.

Rick juega su carta y decide acompañado por los acontecimientos. Decide que Ilse parta con Laszlo, entonces, como decíamos al principio, Ilse decide irse porque sabe que no tiene cabida en la vida de Rick, quien está para “cuestiones importantes” que podrían traducirse, que está para atenderse a él.

La película tiene un fin sorpresivo aunque no por ello no anunciado a lo largo del film: la consolidación del vínculo entre Rick y Regnault, el comienzo de una bella y prolongada amistad. Regnault ya había manifestado su reconocimiento por la virilidad de Rick y hasta ciertos celos por el trato dispensado a Ilse. En algún sentido, su vida giraba en torno a Rick, por eso se detiene a observar si toma una copa con alguien en la mesa, si invita, si paga, va a ese bar, se reúne con él, hace apuestas, se confiesa “soy corrupto pero pobre”, se expone. Su interés por Rick está decidido. El americano goza silenciosamente de este dominio e instrumenta trampas en el casino que le permiten también controlar y definir algunos encuentros sexuales del jefe de policía que acostumbra a intercambiar sexo por visas. Comparten la condición de inescrupulosos, el odio por la Alemania nazi, que además de cuestiones políticas que unen a un americano y a un francés en tiempos de Hitler, genera un desagrado profundo por esa estética grotesca y prepotente. También comparten ese modo de la neutralidad que supone no dejar de ser un caballero, no generar enfrentamientos innecesarios, pero en ningún momento situarse por debajo del partenaire o ser un subordinado y mucho menos un “chupamedias”. Este encuentro no requise de brindis, ni de champagne. Aquí simplemente se rompe la botella que dice vino Vichi que es el nombre de quien se ha arrodillado al enemigo alemán. Sin referencias a ningún encuentro de tipo sexual podría decirse que se ha formado, inesperadamente para Rick, una pareja que ya se dispone a compartir el destino y los gastos.

 

Notas 


[1] La vida amorosa incumbe particularmente a nuestra praxis. No sólo porque la cuestión ocupa un lugar preferencial en el discurso de quienes se analizan sino porque la práctica misma se sostiene en lo  transferencial, un singular vínculo amoroso.

[2] Frase de Rick en la película.

[3] Véase el comentario en este mismo sitio web.


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