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El puerto

10/07/2012- Por Nicolás Cerruti - Realizar Consulta

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El puerto, punto de partida, de elección más que de capitón, reconcilió a un hombre con lo humano. No es poco esto, en un tiempo donde el escepticismo, la desventura, el ansia y el asco son nuestro sabor de cada día.

 

 

Ficha técnica y artística

Título: El Havre

Título original: Le Havre

Dirección: Aki Kaurismäki

País: Francia, Alemania, Finlandia

Año: 2011

Fecha de estreno: 30 de diciembre de 2011

Duración: 103 min.

Género: Drama, Comedia

Reparto: Jean-Pierre Léaud, Kati Outinen, Jean-Pierre Darroussin, André Wilms, Elina Salo, Evelyne Didi, Blondin Miguel

Web: www.janusfilms.com/lehavre

Distribuidora: Golem Distribución

Productora: Pandora Filmproduktion, Yleisradio (YLE), Pyramide Productions, Sputnik

 

 

Al Doctor Lito Matusevich.

 

No estaría escribiendo este texto si no fuera en el sentido de un profundo agradecimiento, por acercarme a algo más que una película El puerto—, que en sí misma cobra el sentido de un agradecimiento. Un agradecimiento redoblado entonces. 

El puerto, punto de partida, de elección más que de capitón, reconcilió a un hombre con lo humano. No es poco esto, en un tiempo donde el escepticismo, la desventura, el ansia y el asco son nuestro sabor de cada día.

El fabuloso historiador y más que novelista Tolkien se encontró con esto cuando pasó una de las dos guerras mundiales, y parió un ser mitológico El Hobbit, que arrojó al mundo con un gesto de intensa belleza y humildad. Para el fin del hombre imaginó su más allá como otra costa, y el más acá en el puerto. Todo es el puerto. El hombre es el puerto en su humanidad. Lo importante entonces no sería el fruto de un ida y vuelta (exportar e importar), sino de lo que llega hacia el puerto; lo que nos viene desde el interior hace al puerto.

El puerto, por eso, es una puerta que se abre, un irse en un camino, un partir; aunque la palabra esté gastada es una esperanza, y el aguijón más profundo de la belleza, un amor.

Es por eso que El puerto es una película de los que parten, de los que abren caminos, trazan una lectura de la vida, de las cosas, despojándose de las metas. En algún sentido las metan matan. Es por un hombre que lee y al leer traza una lectura que me acerco al puerto.

 

La película es estética en la detención de sus objetos. Son objetos que quedan, que de su recuerdo hay un uso, y su valor de memoria permanece. Son objetos que podríamos atesorar, si los guardáramos, pero en El puerto están ahí, interactuando. Son objetos frágiles, casi como los cuerpos, son objetos que hacen al semblante de lo frágil. Son cuerpos pobres. Son objetos humanos.

Pero hay otros objetos, los que irrumpen, rompen, pasan por encima, no se detienen… casi no sirven. En la película son todos asociados a la modernidad. Son los policías, no el detective; son las zapatillas de todos los que no llevan más zapatos; son los celulares… ya no los diálogos.

Una mezcla variopinta se encuentra en El puerto, como todo puerto, como toda ciudad que alberga a los que llegan. Pero este puerto tiene los aspectos del pueblo. La vida que corre, la anomalía de una suerte echada, el eje de una ciudad que se va y se va, es sólo una sombra detrás de los personajes que viven en el puerto (pero una sombra ominosa). Los personajes que hay en El puerto quieren ser todos de esos que llamaríamos queribles; a cada quien los acercará en la memoria a sus vecinos más cercanos, cuando no les teníamos miedo a los vecinos, cuando se podía uno apoyar en el vecino. Y aquí algo fundamental, en El puerto no se pide el apoyo, ocurre, como si fuese lo más natural. Es que era natural.

Si uno se dignaba a pasar un tiempo en la calle (como el protagonista), y de pronto se le antojaba un sándwich, lo más probable era que algún otro se tentara, y que el alimento fuese compartido, satisfaciendo algo más que el apetito. Hoy, con sólo ir diciendo esto, se entiende que habrá al acecho montones de hombres, de mujeres, de niños, que pedirán ese sándwich como último y a veces único recurso del día. En El puerto se trata de un tema de extrema actualidad: la migración, la absoluta y continua migración.

En la antigua Grecia el peor castigo era el exilio, peor que la muerte. ¿Seremos todos exiliados? ¿Iremos todos hacia ese lugar de no tener lugar?

La humanidad poseía antes en sus apellidos el lugar de referencia, porque era muy posible que donde nacieras, murieras. Pero ahora se nace con la idea de irse, se estudia con la idea de buscar nuevos horizontes, se trabaja para el mundo de más allá. Lo que El puerto reconoce es que hay un límite, y que si se lo quiere trazar lo único que se encontrará no es la transgresión, sino la apertura del camino. Es sumamente destacable cómo un gesto, un acto, desencadena la sucesión de actos que llevarían a una vida más vivible. Es que para que eso ocurra hay que poner el cuerpo de una manera no prevista, de una forma que nos saca de la rutina, del aplastamiento.

En El puerto uno se encuentra con eso humano que propone algo de lo humano como escusa: el cuidado. Se representa por ejemplo en la escasez de palabras, en la necesidad de silencios. Es que si uno comparte el silencio con otro sujeto humano, el efecto es casi mágico, sabe, ahí, en ese momento, que pudo vivir un poco más cómodo, ni tan angustiado ni tan preocupado.

El Puerto es la reflexión sobre la muerte, la inseguridad, el miedo, y una respuesta jugada, en forma de una película que siendo de este tiempo tiene la estética de otro. Es la película de un tiempo para el cuidado del otro.


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