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La vida de los otros

01/07/2008- Por Silvia del Carmen Pandolfi - Realizar Consulta

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El personaje principal, capitán Gerd Wiesler, es un concienzudo funcionario de la Stasi, capaz de descubrir traidores debajo de las piedras. Actualmente instruye a nuevos miembros de la organización a la vez que se encarga de las investigaciones de los posibles traidores al régimen, entre ellos, a Georg Dreyman, prestigioso escritor de la RDA, que convive con la célebre actriz Christa-Maria Sieland, quien se las arregla para sobrevivir congraciándose con las autoridades. Pero ¿qué ocurre con Gerd Wiesler cuando el azar lo coloca al frente de la operación de investigación de esta pareja?

 

     Ficha técnica y artística

Dirección y guión: Florian Henckel Von Donnersmarck

Dirección artística: Silke Buhr

Producción: Quirin Berg Max Wiedemann

Música: Gabriel Yared Stéphane Moucha

Fotografía: Hagen Bogdanski

Montaje: Patricia Rommel

Vestuario: Gabriele Binder

País: Alemania

Año: 2006

Duración: 144 min.

Género: Drama

Intérpretes: Martina Gedeck (Christa-Maria Sieland), Ulrich Mühe (capitán Gerd Wiesler), Sebastian Koch (Georg Dreyman), Ulrich Tukur (teniente coronel Anton Grubitz), Thomas Thieme (ministro Bruno Hempf), Hans-Uwe Bauer (Paul Hauser), Volkmar Kleinert (Albert Jerska), Matthias Brenner (Karl Wallner), Herbert Knaup (Gregor Hessenstein).

 

La vida de los otros

 

El film trascurre en la República Democrática Alemana (RDA) en 1984, años previos a la caída del muro que tendría lugar pocos años más tarde. Años en los que la Stasi (policía secreta del Ministerio del Interior) controlaba los movimientos de sus ciudadanos, y enviaba a la cárcel a aquellos que no comulgaban con la doctrina oficial, una dictadura totalitaria que corrompía las libertades individuales básicas induciendo a los ciudadanos a vivir en el anonimato si pretendían oponerse al sistema.

El personaje principal, el capitán Gerd Wiesler, es HGW XX/7, concienzudo funcionario de la Stasi, capaz de descubrir traidores debajo de las piedras, quien actualmente instruye a nuevos miembros de la organización a la vez que se encarga de las investigaciones de los posibles traidores al régimen.

Georg Dreyman, otro de los protagonistas, es un prestigioso escritor de la RDA, quien se las arregla para sobrevivir congraciándose con las autoridades, y no significándose demasiado. Así, se le permite cierto margen a la hora de expresarse, y no se le reprocha su amistad con algún elemento intelectual claramente disidente. Dreyman vive con la célebre actriz Christa-Maria Sieland, y cree estar lejos de la vigilancia de la Stasi.

El escritor, aunque afamado y premiado en su país, no es bien visto por Bruno Hempf, Ministro de Cultura y miembro del Comité Central del partido Comunista, quien sospecha que puede tener simpatías pro-occidentales y quiere descubrirlo en un renuncio como sea, pues cree que en el fondo no es afecto al régimen.

El circuito de la responsabilidad se nos presenta de modo lineal y está compuesto por un Tiempo 1 en donde hay una acción determinada en concordancia con el universo del discurso en el que se encuentra el sujeto y en que supuestamente se agota en los fines para los que se realizó, este es un tiempo en donde el universo particular se mantiene en las certidumbres del yo.

¿Dónde podemos ubicar un Tiempo 1 en la película La vida de los otros?

Cuando el capitán de la Stasi, Gerd Wiesler, sincero partidario de la dictadura comunista conocido por su disciplina y buen hacer, recibe la misión de su jefe, el teniente coronel Anton Grubitz, de espiar al autor teatral Georg Dreyman.

A fin de llevar a cabo la misión, un equipo de la Stasi comandado por Wiesler entra en el apartamento de Dreyman sin que él lo sepa e instala una compleja red de micrófonos que se conectan directamente  a una habitación situada en la buhardilla del bloque de apartamentos, donde Wiesler y un ayudante se turnan durante las 24 horas del día para oír todo lo que se dice y, al tiempo, escribir un informe con todo lo que escuchan y creen relevante.     

Wiesler se aplica a la tarea, escuchando durante horas las conversaciones que retransmiten los micrófonos colocados en el apartamento de Dreyman, se alimenta de las vidas de los otros. Y eso le convierte en ejecutor o salvador. Triste, tímido, reservado y solitario, ejemplo de como unos pocos hombres se sometían a trabajar por el Estado sin hacer preguntas, hombres grises, sin pensamientos ni vida privada. Su vida privada es la de los otros y no tienen otra. Muchos países de la élite comunista vivieron esta situación durante mucho tiempo, mostraron que el Estado teme más a su propia gente que al exterior. Los gobiernos pueden caer si su gente le da por pensar y tener una opinión diferente al gobierno. La gente gris, la gente como HGW XX/7, se encarga de poner una manta gris a las mentalidades populares y que todos digan azul cuando el Estado quiere que digan azul. La maquinaria estatal es implacable. Tanto que provoca que la gente se termine por suicidar porque no tiene mentalidad propia. Este es el universo del discurso en el que Wiesler se halla inmerso, él era un especialista y como tal era reconocido, era un instrumento en las manos de fuerzas superiores. Todo ligado a la época, la educación ideológica, la formación autoritaria, argumentos que sostienen la idea de la determinación a la que estaba sometido. Tenemos un ejemplo claro de la rigurosidad con que realiza su trabajo cuando una vecina curiosa observa el montaje del operativo y él, ante esta situación, la amenaza con echar a su hija de la Universidad si decía a alguien lo que había visto.

Wiesler realiza la acción suponiendo que se iba a agotar en los fines para los que es realizada, pero el Tiempo 1 se ve confrontado por un Tiempo 2, en donde algo esta señalando un exceso en lo acontecido”, tiempo en el cual aquel universo particular que era soportado en las certidumbres yoicas se quiebra emergiendo como posibilidad una pregunta acerca de cuál es la posición que el sujeto tenía al comienzo del mismo, tambalea el universo particular que era egosintónico y entonces aparece la egosdistonía.

Esto es lo que le ocurre a Wiesler. Como se mencionó anteriormente, en su rol de agente de la Stasi tiene muy claro cuáles son los pasos que debe seguir en una investigación, su trabajo es como el de un cirujano, limpio y preciso; pero determinadas actitudes lo interpelan, se siente atraído por la vida de estos personajes (Dreyman y Christa), se interesa por sus gustos musicales (Apassionatta de Behetoven) y literarios (Brecht), a punto tal de sustraer uno de sus libros. Llega al extremo de reproducir en el piso, con trazos de tiza, la distribución exacta de los ambientes de la casa de Dreyman  para así imitar sus pasos. Su empatía por el escritor y su novia sigue creciendo, elementos disonantes aparecen una y otra vez.

Estas acciones involuntarias nos alertan de una responsabilidad que atañe al sujeto en relación a aquello que desconoce de sí mismo, no se trata de la responsabilidad moral o social, sino de la responsabilidad subjetiva.

Esta situación interpela al sujeto, más allá de las fronteras del yo, y abre el circuito de la responsabilidad, dado un Tiempo 2, el de la interpelación, la ligadura al Tiempo 1 es ya un obligación a responder a esa interpelación. No hay forma de no responder pues la interpelación exige respuesta”.[1]

Las acciones realizadas pos Wiesler cobran un sentido en tanto se siente culpable, sabe que eso le pertenece, luego la culpa ob-liga[2] a una respuesta. Lo sucedido lo ubica de forma tal que se hace imposible volver atrás. Se liga retroactivamente el segundo tiempo con el primero, produciéndose una apertura en el circuito de la responsabilidad subjetiva.

Este circuito está posibilitado en la medida en que la necesidad y el azar, en tanto órdenes distintos pero homologables -en el sentido de que rigen más allá de la voluntad del sujeto- dejan una grieta habilitando este movimiento. Si no se da lugar a un punto de inconsistencia de estos, se aliena al Sujeto a otra especie del Otro. El azar en esta historia podría ubicarse en que Wiesler aceptara la invitación para ver la obra teatral de Dreyman y por ende se le encargue la misión de espiarlo. Si no hubiese aceptado las cosas podrían haber sido diferentes y el destino otro. De esta manera, le sacamos responsabilidad al Sujeto apelando al puro azar. El sujeto da respuestas frente a lo real, lo contingente que le sucede. También se podría ubicar la categoría de necesidad, Wiesler vive en un país donde las opciones no son muchas. Las calles desiertas, el cielo gris, las salas de interrogatorios, los silencios, los pinchazos telefónicos, los hombres de gris, todo ello forma parte del desolado “día a día” en el que los ciudadanos de la extinta RDA se movían. La gente no podía hablar, hacer chistes, expresarse, lo que muestra unas personas temerosas y asustadas, carne de cañón para convertirse en delatores y luego confidentes, capaces de traicionar lo que más quieren por el miedo a lo que les pueda pasar.

Todo esto sería tentador para intentar justificar su acción y sacarle el peso de la responsabilidad. Sin embargo, es preciso mantener en pie al Sujeto que toma la decisión, que elige su destino y que es responsable de sus actos.

Un Sujeto debe distinguirse de los determinismos que lo esperaban desde antes de su nacimiento. Si todo está determinado se borra el Sujeto y así el acto singular. La vida de Wiesler, al igual que la de los hombres y mujeres de su país, parece marcada por una dictadura totalitaria que corrompía las libertades individuales básicas induciendo a los ciudadanos a vivir en el anonimato si pretendían oponerse al sistema.

“La realidad se presenta, con todo su peso, en una doble vertiente: por un lado, como detonante de una situación conflictiva personal, pero –y al mismo tiempo- obturando la posibilidad de implicación, en tanto el sujeto puede hallar su escondite en el fenómeno compartido.[3] Sin embargo, esto no es justificativo para desresponsabilizar al sujeto por sus actos. La realidad que se le presenta parece límite pero también puede ser un desafío para el advenimiento de la singularidad.

Mientras Wiesler oía a Dreyman y a sus amigos disidentes ejecutar actividades contra la dictadura (como la escritura del artículo sobre las estadísticas de suicidios), Wiesler omite el tema en sus informes, y habla en cambio de una obra teatral para conmemorar el cuarenta aniversario de la RDA.  Además, le sugiere a su superior, Grubitz, que relaje la vigilancia de modo que él pueda ser el único que se ocupe de la operación, sin necesitar un ayudante. Esto forma parte de un Tiempo 3. De esta manera, Weisler se orienta en dirección a su deseo. Y así se realiza un acto de responsabilidad subjetiva que se inscribe en la dimensión ética de lo universal/singular. La responsabilidad subjetiva confronta al sujeto con aquello que perteneciéndole, le es ajeno. Da cuenta de un deseo instituyente que no se ata al poder del particular instituido.

Ante la interpelación el sujeto se ve obligado a responder, pero hay diferentes modalidades de respuestas, una de las posibilidades es la culpa, en tanto que La culpa se constituye así en el reverso de la responsabilidad. Cuando la responsabilidad del sujeto se halle ausente, aparecerá como sustituto, como contraparte, el sentimiento de culpa.[4], dando cuenta en el yo de la responsabilidad ausente en el sujeto, cerrando así el circuito. Otra forma de cerrar el circuito es la posibilidad de responder negando la implicancia subjetiva al modo de: “Yo nada tengo que ver con eso”. Un tercer camino implicaría una respuesta subjetiva que pone en juego el deseo, habilitando una dimensión ética que produce un sujeto más allá de todo particular preexistente.

Wiesler optó por este tercer camino, el de la responsabilidad subjetiva, el cual implica una apuesta por parte del sujeto, una toma de posición en relación a lo universal inscribiendo un acto que produzca un sujeto.

¿Qué consideramos una hipótesis clínica? Si algo ha emergido en el segundo tiempo des-ligado del universo particular, éste buscará re-ligarlo hallando una explicación a su presencia.[5]

Lo propio de la estructura neurótica es, como plantea Calligaris, que el saber paterno siempre está supuesto, está constantemente en incertidumbre de lo que quiere. Al subsumirse a un amo, se hace esclavo de este, cumpliendo sus órdenes y demandas. De esta manera, el saber paterno se transforma en sabido, se “crean” certezas. Los individuos se hacen instrumentos de un saber sabido y entonces “compartido”. Esto permite velar la falta. Le permite a Wiesler no saber nada de la castración, estar subjetivado como completo. Cuando su empatía con el escritor va en aumento al punto tal de sentir su vida como propia, se puede entrever el punto de quiebre del sentido. Su conjunto de significaciones se desorganiza. La posición de sumisión se ve conmovida. Se produce una hiancia en lo simbólico que llama al sujeto a responder. En este punto, donde se manifiesta la falta estructural, es en donde se puede suponer las mayores potencialidades de efecto sujeto”. Así, permite sostener y propiciar el punto de inconsistencia que da lugar a la responsabilidad subjetiva fundadora de sujeto[6].

Wiesler para salir del sufrimiento neurótico aliena su propia subjetividad, reduciéndola a funcionar como instrumento de un Otro completo, en este caso el totalitarismo reinante en esos años en la RDA.

“En este sentido se trata de reducir el campo neurótico de la subjetividad cada vez más, para llegar a una verdadera alineación en la cual un sujeto se sustenta sólo en su función de instrumento.[7] Así lo observamos al comienzo del film, un especialista, un hombre que dedica su vida al régimen totalitario, un hombre gris, reservado y solitario. Al bucear en lo más profundo de la vida de los otros es donde se encuentra con ese punto de ruptura, de quiebre de sentido, que le manifestó la falta estructural, fue cuando pudo hacerse responsable en términos subjetivos.

Nuestro hombre no sólo encubrió la publicación del artículo prohibido, sino que a sabiendas de que ya estaba en la mira de sus superiores decidió retirar las pruebas que incriminarían a Dreyman (la pequeña maquina de escribir oculta bajo el umbral de la puerta). Uno estaría tentado de decir que al encontrarse con ese punto de ruptura, de quiebre de sentido donde se demuestra la incompletud del universo previo junto con la caída de los ideales que allí lo sostenían, Wiesler se rebelaría contra el régimen totalitario para vivir su propia vida y no la de “los otros”. Pero no es así, Wiesler HGW XX/7 acepta que como consecuencia de sus actos, Grubitz su superior, lo destituye de su cargo, perdiendo así su posición de privilegio, es transferido al Departamento M, donde mecánicamente abre cartas con vapor durante todo el día, así continuará hasta la caída del muro, su existencia gris no se vio modificada, ya no era “el especialista”, pero de forma desfigurada siguió realizando el mismo trabajo de espionaje, continuó siendo un instrumento en las manos de fuerzas superiores, siguió funcionando como instrumento de un Otro completo.

 

Bibliografía

[1] D’Amore, O.: “Responsabilidad subjetiva y culpa”. En La transmisión de la ética: clínica y deontología. Vol.1 Fundamentos, Letra  Viva, Buenos Aires. 2006

[2] Idem.

[3] Kletnick, A.; Distefano, A.; Tolchinsky, D.:”La subjetividad de la época y el campo de la singularidad: entre el desamparo y la responsabilidad subjetiva”. En artículos de la Cátedra I Psicología, Ética y Derechos Humanos.

[4] Fariña, Michel J. & Gutiérrez, C.: “Veinte años son nada”. Causas y azares. Número 3. Buenos Aires. 1996

[5] Domínguez, M. E.: ”Los carriles de la responsabilidad: el circuito de un análisis”. En La transmisión de la ética: clínica y deontología. Vol.1 Fundamentos, Letra  Viva, Buenos Aires. 2006

[6] Salomone, Gabriela.:“El sujeto dividido y la responsabilidad”. En La transmisión de la ética: clínica y deontología. Vol. 1 Fundamentos, Letra Viva, Buenos Aires. 2006

[7]Calligaris, C.: “La seducción totalitaria”. En Psyché. 1987

 

Bibliografía consultada:

Calligaris, C.: “La seducción totalitaria”. En Psyché. 1987

D’Amore, O.: “Responsabilidad subjetiva y culpa”. En la transmisión de la ética: clínica y deontología. Vol.1 Fundamentos, Letra  Viva, Buenos Aires. 2006 

Domínguez, M. E.: ”Los carriles de la responsabilidad: el circuito de un análisis”. En la transmisión de la ética: clínica y deontología. Vol.1 Fundamentos, Letra  Viva, Buenos Aires. 2006 

Domínguez, M. E.: Aunque lo vean venir ¡Libre albedrío! Un saber-hacer-ahí con la vanidad. En Cine y Psicoanálisis. ElSigma. 5-4-07 

Fariña, Michel J.: Ética: un horizonte en quiebra. Eudeba, Buenos. Aires. 1998 

Fariña, Michel J.: Ética y cine.Segunda edición ampliada. Eudeba, Buenos. Aires. 2001 

Fariña, Michel J. & Gutierrez, C.: “Veinte años son nada”. Causas y azares. Número 3. Buenos Aires. 1996 

Gutierrez, C. & Lewkowicz, I.: “El desastre y su procesamiento: La insuficiencia Jurídica”. Seminario Intervención en catástrofes: ética y complejidad.

Kletnick, A.; Distefano, A.; Tolchinsky, D.:”La subjetividad de la época y el campo de la singularidad: entre el desamparo y la responsabilidad subjetiva”. En artículos de la Cátedra I Psicología, Ética y Derechos Humanos 

Mosca, J. C.: Responsabilidad: otro nombre del sujeto. En Ética: un horizonte en quiebra. Eudeba, Buenos. Aires. 1998

Salomone, G. Z.: ”El sujeto autónomo y la responsabilidad”. En La transmisión de la ética: clínica y deontología. Vol.1 Fundamentos, Letra  Viva, Buenos Aires, 2006 

Salomone, G. Z.: ”El sujeto dividido y la responsabilidad”. En La transmisión de la ética: clínica y deontología. Vol.1 Fundamentos, Letra  Viva, Buenos Aires. 20061
 


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