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Mi novia Polly

17/09/2010- Por Flavia Andrea Navés - Realizar Consulta

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El film ejemplifica cómo en determinados momentos de la vida se hace necesario tomar una decisión que nos cambie el rumbo de la misma. Tomar una decisión implica una toma de posición frente al hecho peculiar que nos ubica en la disyuntiva de elegir entre dos caminos posibles a seguir. No se trata de una elección moral, de elegir entre lo bueno y lo malo, entre lo correcto o lo incorrecto. Se trata de dar una respuesta que permite la emergencia de un sujeto de deseo inconciente.

 

 

Ficha técnica y artística:

Dirección y guión: John Hamburg.
País:
USA.
Año: 2004.
Duración: 90 min.
Interpretación: Ben Stiller (Reuben Feffer), Jennifer Aniston (Polly Prince), Philip Seymour Hoffman (Sandy Lyle), Debra Messing (Lisa Kramer), Alec Baldwin (Stan Indursky), Hank Azaria (Claude), Bryan Brown (Leland Van Lew), Jsu Garcia (Javier), Michele Lee (Vivian Feffer), Bob Dishy (Irving).
Producción: Danny DeVito, Michael Shamberg y Stacey Sher.
Música: Theodore Shapiro.
Fotografía:
Seamus McGarvey.
Montaje: William Kerr y Nick Moore.
Diseño de producción: Andrew Laws.
Dirección artística: Martin Whist.
Vestuario: Cindy Evans.
Estreno en USA: 16 Enero 2004.

 

El film “Mi novia Polly”, protagonizado por los actores Ben Stiller –Rubén- y Jennifer Aniston –Polly-, ejemplifica cómo en determinados momentos de la vida se hace necesario tomar una decisión que nos cambie el rumbo de la misma. Tomar una decisión es hacerse responsable, implica una toma de posición frente al hecho peculiar que nos ubica en la disyuntiva de elegir entre dos caminos posibles a seguir. No se trata de una elección moral, de elegir entre lo bueno y lo malo, entre lo correcto o lo incorrecto. Se trata de dar una respuesta que permite la emergencia de un sujeto de deseo inconciente, abriéndole paso, de esta manera, a la dimensión ética. Nos dice Oscar D`Amore “no hay responsabilidad sin culpa”, pero entonces ¿cómo dar una respuesta frente a la emergencia de la culpa? Es necesario que la culpa

ob-ligue[1] una respuesta frente a una situación para que resulte ubicable el circuito de la responsabilidad que da lugar a la emergencia de un sujeto, implicando una dimensión ética. Sin la interpelación subjetiva la respuesta no permitirá un efecto sujeto, la misma será dada desde las figuras de la culpa y el sujeto quedará anclado en el mismo universo del que partió.

Rubén es evaluador de riesgos personales, trabaja en relación de dependencia para una compañía de seguros. Proyecta su actividad laboral a la vida misma, teniendo todo calculado, su casamiento, su luna de miel, la compra de su departamento. Sus aspiraciones giran en torno de los valores tradicionales y su meta es casarse y tener hijos tal como lo hicieron sus padres. No se cuestiona demasiado las cosas, si las mismas responden a los valores morales que ha aprendido a incorporar desde su infancia. Es su madre la que dirige toda su vida, tomando las decisiones por él. Rubén se casa con Lisa, un agente de bienes raíces, creyendo que será para toda la vida, pero en la luna de miel la encuentra con un buceador profesional en la cama, haciendo el amor. Esta situación confronta a Rubén con la necesidad de tomar una decisión.

Abandona a su esposa en plena luna de miel y se vuelve a su ciudad. Su mejor amigo, ya enterado por su madre de lo sucedido, lo invita a un evento social donde el azar permitirá que se reencuentre con Polly, una compañera de la secundaria que está trabajando como camarera en el evento. Ella es exactamente lo opuesto a él, vive el presente, no evalúa riesgos, es impredecible, espontánea y jovial. Tienen una pequeña charla. Él debe retirarse contra su voluntad por un accidente que sufre su amigo. Sin embargo, a pesar del corto tiempo que duró el encuentro, se despertó en Rubén un interés hacia ella que le permitirá poner en marcha el circuito de la responsabilidad.

Luego de unos días, decide salir en busca de Polly, averigua sus datos en la guía telefónica, sin embargo al llamarla y escuchar su voz no se anima a responder. Ella devuelve el llamado al número que quedó registrado en su teléfono. Frente a esta situación, Rubén se descubre sin recursos para enfrentar la realidad y como toda respuesta tira el teléfono por el aire. A pesar del miedo se da otra oportunidad para enfrentarla, esta vez decide pasar por su casa, argumentando no saber que ella allí vive, fingiendo un encuentro por casualidad. Polly hace alusión a la llamada telefónica que recibió, pero Rubén replica que “esas son cosas que a la gente le pueden pasar”. La invita a salir y es ella la que duda en aceptar, poniendo como excusa que debe consultar la agenda. Rubén no desiste y le ofrece su tarjeta personal. Polly la toma y la guarda indecisa. Luego de unos días que ella utiliza para pensar qué quiere hacer, lo llama por teléfono a su trabajo aceptando su invitación y proponiendo día, lugar y horario para la cita, Rubén acepta sin ningún tipo de objeción.

Esta acción que llevó a cabo Rubén se ubica en el primer tiempo del circuito de la responsabilidad, agotándose en sí misma al cumplirse su objetivo, ya que le permite a Rubén  salir con Polly. Pero, será interpelada en un segundo tiempo, obligándolo a dar una respuesta a dicha interpelación.

¿Podrá Rubén responder subjetivamente, produciéndose en él un efecto sujeto?, o ¿quedará atrapado en las figuras de la culpa sin poder ampliar su universo de significaciones?

La primera cita es un éxito, se divierten mucho juntos y a pesar de sus miedos programan otro encuentro. Se abre así un camino nuevo para ambos que les permitirá conocerse. Sin embargo, Rubén no puede sincerarse con ella, no le dice que está casado y mucho menos que fue engañado por su mujer en plena luna de miel. No sabe cómo Polly tomaría su verdad. El miedo lo paraliza y decide callar. No obstante su madre, en un encuentro fortuito con la pareja, decide por él una vez más, y sin ningún preámbulo le pregunta a su hijo por Lisa, aclarando que es su mujer. Polly sorprendida lo interroga con la mirada y es su madre quien le hace saber que en plena luna de miel lo engañó con un buceador profesional que se encontraba ofreciendo sus servicios por las playas donde ambos disfrutaban del sol en plena luna de miel. Rubén sólo se calla, no opone resistencia al discurso de la madre, le permite que opine sobre su vida como si fuera propia. Tal como hizo su padre frente a su madre durante toda su vida, al punto de no escuchar una opinión suya, Rubén sólo la escucha y ofrece silencio.

Con el paso del tiempo, Polly visita el departamento de Rubén. Al llegar ambos al mismo se encuentran con Lisa, quien ha regresado con la intención de retomar su relación con él y continuar su vida de casados, como si nada entre ellos hubiera sucedido. Polly decide irse para dar lugar a una charla entre ambos.

Esta situación obliga a Rubén a elegir entre conservar su matrimonio o aventurarse a lo impredecible que implica sostener su relación con Polly. Durante la misma, Rubén comienza a reformular sus ideales, se cuestiona, cambia de actitudes, come con la mano, van a bailar al sitio que Polly frecuenta, la invita a su oficina y almuerzan en ella. Se introduce en el mundo de ella y comienza a intuir que algo comienza a resquebrajarse en su universo simbólico.

Este segundo tiempo del circuito de la responsabilidad le hace saber a Rubén que algo anda mal, que algo va más allá de lo esperado. Comienzan a vacilar sus convicciones, dando lugar a la perplejidad. Sin embargo, frente a la elección que se le presenta, no duda en recurrir al programa de riesgos que tiene en su computadora para tomar la decisión correcta frente a la encrucijada que le presenta la vida. Gracias a que el programa vaticina, como mejor opción a Polly, continúa su relación con ella. Por circunstancias ajenas a su voluntad Polly descubre que la elección de Rubén se basa en los resultados de análisis de riesgos, luego de compararla con Lisa y no en una convicción de él, a partir de este momento da por finalizada la relación.

Rubén no logra retomar su vida anterior. A pesar de volver con su esposa, cumpliendo con las exigencias de los demás, intenta comunicarse varias veces con Polly a pesar de la negativa que ella ofrece. 

Es la culpa la que le permite retornar sobre la acción por la que debe responder. Entonces Rubén comienza a sufrir por sus conductas, aparece la interpelación subjetiva dependiente de la culpa, relee su acto, se hace preguntas, allí donde el universo de significaciones se había cerrado se abren nuevas líneas de sentido, permitiendo que la singularidad se abra paso. Será preciso dilucidar si la culpa adquirirá una figura de taponamiento, obturando la posibilidad de un tercer tiempo en el que se produzca un acto psíquico que dé cuenta de un efecto sujeto, siendo sólo posible su emergencia en la singularidad de la situación en que Rubén está inmerso, permitiéndole esto transitar exitosamente por los carriles del circuito de la responsabilidad.

Rubén y su mujer son invitados a ver una obra de teatro en la que su amigo actúa. Este discute con el resto del elenco de la obra y este hecho hace que el padre de Rubén, que nunca antes había hablado, le dijera: “Siempre es la misma historia, hiciste una película hace cien años. A partir de ese momento te creíste mejor que los demás, ¿porqué no lo superas y seguís con tu vida?, lo importante no es lo que ocurrió en el pasado o lo que pueda ocurrir en el futuro. Lo importante es la experiencia, no tiene sentido pasar por todo esto si no vas a disfrutar de la experiencia y ¿sabes qué? Cuando menos lo esperes te ocurrirá algo fantástico, algo mejor de lo que habías planeado”.

Esta intervención del padre, quien siempre consintió que su mujer tomara todas las decisiones, le permitió a Rubén re-significar sus acciones y tomar la decisión correcta, haciéndose cargo de su deseo, genuino deseo inconciente que habita en el sujeto. Le dice a su esposa lo que realmente piensa de ella y sale en búsqueda de Polly, luego de algunas peripecias, se encuentra con ella y le pide perdón explicándole que desde que están juntos nunca se había sentido más incómodo, fuera de él, avergonzado y enfermo en toda su vida, pero le aclara también que nunca lo habría podido soportar si no hubiese estado enamorado de ella, y además agrega: “quizás tengas razón, si subes a ese avión y te vas a donde fuese que sea jamás sabremos si pudo haber sido algo más, no quiero que te vayas Polly”. Ella como toda respuesta le dice que no quiere casarse. Él entonces le responde: “no quiero casarme. Sólo quiero invitarte a cenar esta semana”.

Rubén se sabe culpable. Se hace responsable y responde subjetivamente, ya que como dice Lacan, “sólo se puede ser culpable de haber cedido en su deseo”. De esta manera se produce en Rubén un efecto sujeto que abre la dimensión ética, quebrando su universo particular y produciéndose un sujeto de deseo inconciente.

 

 

Bibliografía

  • D´Amore, Oscar. “Responsabilidad subjetiva y culpa”. En La transmisión de la ética: Clínica y Deontología. Editorial Letra viva, 2008. Buenos aires, Argentina.
  • Dominguez, María Elena. “Los carriles de la responsabilidad: el circuito de un análisis”. En La transmisión de la ética: Clínica y Deontología. Editorial Letra viva. 2008. Buenos aires, Argentina.
  • Lewkowics, Ignacio. “Particular, Universal, Singular”. En Ética, un horizonte en quiebra. Cáp. III. Eudeba,  2008. Buenos Aires, Argentina
  • Michel Fariña, Juan J. “Lo universal-singular”. En Ética, un horizonte en quiebra. Cáp. IV. Eudeba, 2008. Buenos Aires, Argentina.
  • Mosca, J.C. “Responsabilidad, otro nombre del sujeto”. En Ética, un horizonte en quiebra. Cáp. III. Eudeba, 2008. Buenos Aires, Argentina
  • Salomone, Gabriela. “El sujeto dividido y la responsabilidad” En La transmisión de la ética: Clínica y Deontología. Editorial Letra viva. 2008 Buenos aires, Argentina.
  • Salomone, Gabriela. “El sujeto autónomo y la responsabilidad”. En La transmisión de la ética: Clínica y Deontología. Editorial Letra viva. 2008. Buenos aires, Argentina.

 



[1] D´Amore, Oscar: “Responsabilidad subjetiva y culpa”. Pag. 152.


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