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My blueberry nights

12/03/2009- Por Marcela Brunetti - Realizar Consulta

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Dice el director Wong Kar-Wai: “Es verdad que mis personajes están terriblemente solos, pero quieren dejar de estarlo. Buscan desesperadamente algo: lo malo es que lo que buscan ya pasó. Yo quiero saber qué les ocurre a esas personas que no se encuentran nunca…”. El amor juega como una fuerza centrífuga que arroja a los personajes fuera de la historia, los deja en la ruta, en un bar, en el casino. Y esto arma cierto estilo de encuentros, con “algo” o, a veces, con suerte, con “alguien”.

Ficha técnica y artística

 

 


Dirección:
Wong Kar-Wai.
País:
Hong Kong, China y Francia.
Año: 2007.
Duración: 111 min.
Género: Drama.
Interpretación: Norah Jones (Elizabeth), Jude Law (Jeremy), David Strathairn (Arnie), Rachel Weisz (Sue Lynne), Natalie Portman (Leslie), Chan Marshall (Katjia).
Guión: Wong Kar-Wai y Lawrence Block; basado en un argumento de Wong Kar-Wai.
Producción: Wong Kar-Wai y Jacky Pang Yee Wah.
Música: Ry Cooder.
Fotografía:
Darius Khondji.
Montaje: William Chang Suk Ping.
Diseño de producción: William Chang Suk Ping.
Vestuario: William Chang Suk Ping y Sharon Globerson.
Estreno en Hong Kong: 3 Enero 2008

 

 

My blueberry nights

 

 

My blueberry nights es la primera elícula rodada en inglés y en los Estados Unidos del director chino Wong Kar Wai. Es también el debut cinematográfico de la cantante Norah Jones, quien protagoniza y enlaza las historias del film.

Ver una película de este director es una experiencia visual, estética y sensible. La conjugación de música -en ésta cambia los clásicos boleros por el jazz-, colores y planos es seguramente el lugar donde reside su mayor fuerza. No se trata de diálogos complejos ni giros argumentales sorprendentes; no en vano, el director ha revelado alguna vez que rueda sin guión (no al menos uno cerrado). Según él mismo ha declarado, la historia es una parte de la película, pero una película no es solamente una historia. Yo escribo con imágenes.

Dice la crítica: La idea es disfrutar contemplando una obra de arte sobre cómo las personas adoramos sufrir y hacernos daño jugando con el amor. En el festival de Cannes la etiquetaron de caramelo vacío”. Responde el director: Es verdad que mis personajes están terriblemente solos, pero quieren dejar de estarlo. Buscan desesperadamente algo: lo malo es que lo que buscan ya pasó. Yo quiero saber qué les ocurre a esas personas que no se encuentran nunca…”

El amor juega como una fuerza centrífuga que arroja a los personajes fuera de la historia, los deja en la ruta, en un bar, en el casino. Y esto arma cierto estilo de encuentros, con “algo” o, a veces, con suerte, con “alguien”. Dice el director que el espacio define los personajes. No hay casas, no hay interiores, nada que se pueda asociar a la idea de pertenencia. Son lugares y personajes de tránsito.

Hay antecedentes de esto. En Con ánimo de amar nos encontramos con un guión austero, y altamente emotivo; hay una pareja de amantes que se hacen una vacía compañía, el adulterio superficial queda fuera del relato. 2046. Los secretos del amor es la continuación. Vemos allí un desfile de mujeres que revolotean alrededor de un escritor para que éste sólo las disfrute y las deseche. Es real y onírica, actual y pasada. Es un lugar. Recuerdos perdidos es lo que quieren las personas que viajan a ese lugar.

Seguiremos a Bassols para pensar la soledad y las estructuras clínicas. Habría una primera soledad que es generalizable para todo sujeto de la palabra. Es la falta en ser. Es una soledad estructural, ue no se opone al lazo con el Otro, sino que lo supone.

En el campo de las neurosis se abren dos posiciones del sujeto, que son dos pasiones por la soledad. Una es la estrategia de la neurosis obsesiva, que consiste en evitar el lazo con el deseo del Otro. Esto puede ir desde la reivindicación de la soledad, hasta la posición desgarradora de hacerse rechazar por el Otro. La otra estrategia es la del sujeto histérico, que no trata de ignorar el deseo del otro, sino que su pasión es la de la excepción. Supone también un lazo muy fuerte con el Otro, pero bajo la condición de hacerle falta. Allí se significa su soledad. En ambos casos se trata de las falsas soledades de la neurosis. Ahora bien, cuando el lazo con el Otro mediante la función fálica no es posible, nos encontramos con la soledad del psicótico. Es esta una verdadera soledad. Por otro lado, tenemos al perverso en quien habría una exigencia en la soledad inherente a la satisfacción de la pulsión.

Volviendo a Wong Kar Wai. La pareja de Con ánimo de amar responde a la intención del director de crear personajes que “están terriblemente solos pero quieren dejar de estarlo”. Es una de las películas que podemos ubicar por el lado del amor. No podríamos decir lo mismo del personaje de 2046, quien propone cierto tipo de goce sin fin, allí donde sólo se implican los músculos. Film que está del lado del goce.

En My blueberry nights, los personajes de Rachel Weisz, David Strathairn y Natalie Portman, se muestran con estridentes desarreglos de goce. No disponen de un saber-hacer que se enmarque bajo alguna forma de legalidad. Alcohólicos, jugadores compulsivos que están expuestos al goce pulsional en un borde muy mortificante. No faltan muertes, amenazas. En ellos, las palabras y los cuerpos se ven más separados. Se trata de  personajes que están orientados por la vía del objeto.

Con Jeremy y Elizabeth, el director deja caer la estética del escepticismo ¿Qué diferencia a estos personajes de otros? Parece ser una cuestión de movimiento, no están ni parados ni caídos, están en la grieta que se arma en ese intersticio. Vacilan, y por eso tal vez fascinan, dan a ver algo del lugar irrepresentable para cada uno de nosotros. Son personajes que conservan cierta tonalidad, aunque están adormecidos por el dolor de los recuerdos.

Podríamos ubicarlos dentro de lo Universal de las estructuras clínicas (histeria y neurosis obsesiva) y con ello, sus singulares posiciones. Ella, despechada por un amor no correspondido, emprende un viaje para exorcizar el dolor cuando experimenta el no hacerle falta al Otro. Jeremy, personaje sin demasiado brillo, dueño de un bistró, deviene para ella: “alguien con quien charlar”.

Él tiene colecciones de llaves que grafican los desencuentros, y al modo del relato del obsesivo, cuenta los detalles de cada uno de ellos, un “coleccionista de soledades”, podríamos decir. Pareciera que el director está queriendo metaforizar algo del sujeto con el particular uso que hace de ciertos objetos. Elizabeth no dejó ahí su llave, en esa caja de coleccionista quedó un lugar vacío. Pero algo él tiene que guardar: serán las postales que ella incansablemente le envía. Pero ya estamos en la pista de que no se trata del mismo objeto.

Sin embargo, y a pesar de sus interminables cartas, no todo pasaba por la escritura. Sabemos que se trata de arreglárselas con lo fuera de sentido. El plus del viaje de ella no fue lo propio de las road movies, “viajar para conocerse más a sí mismo”.  Tuvo que dar cierto rodeo por historias ajenas, de las que finalmente se sirvió para recortar algo de su posición de goce. Regresa un personaje con otra dignidad. Y él no está tan apasionado por su soledad. Donde estaban las llaves, (menos una), hay  flores. La espera, con un sitio en la barra que dice “reservado” y ella se muestra dispuesta a ocuparlo.

Si el psicoanálisis puede ofrecer la invención de un nuevo estatuto para la soledad, una soledad más habitable, es por el reconocimiento del goce de la pulsión al cual responde: un goce no tan encarnado en el otro.

Quienes intentan criticarla, tal vez en estos tiempos estén haciendo un elogio, dicen: My Blueberry Nights es una preciosa repetición de la misma película que lleva rodando Wong durante todos estos años.” Tal vez lo sea desde un punto de vista puramente estético, allí se ve la marca de autor. Pero esta crítica que pudo ver que algo diferente irrumpía en el hilo narrativo propio del director: lo más estragante del objeto se descorría para hacer surgir la pulsión de una manera más compatible con la vida. Tal vez estos rodeos sean los propios de la secuencia fantasmática del director y ¿por qué no? estos dos personajes que no hacen serie con los otros, despunten algo de la condición subjetiva del autor en su vacilación mas esencial. Un detalle: la música final es la misma de Con ánimo de amar, pero ahí los personajes terminan solos; y acá, juntos. Pero no “felizmente” juntos, parecen advertidos de las dificultades del amor, decidiendo hacer algo.

Ahora el escepticismo correrá de mi parte: tal vez sólo se trate de estar filmando “Hollywood endings”. Habrá que esperar sus próximos films para ver cómo se juega su estilo, siempre ligado a una ética.

 

 

 


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