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¿Perversión o suplencia perversa? Análisis de la película “La profesora de piano”

16/01/2020- Por John Jairo Quitian Murcia - Realizar Consulta

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La película de Michael Haneke estrenada en el 2001, adaptación de una novela del mismo nombre, relata las vicisitudes de una profesora de piano respecto al goce y su búsqueda. Empezaré señalando la imposibilidad de reducir lo sexual a un simple discurso. En el inconsciente no hay representación posible sobre el sexo y la muerte.

 

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Ficha técnica y artística

 

Título: La profesora de piano

Título original: The piano teacher

Dirección: Jane Campion

País: Francia, Australia, Nueva Zelanda

Año: 1993

Duración: 121 min.

Género: Drama, Romance

Reparto: Holly HunterHarvey KeitelSam NeillAnna PaquinKerry Walker, Geneviève Lemon, Tungia Baker, IanMune, Peter Dennett, Te Whatanui Skipwith, Pete Smith, Bruce Allpress, Cliff Curtis, Carla Rupuha, Mahina Tunui, Hori Ahipene, Gordon Hatfield, Mere Boynton, Kirsten Batley, Tania Burney, Annie Edwards, Harina Haare, Christina Harimate, Steve Kanuta, P.J. Karauria, Sonny Kirikiri, Alain Makiha, Greg Mayor, Neil Mika Gudsell, Guy Moana, Joseph Otimi, Glynis Paraha, Riki Pickering, Eru Potaka-Dewes, Liane Rangi Henry, Huihana Rewa, Tamati Rice, Paora Sharples, George Smallman, Kereama Teua, Poamo Tuialii, Susan Tuialii, Kahumanu Waake, Lawrence Wharerau, Eddie Campbell, Roger Goodburn, Stephen Hall, Greg Johnson, Wayne McGoram, Jon Brazier, Stephen Papps, Nicola Baigent, Ruby Codner, Karen Colston, Verity George, Julie Steele, Timothy Raby, Jon Sperry, Isobel Dryburgh, Claire Lourie, Rose McIver, Amber Main, Rachael Main, Sean Abraham, Tomas Dryburgh, Simon Knight-Jones, Julian Lee, Daniel Lunn, Barbara Grover, Arthur Ranford, Rob Ellis, Terrence Garbolino, William Matthew, Nancy Flyger, George Boyle, Jason Aranui, Thomas Crowe, Shane Howell, Sam Ingley, Lance Kahukiwa, Graham Kereama Barrett, Wayne Kingi, Lucas Puhi Thompson, Peter Rangitaawa, Joseph Samuel, Thomas Searancke, Philip Taiaho Heke, George Te Huia, Alfred Tiaki Hotu, Flynnthe Dog

Distribuidora: Cinemussy

Productora: Australian Film Commission, The, CiBy 2000, Jan Chapman Productions, New South Wales Film & Television Office

Dirección: Jane Campion

Dirección artística: Gregory P. Keen

Fotografía: Stuart Dryburgh

Guión: Jane Campion

Maquillaje: Bob McCarron, Clifford Hughes, Deirdre Haworth, Eithne Curran, Francia Smeets, Katherine James, Marjory Hamlin, Michelle Page, Noriko Watanabe, Stephen Price, Stuart Conran

Montaje: Veronika Jenet

Música: Michael Nyman

 

  

  La película de Michael Haneke estrenada en el 2001, adaptación de una novela del mismo nombre, relata las vicisitudes de una profesora de piano respecto al goce y su búsqueda. Empezaré señalando la imposibilidad de reducir lo sexual a un simple discurso. En el inconsciente no hay representación posible sobre el sexo y la muerte.

 

  También es importante recalcar que al hablar de una posición, neurótica o perversa, estamos ante un posicionamiento del sujeto frente al goce; se podría decir que es una forma de ubicarse en el mundo desde el disfrute en el malestar.

 

  Lo que en un primer momento aterra a Walter, supuesto partenaire de la protagonista, es la visión sadomasoquista que tiene ella respecto al encuentro sexual. Al parecer, esta profesora posee un “saber hacer” con lo sexual que excede al otro. Si nos ubicamos por esta senda podemos conjeturar que el goce masoquista es un “yo gozo, el goza, gocemos” (Vegh, 2010, Pp. 77) aunque dicha dialéctica no es tan simple.

 

 

Primera vuelta ¿un sujeto perverso?

 

  Son varios los puntos de posible análisis respecto a un caso de perversión. La madre de Erika se presenta como una totalidad en la vida de su hija, lo cual nos puede llevar a pensar en una madre fálica no castrada. Para Erika su madre es aquel ser que guarda sus más íntimos secretos y solo se puede mostrar en falta con ella.

 

  En una parte de la película se hace manifiesta la envidia que le despierta a Erika una estudiante sobresaliente que en cualquier momento la puede aventajar, noticia que le es comunicada a la madre. La complicidad que se genera entre las dos desemboca en un desprecio por los hombres, y por cualquiera que atente contra la posición de saber de Erika.

 

  Resalta el gusto de Erika por oler y escuchar. Respecto a lo primero, en una escena ella se encuentra en una cabina pornográfica y huele un pañuelo usado mientras ve una película para adultos. Esta escena nos puede indicar la serie metonímica del goce de los desechos que quedan después de un encuentro sexual.

 

  El placer por el ver, el oler y el escuchar muestran, por un lado, la plasticidad de la pulsión y, por el otro, que estos componentes escapan a la represión pero generan un compromiso que arroja cierta idealización. El orinar, acto que ella ejecuta al escuchar a una pareja teniendo sexo, también hace parte de esta serie que remite al goce.

 

  Más que posibles fetiches, estos pequeños goces se relacionan directamente con el cuerpo, lo cual nos recuerda aquella cita de Sade que trae Lacan: “Tengo derecho a gozar de tu cuerpo, puede decirme quienquiera, y ese derecho, y ese derecho lo ejerceré […]” (Lacan, 1963, Pp. 730), y en este caso también tienen que ver los desechos y restos que quedan. 

 

                         

   

  Respecto al partenaire, la protagonista se hace objeto de goce mostrando en falta a Walter que, en un primer momento, se niega a ser cómplice del goce de la maestra. Ella conoce al joven en una velada donde interpreta a Bach y él queda entusiasmado con la presentación que ella brinda. Poco después Walter ingresa a la academia donde es profesora Erika y se convierte en su alumno, dando inicio a una relación amorosa.

 

  En una escena ella le da una carta donde le indica su total disposición a cierto tipo de vejámenes masoquistas. En un segundo momento él se hace partícipe del fantasma masoquista de ella con consecuencias desastrosas. Erika impone su creencia y su semblante considerándolo de valor absoluto, es decir el goce masoquista.

 

  Dicho movimiento parece hacer mella en Walter, que se moviliza de manera agresiva imponiendo, en este segundo momento, su visión de lo sexual, penetrativo, arrojando a la maestra a un plano del goce desconocido para ella.

La sumisión del sujeto a los vejámenes del otro se aproxima a un anticipo de la muerte, siendo el cuerpo un desecho que se libera de su yo convirtiéndose en receptor de dolor y placer.

 

  Cabe aclarar que el goce comienza cuando termina el placer con relación a una dialéctica del objeto ya expuesta por Freud en lo que llamo el juego del Fort-da. El masoquista provoca la angustia en el otro al mostrarlo tachado. El fantasma de ella lo pone en falta ubicando a Walter como un neurótico que se verá sobrepasado por los deseos del masoquista.

 

  La imposibilidad del encuentro sexual denota el no querer saber de la relación sexual, “[…] de lo imposible de inscribir la relación sexual entre dos cuerpos de sexo diferente” (Lacan, 1973, Pp.146)

En su soledad Erika tiene tiempo para estructurar un fantasma a la par que perfecciona su método musical y se permite pequeños goces de su cuerpo:

 

“La prueba es que, cuando lo dejan solo, sublima todo el tiempo y a todo meter, ve la Belleza, el Bien, sin contar lo Verdadero […] Pero lo verdadero es que la pareja del otro sexo sigue siendo el Otro” (Lacan, 1973, Pp. 146)

 

 

Segunda vuelta ¿un sujeto psicótico?

 

  Si analizamos a Erika a la luz de las conjeturas plasmadas por Jean-Claude Maleval podríamos aproximar varios hechos que pueden apuntar a una modalidad de suplencia que es elaborada por sujetos psicóticos para solventar el problema de la Forclusión del significante Nombre-del-padre y la carencia del anudamiento borromeo.

 

  En primera instancia se puede ubicar el desprendimiento del cuerpo que se evidencia en varias escenas, en especial la última en la cual ella se clava un objeto cortopunzante a la altura del pecho. Una posible lectura es la muerte simbólica que ella se infringe para salir del deseo del Otro materno. Otra lectura se puede relacionar con la marca unaria que al no ser simbolizada, o tramitada por el Edipo, se plasma como letra en la piel.

 

  La búsqueda de humillación la lleva a un momento extremo donde quiere ser presa de sevicias por parte de Walter. Si tomamos sus palabras al pie de la letra, ella siempre estuvo a la búsqueda de alguien que pudiera satisfacer sus demandas, y es cuando ella se encierra con Walter donde pone en acto su deseo:

 

“La falla de lo imaginario que lo conduce a poner en acto lo que otros teatralizan, parece, por el contrario, un índice importante a favor de un masoquismo que descansa sobre un funcionamiento psicótico” (Maleval, Pp. 4)

 

  El devenir mutilación real, que en el perverso es simulacro, da un elemento de análisis que tiene que ver con la automutilación en la psicosis. Erika se mutila (ablación) en la bañera con una cuchilla, sin mostrar el más mínimo rasgo de dolor antes de ir a cenar con su madre.

 

  Podríamos incluir otro elemento que es la carencia paterna y su no aprehensión de la mediación simbólica. El trasgredir a la madre en un acceso de goce, después de ser víctima de las humillaciones de Walter, hace parecer que las vicisitudes edípicas, sus problemáticas y prohibiciones, son ajenas a ella.

 

  Cabe destacar que al volverse la encarnación del objeto a, ella se libera del semblante, el ser maestra, y toma un lugar entre los desechos identificándose con el objeto caído, pura caída imaginaria. En una escena Erika expone su fantasma a Walter: pide explícitamente que su lengua se introduzca en el ano de él, producto de los puñetazos que le debe propinar en el estómago.

 

  Con estas puntualizaciones, acogiéndonos a la propuesta de Maleval, podríamos ubicar a la protagonista de la película dentro de una estructura psicótica pero que, gracias al anudamiento perverso en clave masoquista, no cae bajo los padecimientos crudos de aquel que está a merced de los delirios y alucinaciones más extremos. Pero aun con esta aproximación difícilmente se llegará a una conclusión.

 

  Maleval indica que la asociación de conductas perversas y estructura psicótica “continúa teniendo una frecuencia que carece de proporción con la escasez de estudios que le son dedicados” (Maleval. Pp. 11)

 

  Ya sea perversa, psicótica o neurótica, la protagonista de la película La profesora de piano nos muestra los ires y venires del sujeto y el goce. El comentario expuesto en relación con la estructura y su suplencia se convierte en una de muchas lecturas que se pueden realizar con este material fílmico, por lo cual considero inconcluso el trabajo aquí desarrollado, sujeto entonces a otras lecturas y posibles ampliaciones.

 

 

Imagen*: http://catalogo.artium.eus/dossieres/cine/la-pianista/sinopsis

 

 

Bibliografía 

 

·        André S. (1995) La impostura perversa. Buenos Aires: Paidós.

·        Lacan J. (1963) Escritos 2. Kant con Sade. CDMX: Siglo XXI. 2009

·        Lacan J. (1972-1973) El seminario, libro 20. Aun. Buenos Aires: Paidós. 1981

·        Maleval J. Suplencia perversa en un sujeto psicótico.  https://studylib.es/doc/464163/suplencia-perversa-en-un-sujeto-psic%C3%B3tico

·        Vegh I. (2010) El abanico de los goces. Buenos Aires: Letra Viva.

 

 

 


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