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Ratatouille

04/07/2007- Por Astrid Álvarez de la Roche - Realizar Consulta

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A pesar de la consideración de Disney, la palabra Ratatouille hace referencia a un plato de la comida francesa originario del siglo XVIII. Su nombre se deriva de las palabras ratouiller y tatouiller, son expresiones del verbo touiller que significa en ingles to stir up (mezclar, dar vuelta, causar revuelo). En la película, protagonizada por una rata llamada Remy, podemos servirnos de esta definición fundamentalmente en lo que de relación con la pulsión implica el verbo revolver. ¡Y es que hay agitación para esta humanizada rata!...

Ficha técnica y artística

Dirección: Brad Bird.
País: USA.
Año: 2007.
Duración: 110 min.
Género: Animación, comedia.
Doblaje original: Patton Oswalt (Remy), Ian Holm (Skinner), Lou Romano (Linguini), Brian Dennehy (Django), Peter O'Toole (Anton Ego), Brad Garrett (Auguste Gusteau), Janeane Garofalo (Colette), Will Arnett (Horst), Julius Callahan (Lalo/François), James Remar (Larousse).
Guión: Brad Bird; basado en un argumento de Jan Pinkava, Jim Capobianco y Brad Bird.
Producción: Brad Lewis.
Música: Michael Giacchino.
Montaje: Darren Holmes.

A pesar de la consideración de Disney, la palabra hace referencia a un plato de la comida francesa originario del siglo XVIII. Su nombre se deriva de las palabras francesas ratouiller y tatouiller, las que, de acuerdo con The Oxford Companion To Food [1], son expresiones del verbo touiller que significa en ingles to stir up, que es mezclar, dar vuelta, causar revuelo.
La receta incluye ingredientes tales como zuchinni, berenjena, pimentón (morrón), cebolla y tomate [2]. Se cree que su popularidad creció en la medida en que es un plato fácil de elaborar usando los ingredientes que abundan durante el verano, pudiéndose servir frío o caliente.
Pasando ya a la película, protagonizada por una rata llamada Remy [3], podemos servirnos de la definición arriba considerada, fundamentalmente en lo que de relación con la pulsión implica el verbo revolver. Y es que hay agitación para esta humanizada rata, que pasa de vivir en un campestre altillo a otro que al final se sitúa en uno de los más afamados restaurantes de París, ocupando allí el privilegiado lugar de chef, dado su genio e inventiva en culinaria.

¿Cómo llega Remy allí? De hecho, el origen no es claro, resulta un trozo que para la constitución subjetiva (si me lo permiten) de esta rata no encontramos explicación concreta en el film. ¿Por qué ella y no su hermano, por ejemplo? Es posible que no interese para efectos de ventas de taquilla.
Es indudable que en Remy funciona algo distinto que para Emile (el hermano). Lo vemos cuando el primero trata de inducir al hermano en la aventura pulsional que implica este gusto exquisito por algo en el alimento, algo que pareciera estar detrás, y que claramente no vemos en individuos del reino animal (salvaje). Podemos servirnos incluso de esas figuras, grafías que alrededor del personaje se van trazando en el espacio y que aparecen en la pantalla, aquellas que pretenden simbolizar cierta elevación del gusto en articulación con el significante. Esto evidencia la ruptura total de la necesidad en tanto el objeto ha sido perdido, de allí el lugar diferencial al objeto.

Remy es una criatura que puede hacerlo, incluso, es gracioso verlo. Por su parte, Emile es bastante torpe, aunque en realidad es más inteligente y un tanto más simple (por eso sufre menos) porque él, como su padre (Django) y demás miembros del clan, no se problematiza la cuestión, sigue la tradición del padre.
Entonces, ante la pregunta ¿qué quiere una rata? (de Disney, ojo), Emile se responde con un fantasma, sin chistar: basura, sobras. ¿Cabe para él la asepsia, el rito de la cocción, la mezcla de ingredientes, la búsqueda de no se qué toque mágico en eso que hace suyo para taponar cualquier inconsistencia que hubiese causado para él hacer parte de esta horda? Nada de eso, en principio. Vive feliz, tranquilo. Sabe de qué cuidarse, de qué mantenerse alejado, cómo, la meta de la vida.

Remy, por su parte, viene desacomodado respecto al padre. Ese ideal no le sirve, o mejor, hay algo allí que no le basta. Por eso sostienen secretos, como ir a explorar y espiar el programa del chef Gusteau, quien lo seduce con un principio: cualquiera puede cocinar. Así, monta su deseo sobre ese “cualquiera” mostrando, a medida que avanza la película, que el enunciado es mentira, en tanto no cualquiera puede lograr lo que él mismo logra: seducir al más cortante y desalmado crítico culinario (Anton Ego), con lo que asegura un lugar para aquel hijo (Linguini) que antes aparecía sin padre.
Cabe resaltar que esta relación, que es de familia, no está suficientemente establecida por la verificación del código de ADN. Es en el momento en que algo aparece escrito, es decir, cuando Remy rapta de las manos de Skinner (el chef del restaurante) la carta de la madre, que da lugar a esta filiación entre el hijo y el padre, que queda sancionada para el hijo su estatuto.

Ahora bien, lo más simpático del cuento es la manera en que es desarmado el crítico de cocina, Ego. Remy le prepara un ratatouille, a pesar de ser una receta vieja, que podría no sorprender al profesional experto. La rata logra, gracias a una inspiración “elevada”, organizar en el plato una composición tal que provoca al comensal un flashback a épocas de infancia, cuando la madre aporta al hijo un alimento tal que no basta. Es decir, Remy, sin saberlo, hace que Ego (portador del implacable juicio superyoico de “nunca es suficiente”) recree un quiebre. Con esto, cae el Ego, literalmente.
¿Qué hace además la rata con la sublime receta? Crea un artificio bajo el cual simpatiza lo antipático, hace relación donde por estructura resulta imposible. Dado que no cualquiera puede cocinar, entonces (sólo entonces), es posible que la contingencia advenga bajo la forma de un riesgo, y es que su éxito no está asegurado, aunque así se quisiera pensar al final del filme.
Y justamente allí es donde flaquea la película, porque no va mucho más allá del terapéutico que provee el padre y el sentido. Si bien aparecen figuras como la de la madre, el padre, hermanos, incluso primos y amigos, un elemento en esta red brilla por su ausencia. ¿De dónde salen las pequeñas raticas* que al final aparecen en el restaurante de Remy? ¿Dónde está la pareja de Remy? Linguini la tiene, Collete, la única mujer chef de la cocina del restaurante. Esa, claramente, no es para Remy, es imposible.

Bueno, digamos que este nivel respecto a la sexuación está bien para lo que de niño tiene el sujeto del inconsciente. Esto si recordamos, como lo anota Laurent [4], que el cuerpo del niño no responda al objeto a de la madre. Esto implica para el niño una separación, un recorte respecto al cuerpo, posible efecto de construcciones de ficción, no se hace con fórceps (p. 41).
Se trata, entonces, de asegurarnos que el niño haya localizado este goce en una construcción fantasmática ya que, después de todo, al fantasma, en el sentido más profundo, más fundamental, nunca llegamos a ponerle la mano encima; sólo llegamos a tocar versiones del fantasma. Asegurarse de alguna cosa de este tipo, de una ficción que permita al niño responder a la pregunta sobre el goce de la madre, sobre el goce de una mujer, sin considerar por ellos que todo deba apuntar a la identificación edípica.

[…]

Dar una versión del objeto a es esto: un modo en que el niño, incluso el niño psicótico, dé una posición, no de su insconsciente sino una posición de goce; posición de goce en los mismos términos que Lacan utiliza en “Posición del Inconsciente” (p. 42).
En esta línea, se podría decir que eso otro (la sexuación) podrá hacer parte de esos avatares propios de la juventud. Su solución dependerá justamente de reformulaciones respecto a lo ya construido, en virtud justamente de un goce. Es a partir de esto que se esperaría en Remy una construcción mucho más sólida de aquella salida posible ante la inconsistencia vital.
El detenimiento de la película en este punto podría explicar aquello que hace para algunos padres de familia y maestros una “película infantil”. Efectivamente, por ejemplo, el Laberinto del Fauno es otra cosa.
En cuanto al objeto, podemos construir la hipótesis de que para Remy el olfato (la nariz) daría pistas de cierta predominancia del objeto oral, aunque en momentos ese mismo “olfato” pareciera estar al servicio de la mirada. En todo caso, sería con ese olfato y gusto (agudeza) que el sujeto rodearía, recortaría, el vacío sobre el que se construye lo oral, con el que se sostiene este “apetito pulsional”.

Referencias

[1] http://www.gourmetsleuth.com/ratatouille.htm, julio de 2007.

[2] http://www.elgourmet.com/, julio de 2007.

[3] http://disneylatino.com/FilmesDisney/Ratatouille/index-flash.html, julio de 2007.

[4] Laurent, E. Hay un fin de análisis para los niños. Edigraf: Buenos Aires. 1999.

* ratitas


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