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Rivera 2100, entre el Ser y la Nada, de Miguel Kohan

26/10/2020- Por Silvia Smazanovich - Realizar Consulta

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Año 1973, Donvi Vitale y Esther Soto, crean, junto a sus hijos Lito y Liliana, un oasis musical y cultural en la casa y estudio de grabación de la calle Rivera 2100. Así surgía un modo único de producción creativa y autogestión cultural.

 

                                                                                                    Rivera 2100

 

 

 

Ficha técnica

 

Documental, Musical, Histórico (2020)

Director: Miguel Kohan
Protagonistas: Lito Vitale, Liliana Vitale
Dirección de fotografía: Federico Bracken
Música: Lito Vitale
Productor: Marcelo Schapces, Mariana Erijimovich
Varios: Marcelo Schapces, Mariana Erijimovich, Ninon Cottet, Ignacio Di Martino
Asistente de dirección: Agostina Bryk
Sonido: Nicolás Giusti
Guión: Paula Romero Levit, Alicia Beltrami, Miguel Kohan
Montaje: César Custodio, Camila Menéndez
Casa productora: Barakacine

 

 

  Cuando te digan que no es posible cambiar el mundo, hablales de los Vitale. Ellos vivieron para cambiar el mundo. ¿Cómo se cambia el mundo? “Adiviná”, respondería “Donvi”.

Mex Urtizberea lo supo interpretar: solo cuestión de concentrarse en lo que se está haciendo, para saber la pieza que se necesita.

 

  Donvi leía a Marx; sabía que es muy difícil tener una forma de pensar contraria a la existencia. En la película puede verse, a través de sus efectos, lo que fue la puesta en acto de un deseo decidido.

 

  Rivera 2100 se desarrolla en la casa actual de los Vitale. Todo sucede allí. Al entrar, en el hall de distribución, está el “Goyete”. No se trata solo de un piano que construyó Donvi sino del sentido mismo de la vida. Si bien el plano está cuidadosamente guardado en una carpeta, uno sabe que hay algo intransferible.

 

  Sospecho que, al igual que Lacan, él diría: “Hagan como yo, no me imiten”, apostando a que cada uno pueda armar su propio Goyete.  

 

  La casa de Villa Adelina supo alojar la resistencia. Allí se encontraban, para  preservar una conciencia libre que registra lo que otros no ven. De ese modo se refiere Miguel Grinberg a lo que los aglutinaba. Lo hace luego de un conmovedor diálogo con el Goyete. Esa casa fue, también, un faro para el Expreso Imaginario.

 

  Lo peor de la historia argentina, en la década del 70, buscó filtrarse con su odio. Pero se topó con esta otra historia posible. Cuando la vida se presentó sin Goyete, Donvi y Esther inventaron uno, entre el ser y la nada. El empuje a vivir estaba en juego.

 

  Ella supo encontrar la lógica de un proyecto familiar destinado a cambiar el mundo. Tenía claro que lo importante era la fuerza de ese deseo más que el gusto personal. O mejor, sabía que el proyecto era un gusto personal de mayor alcance.

 

  “Quise volver a la facultad para no estar viviendo solamente para la supervivencia”, dijo. Y ¡vaya que lo logró! Era antropóloga. Seguramente el serviñaco sale de allí, como idea inspiradora en el origen de su convivencia. “El Donvi inventaba cosas y yo decía, bueno, vamos a ver cómo lo hacemos”, nos cuenta, mientras se toca la oreja.

 

  Ella fue pionera en el leasing. Así llegaron a Rivera 2100. Se ocupó también de organizar un fichero con información que el público ofrecía. Luego, a través de cartas, los invitaba a las actividades que organizaban. Ella se ocupó de armar las redes, cuerpo a cuerpo.

 

  Esther, esa mujer extraordinaria, supo leer y escribir una historia, con voz profunda y pausada.

Al final, los volvió poemas.

 

 

  La película tiene imágenes bellísimas: el rodar de la imprenta, la púa sobre el disco, el andar de un insecto sobre las fotografías, y el recorrido por las carpetas que recortan lo importante, cada una con su nombre. Ese oráculo, como lo nombra Miguel Kohan, que incluye a la biblioteca, es un cofre dispuesto siempre a sorprender.

 

  Preciosa es, también, la música de Lito Vitale, que acompaña algunos momentos, y protagoniza otros.

 

  Las fotos, presentes en las manos de los personajes que formaron MIA, semejan a un hilo rojo eludiendo tiempo y espacio, gotas de aquel aire ofrecidas en papel y diapositivas.

 

  El encuentro de los MIA y el canto conmovedor del coro, surgido del saber hacer con el infortunio, es, quizás, el punto cenit del documental.

 

  Independientes asociados, eso eran. Cada uno contaba con lo propio, cada uno contaba con el otro.

 

  Al final, ya con el corazón colmado de regocijo, la película nos ofrece un poco más. Sorprenden los alcances que aún tiene esa gesta, nacida en Rivera 2100.

 

 

Nota: el film estará disponible por pocos días en CineAr.play https://play.cine.ar/bienvenida/

 

 

 

 

 


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