16/09/2002- Por Jorge Bafico -

Sábado a la tarde, le había prometido a mi sobrino que lo iba a llevar al cine a ver la superproducción “El Hombre Araña”, mi intención más allá de poder compartir un rato con él era poder desenchufarme de mi rutina habitual. Nada de psicoanálisis para mí.
Me imaginaba ver una película de acción, buenos y malos claramente delimitados, sin embargo nada de eso...
Sábado a la tarde, le había
prometido a mi sobrino que lo iba a llevar al cine a ver la superproducción “El
Hombre Araña”, mi intención más allá de poder compartir un rato con él era
poder desenchufarme de mi rutina habitual. Nada de psicoanálisis para mí.
Me imaginaba ver una película de acción, buenos y malos claramente
delimitados, sin embargo nada de eso…
Peter Parker, muchacho inhibido si los hay, es un adolescente que cursa el
bachillerato y aspira a convertirse en científico. Introvertido y tímido, no
tiene relación social con casi nadie a excepción de un amigo.
Huérfano, desde muy pequeño, vive con sus tíos Ben y May en una modesta
casa en Nueva York.
Sus compañeros de estudios lo mortifican y las chicas lo ignoran, en
especial Mary Jane, su vecina, de quien está profundamente enamorado desde los
seis años, por supuesto sin que ella lo sepa.
La vida de Parker cambiará extraordinariamente, cuando,
durante una excursión científica a un laboratorio, una araña genéticamente
manipulada lo muerda. A partir de ese momento empezará a notar importantes
cambios: no necesitará sus anteojos y comprueba, con asombro, que sus músculos,
su fuerza y su agilidad se han multiplicado enormemente. Descubre que puede
trepar por las paredes de los edificios y puede lanzar telarañas que brotan de
sus muñecas. Además, adquiere una característica sensorial que le permite
percibir la proximidad del peligro en situaciones amenazadoras.
Con la aparición de los poderes arácnidos, el tímido
muchacho no pensó en perseguir criminales, no… nada de eso, quiere dinero, en
lo posible efectivo para poder conquistar a su mujer amada. Sin embargo su
primera jugada le sale tan mal, que interviene en el asesinato de su querido
tío Ben.
A partir de ese momento Peter se jurará cumplir con
responsabilidad lo que el destino, (¿o la araña?), le ha brindado: su misión
en la vida como héroe.
Se ha convertido en el Hombre Araña: "Para bien y
para mal, ésa es mi bendición y mi maldición", según sus propias
palabras.
Después de este breve exordio, me
gustaría hacer algunas reflexiones más allá de toda la parafernalia técnica y
escenas de acción que se desarrollan en la película:
La mayoría de las críticas coincide que la película recoge
lo medular de la historia original, su sustancia más íntima. Sin embargo, hay
una diferencia que cambia esencialmente al personaje del comic con el del
celuloide: en la historia original aparece claramente una dimensión reflexiva
del personaje, un héroe que reniega de su condición. Así, durante años aparece
el protagonista monologando sentado en las delgadas cornisas de los edificios
casi a la altura de un "To be or not to be" al modo de un
Hamlet moderno.
El Hombre Araña dudaba,
"ser o no ser", ser o no ser héroe, esa era la cuestión.
Lacan, en el seminario "El deseo y su
interpretación", plantea que: "Hamlet, desde el principio del
juego, es culpable de ser. Le resulta insoportable ser”. Salvando
las distancias, la tragedia del Príncipe de Dinamarca no es muy diferente al
drama de Peter Parker de la primera versión. Él también está preso de su ser
o no ser, aunque de diferente manera. La situación para el personaje es
sumamente trágica: la deuda con el otro se vuelve insoportable.
El 2002, nos arroja a un Hombre Araña,
que en lo que a su subjetividad se refiere, parece estar en otro tiempo. No hay
ningún tipo de cuestionamiento en torno a ser o no ser héroe. La dimensión dubitativa del personaje desaparece. Lo que aquí prevalece no
es la duda, sino que él, prefiere ni siquiera mirar.
Este arácnido posmoderno, opera de otro modo con la demanda
del Otro; la dificultad para cumplir con su mandato ya no le genera problemas.
El conflicto actual llevado a la pantalla por el mismo autor
del original, Stan Lee, toma como núcleo de la tragedia del héroe: el amor.
Si hay algo claro que aparece en la película, es que Parker
esta enamorado de Mary Jane. Amor del que esta sumido desde su tierna infancia,
amor a la distancia, amor imposible, amor inalcanzable.
Amor inaccesible hasta que aparece en escena ese otro Parker
desdoblado en el Hombre Araña. Cuando encarna el papel de héroe, puede tener
otro tipo de acercamiento. Ahí, con el traje arácnido, promueve una actitud
mucho más activa, se pasea con ella entre telarañas de amor, besos, abrazos y
piruetas acrobáticas por Nueva York.
Digamos que hasta el final de la película la cosa funciona
relativamente en armonía: como Peter Parker su amada aparece como imposible,
como Hombre Araña no.
El gran problema de esta historia y la gran diferencia con
el guión original, se produce en la última escena de la película. Escena que
parece tener vida propia: en la tumba de su archí-enemigo el Duende Verde, Mary
Jane, la muchacha inalcanzable, se da cuenta que en realidad no es al arácnido
hombre al que ama, sino, (¡sí aunque usted no lo crea!) …a Peter
Parker.
Es el momento de gloria de la película, esa mujer llorando
le dice que no va a seguir buscando hombres que le den cierto brillo fálico,
que la mantengan. ¡No!, ama a ese timorato muchacho que en realidad hasta hace
poco ignoraba.
Peter Parker está en la oscuridad en lo que a su deseo se
refiere, puede amar a Mary Jane pero solamente como el Hombre Araña, por tanto, la declaración de
amor de esta mujer más que ser un anhelo realizado se convierte en un verdadero
problema.
Peter nos demuestra que por más super-héroe que sea, no se
escapa a las miserias de la obsesión. El obsesivo no se cansa de instalar su
objeto de investidura amorosa en es lugar donde para ser amado, el objeto debe
hacerse el muerto, es así que la maquinaria deseante solo gira a plenitud con
esta condición. Única condición que permite a su deseo no tropezar con ninguna
inquietud.
Hasta la escena del cementerio, la cosa funcionaba sin
demasiado sobresalto para nuestro héroe, pero a partir de la jugada -el ya a
esta altura Obsesivo Araña- no tiene más remedio que hacer algún movimiento
frente a tamaña osadía por parte de Mary Jane.
Esta escena, clave en lo que a tragedia del deseo se
refiere, es donde definitivamente permite a Peter Parker asumir su condición de
héroe-mártir.
Quien ha visto este tipo de películas Hollywoodenses se
imagina el beso apasionado y la promesa de amor perpetuo. Sin embargo, con la
misma rapidez y contundencia mostrada en la lucha física, él, ya
definitivamente Hombre Araña le espeta un “no puedo ofrecerte más que mi
amistad” y sale presuroso de la escena.
Esta escena no tiene lógica en lo que a película e historia
arañesca atañe, sin embargo adquiere una absoluta solidez en lo que a lógica
del obsesivo se refiere.
Que mejor lugar que declararse a un obsesivo que en un … CEMENTERIO.
Deseo imposible sitiado, ¿cómo jugar con quien se corre del
juego?. Todo aquello que pueda encender el deseo será anulado. Nada tan
magníficamente realizado que la escena de la declaración de amor por parte de
Mary Jane a Parker, no al héroe-Hombre Araña.
A Parker, no le quedará otro remedio que dejar a su
idolatrada mujer llorando de amor no correspondido y alejarse de la escena
acompañado de las palabras de su tío-padre “un gran poder implica una gran
responsabilidad”, como una tibia música que resuena de fondo de esta
tragedia. Ninguna chispa del deseo debe tocarlo y por eso su deseo se torna
imposible.
Las cuentas están otra vez en cero, el deseo vuelve a estar
muerto, la imposibilidad triunfa a través del sacrificio personal.
Tal cual el neurótico obsesivo, el Hombre Araña, es incapaz
de soportar la falta que el deseo del Otro presentifica, recurre a la picardía
de ofrecerse como esa garantía imposible al Otro. Construye un tirano que lo
bastardea y al cual se ofrece como sometido esclavo, en este caso el de un
verdadero súper-héroesclavo.
Peter Parker se ha convertido en el agente, no de la
venganza como Hamlet sino de ser responsable de sus actos “Un gran poder implica
una gran responsabilidad”,
perdiéndose él mismo tras eso.
La oblatividad es
quien se convierte en la verdadera protagonista de la película. Oblatividad es
un término que utiliza Lacan como “un sensacional invento del obsesivo” y hay
que entenderlo como la solución al deseo que es igualarlo a la demanda del
Otro.
La tragedia del Hombre Araña da paso a una estructura de
ficción donde se pone en primer plano la posición frente a la castración del
personaje, el ardid apunta a una posición subjetiva, el Obsesivo Araña monta su
teatro para hacer del Otro un Otro totalmente calculable. Teatro del héroe que
evita exponer el único punto que lo precipita en la angustia: su deseo.
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