22/03/2004- Por Gerardo A. Greiner -

RECURSOS HUMANOS, la película de Laurent Cantet del año 1999 trata sobre los conflictos empresario-laborales dentro del contexto de la exigencia de adaptación al plan de las 35 horas de trabajo semanales, propuesto por el Estado francés como paliativo al creciente desempleo. El director nos convoca a mirar la repercusión de esos conflictos en la relación entre un padre obrero empleado hace 30 años en una fábrica y un hijo, recientemente licenciado en RRHH, convocado a realizar una pasantía en la misma empresa.
RECURSOS
HUMANOS, la película de Laurent Cantet del año 1999 trata sobre los conflictos
empresario-laborales dentro del contexto de la exigencia de adaptación al plan
de las 35 horas de trabajo semanales, propuesto por el Estado francés como
paliativo al creciente desempleo. El director nos convoca a mirar la
repercusión de esos conflictos en la relación entre un padre obrero empleado
hace 30 años en una fábrica y un hijo, recientemente licenciado en RRHH,
convocado a realizar una pasantía en la misma empresa. El macrocontexto es la
racionalización de puestos de trabajo impuesta por la globalización y la
necesidad de “flexibilizar”. Se propone lograr mayor empleo mediante
acortamientos de horario y a la vez una mayor racionalización, agrupando las
jornadas para formar semanas de mayor o menor extensión, según las necesidades
temporales de la demanda o del stock. En el horizonte, nada lejano, pende la
amenaza de la posible robotización de todo
trabajo.
En
una entrevista, el director Cantet remarca que el título es una reacción al
cinismo inherente a la expresión Recursos Humanos. “Un ser humano es
administrado del mismo modo que uno administrara un surtido de mercaderías o el
capital”[1].
Pero el título, como veremos, también puede aludir a que es necesario aplicar
recursos humanos para quebrar el horizonte amenazador y lograr algún cambio.
La
manera en que Cantet eligió contar su historia es un estilo absolutamente llano
y lineal. No hay nada especial en cuanto a preciosismos de cámara o de
actuación. No hay giros poéticos, ni dramáticos, no hay acciones inesperadas,
ni suspenso. Nada es remarcable de los llamados “créditos” de la película, ni
siquiera hay música salvo la ambiental en un bar o el cuarteto de Mozart
emitido por la radio del coche del patrón de la empresa. Al evitar toda
grandilocuencia sensorial y dejar que las actuaciones se limiten a representar
la historia, no hay nada que apele a los sentimientos. No es que el relato
fílmico no conmocione en su clímax, pero la intención del director es
mantenernos pensantes a la manera brechtiana, evitando todo lo que nos aparte
de situarnos frente al dilema planteado mediante la filmación de estilo
cuasi-documental. Ésto es logrado por congregar para la filmación a obreros,
patrones y delegados sindicales de una fábrica real. Todos, salvo el personaje
del hijo, Franck Verdeau (Jalil Lespert) actúan el guión, cumpliendo sus
respectivas funciones laborales diarias en un escenario que les es conocido.
Durante
los breves títulos (letras blancas sobre
fondo negro) nos acompaña el ruido de un tren y apenas se nos permite ver algo,
será el pasar de un paisaje fluvial industrial. Franck está llegando y sus
padres, hermana y sobrinos le darán la bienvenida en una estación de cualquier
lugar de provincia. Hay una reverencial distancia del padre hacia el hijo.
Durante la recepción se mantiene en un segundo plano, tal que la madre le
recuerda: “ No saludás a tu hijo?”. El joven llega recién licenciado y será
pasante en la empresa donde trabaja el padre como asesor o ayudante del Jefe de
Recursos Humanos. La madre tranquiliza al hijo y le dice que el padre hace un
mes que no para de hablar sobre él. El padre explica que era sólo porque estaba
preocupado que pudiera cumplir con el patrón, el cual lo estaba esperando. Ya
instalados en la casa, pregunta a Franck si no tiene miedo ante la futura
entrevista y responsabilidad. Franck dice que no, por qué tenerle miedo a un
“patrón de provincia”, el miedo es posible que lo tenga ahora, ya que el padre
se lo mencionaba.
Desde
el principio, se revela la actitud
servil del padre ante los dirigentes de la empresa. Cuida su puesto en la
institución-padre. Paralelo a esto admira a su hijo que dio el paso
trascendental de estudiar en la capital y ahora vuelve pleno de saberes a
formar parte de la cúpula. Hay esperanza en el hijo que va a formar parte de
aquello que teme. El hijo se siente a gusto identificándose con el padre [2]
y como se verá lo admira, entre otras cosas, por realizar en su taller
doméstico trabajos de carpintería sin ayuda. Mantendrá, por el contrario a su
entorno dócil a la empresa, una actitud confiada e independiente.
Es
la mañana siguiente y Franck viste de traje. “Trabajarás con los brazos
cruzados” le dice el padre entre orgulloso y envidioso. Llegan 15 minutos
antes. El padre aprecia tomar un café y charlar con los compañeros y de esa
manera evita llegar tarde. El premio de asistencia es un plus que valora. Si
fuera por él todos empezarían a trabajar 10 minutos antes, dice un compañero.
Convida al hijo a entrar al taller: “Quiero mostrarte mi máquina”. Un capataz
juega su carta de poder y lo detiene. La entrada es especialmente vedada a gente ajena “por seguridad de los obreros”.
El padre acepta la chicana y entra a trabajar. A continuación el capataz vira y
se muestra solícito con el trajeado hijo, puede entrar bajo su
“responsabilidad”. Franck recorre la nave y observa las labores hasta arribar a
la máquina del padre, el cual, sin interrumpir su labor, le da detalles de su
eficacia. Un Jefe de Planta se le acerca y delante del hijo, lo reta por lento.
El padre sigue sumiso con la rutina, sin darse vuelta cuando el hijo se retira.
Franck
es entrevistado por un muy trajeado (simil Armani) Jefe de RRHH. Le pregunta
por su interés particular en esta pasantía. La fábrica representa mucho para
él, “crecí a la sombra de la empresa”. Su padre trabaja desde hace 30 años, la
hermana desde hace un tiempo, apreciaba los regalos para Navidad y las
vacaciones en la colonia de la empresa. Eso es ahora parte de un rosado pasado,
dice el atildado RRHH, el año pasado debieron echar a 22 empleados y ahora, si
bien la cosa ha mejorado aún no da para alegrarse. En cuanto a Franck, las
notas de la facultad hablan por sí solas, es un joven promisorio, la pasantía
está aceptada, va a trabajar bajo su dirección. Su tarea en común, nada fácil,
será implementar la semana de las 35 horas. Dice estar asustado por el desafío,
las consecuencias que pueda traer sobre la competitividad. Se les une Rouet, el
presidente de la empresa. Le pide la opinión a Franck sobre el tópico. Será una
forma de involucrar a los empleados, que se hagan responsables. Se trabajará
menos, pero mejor, dice.
A
continuación este grupo visita la fábrica. Sus trajes oscuros se distinguen
entre los mamelucos azules de los empleados. El Presidente, amable con más de
uno, se detiene para felicitar al padre de Franck. No hay que ser modesto, hay
mérito en haber favorecido tamaña carrera para su hijo.
En
casa, la conversación gira en torno del almuerzo en la cantina. Franck quisiera
comer mañana con los compañeros del padre, más divertidos que sus
"siniestros y poco astutos" colegas de gris. Eso no será conveniente,
sería compañerismo y en el futuro los tendrás que dirigir, dice el padre.
Al
día siguiente hay reunión con los sindicalistas. El presidente hace una
introducción en la cual aclara que, si bien la situación mejoró gracias a los
despidos del año pasado, aún es frágil. La Sra.Arnoux, de discurso frontal y
virulento, se traba en una discusión con el presidente. Dice ya conocer esa
historia, cuando la empresa anda mal se les exige sacrificio y cuando anda
mejor, se le pide aún un poco más. La aplicación del plan de las 35 horas solo
servirá para mayores despidos. Abandona la reunión dejando atrás a otros dos
sindicalistas más dialoguistas.
Después
de comer con sus colegas de cuello blanco, Franck es interpelado por la
Sra.Arnoux delante la fábrica. "los
estudios dan importancia!", dice, "De tal padre, tal hijo. Tomaste
nota de todo lo que decía el patrón.... no sos más que un arribista. Serás un
buen pequeño patrón!". El padre lo defiende diciéndole que se ocupe de su
sindicato.
De
noche el presidente Rouet alcanza a Franck a su casa. Éste le propone realizar
un cuestionario de opinión sobre las 35 horas a los empleados al modo aplicado
en una fábrica similar. El presidente está entusiasmado. Eso podría
contrarrestar la oposición del sindicato. Desde una ventana los padres pispean
preocupados la llegada del hijo.
La
propuesta fuera de hora le significará a Franck ser puesto en su lugar por el
gerente de RRHH. Sin embargo comenzará a diseñar el cuestionario hasta en su
casa. Los padres hablan bajo para evitar molestarlo en tal alta tarea. Cuando
Franck le pregunta al padre sobre lo que piensa de las preguntas del
cuestionario de opinión, éste le dice que no lo respondería, que no cambiaría
nada, que no entiende y no confía. El rumor sobre la confección del
cuestionario, lleva a los sindicalistas a presentarse indignados ante la
patronal. La Sra.Arnoux, lo encuentra ilegal y será por parte de ella
boicoteado. Descree de la promesa de transparencia que hace Franck y da un
portazo a la reunión. Los otros sindicalistas se quedan y reciben la promesa
que el cuestionario no será ligante o motivo para no realizar la negociación. A
continuación, el patrón Rouet lo felicitará por haber logrado dividir el campo
sindical. En el gesto de Franck se nota que no considera eso un logro deseable.
En
el encuentro posterior con amigos de infancia, Franck navegará a dos aguas.
Piensa que es como ellos, pero lo distinguen por venir de Paris y sus estudios
lo sitúan en otro nivel. "El éxito se te subió a la cabeza" dice una
amiga del grupo. A Franck le terminan irritando las "boludeces de paisanos"
de sus amigos y se manda a mudar: "A la mierda el patrón, los obreros y
todos ustedes..." No forma parte de ningún grupo.
Al
día siguiente, el Presidente y el RRHH lo dejan fuera de una reunión. Franck
alcanza a oir "Así es como lo vamos a hacer..." Puerta y persiana se
cerrarán privándolo de oír el resto de la conversación.
Se
realiza el cuestionario. Afuera del local la Sra. Arnoux llama a no
responderlo. Franck está a cargo y ayuda ante las dificultades. Hoy lleva una
camisa a cuadros debajo del traje. El patrón, recorre las mesas con los obreros
abocados al multiple choice, como un maestro ante alumnos en examen. Luego
felicita a Franck y le promete un puesto en una empresa del grupo, una vez
finalizada la pasantía. Aparte del padre de Franck se presenta Alain, su vecino
en la línea de máquinas. No responderá al cuestionario.
Franck
necesita una computadora. Seguro de su permiso, se toma la osadía de usar la de
su superior, poniendo muy nerviosa a la secretaria ejecutiva.[3]
Es así como descubre una carta para la Inspección de Trabajo, en la cual se
enuncia el despido de 12 empleados. Su padre integra la lista.
Invita
a sus padres a un restaurant. El padre dice que el patrón es muy buena persona,
porque vio las cualidades del joven. Franck dice: "no es un santo",
pero no le cuenta del despido. Insiste en pagar. El Estado le provee de crédito
por sus estudios y le enorgullece poderlos invitar. Prefiere caminar que volver
a su casa. Sus pasos lo llevan a un bar donde se encuentra con el moreno Alain.
Éste le aclara su negativa a participar del cuestionario. Si bien la empresa es
mitad de su vida, ponerle cruces a un patrón va más allá. Le cuenta que su
padre, no sólo fue el único que le enseñó la tarea al ser contratado, sino que
constituye su único apoyo diario el ver con qué placer sostiene aún su trabajo,
le permite resistir.
De
mañana hay una gran reunión de gerentes del grupo de empresas. Rouet impide la
entrada de Franck a dicha reunión. "No quiero que asistas". Franck se
decide a abrir el pico. Por sobre el capataz, se toma la autoridad de sacar a
Alain de su puesto y hablarle sobre los despidos y la propuesta de
robotización. "Leí una carta que debería haber leído..." Le asegura no estar en la lista, por
demasiado joven.
A
continuación vuelve al lugar de la reunión. La puerta ya está abierta. Todos
felicitan a la secretaria premiada por la empresa con un viaje de bodas a
Marruecos. Rouet dice a Franck que apoyará su candidatura para un puesto a fin
de año. El joven prácticamente lo arrastra fuera de la reunión. Conocedor del
doble juego y picado por la anterior exclusión de la reunión le responde:
"Guárdese su oferta!". Todo era intriga, su trabajo bienintencionado
del cuestionario había sido usado como máscara para los nuevos despidos a modo
cobarde. Rouet le explica que el padre no era echado sino jubilado, por respeto
a Franck, y que algún día él también se deberá enfrentar a ese tipo de
responsabilidades.
Franck,
su hermana y cuñado van a la casa paterna, no saben cómo decirle al padre lo de
su cesación. Cuando el padre propone
brindar por su brillante futuro, Franck explota y se niega: " Te echan,
cierran tu máquina!". El cuñado, bastante voluble en sus opiniones, dice
al joven[4]:
"Ves a eso lleva tu liberalismo". Ante la vista del padre que quedó
cabizbajo Franck entra en acción, decide llamar a Arnoux y contarle lo que
sabía. Por fin, dice ésta, había que esperar que te tocara de cerca para que
vinieras con nosotros. Hay que conseguir la carta como prueba, sino podía ser
desmentida como invento del sindicato. El padre interrumpe furioso la
comunicación y echa a todos.
De
noche Franck entra con Alain por una
claraboya a la empresa. Imprime el documento y lo pega en el interior de la
puerta de acceso. La puerta es soldada por el moreno. Franck ya no regresa a su
hogar, dormirá de aquí en más en lo de Alain.
La
mañana siguiente encuentra a todos delante la empresa. Arnoux, en admiración
por el acto le dice a Franck: "No hacés las cosas a medias". Llega el
patrón pleno de violencia, rompe uno de
los vidrios y convida a todos a sus puestos. La consigna sindical es no entrar.
La mayoría entra mansamente, entre el ellos el padre de Franck. Éste se va al
local sindical dentro de la empresa y participa en el plan de lucha, hasta que
el presidente lo arrastra y expulsa de la empresa. Su suerte está echada, está
despedido y no tiene nada que hacer allí. El padre desde su puesto, observa
brevemente la acción y prosigue su tarea.
Franck
participa activamente en la repartija de volantes para convocar a reunión. El
padre los rechaza, como muchos otros. Vuelve a su casa. La madre está desolada.
Le cuenta que el padre había llorado como una mujer, le quedaban 5 años, luchó
por su pasantía, ahora hay dos en la calle. "Pensá en tu futuro, pensá en
todos los sacrificios que hicimos, sos un egoista". Va al taller. Su padre
ni levanta la vista. Franck lo convoca a la reunión a la noche.
En
la reunión se decide bloquear la producción y tomar la fábrica. Franck entra y
vuelve a salir. Está sentado llorando desolado fuera del local. Su padre no
asistió. Alain se le acerca, pero su compañía es repelida.
Al
día siguiente, los obreros que participan de la huelga están pintando carteles.
La madre le acerca ropa limpia. Su discurso cambió: "Vos sabés lo que
tenés que hacer". Es hora de tomar la fábrica. Para ello se aprovecha la
entrada de un camión. Los compañeros que habían entrado a trabajar son
convencidos con vehemencia a abandonar sus máquinas. Franck lo increpa al padre
a parar y al no hacerle caso, le voltea la batea con las piezas. El padre se
agacha a recogerlas y Franck se las desparrama con unas patadas. El padre sigue
recogiendo.[5]
Franck desde una posición superior le enrostra la vergüenza que le inspira la
sumisión del padre. Éste, reprimiendo el llanto, se da vuelta y por fin apaga
la máquina.
La
fábrica queda parada. Se ven cuadros de las máquinas "sin vida".
Afuera, simbólicamente, ahorcan un muñeco con la imagen del presidente.
"Rouet, aux piquet!" gritan. Arnoux, con micrófono, agradece el apoyo
de los compañeros cesantes el año anterior. No hemos ganado aún, declama. El
padre asiste con sus nietos. Se lo verá relajado en la mesa donde comparten la
comida mientras dura la ocupación. Cruza una mirada con Franck, sentado en el
pasto. Hay agradecimiento y admiración en esa mirada. Alain se sienta al lado
de Franck. Le pregunta qué hará ahora. Regresará a Paris. "Claro",
dice Alain, "ese es tu lugar". Franck mirando a Alain, pregunta: "Y
tu lugar cuál es?" Sin música, la pantalla se vuelve negra.
Todo
acto constituye una elección y conlleva responsabilidad. Todo lo que se toma o
rechaza, lo que se afirma, niega o forcluye, aún sin saberlo, es una elección.
Eso determina la lectura del padre de la realidad, de su trabajo y su hijo,
define su posición. Lo mismo vale para el protagonista Franck y los demás
actores afectados por la urdimbre de la historia desenvuelta en la película. La
base es un horizonte consensuado, en el caso de la película, una moral relativa
al mundo laboral. Aún con los antagonismos, la patronal, por un lado, los
obreros y el sindicato por el otro, siguen las reglas de juego y leyes, que
ordenan sus acciones. Hay intereses confrontados, pero siempre dentro del marco
conocido que enfrenta a las clases en lucha. Ambas tratan de ganar en esa lucha
y ejercer el poder, llevando la mayor cantidad de puntos ganadores en el
tablero. El protagonista tiene un
horizonte claro. Es como lo diría mi madre, una "persona limpia",
conoce las reglas del juego desde ambos lados de lo establecido y actúa con
buena intención dentro de lo que le parece correcto. Conviven en él, la
inocencia de un idealista y el pragmatismo de un ejecutivo. Está agradecido
hacia el padre y su sacrificio, pero no comparte su visión, plena de
mansedumbre. Sus estudios parisinos co-formadores de su ideología, su saber, un
traje y la confianza en sí mismo, lo sitúan en otra posición y el futuro parece
ser suyo. El quiebre se dará cuando su autonomía lo lleva a ver lo que le
estaba vedado en la carta de la computadora. Corre el velo y ve que las reglas
del juego se estaban quebrando y que su bien intencionado cuestionario estaba
siendo usado de pantalla. La visión de la carta con la lista de los despidos le
harán reconsiderar lo que hasta ahora se le estaba desplegando como promisorio
y fácil. No es simple para él dar el paso y, al menos dar testimonio de lo que
vio. Ante el dilema, posterga primero y reflexiona. Había convidado a sus
padres a comer y no se anima a decir palabra. Al día siguiente, se siente
enardecido primero por ser excluido (reunión general) y luego por la adulación
de parte del presidente, totalmente incompatible con los despidos, hasta ahí
secretos. Es premiado a la vez que el padre estaba siendo desprovisto de lo que
es, una máquina a ser reemplazada por un robot. Encuentra revulsiva y cobarde
la acción oculta, rechaza el convite del presidente (efecto particularista) de
permanecer en el redil como futuro ejecutivo que debe algún día tomar ese tipo
de decisiones y conmocionado porque el despido del padre era atenuado a ser
sólo una jubilación, gracias a su posición promisoria en la empresa, se decide
a hablar. Ya lo había hecho con Alain, picado por la exclusión de la reunión,
ahora dará a conocer la noticia a su hermana, también empleada y se la vomitará
al padre. El hecho de verlo abatido, lo hará hablar con la Sra. Arnoux, pasando
por alto que había sido insultado por ella unos días antes. Realiza luego la
proeza de lograr la publicación de la lista de despidos, paso decisivo para el
cierre de la fábrica. Su despido y expulsión, arrastrado por el presidente a
través de la nave del taller, no lo inhabilitará para seguir luchando del lado
sindical. Lo que hace es a partir de dar a conocer secretos, que desde su
posición debería haber guardado. En este contexto, esto constituye un acto
ético y singular en sí. Nada le hubiese impedido seguir con lo que hasta allí
le había estado destinado, una prometedora carrera como ejecutivo y una vida
más confortable. Le alcanzaba con agachar la cabeza, como el padre. Éste igual
hubiese sido jubilado en algún momento y como dijo la madre, al menos hubiese
sido uno solo y no dos que perdían el trabajo (otro efecto particularista). Su
acto, en ese sentido, trasciende el horizonte esperado para un joven con sus
características. Pierde la inocencia y su posición subjetiva ha cambiado. Es un
sujeto responsable que no se deja adular cómodo gracias a un saber, que a
partir de la lectura de la carta considera falso. Lo que hace ético a su acto
es que se desprende de su propio interés personal para luchar por un bien
común. Amplía entonces su límite como ser individual a uno más amplio social
(ser político) y sienta un precedente para ampliar el marco de lo
particular-universal de la moral.
Otro
acto ético lo constituye el padre al conceder y apagar su máquina y unirse a la
huelga. Lo hace, cuando se ve en una posición claramente de hijo ante su propio
hijo que ha devenido padre. Puede verse en su posición sumisa, cuando el hijo
le enrostra su vergüenza. Se da cuenta que desde la posición de la vergüenza,
todo su accionar pierde sentido. Se había sacrificado por nada. Lo hace por
amor al hijo, para ser otra vez el padre. Deja de ser máquina, pieza enajenada
de una institución y ser sujeto capaz de ser amado. Ese es su paso en un
sentido ético y singular, no el de plegarse a la huelga.
Sin
embargo, el acto ético más remarcable, ya no referido a la ficción, es el hecho
de haberse realizado esta película en sí. Para esa fábrica y sus actores, hay
un antes y un después. Ningún discurso entre partes será el mismo después de
ser rodada está película. Presidente, empleados de cuello blanco y azul,
sindicalistas, todos han vivido la trama del argumento. Se han confrontado en
la actuación, se han emocionado actuando, se han visto, criticado o alabado
luego en una sala de proyección. El limitado horizonte de lo particular
universal donde se desplegaban una y otra vez las mismas confrontaciones, se ha
debido ampliar, gracias a la idea de un realizador de promover el acto singular
de rodar esta película en un medio real. Más de un fantasma puede haber sido
exorcizado, más de un león se tornará herbívoro, más de un cordero ya no se
dejará trasquilar. Los actores han podido escucharse y verse de otra manera. En
ese sentido la realización misma de la película constituye un hecho que amplía
el horizonte de lo particular y puede hacer posibles cambios de posición
respecto de lo habitual (un nuevo universal). Parece un hecho esperanzador y
promisorio.
El autor es estudiante de
Psicología
Trabajo para el curso de verano
Psicología, Ética y DDHH. Cátedra Fariña UBA
[1] FRENCH, Blake, “Human resources”, www.imdb.com/title/tt0220726
[2] Breve diálogo: Padre: “ Veo que te gusta el
aperitivo” Hijo: “ Tengo a quien salir…”
[3] Franck: "Yo me hago responsable" Secretaria: "Vos no arriesgás nada!"
[4] "Pichón de yuppy" dice en su texto ANA BROITMAN, Recurriendo a ser humano, Ética y Cine, Eudeba, Bs.Aires, 2001
[5] Franck: " Recogelas! No vas a parar jamás, me avergonzás, desde pequeño... Soy un hijo de obrero, estudiante hijo de obrero..."
La sindicalista Arnoux:
" No hay porque avergonzarse, eh!"
Franck: "El fue quien me lo metió en la cabeza. La vergüenza de su clase. Buena noticia, no te despiden. Te jubilan, pero no porque trabajaste 30 años, sino por un gesto hacia mí, porque hablo de igual a igual con ellos. Eso me repugna! Pero agradezco tu sacrificio para que yo pueda estar al lado de los patrones. Tendré responsabilidad y poder, para hablarte como lo hago ahora, poder para despedirte, como lo hacen ahora contigo. Tenés vergüenza y me la transmitiste. Tendré vergüenza toda mi vida!"
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