Sobre los trabajos de Ken Loach y Fatih Akim

27/01/2010- Por Marcela Brunetti - Realizar Consulta

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Partimos de una cita de Fernando “Pino” Solanas, quien considera que “Todo cine al ser vehículo de ideas y modelos culturales e instrumento de comunicación y proyección social, es en primer término un hecho ideológico, y en consecuencias, también un hecho político”
Partimos de una cita de Fernando “Pino” Solanas, quien considera que “Todo cine al ser vehículo de ideas y modelos culturales e instrumento de comunicación y proyección social, es en primer término un hecho ideológico, y en consecuencias, también un hecho político”

                  

 

 

Toda manifestación artística, a mi entender, implica una posición política. Por supuesto que el cine no está fuera de ello, es más, al ser un arte de masas (Badiou, 2003) podríamos decir que carga con más responsabilidad que el resto de las artes, que tienen un alcance más limitado. Por lo tanto, una gran parte del cine se ha tornado en objeto de uso político. Norteamérica, a través de los premios de la Academia, premia lo “políticamente correcto”. Hace varios años que son premiados los films que tratan temas relacionados con la segregación. Pero hablemos claro, la segregación en el islam, en Sudamérica, no en el país del norte. Sin ir mas lejos, el último film premiado “Slumdog millonaire” muestra a un patético turista norteamericano ayudando a los niños oprimidos en la India, quienes sufren los diversos traumas de esa (sub)cultura a la cual pertenecen. El cine norteamericano, con recursos cada vez menos metaforizados, nos quiere hacer entender quiénes son los buenos y los malos en este mundo.

Entonces, el discurso cinematográfico mayoritario, el que es premiado, se ha puesto al servicio de los presupuestos ideológicos dominantes, engañándonos con un falso cuestionamiento social. Justamente, por ser un arte de masas implica una gran capacidad de manipulación y transmisión de unas determinadas escalas de valores que desembocan en la reproducción del sistema social y económico imperante. Este recurso simbólico tiene, pues, una función legitimadora del status quo y refuerza el control social para asegurar que el comportamiento de los individuos se acomode a un conjunto de reglas que posibiliten el mantenimiento de las relaciones de producción.

Por el contrario, existe otra concepción cinematográfica que tiene por objeto la puesta en evidencia de las negativas consecuencias de las políticas económicas imperantes sobre la mayor parte de la población. En la actualidad, dentro del panorama europeo, las películas de Ken Loach se han erigido en uno de los estandartes de este discurso cinematográfico de carácter marcadamente social que pretende denunciar la manera en que la macroeconomía liberal afecta a personas pertenecientes a la clase trabajadora.

Si bien Loach no es un documentalista, el género del cual se sirve para realizar sus films- el realismo político-, toma principios del documental y llega a un público no adormecido en la fábrica de sueños de Hollywood.

En el documental, la fuerza fundamental es social y no estética. Reza una de sus definiciones: “método de grabación de cualquier aspecto de la realidad, interpretado por filmaciones de los hechos o por una sincera y justificable reconstrucción de los mismos”. En cambio, en el género propuesto por Loach hay ficcionalizaciones que mediatizan la denuncia; no pudiendo exigírsele a éste la misma posición de verdad en relación al hecho histórico, aunque no por eso pierde fuerza política.

 

UN TRABAJADOR QUE INSCRIBE UNA DENUNCIA

Hijo de un ingeniero eléctrico, Ken fue graduado en Derecho en la Universidad de Oxford. Sus primeras producciones, ideadas para la televisión, eran dramas ficticios narrados en forma de documental. Entre 1968 y 1990 la práctica totalidad de la producción de Loach fue para la televisión.

Durante el gobierno de Margaret Thatcher fueron prohibidos sus documentales con los que combatía al oficialismo. En los años 90', a partir del gran cambio de las condiciones laborales impuestas por el mundo globalizado, su militancia a través del cine se revitaliza.

Loach, seguidor de Trotsky, mencionó en alguna entrevista que el partido postulaba que debían mantenerse al margen de las imposiciones de toda tendencia artística. Acorde a estos principios partidarios, su cine se presenta al público desnudo de todo artificio. Sus films responden más a militancias políticas que a inquietudes estéticas. No hay nada especialmente interesante desde lo visual, no hay cámaras intrigantes, ni fotografía llamativa. No hay nada que esté puesto para distraer, es pura fuerza narrativa.

Habitualmente los elencos de Loach mezclan actores profesionales y no profesionales, hermanados por una visión política común acerca del conflicto y los hechos explicados en el guión. “Riff Raff” (1990) que narra las experiencias de un grupo de trabajadores de la construcción, respondía por completo a este esquema. La fórmula se repitió en 1993 con “Lloviendo piedras”.

El ascenso al poder del Partido Laborista de Tony Blair en 1997 no modificó la actitud de Loach, que criticó abiertamente el plan "Welfare to Work" (conjunto de proyectos de capacitación laboral para personas desocupadas).

Desde entonces, el cine de Loach ha ido reiterando su fórmula: historias sencillas de los perdedores del capitalismo, personajes marginales asfixiados por problemas de clase que tratan de sobrevivir en un entorno hostil. Un ejemplo de esto es el film “La cuadrilla” (2001), que trata sobre la privatización ferroviaria en Gran Bretaña, y la consecuente precarización de las condiciones laborales.

En cuanto a la militancia estrictamente política, Ken Loach es hoy día miembro de la directiva de la coalición de izquierda RESPECT The Unity Coalition, es un partido político británico de izquierda fundado con el objetivo de rechazar la política de Tony Blair en Irak. A nivel europeo el partido está afiliado a la red de la Izquierda Anticapitalista Europea.

“En un mundo libre” (2008), film presentado en el BAFICI el año pasado y luego estrenada en las salas comerciales, tiene como protagonistas de la explotación laboral a un grupo de ingleses, y quienes son objeto de la precariedad laboral y el maltrato, son esta vez europeos del Este.

Ahora bien, como todos estos personajes que trata, Loach es un trabajador también. Su trabajo es dirigir cine. Y parece estar sostenido en una clara posición de denuncia contra las condiciones laborales. A través de su trabajo, se lee la posición político moral del director. Pero nada sabemos del sujeto allí. Sus films pueden ocurrir tanto en Europa como en los Estados Unidos o Sudamérica, y tratar tanto de empleados de limpieza maltratados por corporativas, como lo ilustra en “Pan y Rosas” (2000), como también ferroviarios u obreros de la construcción.

 

UN TRABAJADOR QUE INSCRIBE UN SUJETO

Introduciremos al psicoanálisis en la escena laboral. Para ello tomaremos brevemente al director Fatih Akim, para hacer una reflexión alrededor de su posición subjetiva. Akim nació en Alemania en 1973, hijo de inmigrantes turcos. Realizó su primer film a los 22 años. Es uno de los representantes del llamado “cine turco alemán”, constituido por directores hijos y nietos de inmigrantes turcos, cuyos padres y abuelos llegaron a Europa luego de la segunda guerra formando parte de la mano de obra masculina que reemplazaría a los muertos en la guerra. Estos hijos y nietos hablan alemán, pero están en cierta frontera. La cultura a la que el director se refiere no es la turca de sus padres ni la alemana de su país natal. La vida de los personajes suele transcurrir en Hamburgo, pero en barrios inmigrantes (Torres, 2006). También muestra y denuncia el trabajo inmigrante. Pero a diferencia de Loach, no cualquiera, sino el que tiene que ver con sus marcas, con su historia, con su lengua. En sus films, “Contra la pared” (2004) y “Al otro lado” (2007), proponen un tratamiento interesante para el lenguaje. Hay secuencias insólitas; en “Contra la pared” el protagonista alemán hijo de turcos, al llegar a Estambul, sólo habla inglés, tratando en vano y torpemente de volverse alemán. En “Al otro lado”, hay prostitutas que deben ocultar su acento para no ser encontradas, y esto resulta bastante raro para el espectador. Se podría decir que sus films metaforizan algo del  trauma por la vía del lenguaje. En el bellísimo film “Sonidos de Estambul” (2005), es por la vía del lenguaje musical que decide ir el director. Pero no se trata, para él, del lenguaje, sino de su lengua. No se trata de hablar turco, alemán o inglés, sino de inventar la lengua que habla. (Scheinkestel, 2006). Fatih Akim, más allá de sus propios personajes, produce la obra de arte para inventar su propia lengua. Y se trata de cierto viraje de sus marcas a través de su realización en tanto director.

Suponemos cierta emergencia subjetiva, vehiculizada por su trabajo como director. Es verdad que el arte favorece este tipo de tratamientos. En términos lacanianos, el movimiento de la creación sublimatoria realiza una circunscripción de lo Real a través de lo Simbólico. Al comienzo de la obra de Lacan, la obra artística era homóloga a una formación del inconciente, algo a interpretar. Luego, y sin desdecir que la obra de arte permanece en el campo de lo simbólico, su deber es circunscribir aquello que excede la posibilidad de simbolización.

Así, el trabajo de este director ha quedado enlazado a un saber hacer con lo más irrepresentable de su historia. Lo que hizo como trabajador, es también lo que propone el psicoanálisis: un saber hacer con lo mortificante para tornar algo más apacible para el sujeto algunas vivencias arrasantes.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

Badiou, Alain: “El cine como experimentación filosófica”, en Revista Lote No. 77. Bs. As. 2003.

Breschand, Jean: “El documental. La otra cara del cine.” Paidos. Barcelona, 2002.

Scheinkestel, Adrián: “Héroes de la extrema frontera”, en Enlaces No. 11. Grama ediciones. Bs. As. 2006.

Torres, Mónica: “Hijos del trauma”, en Enlaces No. 11. Grama ediciones. Bs. As. 2006.

WEB:

www.wikipedia.org/Ken Loach

www.alohacriticon.com

 


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