Un aleteo inconsciente

30/09/2005- Por Silvina Inés Maldini -

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Será el primer cuadro el encargado de darnos una aproximación teórica: "Se ha dicho que algo tan pequeño, como el aleteo de una mariposa, puede causar un tifón en algún lugar del mundo.” (Teoría del Caos) Una mariposa aleteando y un juego de superposiciones que se transforma en una imagen cerebral nos atrapa de inmediato. La historia retrocede trece años y comienza una suerte de vorágine de momentos, etapas, causas y efectos. Quedará planteada una pregunta crucial, que va a servirnos luego, para poder pensar algo del orden de la responsabilidad subjetiva en juego: ¿Qué repercusiones tendría el hecho de poder retroceder en el tiempo y cambiar determinados momentos vividos? ¿Cómo se posiciona el personaje del film con relación a este deseo de que las cosas pasaran de otra manera?

Película elegida: El efecto mariposa / The butterfly effect

 

 

 

 

 

Ficha técnica:

Título del film: El efecto mariposa / The butterfly effect

Dirección y guión: Eric Bress y Maycke Gruber.

País: USA

Año: 2004

Duración: 113 minutos.

Interpretación: Ashton Kutcher (Evan Treborn), Amy Smart (Kayleigh Miller), Eric Stoltz (George Miller), William Lee Scott (Tommy Miller), Elden Henson (Lenny Kagan), Ethan Suplee (Thumper), Melora Walters (Andrea Treborn), Brandy Heidrick (Kristin), Grant Thompson (Hunter), Daniel Spink (Toby).

 

 

De entrada, el título de la película nos produce cierta intriga, salvo que sepamos con claridad a qué se refiere dicho efecto, si es que existe tal denominación para algún fenómeno. Será el primer cuadro el encargado de darnos una aproximación teórica:

"Se ha dicho que algo tan pequeño, como el aleteo de una mariposa, puede causar un tifón en algún lugar del mundo. Teoría del Caos"

Y comienza el film, con una escena cargada de ansiedad y pronta a concluir de algún modo, en donde Evan (Ashton Kutcher) escribe rápidamente una nota, escondiéndose en la oficina de lo que pareciera una clínica, diciendo que si él puede retroceder al principio de todo, quizás pueda salvarla  y si no, pues morirá como se espera.

Una mariposa aleteando y un juego de superposiciones que se transforma en una imagen cerebral nos atrapa de inmediato.

La historia retrocede trece años y comienza una suerte de vorágine de momentos, etapas, causas y efectos; hilo conductor un tanto difícil de comprender -al principio- pero que dará a la trama, después de unos minutos de transcurrida la película, todos los ingredientes de una ficción atrapante. Porque quedará planteada una pregunta crucial, que va a servirnos, luego, para poder pensar algo del orden de la responsabilidad subjetiva en juego: ¿Qué repercusiones tendría el hecho de poder retroceder en el tiempo y cambiar determinados momentos vividos?   

¿Cómo se posiciona el personaje del film con relación a este deseo de que las cosas pasaran de otra manera?

Cuando de elecciones se trata, el tiempo es definitorio y siempre deja atrás, junto con lo elegido, todas las demás posibilidades que tenía la situación, pero que no tomamos. Elegir es resignarse a que hay otros tantos caminos que no estamos siguiendo; opciones que quedan diluidas en ese mismo momento. Se esfuman en la inmensidad de lo que "hubiera podido ser", pero no fue. Ahora bien, frente a esa decisión tomada y lo que efectivamente sí se produjo, ¿cómo nos posicionamos en tanto sujetos? ¿Qué responsabilidad nos cabe? ¿Acaso atribuiremos las consecuencias a la teoría del caos que propone, justamente, que la más mínima perturbación en el estado inicial de un sistema, como el aleteo de una mariposa, puede influir en el resultado final del mismo, como ocasionar un huracán al otro lado del mapa? ¿Será simplemente el azar el encargado del devenir de los hechos?

Y ¿qué pasaría si ese "aleteo" nos perteneciera, aún presentándose como externo, ajeno, azaroso y sin intencionalidad? Si nosotros fuéramos esa mariposa que, aún sin conciencia, es llamada a ocupar un lugar por el huracán, ¿nos sentiríamos responsables? Pues subjetivamente, lo somos. Veamos, pues, cuál es el camino que se abre hacia este terreno de la ética, precisamente más allá de la necesidad y el azar, entre el determinismo y el azar.

Para eso, adentrémonos un poco más en lo que va ocurriendo en la película, para poder pensar esa dimensión ética del sujeto y ver qué es lo que tiene que responder nuestro personaje respecto de ella.

 

Evan tiene problemas con su memoria, desde muy joven sufre bloqueos repentinos y es incapaz de recordar momentos importantes de su infancia; acontecimientos aterradores quedan completamente olvidados. Por ejemplo, no se acuerda haber hecho un dibujo en el colegio, apenas se le pregunta al respecto (la maestra queda muy impresionada y se lo muestra a la madre). Había dibujado una escena muy sangrienta, bajo la consigna de dibujar “lo que quisiera ser cuando fuera grande”. Otro ejemplo de uno de estos bloqueos de la memoria, es cuando está jugando en la casa de sus amigos y el padre de ellos les propone ir al sótano, a filmar una película para la cual se tienen que desvestir.

 

Evan vive con su madre, ya que el padre se encuentra internado en una institución psiquiátrica. Es ella, entonces, quien lleva al chico a una consulta. Bajo recomendación médica, y después de haberle realizado pruebas cerebrales, comprobado que no tiene lesiones, ni hemorragias ni tumores visibles, Evan comienza a escribir en "diarios" las cosas que le suceden, para así poder llevar un registro minucioso que lo ayude a monitorear su memoria cada día. La hipótesis que maneja el profesional es que el niño está pasando un período de mucho estrés, y que los desmayos y bloqueos se deben a eso. Más allá del modo en que se propone la intervención terapéutica, con claro sesgo conductual, lo que nos interesa aquí es marcar que existe un malestar que, de algún modo, interroga al niño: algo está pasando más allá de él. El médico le recomienda también a la madre que lleve al pequeño a visitar al padre, ya que le haría bien. Y en esa visita, un tanto extraña, el padre intenta ahorcar al chico y termina siendo golpeado mortalmente por uno de los guardias de la institución. Si antes teníamos un padre ausente, ahora pues ya lo tenemos muerto.

Pasan muchas cosas luego, un accidente que provocan él y sus amigos con un explosivo, las consecuencias que ello tiene para todos, etc. Pero será un episodio en particular el que tomaremos, para poder pensar algo de lo que estamos buscando. Hay una escena, cargada de maldad, venganza y celos, que muestra a Tommy, el hermano de Kayleigh (novia de Evan para ese entonces) a punto de prender fuego a un perro vivo, que metió dentro de una bolsa de arpillera atada: el perro de Evan. Llegan Kayleigh, Lenny y Evan al lugar y, tratando de salvar al perro, son brutalmente golpeados por Tommy. Lenny queda parado allí mirando, desconcertado, el montón de cenizas. Retengamos esa escena. 

 

Pasados siete años, ya en la Universidad, Evan decide leer uno de sus diarios y, de repente e inexplicablemente, se encuentra en el pasado. Se abre una suerte de agujero de tiempo y retorna al cuerpo de niño, pero con su mente adulta.

Se da cuenta de que los diarios que guarda, desde que era chico, son un vehículo para regresar al pasado, a esas situaciones traumáticas vividas y no recordadas. Regresar con la ilusión de poder revivirlas, pero de otro modo: cambiando algo de lo acontecido. Intenta, así, re-escribir la historia, para que sus seres queridos no sufran las experiencias trágicas que tuvieron (abuso sexual, accidentes, venganza, muerte). Al modificar el pasado, Evan espera transformar el presente. Sin embargo, cada vez que cambia algo en el pasado descubre, al regresar al presente, que sus acciones han tenido consecuencias inesperadas y desastrosas. Al contrario de lo esperado, sus cambios se convierten en situaciones tanto o más trágicas que las circunstancias de las que quiere escapar.

Intenta cuatro veces cambiar diferentes momentos de su pasado, para así crear una realidad que le permita vivir feliz con el amor de su vida, Kayleigh. Y no lo logra.

 

Retomemos ahora aquella escena del perro, que es la segunda "segunda oportunidad" que tendrá Evan, a través del revival de su vida: llegan de nuevo Evan, Kayleigh y Lenny al lugar. En ese momento, para cambiar la historia, Evan le da a Lenny una especie de fierro puntiagudo. Vemos que la intención conciente es que Lenny corte con ella el nudo de la bolsa y salve al perro, mientras los demás distraen a Tommy que se encuentra furioso y dispuesto a todo.

Hasta ahí suspendemos el transcurrir de los hechos y casi sentimos el mismo alivio que sintiera Evan, sabiendo que lo temido ya no sucederá.

Pero, para nuestra sorpresa (eco de la sorpresa que atrapa a nuestro personaje), Lenny no corta la bolsa con el fierro, sino que mata a Tommy por la espalda. ¡Vaya si cambiaron las cosas! Frente a la pantalla tenemos ganas de gritar: "¡No! ¡No era para eso!". Y, en un segundo, ya se abrió el sin-sentido, para nosotros como espectadores y, tanto más, para Evan. "Un episodio que interpela al sujeto implica sorpresa para el yo, querer comprender pero estar excluido de la situación”[1]

Al igual que Ibbieta, en el cuento de Sartre, cuando se pregunta: "¿En el cementerio?"[2], aquí Evan queda al descubierto, frente a una pregunta que lo sacude íntimamente y lo desconcierta: "¿lo mataste?"

Ubicamos, de esta manera, en la muerte de Tommy el tiempo 2 (T2) del circuito de la responsabilidad, el que interpela y fuerza al sujeto a retornar sobre la acción (T1), que sería haberle dado el fierro a Lenny, queriendo cambiar la historia. Lo que posibilita esta retroacción al T1 es la culpa, condición necesaria para el paso a la responsabilidad subjetiva; clivaje lógicamente necesario que nos liga al tiempo 1 de la acción.

"Dejarse interpelar (la culpa que ob-liga en retroacción al T1) es desanestesiar la desrresponsabilización."[3]

Como consecuencia del asesinato, a Lenny lo internan en el psiquiátrico. Cuando Evan lo va a ver, lo encuentra atado de pies y manos a una cama, sedado, inmóvil. Lenny le dice: "Siempre lo supiste, ¿no es así? Cuando pusiste eso en mi mano, sabías que iba a ocurrir algo grande, ¿no es así?"

-Sí, lo sabía -le contesta Evan-.

-Entonces tú deberías estar aquí... tú deberías estar donde yo estoy.

 

Pero vemos claramente que "haber querido elegir otra cosa no resuelve.”[4]

Y el que está internado es el amigo, no él.

Las demás situaciones a las cuales regresa Evan para cambiar algo, tienen la misma lógica que la descrita. Con la intención conciente de evitar un mal que conoce, Evan se decide por otra alternativa. Y vuelta a encontrase con la misma sorpresa: las cosas escapan a la intencionalidad para manifestar, casi caprichosamente, que no hay elección que no lo comprometa en tanto sujeto. Vía la culpa, la interpelación vuelve a abrir el circuito y nuevamente el T1 queda resignificado como tal.

Pareciera que Evan quisiera escapar de su presente, mejorarlo a toda costa, intentando encontrar por fin un desenlace que opere a modo de atajo y esté acorde al eje de lo moral/particular: vivir feliz con su novia y que sus seres queridos sean felices también.

Frente a la interpelación que le proponen todas las consecuencias inesperadas y desastrosas que sobrevienen, cada vez que él produce un cambio, la respuesta que lo inunda es culpógena, ya que es su sentimiento inconsciente de culpa lo que está en juego, y por eso tratará de remendar los errores cometidos, como si se hubiese equivocado. Y los intentos fallan, una y otra vez.

Hasta aquí, entonces, no vemos cerrarse el circuito de la responsabilidad subjetiva; tan sólo hay respuesta del sujeto que reconoce que hizo algo mal y vuelve a la carga para intentar remediarlo.  

 

Será la última de las elecciones que hará nuestro personaje, la que sí nos permite pensar un T3 de responsabilidad subjetiva y corrernos de la dimensión moral.

"Sostener la responsabilidad del sujeto del inconsciente, entonces, es convocar al sujeto a responder por sus actos, sean éstos judiciales o no, sea él mismo nominado jurídicamente como imputable o no.”[5]

Evan decide retornar al momento en que la conoció, a la que después fue su novia, y no hacerse amigo de ella, no conocerla. Le dice: "Te odio... si te acercas otra vez te mataré a ti y a toda tu familia." Y se despide. Sabe que ella dejará de existir en su vida.

Es como si, de esta forma, asumiera el tiempo 3 (T3) de la responsabilidad subjetiva, que es "otro nombre del sujeto”[6] y encontraraá algo del orden de su propia verdad, que podemos pensar como el deseo de cambiar su propio pasado, aún a costa de resignar su amor. Vemos cómo, teóricamente hablando, es análogo al deseo de Ibbieta, de burlarse de los torturadores. Y la responsabilidad que le cabe a Ibbieta por su deseo, aún cuando esa burla saliera mal, es la misma que le cabe a Evan, aún cuando cambiar implicara también resignar el amor.

A lo largo de toda la película podemos observar, una y otra vez,  cómo se abre el circuito de la responsabilidad. Lo complicado, tal vez, resulta imaginar qué pasaría si se pudiera, efectivamente, "retornar sobre la acción". Porque volver al T1 es imposible para el ser humano: una vez pasado el tiempo, sólo nos resta un puro a posteriori, en la resignificación que se produce toda vez que se abre una interpelación subjetiva.

Vimos qué sucedería si tuviéramos la posibilidad real de volver al pasado y cambiar un momento, un instante, y después vivir las consecuencias de esa otra alternativa. En principio estaríamos tentados a suponer que con una chance semejante, remendaríamos algo de lo "mal hecho", de lo "equivocado", de eso de lo que no teníamos "intención" alguna, pero sucedió sin más. Atenernos al plano moral e imaginar cómo sería caminar por la vida con un liquid paper en mano, haciendo uso de él para determinados flashes de tiempo que suponemos causantes de lo que no quisiéramos que pasara. Tarea difícil si las hay, no tanto el hecho de poder imaginar cómo serían las cosas de otra manera, sino encontrarnos con la brutal sorpresa de que cualquiera sea la alternativa que tomemos, estamos llamados al mismo lugar: un rincón que pretendemos ajeno y en el cual no nos reconocemos, pero que es "una responsabilidad que atañe al sujeto en relación a aquello que desconoce de sí mismo”[7], lugar para el acto ético, responsabilidad subjetiva, deseo inconsciente.

Y digo difícil, porque desde una dimensión estrictamente moral, nosotros mismos como sujetos compartimos la valoración de determinadas acciones con nuestros semejantes; socialmente existen acciones "esperables" y "condenables". No dudamos en atribuir la causa de aquello "condenable" al azar, la casualidad, lo más fortuito de la naturaleza, la culpa del otro, etc. Pero una dimensión diferente, la ética, nos viene a subrayar que ese "algo que perturbó la intención conciente"[8] nos pertenece y por ello nos hace responsables subjetivamente, por definición.

"Es en este punto donde Freud ubica la responsabilidad: en relación a aquel propósito inconsciente que, ajenamente a la voluntad del yo, propició la acción. Es decir que, otra vez aquí, Freud nos guía hacia la distinción entre la dimensión moral y la dimensión del sujeto.”[9]

Y será de vital importancia el hecho de entender que, con esto, Freud "no imputa al sujeto en el campo moral por aquello que se juega en lo inconsciente y tampoco analiza las mociones inconscientes desde la referencia moral”[10]

Podemos pensar que Evan, al final, termina responsabilizándose por su deseo de querer cambiar la historia, aún a costa de resignar su amor por Kayleigh. Elige no conocerla. Decisión que se corre del eje moral que evalúa las ventajas y las desventajas de la situación. Se produce, en cambio, un sujeto nuevo en esta dimensión ética, que nos remite al campo de lo singular: un acto acorde a la verdad que habita en ese sujeto. Un acto que "implica una decisión tomada por fuera de los otros, sin los otros."[11]

La producción o emisión subjetiva, finalmente, termina por cerrar el circuito de la responsabilidad, allí donde la respuesta a la interpelación no es ya traición o "ceder en su deseo", al decir de Lacan, sino asumir ese deseo como propio. Este cambio en la posición del sujeto le permite "abrir esa puerta más allá del horizonte hacia un tiempo otro, el tiempo del despertar.”[12] 

Somos, así, responsables subjetivamente de haber emitido, en acto, esa singularidad que viene a tambalear el eje de lo particular para determinarse como corte al sentido del mismo.

Responsables de que irrumpa (tomando sólo como “soporte” el eje particular, moral, objetivo, jurídico) ese efecto sujeto, en la dimensión ética de lo universal-singular.   

Somos responsables de nuestro "aleteo" inconsciente.

Provoque una cálida brisa o un huracán devastador, es un deseo que nos pertenece y remite a la verdad de nuestra singularidad.

 

 

Silvina Inés Maldini

 

E-mail: siempreycuandomeescribas@yahoo.com.ar

 

 



[1] D´Amore, Oscar, Responsabilidad subjetiva y culpa. Ficha de la cátedra Psicología, Ética y DDHH, Facultad de Psicología, UBA.

[2] Sartre, J. P., El muro.

[3] D´Amore, Oscar, Responsabilidad subjetiva y culpa.

[4] Íbidem.

[5] Salomone, Gabriela Z., Responsabilidad y formaciones del inconsciente. Ficha de la cátedra.

[6] Mosca, Juan Carlos, “Responsabilidad subjetiva: otro nombre del sujeto”. En Ética: un horizonte en quiebra.

[7] Salomone, Gabriela Z., Responsabilidad y formaciones del inconsciente. Ficha de la cátedra.

[8] Íbidem.

[9] Salomone, Gabriela Z., Responsabilidad y formaciones del inconsciente. Ficha de la cátedra.

[10] Íbidem.

[11] Ariel, Alejandro, La responsabilidad ante el aborto. Ficha de la cátedra.

[12] Íbidem


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