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Don Segundo Sombra y la interpretación de los sueños: una lectura a la letra.

05/11/2002- Por María Cristina del Villar - Realizar Consulta

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"...Este libro costumbrista de Ricardo Güiraldes fue publicado en 1926. Lo he tomado para hacer un análisis a la letra de lo que considero es la lectura de los sueños. Los sueños no solamente dan a leer el deseo inconciente del sujeto, sino que nos hablan de la posición fantasmática de éste, en ese tiempo, en tanto sujeto y en tanto objeto. También nos dicen de su posición en relación a lo real, así como más de una vez nos dan a leer una salida subjetiva..."

El título de las Jornadas “La vigencia de los sueños hoy” me remitió a la vigencia de los clásicos de la literatura, en esta oportunidad, gauchesca, en la medida que lo son por transmitirnos la esencia del sujeto. Por lo mismo, siguen teniendo vigencia.

La literatura gauchesca de la cual me siento deudora, nos permite leer cómo un real fue bordeado por significantes que se fueron repitiendo a lo largo de nuestra historia. Historia que al releerla, nos permite inscribirla de otro modo.

Saber de dónde venimos, nos facilita leer los puntos de repetición de ese goce que nos aparta del deseo.

Este libro costumbrista de Ricardo Güiraldes fue publicado en 1926. Me he servido del mismo para hacer una lectura a la letra de lo que pienso que es la “lectura de los sueños”. Mi hipótesis es: “Los sueños no solamente dan a leer el deseo inconsciente del sujeto, sino que nos dicen de la posición fantasmática de este, en ese tiempo, en tanto sujeto y en tanto objeto. También nos dicen de su posición en relación con lo real, así como más de una vez nos dan a leer una salida subjetiva”. Esto intentaré poner a prueba a lo largo del análisis.

Primero, voy a leer una breve síntesis del cuento, para luego realizar la lectura a la letra del mismo.

Relato del cuento:

“Don Segundo Sombra” es el nombre de un libro, que nos relata la historia de un jovenzuelo y los avatares de los diferentes momentos de su vida, hasta su primera juventud. Así como la influencia radical que tuvo en la vida del mismo, el encuentro azaroso con Don Segundo Sombra.

Hasta los siete años, había vivido en un puesto en la estancia de Don Fabio Cáseres, junto a su “mama”. A partir de esa edad, sin explicaciones, lo llevan a vivir con sus supuestas tías al pueblo donde la vida con ellas se le tornó insoportable. Puesto por ellas en el lugar del culpable de todas las desgracias de la casa, la calle comenzó a ser su alegría. “Se sentía un pobre niño abandonado, un “guacho”.

 

No entendía casi nada los motivos por los cuales las tías, abruptamente, suspendieron  sus estudios y lo obligaban todo el tiempo a hacer mandados a la calle. Ésta se transformó en su lugar de alegría. La casa de las tías, su tortura. Deambulaba de la laguna a la peluquería, donde recababa información que vendía por unos pesos en la pulpería. Se hizo “ladino”. Se entristecía mucho y terminaba actuando sin pensar.

Harto de esa vida, el encuentro azaroso con Don Segundo Sombra en la Pulpería “La Blanqueada”, lo indujo a decidirse a dejar esa vida de angustia, de “guacho”, para intentar convertirse en un gaucho “libre”, en un hombre como Don Segundo Sombra.

Decide huir en la noche. Así lo hace, contando, solamente, catorce años.

Con Don Segundo vivió en los campos, como resero y domador durante cinco años, sin despegarse un solo momento. De él aprendió esos oficios, a ser leal con los amigos, a desconfiar de las mujeres y de la bebida y, sobre todo Don Segundo Sombra le enseñó a amar la libertad y la soledad y a enfrentar, con entereza, las contingencias de la vida.

En uno de los establecimientos donde tiene que quedarse, a causa de una corneada de un toro, conoce a su primer amor: Paula.

Aquí tiene el sueño, que luego voy a relatar. Entre coqueteos de la dama y roturas del brazo del mosalbique, ese amor se vio dolorosamente frustrado.

Continúa su vida exitosa de resero y domador por las pampas, cada vez más ducho en su oficio. Cada día aprendía más de su padrino, no solo al verlo, sino al escucharle diferentes relatos gauchescos sobre las mujeres, la soledad, la vida...

La vida fue la que lo volvió a enfrentar con una nueva situación.

Ya teniendo veinte años, recibe una carta de manos de su primer capataz, donde le decían que él era hijo de Fabio Cáseres, que éste había muerto y él heredaba, como había querido su padre en vida, su nombre y sus bienes. Quedaba nombrado Don Galván como su tutor hasta la mayoría de edad.

Esto le produce una conmoción tal que no sabía ya “ni quién era”. Cúmulo de sentimientos que reactualizaron pena, tristeza, ira, comprensión de situaciones. Las presuntas tías, eran sus tías. Los paseos con Cáseres eran porque era su padre. ¿Pero por qué no lo había reconocido en vida? Ahora, no quería su herencia. Porque si eso implicaba perder su libertad, su esencia de gaucho, el ser hombre, no la quería.

Gracias a las intervenciones oportunas de Don Segundo Sombra, nuestro gaucho pudo hacerse, no solo de su herencia monetaria, sino de nuevos gustos e intereses que su padre, Fabio, deseaba para él: nueva música, lectura de clásicos, ir a las ciudades y volver al campo. Su mundo se ampliaba sin perder su esencia de gaucho.

Don Segundo, después de acompañarlo tres años en su nueva vida, viendo bien ubicado a su “hijo gaucho”, partió nuevamente a su vida libre de gaucho por las pampas.

Lectura a la letra:

Nuestro relato comienza en los pensamientos de un joven adolescente, lleno de dudas e incertidumbres. No solamente por las típicas preocupaciones adolescentes –un real del cuerpo que se le impone, un imaginario corporal que cae y otro a ser reinscripto, la necesidad de ratificar la prohibición del incesto y la redistribución de los goces para tener una salida amable y gratificante con el otro sexo- , sino también por estas preguntas que le retornaban una y otra vez. ¿Cuáles eran sus orígenes? ¿Esas eran sus tías? ¿Quién era Fabio Cáseres? ¿Por qué lo había elegido a él y no a otro para protegerlo?, ¿Por qué lo habían alejado de su “mama”? ¿Por qué, por qué y por qué? Pensar y pensar, sin poder hacer nada que le diera una respuesta.

En el texto lo dice así: “...Por centésima vez aquellas preguntas se me formulaban, me llenaban de ansiedad. A su vez, por centésima vez, voy a reconstruir mi historia como única respuesta, sabiendo que nada gano con ella. Pero es una obsesión que no puedo evitar”.

 

Preguntas que lo atormentaban sin respuestas, que las registramos como acting out.

Ideas obsesivas, insistentes, producto de un silencio del otro acerca del saber sobre su origen. Ideas obsesivas entre el saber inconsciente del sujeto y el llamativo silencio de todos acerca de quién era su padre.

Compulsiones que lo llevan, en la vida, a múltiples actuaciones. Intento fallido de inscripción, de una filiación de un origen que no se podría atribuir a ningún padre. Por lo mismo, duelo imposible de realizar, ya que al padre, ni siquiera, se lo podría situar.

Serie de duelos no realizados y sin la presencia real de Otro real, que le diera palabras y presencia, que le permitiera comenzar a realizarlos: por la separación abrupta de la madre, por no saber más nada de ella, por los años de la infancia que se iban, por una adolescencia que se vislumbraba en el lugar “del desecho, del desperdicio”.

Si éste era el lugar donde iba a ser alojado por los dos sustitutos paternos ¿qué salida en el fantasma, más que identificarse a un objeto desechable?

Identificado a este objeto, la calle le sirvió como un intento de salida subjetiva sintomática. Actuaba en ella sin pensar y se decía: “la calle es mi paraíso, mi casa la tortura”. Todo esto se lee en estos párrafos: “...Pronto mis tías se aburrieron de mí, ya no era su juguete, me sacaron del colegio sin saber por qué, me mandaron a la calle a hacer cuanto mandado se les ocurría. Solo me hablaban para decirme que estaba sucio, que era un atorrante y me echaban la culpa de cuanto desperfecto había en la casa” “Me sentía un pobre niño abandonado, falto de cariño”. Este es uno de sus fantasmas, por eso la presencia permanente, a posteriori, de Don Segundo Sombra pudo ayudarlo a reparar algo en aquel.

Así es como borrando las diferencias, entraba en el club de los copetudos, robaba información para venderla en la pulpería, donde, si bien, desplegaba toda su simpatía y no se esperaba nada de él, creído que así no se alienaba o se salía del lugar del “pobre niño abandonado”, terminaba metido en actuaciones permanentes que lo  dejaban empobrecido y expuesto a situaciones peligrosas. No aparecía, para nada, su deseo. Ni un Otro en este tiempo de inscripción a la estructura y de ratificación de la prohibición del incesto, que le permitiera una salida no tan empobrecida, “ladina”.

Peloteado entre la casa, donde le demandaban que actuara el lugar del que lo hacía “todo mal”, y la calle, donde no esperaba de él más que fuera “ladino”, quedaba fijado a un todo ilusorio. Renegación del algo, de la castración.

La salida subjetiva que encontró lo dejó ubicado en el lugar del “ladino”, como un intento de salida, que era mejor, que estar en el lugar del “desecho”. Fantasma del que deseaba salir permanentemente, por eso se decía: “Si yo fuera vivillo, ladino, voy a lograr que me quieran”. En el texto se lee así: “La calle era todo mi contento. Desplegué toda mi simpatía y alegría, todos se reían conmigo, nadie me “achuchaba” ni “coscorreaba”.  Mi lectura es: se trata en la vida, de no estar en el lugar ni de “desecho” ni de “vivillo ladino”. 

El azar, ese real imponderable que más de una vez cambia la vida de las personas, si es posible ponerlo a su favor, hizo que en esta ocasión, nuestro “guachito” tuviera una oportunidad diferente, a partir del encuentro con Don Segundo Sombra. Éste iba a ayudarlo a inscribir las marcas de un padre que, en lo real de la escena, hasta los catorce años, brillaban por su ausencia y así, ratificar a la estructura la prohibición del incesto, la ley ordenadora que le iba a permitir una redistribución de los goces.

Como decía antes, el azar le hizo presenciar a nuestro protagonista una agresión a Don Segundo Sombra por parte de un pueblerino, pasado de cañas, en la Pulpería La Blanqueada. La respuesta calma, serena, acotadora de los excesos pulsionales del agresor, sin ceder a sus propios excesos pulsionales, siendo fiel a su deseo de pensar y libertad, hizo que nuestro jovenzuelo deseara estar cerca de este hombre.

Esto se lee en este párrafo: Le dice Don Segundo al tape: “...Escucho que la agresión solapada es para mi, no encuentro motivo para ello. Ahora tengo cosas más importantes que hacer, dejémoslo para otra ocasión...”.

Al modo de un acto, abandona la vida que hacía hasta ese momento y se va al campo con Don Segundo Sombra.

Hay dos significantes que se repiten a lo largo del texto, cuya fijeza de sentido se va modificando a lo largo de la vida del sujeto: huír y libertad.

Si para estar libre del pedido del Otro, de ser su objeto de goce desechable, debía huir, poniendo su cuerpo, a veces, en situaciones peligrosas de riesgo, huir, en este tiempo, es una trampa subjetiva. En cambio, huir, para seguir camino con ese hombre, Don Segundo Sombra, es un acto porque es un intento de una salida como sujeto deseante. Esto se pudo leer como tal a posteriori. Recordemos lo que nos dice J. Lacan, en relación con éste, en el Seminario del Acto: “...Cuando se lo realiza no se sabe lo que se hace, sólo se comprueba, si lo fue o no a posteriori, en la lectura que se haga de éste. El mismo, inaugura un nuevo deseo.”

En el encuentro con Don Segundo, dos faltas y dos funciones se entrecruzaron: la de un padre donador y la de un hijo deseoso de recibirlo.

Consejos serenos, acciones acompañadas que fueron donadas a modo de marcas, letras a ser leídas, que le permitieron luego, a nuestro gaucho, hacer su propio camino. Le enseñó el oficio de gaucho, de resero y domador, le enseñó valores en la vida, desconfianza con las mujeres y la bebida, lazos fuertes con los amigos y entereza ante los avatares de la existencia. Le enseñó templanza y a poder disculparse. Y como un valor importantísimo, la libertad por las pampas, y no dejarse entrampar por mujer alguna.

Se lee a repetición, en todo lo dicho hasta ahora, lo idealizado que estaba para Don Segundo Sombra, la libertad en el sentido de vivir huyendo al modo obsesivo, y sus dificultades en la posición de hombre en relación con una mujer.

Mi lectura: no hace falta ser nómade para ser libre, hace falta amar a una mujer y no dejarse entrampar por ella ni por nadie. Don Segundo Sombra, al no poder con eso, se hizo nómade.

En el encuentro de nuestro “gaucho”, ya no más “guacho”, con su primer amor, Paula, se puso en evidencia su deseo de quedarse con ella y el no animarse a reconocer, como propio, dicho deseo, a causa del mandato superyoico del padrino. Por amor a este, estaba tentado de ceder.

Los juegos de palabras entre él y Paula, eran cada vez más insinuantes. Pero, las lonjas, que le servían de vendas a causa de la rotura del brazo, después de la corneada recibida en el rodeo, lo tenían maniatado “...Pero si se las había puesto su padrino, estaban bien”.

Esa noche, en vez de acariciar a su prenda, que más de una vez lo “dejó plantado”, produce este sueño y angustia.

El sueño: “...Me metían en un pozo, como poste de quebracho, y que aprisionaban la tierra haciéndome crujir los costillares y cortándome el aliento”. Fin del relato del sueño.

Un sueño nos da a leer, como decía al principio, no solamente el deseo inconsciente del sujeto, sino también, cuál es su posición fantasmática en ese tiempo. También nos dice de su posición ante lo real y nos permite vislumbrar una salida subjetiva.

Lectura a la letra del sueño:

“Si estar con una mujer que deja plantado a un hombre, es quedar entrampado como poste de quebracho hasta quedar sin aliento, de ese deseo hay que escapar.” Fin de la lectura a la letra.

Sometido a los juegos histéricos de Paula y al mandato superyoico del padrino, en la medida en que no los cuestione, lo aprisionan, le hacen crujir los costillares y, en la vida, en relación al deseo a esa mujer, se queda parado como un poste y sin aliento. Queda gozado como un objeto y angustiado.

La angustia, que es un afecto, nos dice de dos cuestiones. Una, en qué lugar el sujeto queda entrampado como objeto de goce del Otro y, nos dice también, en qué lugar el Otro reniega de la castración. Pero, también, el sujeto se angustia porque está tentado de quedarse aprisionado entre estas dos cuestiones: renegar de la castración del Otro y ofrecerse como objeto de goce al fantasma del Otro, por amor.

Renegar de que le falta la falta al Otro, ofreciéndose como objeto al fantasma del Otro, lo deja subsumido en el síntoma. Pero también este afecto es un indicador del deseo de salida del sujeto de esa posición de alienación al Otro. Por eso es necesario, cuando se lee un sueño de angustia, leer la salida subjetiva que éste nos brinda.

Para concluir, en esta ocasión, si nuestro gaucho estuviese analizándose, se le podría decir que su angustia, también, es una salida que indica su deseo de no ofrecerse más a esa mujer, que lo deja plantado y frustrado, ni a los mandatos superyoicos del padrino. Ése es el camino de su deseo en este tiempo. El no escuchárselo, lo deja subsumido en la angustia.

Bibliografía:

 

·         Ricardo Güiraldes: Don Segundo Sombra. Editorial Losada, Buenos Aires, 1939.

·         Sigmund Freud: Obras completas. Editorial López Ballesteros, España. Tomo I, Capítulo VII de Los Sueños – Sueños de angustia.

·         Sigmund Freud: Obras completas. Editorial López Ballesteros, España. Tomo II, Inhibición, síntoma y angustia.

·         J. Lacan: Seminario de la Angustia. Capítulo 16, 17, 18 y 19.  E.F.B.A.

·         Silvia Amigo, Pura Cancina y otros: Bordes... un límite en la formalización.  “El Objeto y la cosa en el duelo y en la melancolía”, de: Clara Cruglak. “Borde S: Una zona de riesgo”, de Haydée Heinrich. Editorial Homo Sapiens, 1995.

·         J. Lacan: Seminario del Acto.

 

 

 


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