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El desencuentro en el amor, 100 años después. Sobre algunos mecanismos neuróticos de los celos, la paranoia y la homosexualidad

26/03/2022- Por Juliana María Bueno Restrepo, Adriana Álvarez Restrepo y Paula Andrea Martínez Hernández - Realizar Consulta

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A partir de la articulación del texto “Sobre algunos mecanismos neuróticos de los celos, la paranoia y la homosexualidad” (Freud, 1921), las autoras analizan a la luz de lo que surge en los espacios clínicos, las nuevas condiciones de los lazos amorosos actuales sobre todo las denominadas “relaciones abiertas” y el “poliamor”.

 

                            

 

                                      “La Reina Roja III”, Olga Suvorova*

 

   

   A lo largo de la obra de Freud se evidencia una pregunta acerca de la complejidad de los lazos, aquello que tiene que ver con el sexo, el deseo y el amor. Así se constata en el texto, “Sobre algunos mecanismos neuróticos de los celos, la paranoia y la homosexualidad” (Freud, 1921)

 

  Se trata de un texto escrito en el período entreguerras y finalizando la peor pandemia de la historia, causada por lo que se conoció como “la gripe española”, la cual provocó alrededor de cincuenta millones de muertes, una cifra superior a las muertes causadas por la Primera Guerra Mundial. 

 

  En 1920 fallece la quinta hija de Freud quien a sus 26 años se vio afectada por la enfermedad y además él –tiempo después– es diagnosticado con cáncer de laringe. Para Freud, en su momento, no fue posible despedirse de su hija, así como en la actualidad, los cadáveres debían ser incinerados lo antes posible para evitar el contagio. Fue entonces un contexto similar al que vivimos en la actualidad, en el que la muerte, el duelo y la pérdida toman la escena.

 

  No en vano, Freud comienza el texto que nos ocupa hablando del duelo y los celos como estados afectivos normales, es decir, el sufrimiento que tiene como fuente el lazo con el otro, sufrimiento que Freud en este texto circunscribe a las cuestiones del amor y la sexualidad, en la medida en que esto pone en evidencia el desencuentro entre los seres. Del mismo modo, Freud se inquieta por la cuestión de la homosexualidad en una época en la que esta era considerada un delito.

 

  

  En este texto Freud se ocupa del fenómeno de los celos, clasificándolos en tres grupos: los concurrentes o normales, los proyectados y los delirantes. Además, se sirve de los celos como un nuevo mecanismo en la elección homosexual de objeto.

 

  Con respecto a los celos normales describe que no son racionales ni corresponden a la realidad, no son dominados por el yo conciente puesto que tiene sus raíces en el inconsciente, propiamente en la afectividad infantil. La tristeza y el dolor emergen como respuesta por el objeto perdido, lo cual constituye una ofensa narcisista y produce la hostilidad contra el rival, al tiempo que causa la autocrítica que culpa al yo.

 

  Con respecto a los celos proyectados, surgen de las propias infidelidades del sujeto o impulso a cometerlo; de esta manera se proyectan los impulsos infieles produciendo un alivio en la conciencia moral. 

 

  Freud describe algunos aspectos de la moral sexual de su época, la cual consistía en permitir ciertos avances en el deseo de gustar de la mujer casada y el deseo de conquistar del hombre casado, con el fin de que el deseo que produce un objeto ajeno se satisfaga en el propio.

 

  A continuación, Freud señala algunas indicaciones clínicas en el abordaje de los celos proyectados: en el tratamiento no se discute el material en el que se apoyan dichos celos, pero se puede modificar su interpretación.

 

  Además, considera que a pesar de que estos celos tienen un carácter casi delirante, lo que hace el análisis es revelar las propias fantasías de infidelidad, aspecto que podría ser útil para pensar en un diagnóstico diferencial en la medida en que en los celos delirantes el celoso permanece en la convicción de que la infidelidad es del otro.

 

  Por último, Freud retoma la cuestión de la paranoia a partir de la problemática de los celos delirantes; considera que también estos celos surgen de tendencias infieles reprimidas, pero su objeto es de carácter homosexual, así:

 

 “Los celos delirantes corresponden a una homosexualidad fermentada y con derecho reclaman ser situados entre las formas clásicas de la paranoia” (pág. 219).

 

  La función de los celos sería entonces la defensa contra la corriente homosexual, pudiéndose escribir de la siguiente manera, para el hombre: “yo no soy quien lo ama, ella lo ama” (pág. 219). Se evidencia entonces que el amor dirigido al objeto homosexual se le atribuye a la mujer a quien se dirigen los celos, perspectiva que sigue los lineamientos antes escritos por Freud en el caso Schreber.

 

  Para concluir el texto Freud introduce los celos en relación con la homosexualidad como un nuevo mecanismo responsable de la elección homosexual de objeto. Así, los celos y la rivalidad infantil asociados a impulsos agresivos y hostiles propios del periodo edípico, al sucumbir a la educación, convierten a los primeros rivales en objetos de amor.

 

  A continuación, intentaremos articular los desarrollos de Freud del texto que nos ocupa a la luz de los fenómenos de nuestra época.

 

  Es cada vez más frecuente escuchar en los espacios clínicos las nuevas formas que surgen como propuestas para establecer los vínculos amorosos y sexuales. En particular las llamadas “relaciones abiertas”, el “poliamor” y los encuentros programados a través de aplicaciones en los cuales se pretende únicamente la satisfacción sexual dejando al margen la érotica y los avatares de las relaciones amorosas.

 

  Las relaciones abiertas se proponen como una manera de no renunciar al placer de los otros cuerpos conservando el objeto de amor, partiendo del reconocimiento de una diferenciación entre el amor, el deseo y el goce. El “poliamor”, por otra parte, se sostiene en el supuesto de que el amor puede surgir entre varios, y que no habría necesidad de encontrar un objeto de amor exclusivo o único.

 

  Ambas formas suponen también una exclusión de los celos, los cuales no tendrían lugar en la medida en que se parte de unos acuerdos comunes y claros. De hecho, se encuentran manuales que pretenden enseñar las maneras “sanas” de llevar a cabo una relación poliamorosa, que se supone deberían funcionar para todos, desconociendo las singularidades.

 

  Asimismo, escuchamos experiencias en las que se establecen encuentros sexuales a través de plataformas, que ofrecen la posibilidad de gozar sin vínculo, sin promesas, sin semblantes, sin los rodeos propios de la erótica, dejando en evidencia la genitalidad en lo más primario.

 

  Todas estas maneras dan cuenta de un intento por evitar el desencuentro con el otro, el desencuentro entre los sexos y deshacerse de la complejidad de los lazos, la cual es señalada por Freud en su texto. En otras palabras, hacer existir la relación sexual en la complementariedad y la búsqueda de un goce absoluto.

 

  Esto se enmarca en una moral sexual cultural que promueve un goce sin límites y que promete objetos o formas de lazo que vendrían a suturar la falta, por tanto, se trata permanentemente de eludir la castración.

 

  Sin embargo, a pesar de esta promesa de felicidad, los efectos aparecen de diversas maneras, por ejemplo, en la emergencia de la angustia, los celos, los sentimientos de culpa, los auto-reproches y las heridas narcisistas. Aunque las propuestas tienen lugar en un pacto, no es posible eludir dichos afectos, pues estos no son dominados por el yo conciente, bien sabemos por Freud que tienen su raíz en procesos psíquicos inconscientes.

 

  Se revela entonces lo estructural del desencuentro, así como Freud habla de la complejidad de los lazos en la moral sexual victoriana y las maneras establecidas para regular los lazos frente a las tendencias sexuales, nuestra época propone otras formas que siempre se revelan insuficientes.

 

  Del mismo modo, asistimos a un momento histórico en el que proliferan las identificaciones con las que se intenta resolver el enigma del sexo y de las posiciones sexuadas, relativas a la pregunta ¿qué es ser un hombre y qué es ser una mujer? Así, por ejemplo, en el facebook de algunos países se encuentran más de 50 maneras posibles de identificarse con un género. Aspecto que va de la mano con todos los movimientos que le apuestan a la diversidad.

 

  Finalmente, retomando la cuestión de la paranoia trabajada por Freud en el texto, podemos resaltar la desaparición de este término en cuanto entidad nosológica, en contraste con la priorización del llamado “espectro esquizofrénico”.

 

  A través de las revisiones de los manuales diagnósticos DSM, la paranoia se fue diluyendo hasta quedar excluida en cuanto diagnóstico. No obstante, y por contraste, nos encontramos en una época marcada por la “paranoización” de los lazos sociales, en los que prima la desconfianza y la sospecha generalizada, en la que los sujetos se dividen entre perseguidos y perseguidores.

 

  Asimismo, uno de los efectos de la pandemia ha consistido justamente en una cierta vivencia paranoica respecto a la relación con los otros. Por el temor al contagio el otro se ha tornado peligroso y, en un sentido más amplio encontramos las teorías conspirativas con las que se intenta explicar el origen y los intereses en juego en la crisis de salud que se atraviesa a nivel mundial.

 

  Vemos entonces cómo un texto escrito hace 100 años aún mantiene su vigencia, en la medida que nos permite pensar algunos fenómenos contemporáneos, los cuales revelan los aspectos estructurales de las problemáticas y desencuentros entre los sujetos, en cuanto al amor, al deseo, la sexualidad y los lazos.

 

 

Bibliografía

         

Freud, S. (1921). “Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad”. En S. Freud, Obras Completas Vol. XVIII (págs. 213-226). Buenos Aires-Madrid: Amorrortu editores.

 

 

Arte*: Reconocida artista plástica rusa contemporánea (1966).
Formada en el Instituto Repin de Bellas Artes de San Petersburgo.

 

 

 

 


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