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Ética, posición respecto al inconsciente, deseo del analista13/02/2012- Por María Cristina Bacchetta - Realizar Consulta

"Es insoslayable que el analista está imbuido de su cultura, de su realidad histórica, no es sin la historia real que lo circunda, no podría ser de otro modo. El concepto mismo de Edipo da cuenta de esa relación entre cultura y sujeto. Pero el analista no analiza ni desde su yo, ni desde su fantasma, (otro modo de decirlo, ni desde su realidad psíquica), el analista es un lugar que tiene que quedar vacante para que aparezca allí la “realidad” del sujeto y esto no es posible sin la presencia que lo incluye en el cuadro con su deseo. ¿Qué quiere decir con su deseo?, por supuesto no estamos hablando de un personaje que puede ser absolutamente neutral, pero su decir debe ser abstinente. El deseo del analista es el de la máxima diferencia entre el objeto causa de deseo y el Ideal. La presencia del analista ha de ser incluida en el concepto del inconsciente"
Cosa si può chiamare oggi psicoanalisi, in un mondo in cui i metodi psicoterapeutici si moltiplicano e i confini tra psicoanalisi e psicoterapia sono sempre più indefiniti?
Francesco Marchioro
El presente tema es una pregunta vigente también en A.E.P.A., la institución psicoanalítica de Buenos Aires a la que pertenezco, pregunta que nos ha atravesado en distintos momentos. Cómo pensar un psicoanálisis y cómo es posible hoy identificar su práctica.
Tal vez el mejor modo de poder transmitirles algo de nuestra experiencia, sea a través de las distintas preguntas que nos hemos ido planteando. ¿Cuáles son los conceptos determinantes para que alguna práctica pueda ser considerada una experiencia psicoanalítica? Por supuesto que esto no significa que todas las veces que llega un paciente, sea posible el recorrido de un análisis o que podamos decir a priori que se tratará de un psicoanálisis.
Comencemos por un punto que, a la hora de la formación, suele ser polémico ¿teoría o clínica? Toda experiencia psicoanalítica transcurre dentro del campo de la transferencia, extremando los términos podríamos decir que el psicoanálisis es en transferencia, de tal manera, que se torna imposible pensar el Psicoanálisis, en tanto teoría, desligado de su práctica clínica. Simultáneamente la transferencia, que es un proceso espontáneo (y no sólo de la clínica psicoanalítica), involucra y ha involucrado en la historia teorías diferentes. Es decir, el modo en que pensamos la transferencia es un determinante en el abordaje clínico y a su vez ese pensamiento conlleva una teoría del sujeto, una ideología y una ética[1].
En el psicoanálisis es imposible deslindar teoría de práctica, ya que ambas interactúan permanentemente, se trata de una praxis.
Aquello que suponemos tan del orden de lo fáctico, como es la transferencia, funcionará en el sentido psicoanalítico, según algo que la precede, que es la teoría desde la cual la pensamos. Cuando Lacan nos muestra que en la escena analítica, no se trata de una relación dual, sino regida por el falo, que hay un Otro al cual nos dirigimos, pone de manifiesto, desde la misma teoría freudiana, que la transferencia se maneja de acuerdo a como se concibe al sujeto y que nos dirigimos al sujeto, según se conceptualice la transferencia[2] Romper con la escena de “dos” pone al analista en Otro lugar, no en el lugar del “Ser”, sino de una “función”. No se trata de la identificación como fin del análisis, ésta es sólo un momento de pasaje, ni del analista en el lugar del Ideal, y asimismo la transferencia deja de ser un medio de rectificación de lo ilusorio y el análisis una forma de “adaptación” lo que lo deja fuera de las regulaciones sociales.”[3]
Hace treinta años, cuando con un grupo de colegas y amigos, fundamos A.E.P.A., y la gran mayoría contábamos con menos de 30 años, nuestra consigna era: retomar, reanimar lo que para ese momento decíamos, había sido dejado de lado: la clínica psicoanalítica. Eran tiempos de una transmisión tan críptica, tan imposible (con el saber en manos de algunos “elegidos”), que los que esperábamos formarnos quedábamos sin ningún “pase” posible. Una teoría inabordable y una práctica vaciada. Por eso en nuestra insistencia por la necesariedad de la práctica, no advertíamos que cuando nos dirigimos a la clínica siempre lo hacemos con alguna teoría a cuestas. Análisis mediante, nuestra primera clínica como analizantes en tanto atravesada, portaba una teoría que sin duda dejó huella, hizo marca. Marca que es deuda, con nuestros analistas, con nuestros supervisores, con nuestros maestros.
Cada analista aporta al discurso del psicoanálisis, desde su experiencia con la transferencia, un estilo que es único, el de cada uno. Freud decía que todo analista hace teoría, en el sentido de que a su vez investiga, se inviste en un lugar de construcción del psicoanálisis, en la medida que amplia con su trabajo, desde su deseo, un saber sobre el inconsciente. Lo cual es muy distinto del discurso Amo, el universitario, que sostiene un saber “a priori”, generalizable a todos los objetos. Los psicoanalistas portamos una teoría cuyo saber es retroactivo, pero el saber del que se trata en la experiencia psicoanalítica es otro: es el que se produce “a posteriori”. El analista es un sujeto al que se le supone un saber para que la deriva inconsciente aparezca, pero lo que produce saber es la escucha. Porque hay escucha es que se producirá un nuevo saber. En esa escucha está el analista con su deseo y está la intervención como acto. Si bien es necesario que el analista esté en ese lugar Otro para que el saber se produzca, también es parte de la ética que no se asuma como omnisapiente. Es esta una dimensión ética, la abstinencia como piedra angular, un saber que acepta “no saber”[4]. Es decir, es necesario un saber del analista donde sostener su abstinencia para que pueda presentificarse allí, en esa sesión, un otro saber, el que esta en el analizante y que ninguno de los dos sabe[5].
Asimismo, el psicoanálisis, en tanto la transferencia pone en juego lo que es del orden del objeto en el fantasma, articula una lógica del dispositivo que conlleva una dimensión ética. Cuando Lacan nos dice, que el analista pinta el cuadro y además, está en el cuadro, cuando introduce el deseo del analista como ecuación indisoluble, esto tiene efectos sobre la clínica, sobre la teoría, sobre el lugar del analista, revelando otra concepción del Sujeto en el texto freudiano.
Pero desarrollemos un poco, ¿qué pensamos cuando decimos transferencia? Se trata de un amor genuino, y al mismo tiempo ficcional, este amor no se deposita sobre cualquiera, sino sobre aquel que representa un saber, lo que llevará al analista al lugar del Otro con mayúscula, el Otro primordial. Este lugar Lacan lo nombra como Sujeto supuesto Saber, se le supone un saber al sujeto y un sujeto al saber. Para el paciente será al principio un saber “doctoral” que a la luz de la transferencia amorosa terminará siendo un sabe de “mi”[6], y para el analista un poder que lo es a condición de que no sea utilizado[7]. Pero simultáneamente el analista no será solamente capturado en el lugar de lo amado/odiado, sino también como soporte del objeto, objeto perdido que es causa del deseo. Objeto que Lacan nombra como objeto a, que no es el objeto de la libido, sino ese resto que cae en la división del sujeto por efecto del significante proveniente de la demanda del Otro. Objeto de la pulsion. A partir de alli la neurosis entra en el campo del dispositivo y bajo la forma de la neurosis de transferencia se vuelve analizable, momento privilegiado, nos dice Freud “estamos allí, en el centro de la escena, como objeto”[8]. Es este siguiente paso el que hará proseguir el análisis, más allá de sus efectos terapéuticos.
A veces no es tanto el paciente el que hace resistencia a colocar al analista en ese lugar de resto, a menudo es la resistencia del analista a hacer de soporte a ese objeto de la pulsión en falta[9] lo que lleva a la no consecución del análisis hasta un final. En este punto es que interviene la ética del psicoanálisis: el deseo del analista. Se trata de la responsabilidad del analista. La experiencia podrá ir más allá, solo si el deseo del analista está en función. Momento de la experiencia que radicalizará la puesta a prueba del análisis del analista.
Creo que todo esto va dejando en evidencia que no se trata tanto de la discrepancia de “modelos” o técnicas, no está allí la diferencia, no es eso lo que define al psicoanálisis, creemos que se trata, más que nada de una posición ética ante el inconsciente. Freud mismo expresa algo de esto en sus escritos técnicos, reconociendo que con ellos daba solo algunos lineamientos. Pero lo importante que sí instituyó son algunas cuestiones –más allá de la contingencia personal necesarias e irrenunciables: el analista debería pasar inevitablemente, él mismo, por la experiencia del análisis personal, el analista debería dejar de lado su condición de sujeto movido por las pasiones. Su posición era definida por la abstinencia, en el sentido de no acceder a la demanda del paciente, pero abstinente también respecto a cualquier cuestión que pudiera concebirse como un interés sobre el paciente, que no fuera su deseo de curar.
En la “Conferencia
El enunciado freudiano implicó y sigue implicando una profunda convicción ante la realidad del inconsciente, ante la transferencia como puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente y el lugar hegemónico del deseo, una ética en consecuencia.
Ética por ejemplo, en el sentido de considerar al síntoma no una anormalidad, o algo a “corregir”, sino una manifestación del inconsciente, un modo simbólico (significante) de expresar un conflicto. Es por esto que jamás tratará de abolir el síntoma, porque en ello estaría haciendo desaparecer lo poco que ha podido mostrarse de esa verdad siempre dicha a medias, del saber del inconsciente, va a ser recién después de un proceso, de un recorrido, que es el de la cura que el síntoma cambie y hasta desaparezca. Es en ese sentido que la cura analítica nunca tratará de la “normativización” del que consulta, porque no hay un modelo único de “persona” a la cual remitirse. La cura analítica es lo que cada uno puede hacer desde sus propias posibilidades[10].
Es insoslayable que el analista está imbuido de su cultura, de su realidad histórica, no es sin la historia real que lo circunda, no podría ser de otro modo. El concepto mismo de Edipo da cuenta de esa relación entre cultura y sujeto. Pero el analista no analiza ni desde su yo, ni desde su fantasma, (otro modo de decirlo, ni desde su realidad psíquica), el analista es un lugar que tiene que quedar vacante para que aparezca allí la “realidad” del sujeto y esto no es posible sin la presencia que lo incluye en el cuadro con su deseo. ¿Qué quiere decir con su deseo?, por supuesto no estamos hablando de un personaje que puede ser absolutamente neutral, pero su decir debe ser abstinente. El deseo del analista es el de la máxima diferencia entre el objeto causa de deseo y el Ideal[11]. La presencia del analista ha de ser incluida en el concepto del inconsciente[12]
Esto nos lleva a otra dimensión de la ética. ¿Es sostenible pensar que el final de un análisis produce siempre un analista?, creemos que no, excepto que se lo vea desde lo que las instituciones psicoanalíticas han llamado didáctico. Pero si seguimos la enseñanza de Lacan en la dirección de la cura, no todo analizado devendrá analista, ni tiene por qué. Un fin de análisis no produce necesariamente un analista sí, un sujeto cuyo deseo ha sido atravesado por la ley como función operatoria de la castración. Fin de análisis es esa suerte de reduplicación de la castración que genera una articulación diferente en la subjetividad del sujeto que puede llevarlo más lejos, hasta hacer surgir en él el deseo de analista.
¿Y de qué se trata en relación al analisis del analista?, de un deseo advertido, nos dice Lacan. Esta experiencia, la de su análisis, reescritura de su historia, encuentro con su fantasma fundamental y su atravesamiento, liberará un deseo, el del analista. Deseo que no es posible de soportarse en el fantasma, sino que se trata de un deseo fuera del fantasma, en el Seminario 11 Lacan habla de un deseo “no puro”[13], expresión que no es muy clara, pero pareciera que se trata de un deseo liberado de goce.
Y para concluir. Pensamos la experiencia psicoanalítica como una ética de la castración, modo de sostener la ley del padre que marca la falta como aquello irrevocable y a un mismo tiempo lo que permite la circulación del deseo. El psicoanálisis se relaciona con el equívoco, el sueño, el chiste, lo que no cierra; revela esa realidad sexual que es el inconsciente. Tal vez lo contrario de algunas de las marcas de nuestra época que propone la saturación de objetos como la evitación permanente de toda falta, propuesta perversa renegatoria de la ley del padre, simulacros que intentan suturar todo agujero y al mismo tiempo lo propio del sujeto: un ser deseante, produciendo un vacío aún mayor,”Un mundo feliz”, como si aquel propuesto por A. Huxley en 1931, fuera hoy una realidad.
Notas
[1] M. Cristina Baccchetta “Teoría sin clínica, clínica sin teoría - ¿Al pie de qué?” Revista Imago-Agenda 132 Agosto 2009 de Letra Viva
[2] J. Lacan Seminario 11. Ed. Barral, Barcelona 1977
[3] Dice Beatriz Castillo en El psicoanálisis en la institución: un síntoma, reportaje de Eva Gerace en a_Verare “…el sujeto y su deseo inconsciente, puesto en juego en la transferencia analítica, no puede ser regulado, ni controlado, por ninguna legislación social. Es en ese sentido, que la práctica psicoanalítica inaugurada por Freud e instituida como ciencia conjetural por Lacan, tiene condiciones que la dejan al margen de las determinaciones de los organismos oficiales”.
[4] J. Lacan, toma el término de “la docta ignorancia” en El saber del psicoanalista.
[5] Decía Masotta: “...el sujeto no sabe sobre aquello que está en el origen de los síntomas que soporta (he ahí al inconciente) porque nada quiere saber de que no puede saber que no hay Saber sobre lo sexual”. Lecciones de introducción al psicoanálisis, Gedisa, Barcelona 2006
[6] Los otros días, en el contexto de una terapia grupal, un paciente lo expresaba claramente, decía “ustedes son el grupo de personas que más conocen de mí y por eso es que les tengo afecto”
[7] J. Lacan “
[8] S. Freud “Dinámica de
[9] Y presente en el fantasma como identificación narcisista.
[10] S. Freud Conferencia 27
[11]M. C. Bacchetta op. cit. “La escena analítica es como un teatro en la que somos al mismo tiempo público, personaje, director y parte. La cuestión es cómo se está allí y en donde de ese “allí” se está”
[12] J. Lacan Seminario 11 Ed. Barral, Barcelona 1977
[13] Idem
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