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La angustia07/01/2009- Por Cristina Liendo Lugilde - Realizar Consulta

Freud expone en la 25ª Conferencia (1917 [1916-17]) una indagación acerca de la angustia tomándola como modelo para explicar los diversos afectos. La define diciendo que es ante todo un estado afectivo que los neuróticos sienten más fuerte que los demás. El problema de la angustia es un punto nodal, la medicina se interesa sobre todo por los caminos anatómicos a través de los cuales se produce la misma.
Freud expone en la 25ª Conferencia (1917 [1916-17]) una indagación acerca de la angustia tomándola como modelo para explicar los diversos afectos. La define diciendo que es ante todo un estado afectivo que los neuróticos sienten más fuerte que los demás. El problema de la angustia es un punto nodal, la medicina se interesa sobre todo por los caminos anatómicos a través de los cuales se produce la misma.
La angustia realista, por oposición a una neurótica, aparece como algo muy racional y comprensible. Es una reacción frente a la percepción de un peligro exterior que está unida al reflejo de la huida, es también una manifestación de la pulsión de autoconservación. Se presenta frente a objetos y situaciones que dependerán del estado de nuestro saber y de nuestro sentimiento de poder respecto del mundo exterior, es racional y adecuada, pero la única conducta adecuada frente a un peligro sería la evaluación de las propias fuerzas comparadas con la magnitud de la amenaza, y en consecuencia decidir el mejor desenlace: la huida, la defensa, o el ataque. En una situación así no hay lugar para la angustia. Si ésta alcanza una fuerza desmedida es inadecuada porque paraliza la acción, aun la de la huida. La reacción frente al peligro consiste en una mezcla de afecto de angustia y acción de defensa. El animal aterrorizado se angustia y huye, lo adecuado es la huida, no el angustiarse.
Lo primero que se encuentra en la angustia es el apronte para el peligro, que se exterioriza en un aumento de la atención sensorial y en una tensión motriz. Ese apronte expectante es ventajoso porque en él se originan la acción motriz (primero la huida y luego la defensa activa), y lo que sentimos como estado de angustia. Mientras más se limita el desarrollo de angustia a una señal menores son las perturbaciones en el paso del apronte angustiado a la acción, y más adecuada la forma que adopta todo el proceso.
En la angustia, el apronte angustiado parece lo más adecuado al fin y el desarrollo de angustia lo más inadecuado.
La angustia se refiere al estado y prescinde del objeto. El miedo dirige la atención al objeto, y en el terror resalta el efecto de un peligro que no es recibido con apronte angustiado. Casi siempre se entiende por angustia el estado subjetivo en que se cae por la percepción de su desarrollo, y designa en particular a este afecto.
Freud se pregunta luego qué es, en sentido dinámico, un afecto, y lo esquematiza diciendo que éste incluye:
· Inervaciones motrices y/o descargas vegetativas.
· Ciertas sensaciones que son de dos clases: las percepciones de las acciones motrices ocurridas y las sensaciones directas de placer y displacer que prestan al afecto su tono dominante.
El núcleo que mantiene unido a un afecto en particular es la repetición de una determinada vivencia significativa. Esta es una impresión muy temprana de naturaleza general en la prehistoria de la especie. El estado afectivo tendría la misma construcción que un ataque histérico, y sería la decantación de una reminiscencia. El ataque histérico es comparable a un afecto individual neoformado y el afecto normal a la expresión de una histeria general que se hizo hereditaria.
El afecto de angustia reproduce la impresión temprana del nacimiento en calidad de repetición. En el mismo se produce el agrupamiento de sensaciones displacenteras, mociones de descarga y sensaciones corporales que se han convertido en el modelo para los afectos de un peligro mortal y desde entonces es repetido por nosotros como estado de angustia.
El aumento de estímulos sobrevenido al interrumpirse la renovación de la sangre (la respiración interna), fue en ese momento, la causa de la vivencia de angustia; es decir que la primera fue tóxica, consecuencia de la situación real, y se reproduce en la actualidad casi regularmente en el afecto. Ese primer estado se origina con la separación de la madre.
La predisposición a repetirlo se ha incorporado tan profundamente al organismo a través de la serie innumerable de las generaciones que ningún individuo puede sustraerse a ese afecto. Freud relaciona el acto del nacimiento como la fuente y el modelo del afecto de angustia, que indica angostamiento y falta de aliento.
En los neuróticos hay un estado general de angustia, libremente flotante, dispuesta a prenderse del contenido de cualquier representación pasajera. Influye sobre el juicio, escoge expectativas y acecha la oportunidad de justificarse; es expectante o expectativa angustiada. La inclinación a esa expectativa de desgracia se encuentra como rasgo de carácter en muchos hombres que podríamos llamar enfermos, hiperangustiados o pesimistas. Un grado importante de angustia expectante corresponde generalmente a la neurosis de angustia, incluida entre las neurosis actuales.
Una segunda forma (de angustia) está psíquicamente ligada y anudada a ciertos objetos o situaciones, es la angustia de las fobias. Hay fobias comunes a todos y otras en que sigue habiendo peligro a determinadas situaciones sin poder anticiparlo, como por ejemplo: viajar en avión.
Un tercer grupo de fobias está fuera de la comprensión lógica. Por ejemplo: la angustia que impide a un hombre fuerte, adulto, atravesar una calle o una plaza. No está claro el nexo con el peligro que existe en esta patología.
En las dos formas: expectante y libremente flotante, y la unida a objetos son independientes entre sí. Todas ellas están incluidas en la histeria de angustia, se consideran como una afección muy próxima a la histeria de conversión. En la tercera forma de angustia neurótica se pierde el nexo entre la angustia y la amenaza de un peligro.
En los ataques espontáneos, el complejo designado como estado de angustia es susceptible de una división. La totalidad del ataque puede estar subrogada por un único síntoma intensamente desarrollado. Puede ser temblor, vértigo, palpitaciones o ahogos, y el sentimiento general de angustia puede faltar o hacerse borroso. Ellos son equivalentes de la angustia y pueden equipararse a ella en todos los aspectos clínicos y etiológicos.
Freud se pregunta si la angustia neurótica puede vincularse con la realista y cómo interpretar una reacción frente al peligro ya que, si hay angustia, tiene que existir también algo frente a lo cual uno se angustie.
La angustia expectante o estado de angustia general mantiene estrecha dependencia con determinados procesos de la vida sexual, con determinadas aplicaciones de la libido. Al desaparecer la excitación libidinosa emerge angustia, como ataques y sus equivalentes, o como angustia expectante. La génesis de estados de angustia por libido con descarga de satisfacción denegada posee su fuerza debido a que no ha sido tramitada en parte por la sublimación.
En la conformación del carácter se advierte que una restricción sexual va de la mano con cierta propensión a ellos, mientras que la intrepidez y la audacia acompañan al libre consentimiento de las necesidades sexuales; angustia y restricción sexual se corresponden entre sí determinando un vínculo genético entre ellas.
La influencia de ciertas fases de la vida en las que se produce un incremento en la libido son determinantes en la contracción de angustia, como por ejemplo la pubertad y la menopausia.
De acuerdo a esto, Freud deduce que:
A- Existe una acumulación de libido con su aplicación normal coartada y que esto se sitúa en el campo de los procesos somáticos. En principio no se discierne el modo en que se genera la angustia a partir de la libido, se comprueba solamente que falta libido y en su lugar se observa angustia.
B- El análisis de las psiconeurosis, especialmente la histeria, muestra que la angustia aparece a menudo acompañando los síntomas, pero se exterioriza también como ataque o estado crónico, angustia no ligada. Los enfermos no saben decir qué es lo que los angustia. Mediante la elaboración secundaria lo enlazan con las fobias que tienen más a mano: morir, enloquecer, sufrir un síncope. La situación de la cual nacen la angustia y los síntomas que la acompañan es generalmente el decurso psíquico normal interceptado y sustituido por el fenómeno de la angustia.
El proceso inconsciente surge como si no hubiera sido reprimido, siguiendo su camino sin inhibición hasta la conciencia y acompañado por un determinado afecto; pero el afecto perteneciente al decurso normal se sustituye por angustia en todos los casos, sin importar su cualidad. Frente a un estado de angustia histérica su correlato inconsciente puede ser una moción de similar carácter (angustia, vergüenza, turbación), pero también puede ser una moción libidinosa positiva o una agresiva, o de hostilidad como la furia y el enojo.
La angustia sería la moneda por la cual se pueden cambiar todas las mociones afectivas cuando el correspondiente contenido de representación es reprimido.
C- La tercera experiencia es la de los enfermos con acciones obsesivas, en apariencia exentos de angustia, pero que al verse impedidos de realizarlas surge una fuerte angustia que los obliga a obedecer a la compulsión. La angustia estaba encubierta por la acción obsesiva que se ejecuta para evitarla. En la neurosis obsesiva la formación de síntoma sustituye la angustia que de lo contrario sobrevendría necesariamente.
En la histeria el resultado del proceso represivo es el desarrollo de angustia pura, con formación de síntoma o formación de síntoma más completa, sin angustia. Los síntomas sólo se forman para sustraerse a un desarrollo de angustia que de lo contrario sería inevitable.
La angustia neurótica (libido aplicada de manera anormal) y la angustia realista (reacción frente al peligro) no se pueden distinguir por la sensación que provocan.
El enlace se establece tomando como premisa la oposición entre el yo y la libido. El desarrollo de angustia es la reacción del yo frente al peligro y la señal para iniciar la huida. En la angustia neurótica, el yo desarrolla un intento de huida idéntico frente al reclamo de su libido, tratando este peligro interno como si fuera externo. El intento de huida frente al peligro exterior es relevado por la actitud de hacerle frente y adoptar las medidas adecuadas para la defensa. El desarrollo de angustia neurótica cede paso a la formación de síntoma que produce su ligazón.
La angustia que significa una huida del yo frente a su libido nació de ella.
Para el esclarecimiento del tipo de energías anímicas convocadas y los sistemas psíquicos desde los que provienen, Freud propone considerar la génesis de la angustia en el niño y el origen de la misma ligada a fobias.
En los niños es muy común el estado de angustia, es difícil diferenciar si es realista o neurótica. Se le atribuye una fuerte inclinación a la angustia realista acorde a fines, sería un estado congénito. Repetiría de este modo la conducta del hombre primordial quien, a causa de su ignorancia e indefensión, la siente frente a todo lo nuevo, aun frente a cosas familiares que no serían capaces de provocarla.
En la disposición neurótica se observa una inclinación a la angustia realista que aparece como primaria, de esto puede deducirse que el niño y el adolescente se angustian frente al nivel de su libido justamente porque todo los angustia. Ello refutaría la tesis de que la angustia se genera desde la libido.
Entre las condiciones de angustia realista se observa que la conciencia de la propia debilidad e indefensión es también el fundamento último de la neurosis, si esta condición prosigue desde la infancia hasta la vida adulta.
El niño se aterroriza frente al rostro extraño porque espera ver a la persona familiar y amada. Su desengaño y añoranza se trasponen en angustia, en una libido inaplicable, que como no puede mantenerse en suspenso es descargada como angustia. Esta situación arquetípica de la angustia infantil repite la condición del primer estado de angustia durante el acto del nacimiento, la separación de la madre.
La angustia neurótica no es sólo secundaria y un caso especial de angustia realista. En el niño pequeño, se comporta como angustia realista algo que comparte con la angustia neurótica el rasgo esencial de provenir de libido no aplicada. En todas las situaciones que luego pueden condicionar fobias el niño no muestra angustia alguna. Sobrestima inicialmente sus fuerzas y actúa libre de ella porque no conoce los peligros, por la educación despierta la angustia realista.
La angustia infantil tiene poco que ver con la realista, está emparentada con la neurótica de los adultos. Como ella, se genera desde libido no aplicada y sustituye al objeto de amor, que se echa de menos por un objeto externo o una situación.
En las fobias ocurre lo mismo que en la angustia infantil. La libido que permanece inaplicable se trasmuda en una aparente angustia realista, así un peligro externo subroga los reclamos libidinales.
Toda fobia histérica comenzó como angustia infantil y la continúa, aun con contenido diverso. La diferencia entre ambas se halla en su mecanismo. La mudanza de libido en angustia en el adulto no se produce solo porque ella, como añoranza, sea momentáneamente inaplicable, puesto que el yo ya aprendió a mantenerla en suspenso o a aplicarla de otro modo. El mecanismo se produce porque la libido pertenece a una moción psíquica reprimida, restableciendo así una situación parecida a la del niño que todavía no posee ninguna separación entre conciente e inconsciente. Mediante la regresión a la fobia infantil se abre el camino posible para la mudanza de la libido en angustia.
En la represión, el afecto adherido a la representación reprimida tiene como destino ser mudado en angustia, esta mudanza es la parte más importante del proceso represivo. No es fácil hablar de ella porque no se puede aseverar la existencia de afectos inconscientes en el mismo sentido de las representaciones inconscientes.
Una representación sigue siendo la misma, salvada la diferencia de que sea conciente o inconsciente. Pero un afecto es un proceso de descarga. El desarrollo de angustia se anuda estrechamente al sistema inconsciente.
La mudanza en angustia o la descarga como tal es el destino más inmediato de la libido afectada por la represión, pero no el único ni el definitivo.
A modo de síntesis de estos conceptos, señalamos que Freud define la angustia diciendo que es ante todo un estado afectivo que los neuróticos sienten más fuerte que los demás.
La angustia realista es una reacción frente a la percepción de un peligro exterior que está unida al reflejo de la huida y es también una manifestación de la pulsión de autoconservación.
Es racional y adecuada, pero la única conducta acorde frente a un peligro sería la evaluación de las propias fuerzas comparadas con la magnitud de la amenaza y la capacidad de decidir el mejor desenlace: la huida, la defensa, o el ataque. En esta forma no hay lugar para la angustia, lo adecuado es la huida, no el angustiarse.
Freud relaciona el acto del nacimiento como la fuente y el modelo del afecto de angustia, que indica angostamiento y falta de aliento.
En los ataques espontáneos de angustia, el complejo designado como estado de angustia puede dividirse. La totalidad del ataque puede estar subrogada por un único síntoma intensamente desarrollado: puede ser temblor, vértigo, palpitaciones o ahogos; y el sentimiento general de angustia puede faltar o hacerse borroso. Ellos son equivalentes de la angustia y pueden equipararse a ella en todos los aspectos clínicos y etiológicos. La angustia expectante o estado de angustia general mantiene estrecha dependencia con determinados procesos de la vida sexual, con determinadas aplicaciones de la libido. Al desaparecer la excitación libidinosa emerge angustia, como ataques y sus equivalentes, o como angustia expectante.
Un afecto es un proceso de descarga. El desarrollo de angustia se anuda estrechamente al sistema inconsciente. La mudanza en angustia o la descarga como tal es el destino más inmediato de la libido afectada por la represión, pero no el único ni el definitivo.
Reformulación de la teoría de la angustia
El síntoma indica y sustituye una satisfacción pulsional interceptada por la represión, que parte del yo, a veces por encargo del superyo y consiste en no aceptar una investidura pulsional incitada en el ello. De esta forma el yo coarta el devenir-conciente de la representación portadora de la moción desagradable, que se conserva frecuentemente como formación inconsciente.
El destino de la moción pulsional activada en el ello y con la satisfacción como meta, es que el placer de satisfacción se muda en displacer por obra de este proceso. El yo adquiere este poder por sus íntimos vínculos con el sistema de percepción que constituyen su esencia y el fundamento de su diferenciación respecto del ello.
La función del sistema percepción-conciencia se conecta con la conciencia. Recibe excitaciones de afuera y de adentro, y mediante las sensaciones de placer- displacer intenta guiar todos los decursos del acontecer anímico en el sentido del principio de placer. El yo parece impotente frente al ello pero emite una señal de displacer para alcanzar su propósito con ayuda del principio de placer. La defensa frente a un proceso indeseado del interior se comporta como la defensa frente a un estímulo exterior; el yo emprende el mismo camino para preservarse de uno como del otro. Frente al peligro externo se inicia un intento de huida quitando la investidura a la percepción de lo peligroso y luego se ejecuta el medio más eficaz: acciones musculares que vuelven imposible la percepción del peligro aun sin rehusarse a ella.
La represión equivale al intento de huida. El yo quita la investidura preconciente de la agencia representante de pulsión que debe reprimirse (desalojar) y la emplea para el desprendimiento de displacer (angustia). El yo es el genuino almácigo de la angustia. Freud modifica de esta forma la concepción anterior, según la cual la energía de investidura de la moción reprimida se mudaba automáticamente en angustia.
El proceso de débito y descarga del retiro de investidura yoica preconciente produce displacer o angustia, sentimientos que se originan habitualmente por el incremento de la misma. La angustia no se produce como algo nuevo a raíz de la represión sino que es reproducida como estado afectivo previo, siguiendo una imagen mnémica preexistente. La mayoría de las represiones en análisis son esfuerzo de dar caza, que presuponen represiones primordiales y que atraen a la situación reciente. No hay que sobrestimar el papel del superyo en la represión, posiblemente su emergencia produce el deslinde entre esfuerzo primordial de desalojo y esfuerzo de dar caza (Represión primaria y secundaria).
Los primeros estallidos de angustia se producen antes de la diferenciación del superyo. Posiblemente hay factores cuantitativos como la intensidad hipertrófica de la excitación y la ruptura de la protección antiestímulo que constituyen las ocasiones inmediatas de las represiones primordiales.
Las represiones surgen en dos situaciones:
1) Cuando una percepción externa evoca una moción pulsional desagradable, y
2) Cuando la excitación emerge desde el interior sin mediar provocación externa. La protección antiestímulo se aplica solo frente a estímulos externos, no frente a exigencias pulsionales internas.
Los síntomas surgen a partir de la moción pulsional afectada por la represión. Cuando el yo, recurriendo a la señal de displacer, sofoca la moción pulsional no nos enteramos de nada de lo acontecido si la represión fue exitosa. En los casos en que no es así la moción pulsional encuentra un sustituto desplazado descentrado, inhibido, y no se la reconoce como satisfacción.
En la represión (que degrada la satisfacción hacia síntoma) el yo trabaja bajo la influencia de la realidad externa y por eso segrega de ella al resultado del proceso sustitutivo, alejándolo de la descarga por la motilidad en el mundo externo, y la alteración se agota en el propio cuerpo. El yo gobierna el acceso a la conciencia y el paso a la acción sobre el mundo exterior. Durante el proceso represivo afirma su poder en ambas direcciones.
En la 25ª Conferencia, Freud señala que los dos mecanismos en la génesis de angustia neurótica coinciden por la endeblez infantil del yo, al igual que en las fobias de los niños a consecuencia de procesos somáticos en la vida sexual, en la neurosis de angustia y por represión, como en la histeria.
El desarrollo de angustia y formación de síntoma están íntimamente vinculados ya que ambos se subrogan y relevan entre sí.
Las primeras neurosis de la infancia son fobias, estados en que un desarrollo inicial de angustia es relevado por la posterior formación de síntoma. En la angustia neurótica se tiene miedo a la propia libido; la diferencia con la angustia realista reside en que el peligro es interno en vez de externo y no se discierne concientemente.
En las fobias es fácil reconocer el modo en que este peligro interior se traspone en uno exterior, una angustia neurótica se muda en aparente angustia realista. Al incluir sus desarrollos sobre un superyo, un yo y un ello Freud debió adoptar también otra orientación en el problema de la angustia.
Considerando al yo como el único almácigo de la angustia sólo él puede producirla y sentirla, no tendría sentido entonces hablar de angustia del ello o adscribir al superyo la facultad de este estado.
Las tres principales variedades de angustia: la realista, la neurótica y la de la conciencia moral pueden referirse a los tres vasallajes del yo: respecto del mundo exterior, del ello y del superyo. Se prioriza así la función de la angustia como señal para indicar una situación de peligro. Por ejemplo, en las fobias, la investidura libidinosa del objeto-madre se muda en angustia a consecuencia de la represión y en la expresión sintomática se presentaría anudada al sustituto del padre. Pero no es la represión la que crea la angustia, sino que ella está primero y es la que crea a la represión. Se trata de angustia realista.
En el caso del varón que siente angustia por una exigencia de su libido ante el amor a su madre, es angustia neurótica. Ese enamoramiento le aparece como peligro interno del que debe sustraerse mediante la renuncia a ese objeto sólo porque convoca una situación de peligro externo. El peligro pulsional interno resulta ser una condición y preparación de una situación de peligro objetiva, externa. El peligro real al que teme el niño es el castigo de la castración, la pérdida de su miembro. No sería este un peligro objetivo, pero no interesa que la castración se ejecute de hecho sino que el peligro amenace de afuera y el niño crea en él. Las amenazas en la fase fálica frente al onanismo encuentran regularmente un refuerzo filogenético.
Freud conjetura que en las épocas primordiales la castración era consumada de hecho por el padre celoso y cruel sobre sus hijos varones crecidos; la circuncisión entre los primitivos como componente del ritual de virilidad podría ser su resto reconocible.
La angustia frente a la castración es uno de los motores más frecuentes e intensos de la represión y de la formación de neurosis, pero no es el único motivo de la represión.
Las mujeres poseen un complejo de castración, pero no pueden tener angustia de castración. En su reemplazo aparece la angustia a la pérdida de amor, continuación de la angustia del lactante cuando echa de menos a la madre. Estas remedan la situación de la originaria angustia de nacimiento que también implicó una separación de la madre.
El peligro del desvalimiento psíquico se ajusta al estadio de la temprana inmadurez del yo, el peligro de la pérdida de objeto de amor a la primera infancia, el peligro de la castración a la fase fálica y la angustia ante el superyo al período de latencia.
Muchos seres humanos no pueden superar la angustia ante la pérdida de amor, nunca logran suficiente independencia del amor de otros y en este punto continúan su conducta infantil. La angustia ante el superyo no está normalmente destinada a extinguirse porque es indispensable en las relaciones sociales como angustia de la conciencia moral.
Los neuróticos permanecen infantiles en su conducta hacia el peligro y no han superado condiciones de angustia anticuadas.
La angustia no se produce como algo nuevo a raíz de la represión sino que es reproducida como estado afectivo previo, siguiendo una imagen mnémica preexistente.
Vínculos entre angustia y represión
Freud sostiene que la angustia crea la represión y no a la inversa y que una situación pulsional temida se remonta a una situación de peligro exterior.
El proceso de represión bajo el influjo de la angustia, muestra que el yo nota que la satisfacción de una exigencia pulsional emergente convocaría una situación de peligro. Por eso la investidura pulsional debe ser cancelada. Desempeña esa tarea cuando es fuerte e incluye en su organización la respectiva moción pulsional.
En la represión la moción pulsional sigue siendo nativa del ello y el yo se siente endeble; el proceso comienza con el pensar como obrar tentativo con pequeños volúmenes de investidura. El yo anticipa de este modo la satisfacción de la moción pulsional dudosa y le permite reproducir las sensaciones de displacer correspondientes al inicio de la situación de peligro. Adviene así el automatismo del principio de placer-displacer que posibilita la represión de la moción pulsional peligrosa.
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