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La función del neologismo en la esquizofrenia y la ética de la intervención del analista

18/08/2001- Por Amelia Haydée Imbriano - Realizar Consulta

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La intervención analítica en las psicosis

¿Qué puede hacer un psicoanalista frente a un psicótico? Indudablemente presta su significante, su nombre de psicoanalista y también su presencia, o sea, su capacidad para soportar la transferencia delirante. En todos los casos, por muy diversas que sean sus maniobras, jamás podrán apuntar a otra cosa más que a diferir la inminencia del encuentro fatídico y aniquilante del sujeto, interponiendo una elaboración simbólica. Si el sujeto psicótico es presa de fenómenos de goce que surgen por fuera del desfiladero de la cadena significante, a cielo abierto, en lo real, se tratará de obtener un influjo de lo simbólico sobre lo real. El goce no va a ser revelado en la arquitectura significante del síntoma: tendrá que ser refrenado. Se tratará de construirle una barrera al goce ( S//a.)

El esquizofrénico es el único sujeto que no se defiende de lo real por medio de lo simbólico, por medio del lenguaje, porque para él lo simbólico es real. [1]

La psicosis es una enfermedad mental en donde la configuración psíquica tiene una falla producida por la falta de inscripción de un elemento simbólico. Esto trae consecuencias: el no funcionamiento del falo simbólico, el agujero en lo imaginario, la perplejidad, la autonomización del significante y la pérdida del lazo social, entre otras.

Es por ello que la posibilidad del analista de ocupar un lugar conveniente en el tratamiento, ha de estar articulada, necesariamente, con la estructura en juego, debe tenerse siempre presente que la probabilidad de inscribir a un sujeto psicótico en un orden de discurso es impedida por su estructura, porque se trata de un saber conectado al goce, que se expresa bajo la forma del horror, producto de la certeza de saber que el Otro goza de él. La instalación de la función estabilizadora del delirio conlleva, cuando se logra, una menor certeza de ese saber, pero no por haber mitigado este horror. En la psicosis, el inconsciente está ahí, a cielo abierto, pero no funciona. El psicótico tiene un saber constituido que se pondrá en movimiento, y que presenta la paradoja de necesitar, y hasta de imponer, un testimonio de su certeza. Es en este momento cuando un analista puede ofertarle su presencia. Es una constatación clínica frecuente que el sujeto psicótico trata de crearse una nueva ley, un nuevo ordenamiento del Universo, que él tendría la misión de sostener, colocándose en la posición de ser su garante, sosteniendo el Todo, ubicándose él como objeto que falta a este Todo.

La posición del analista vacilará entre el silencio de abstención, cada vez que es solicitado como el Otro primordial que tiene todas las respuestas (negativa a predicar su ser), y el de significante que funcionará como elemento simbólico que, a falta de ley paterna, puede construir una barrera al goce. Se apuntala así la posición del propio sujeto que no tiene más solución que tomar él mismo a su cargo la regulación del goce. En ese sentido, el lazo analítico puede ser estabilizador, si el analista se ofrece como testigo, secretario, destinatario y garante de ese nuevo orden del Universo.

El sujeto psicótico encarna el deseo, sin ley, del capricho materno. Falta la instancia que normalice este deseo. El goce del Otro es posible, y él se encarga de hacer existir al Otro aportándole el objeto para el goce.
El esquizofrénico entrega su cuerpo para convalidar al Otro como absoluto. El psicótico habla de algo que le habla, algo que adquirió forma de palabra. Él se convierte en el lugar de testimonio de ese ser que le habla al sujeto. Sabemos que el inconsciente es algo que habla en el sujeto, más allá del sujeto, e incluso cuando el sujeto no lo sabe y dice más de lo que supone. El análisis muestra que, en las psicosis, "eso" es lo que habla [2] .
En la clínica de las psicosis, es necesario reinvindicar el lugar del sujeto. Ofertarle una oportunidad, justifica la intervención de un analista.

¿Qué espera un psicótico de un analista?
Es una pregunta que obliga a dar razones, hasta qué punto la experiencia analítica puede, o no, ofrecer "algo" al psicótico [3] .

También es válido preguntar: ¿qué puede esperar un psicoanalista del psicótico?, ¿Un abonado del inconsciente, puede ofertarle "algo" a un desabonado del inconsciente?

Un psicoanalista adviene a su posición a través de su experiencia: no hay ningún significante que diga del ser del sujeto en el campo del Otro. Y es, desde este lugar, que puede estar al servicio del psicótico. Éste se encarga de testimoniar que la existencia del sujeto, precisamente, tiene su oportunidad en el punto donde se comprueba la imposible existencia del Otro. Orientándonos sobre esa imposibilidad, hay, quizás, una oportunidad para el sujeto. Y de ello se trata la ética de la intervención.

La recusación (forclusión) del Nombre-del-Padre en el lugar del Otro y el fracaso de la metáfora paterna conllevan como consecuencia que la relación de significante a significante esté interrumpida. Esto nos introduce en la concepción que, en este tratamiento, hay que formarse de la maniobra de la transferencia [4] .

El analista estará allí para que pueda intentarse la operación denominada "maniobra de transferencia", por la cual se posibilitará el pasaje de "sujeto de goce" [5] (sujeto subsumido por la pulsión de muerte desenfrenada) al de "sujeto acotado por el significante"(en donde el significante opera como freno a la pulsión de muerte). Se trata de la transferencia de valor del goce encarnado al significante. Se tratará de la instalación de una ortopedia a la falla simbólica, de la construcción de una sutura del agujero simbólico y, quizás, del advenimiento de una suplencia, a partir de la cual se producirá la posibilidad de reconstrucción de un "como sí" de lazo social y de un reordenamiento imaginario pacificante. Allí se instala el trabajo propio de la psicosis.

Si nos interesamos por el encuentro con el saber del que da testimonio el psicótico, esto nos permitirá no considerar a la psicosis en términos de déficit, sino orientarnos en la estructura en la que el sujeto se aloja y toma su lugar. Desde allí, entonces, puede un psicoanalista interrogarse sobre cuál es el lugar que puede ocupar.

El psicótico no espera al psicoanalista en tanto intérprete de su verdad, puesto que ésta ha venido a revelarse, inesperadamente, fuera de él, desde el exterior, en los fenómenos que señalan el desencadenamiento. La irrupción del significante en lo real viene a sacudir su mundo, amenazando una identidad que a partir de ahí se mostrará precaria, en tanto que pierde el apoyo en lo simbólico. Determinadas irrupciones expulsan al sujeto de ese marco simbólico que lo sostenía. Se producen, entonces, defectos en la significación, o significación en suspenso. Es por ello que el psicótico puede quejarse de estar desgajado de la palabra, al punto de sentirse amenazado de mutismo.

La función de la palabra se le escapa y lo liga enteramente a un campo de lenguaje sin límite, donde puede perderse. Puede comprobarse que cuando la cadena significante se pierde, los afectos que son correlativos de ella se desvanecen, mientras que el goce tiende a penetrar dolorosamente en el cuerpo [6] .

El lenguaje desorganizado, separado de su fundamento, tiende a hablar del goce y del sexo, de manera que las "falofanías imaginarias" se revelan, con una frecuencia extraordinaria, en las palabras y en las alucinaciones. Cuando la forclusión del Nombre del Padre se actualiza, se descubre la falta de un límite estructural, de manera que el significante se desencadena, lo imaginario se disloca y el goce se deslocaliza. [7]

La demanda inicial de un psicótico puede asumir la forma de no estar separada de la palabra. En ese sentido, se le atribuye al analista un saber hacer con la función de la palabra. A partir de ahí, es cuando el psicótico va a intentar responder con el trabajo del delirio, cuando puede. El delirio es una tentativa de remediar la ausencia de identidad que se ha revelado brutalmente para el sujeto y de cubrir, con significaciones, las sin razones de un exceso del que no puede salir. Es en el campo de la psicosis donde el goce revela lo que es una excitación ruinosa para el sujeto, que desborda el cuerpo y que desborda el campo del significante. Entonces, en esa coyuntura, donde él está sólo para tener que trabajar, es que puede esperar de un psicoanalista que esté de su lado, es decir, del lado del sujeto, del lado de la tentativa de la palabra, porque es para él una posibilidad de sostener su existencia. La cuestión es pensar la estabilización del sujeto en su relación con el goce.

Cabe la pregunta de si el psicoanalista, por el punto al que ha llegado su análisis, puede hacerse cargo de la reintroducción de la función del sujeto, que es el problema que plantea el psicótico en esa llamada al Otro. Si no retrocede de su posición, será un "partenaire" que no responde, que se orienta por lo que sabe, o sea, que no habrá ningún significante que diga al ser del sujeto en el campo del Otro. Desde esta posición, no responderá ni desde el lugar de Todo-saber, ni desde el significante amo. (Se puede acoger un delirio sin oponerse a él, pero sin confirmar las significaciones delirantes que fijarían el ser del sujeto). La maniobra deberá apuntar a desalojar al psicótico del lugar de ser quien viene a completar al Otro, a que ningún ser y ningún goce pueda cerrar el agujero en el discurso, y a poder sostener el trabajo del sujeto, en el sentido de correrse de ese lugar en el que el psicótico está ocupado, de tener que ofrecerse él ahí, a veces, al precio real de su vida.

Al analista le queda el lugar de apuntalar el límite que el psicótico busca a través de su decir, de esa elaboración, de esa existencia de su decir en la enunciación del saber, el límite que busca para poner un freno a ese goce que lo aniquila como sujeto. Deberá saber esperar, del lado del sujeto, que pueda advenir una invención que sostenga al psicótico en su existencia de sujeto, una invención que lo "nombre a", encontrando un destino, en tanto un destino es, precisamente, un punto para que la existencia no sea sólo un real.

Sobre el neologismo

Si bien el neologismo es mencionado como una característica de las psicosis, en tanto que es una alteración del lenguaje, hemos investigado su función y su construcción durante el tratamiento psicoanalítico.

Se trató de verificar, en la problemática investigada, la función del neologismo como barrera a la mortificación que se produce en la alucinación auditiva. O sea, el neologismo como una función que permite el pasaje del goce de lo real pulsional al significante, y el acotamiento consecuente. Así como en la alucinación se trata de un retorno de goce pulsional, el neologismo funciona como una fabricación del sujeto psicótico y constituye una distorsión en el funcionamiento de este goce, siendo esta operatoria una posibilidad de transferencia del goce pulsional al significante.

Destacamos la importancia hallada respecto de la función del neologismo para la producción de una recomposición de la subjetividad (simbólico-imaginario-real) y el efecto de pacificación consecuente. Si bien la psiquiatría clásica ha destacado al neologismo como alteración del lenguaje en las psicosis, realizando una evaluación en términos de déficit; desde el enfoque psicoanalítico, la investigación llevada a cabo posibilitó verificar la función del neologismo con relación a la recomposición simbólica y sus consecuencias estabilizantes.

Todo lo cual nos permite correlacionar empíricamente la construcción del neologismo con la recomposición simbólica a través de la sistematización delirante, y a ésta, con el apaciguamiento de la mortificación que producen las voces alucinatorias, y en algunos casos, la desaparición de ellas. Por lo tanto, el neologismo, considerado clásicamente como alteración del lenguaje, puede funcionar como elemento estabilizador.

_______________________ En el presente trabajo, mostraremos parte del análisis de los resultados obtenidos en nuestra población testigo :

CRITERIOS PARA EL DIAGNÓSTICO SEGÚN DSM IV y CIE-10

A.- Síntomas característicos

Se consignan en el estudio semiológico semanal del paciente.

1. Alucinaciones.

2. Ideas delirantes (síntomas productivos).

3. Lenguaje desorganizado.

4. Comportamiento desorganizado.

5. Síntomas negativos.

. B.- Disfunción familiar/social/laboral

Familiar/Social/Laboral.

C.- Síntomas prodrómicos

Antiguos y Recientes.

D. Exclusión de otros trastornos psicóticos

E. Exclusión de consumo de sustancias y de enfermedad médica

EVALUACIÓN DE ÍNDICES SEGÚN CRITERIOS PSICOANALÍTICOS

1. Fenómeno elemental: alucinación auditiva.
2. Fenómenos de código.
3. Regresión tópica-libidinal / estallido del cuerpo despedazado / instrumentalidad del propio cuerpo / fragmentación.
4. Imputación al Otro.
5. Cálculo del significante en oposición simbólica.
6. Desencadenamiento.
6. Neologismo.
7. Otras consideraciones.

Certeza delirante. Ausencia de neurosis infantil.

POBLACIÓN TESTIGO

La totalidad de la población seleccionada presenta el mismo cuadro en el inicio: perplejidad inicial, desencadenamiento del significante, alucinaciones verbales. En síntesis: ESTADO PSICÓTICO AGUDO CON CRISIS ALUCINATORIA.

La población se ha diferenciado de la siguiente forma:

I. PACIENTES NO MEDICADOS

9 pacientes no medicados. Protocolos de Registro Integral del Paciente (PRIP) números 1, 9, 10, 11, 12, 13, 14 y 15 identificados por el neologismo construido por el paciente:

PRIP 1: GUSTACRISTO

PRIP 9: ELMEOMESIAMEO

PRIP 10: LOBOCHON

PRIP 11: TARZANCHITO

PRIP 12: DIOSANOPARLAMENTO

PRIP 13: AZANOLA

PRIP 14: FLAYEO

PRIP 15: ETEPE (ETP)

II. PACIENTES MEDICADOS

6 pacientes medicados bajo iguales cualidades y cantidades de drogas:

Halopidol ½ y ½ , Nozinan ½ y ½ , Akineton ½ y ½ .

En cada caso, se ha dejado constancia de la variación psicofarmacológica; en ningún caso tuvo que aumentarse la medicación, y en todos los casos, ésta fue suspendida luego de la octava semana de tratamiento.

Protocolos de Registro Integral del Paciente. números 2, 3, 4, 5, 6, 7 y 8 identificados por el neologismo construido por el paciente:

< PRIP 2: AGUAMANTE

PRIP 3: BUSOMBRE (BUZOMBRE)

PRIP 4: IPU

PRIP 5: MALLIATO

PRIP 6: MILITRADO

PRIP 7: MEDICAL

PRIP 8: BOCADAPLATINA

CONCLUSIONES

La recomposición simbólica se produce conjuntamente con la elaboración de una sistematización delirante.

La construcción del neologismo precede al cese de la mortificación por las voces, y a la conversión en voces acompañantes.

La construcción del neologismo precede a la recomposición simbólica con elaboración de la sistematización delirante.

La elaboración de la sistematización delirante precede al cese de las voces alucinatorias

EL NEOLOGISMO COMPORTA UNA FUNCIÓN ESTABILIZADORA RESPECTO DE LA RECOMPOSICIÓN SIMBÓLICA Y EL CONSECUENTE REORDENAMIENTO IMAGINARIO Y REAL EN LAS PSICOSIS ESQUIZOFRÉNICAS DESENCADENADAS.


[1] Miller, Jacques Alain: Clinique ironique. La Cause freudienne, Revue de psychanalyse, núm.23, 1993.

[2] Lacan, Jacques: Libro III. Las psicosis, 1956.

[3] Imbriano, Amelia: Etica de la intervención en las psicosis. Revista Documenta Laboris 2, 1999, Univ. Kennedy.

[4] Lacan, Jacques: De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis, 1957,Escritos, Siglo XXI, Bs.As., 1975.

[5] Lacan, Jacques: Presentación de la traducción francesa de las Memorias del Presidente Schreber, 1966, Intervenciones y textos 2, Ed. Manantial, Bs.As., 1991.

[6] Maleval, Jean-Claude: Lógica del delirio. Ediciones del Serbal, España, 1998.

[7] Maleval, Jean-Claude: Ibid.

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