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La Mimesis como antesala de Juego30/11/2016- Por Leticia Spezzafune - Realizar Consulta

La actividad mimética se dirige al analista. Quien se vuelve espejo plano, una superficie que refleja y convalida su imagen desde un punto de mirada exterior. Se apunta a afectar lo mimético con algo que lo refleje lo más parecido posible pero con alguna variación. El analista muestra un reflejo, convocando a que aquello dado a ver deponga armas dirigiéndose a lo visto. Fundando la dimensión de lo otro, como signo de presencia y armado especular. La función del analista como corte arma otra superficie.
“El niño está hecho para aprender algo (…), es decir, para que el nudo se haga bien”[1]
Jacques Lacan
Titi entra al consultorio de puntillas, no juega al dinosaurio sino que lo ES. Ella ES un dinosaurio, su presencia impresiona: gruñidos, gritos y corridas en puntillas. Nada de esto fue anticipado. Los padres mencionan que era un pedido de su pediatra. Que a lo sumo, le costaban los límites.
En nuestros encuentros, se queda mirando un punto en la distancia. No me encuentra. Titi ha transcurrido sus primeros tres años de vida en las afueras de la ciudad, entre gallinas y huertos. Volviéndose veteadura, mimetizándose con el ambiente, entre graznidos y pezuñas.
Su nacimiento coincide con el aniversario de la muerte de su abuelo materno… y una madre sumida en el dolor.
El analista frente a esa multiplicación infinita y sin ficción, la sigue un tiempo, le arroja objetos en su camino, como tratando de interponer algo. Y luego la espera, al lado de los juguetes.
Titi se tropieza un día con la caja, parece mirar un momento a quien revisa y despliega su contenido. Nada se le dirige directamente de esta oferta, alojando su rechazo.
Otro tropiezo: el analista encuentra un juguete espantoso, un ogro pegajoso, cuya textura había olvidado… y se asusta. No Titi, sino el analista… como el amante de Caravaggio frente al encuentro con la lagartija que su mano palpa, y que el pintor adrede pone allí. Para retratar su horror.
Me Asusto, dando sin saber un gruñido… Titi responde a ese reflejo del otro, que funda dos espacios y un encuentro. Para mi sorpresa, al pescar el susto toma el juguete, abre la puerta del consultorio, luego la del departamento… Se detiene y arroja el monstruo. Para luego sentarse al lado de la caja y tomar unos niños, un perrito y lo que al tiempo se convertirá en nuestra plaza. Arrojará una y otra vez ese objeto monstruoso (mediando mi gesto de horror ficcional) para instituir con ese borde el campo de un juego, pequeño, como ella pero humano. Un juego compartido.
De la Mimesis
Proponemos pensar un primer anudamiento RSI que funda cuerpo en el niño a partir del armado del espejo propuesto por Lacan. El espejo es un primer nudo y el Juego, el operador que permitiría ese tejido, iniciando lo propiamente humano. Primera superficie donde el sujeto puede reconocerse como niño.
Cuando no se dispone del espacio de juego, lo no reconocible puede ser una proliferación infinita, puramente reproductiva. Las presentaciones miméticas brindan una primera captura que enlaza al armado del campo escópico, nada desdeñable respecto de la total perplejidad.
Lo mimético es anterior a la constitución plena de la dimensión del otro pero señala algo distinto de sí. Ubica la anterioridad de lo dado a ver respecto de lo visto. En los capítulos dedicados a la mirada del seminario XI, Lacan señala que el sujeto tomado por lo mimético “se descompone entre su ser y su semblante, entre “el mismo” y el tigre de papel que da a ver…”[2] Genera una pequeña distancia entre lo de uno y otro, una forma separada de sí.
En la mimesis no es otro al que se imita, no supone intencionalidad, sino cierta captura. Para Roger Caillois, es la propiedad que poseen algunos animales o insectos de asemejarse en el color o en la forma los seres u objetos inanimados entre los que viven. Dista de ser un modo de adaptación o defensa sino una conducta repetitiva en el campo escópico. Puede ser leída como pura captura, superficie imposible de afectar o como oportunidad, de dar a ver algo distinto del ser, una primera perdida de ser, que reproduce pero no es idéntica.
Presenta algo que “no es el mismo”, un esbozo de barra, de espacio frente a lo intrusivo. Es una insipiente respuesta subjetiva. Se apunta a “afectar lo mimético con algo que lo refleje”[3] lo más parecido posible pero con alguna variación. El analista muestra un reflejo, convocando a que aquello dado a ver deponga armas dirigiéndose a lo visto. Fundando la dimensión de lo otro, como signo de presencia y armado especular.
Con el horror sorpresivo y el gruñido la actividad mimética se dirige al analista. Quien se vuelve espejo plano, una superficie que refleja y convalida su imagen desde un punto de mirada exterior. Esbozo de imagen reflejada en lo virtual de otro plano.
El espejo es un dispositivo de corte, separa lo que se refleja y aquello opaco, que no adviene allí. Instaurando la función de la barra, una primera frontera entre lo exterior e interior. Es una maquina de duplicar que genera una división entre espacio real e imagen virtual. Constituye reflejo y abre al intercambio. Así Titi es otro, el dinosaurio. No es en principio ni juego ni como si. Pero siendo dinosaurio ya no es solo ser, hay una perdida y una pequeña distinción, una franja donde operar si la oportunidad se reconoce.
El Mimetismo implica una intrusión de lo espacial que no porta una medida. Es hijo de lo absoluto e irrepresentable. Presenta lo monstruoso de un espacio sin cortes entre lo exterior e interior. No hay bordes ni formas humanas. El cuerpo es poseído por los alrededores en un goce des localizado.
Fenómeno de Luz
Recordemos la advertencia de Lacan: “Lo que es Luz me mira”. Si hay mucha luz uno no puede ver, para ver hay que incluir una pantalla. Con ella un contorno se hace visible. La pantalla permite que advenga una ausencia de luz posible frente a esa continuidad mimética, ese fenómeno puramente lumínico. Se trata del oponer cierta sombra, dando lugar a un campo de diferencias que provocan una alteridad posible y un cuerpo.
El dinosaurio es ya un esbozo de mancha frente a lo absoluto de la luz. Recién sobre ello puede montarse la representación. La función del analista como corte arma otra superficie. Titi comienza a jugar con el armado de esa imagen virtual, que da forma y unifica. Juego que se encontraba en espera.
Proponemos pensar los fenómenos de luz, como puntos de no extracción de la mirada que complican el advenir del sujeto de la visión. Son tropiezos del armado de la pantalla. El Juego, como lógica de espejos, es un operador de la barra que invita al “parecer”, desprendiendo “ser”. Enlaza Simbólico e Imaginario, barrando lo Real.
Sabemos que lo humano está del lado de la representación y la ficción. La función del analista, su deseo, presta el soporte y materialidad que permite que algo entre en el “campo cónico de visibilidad”. Dando soporte y límite a lo que debe quedar por fuera, se generan dos lados, afectándose la lisura del espacio y provocando el armado del espejo. El dispositivo presta un espejo. Así, algo se recorta de la anterior captura, adquiriendo textura de juego, del cual el niño será autor.
Nota: el material desarrollado, respeta la lógica del caso, pero porta las transformaciones necesarias para sostener la discrecionalidad y reserva correspondientes a cada abordaje clínico.
[1] Lacan, J. (1973-74). Seminario 21 “Los no incautos Yerran”. Clase 3. Versión Integra.
[2] Lacan, Jacques: “Qué es un cuadro”, en El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.
[3] Di Vita, Liliana: “Interrogar el autismo. Hacer espacio del Lenguaje”.
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