» Colaboraciones
Relaciones fraternales: comparaciones odiosas. La otra cara de Caín y Abel12/07/2006- Por Mónica Fudin Govednik - Realizar Consulta

La familia aparece como un grupo donde la generación que da lugar a los nuevos miembros crea las condiciones tanto físicas como psíquicas para recibirlo. Esta aceptación, esta legalidad y formalización dan una filiación a cada hijo, una pertenencia y una inscripción en el Otro del cual depende y por el que es recibido. La marca de cómo y cuándo se produce esa recepción será trasladada y condicionará al sujeto por venir. Lugar pre-determinado en la escena familiar ya antes de su nacimiento. Destino asociado a la suerte que le corresponde a cada uno en el juego del azar.
“....Quería estar solo con Dios y sin Abel..”
Barylko Jaime[1]
La familia aparece como un grupo donde la generación que da lugar a los nuevos miembros crea las condiciones tanto físicas como psíquicas para recibirlo. Esta aceptación, esta legalidad y formalización dan una filiación a cada hijo, una pertenencia y una inscripción en el Otro del cual depende y por el que es recibido. La marca de cómo y cuándo se produce esa recepción será trasladada y condicionará al sujeto por venir. Lugar pre-determinado en la escena familiar ya antes de su nacimiento. Destino asociado a la suerte que le corresponde a cada uno en el juego del azar.
El sujeto es parte de una novela familiar que los padres de manera lograda o fallida transmiten. Fuente de transmisión e identificación para Freud, donde la singularidad del hijo será el límite a la parentalidad, el soporte de la diferencia entre un hijo y otro. Si bien hay un tiempo de dependencia estructural y estructurante, una alineación necesaria en el infante en los primeros años, la separación será necesaria para la exogamia y la entrada a lo simbólico y a la cultura. Separación y diferencia que también estarán como germen de lo que serán la relación con los otros, los semejantes.
Lacan en su libro La Familia hace mención al complejo de intrusión, donde refiere el lugar de los celos como arquetipo de los sentimientos sociales. La aparición de los celos ha permitido esclarecer su papel en la génesis de la sociabilidad y del modo de relacionarse con el otro, en tanto los celos, en su base, no representan una rivalidad vital sino una modalidad de identificación mental. Esto significa el reconocimiento de un rival, de un “ otro “ como objeto que se ha observado en niños entre 6 meses y 2 años donde aparece una rivalidad objetivamente definible.
En el hermano, en el sentido neutro, se encuentran las elecciones de las exigencias de la libido, confusión de amor e identificación sobre este objeto. Esta ambigüedad original se observa también en el adulto, en la pasión de los celos amorosos, en el interés del sujeto en la imagen del rival, interés afirmado en el odio aunque se origina en objeto de amor, cultivo que le resulta costoso.
La Dinastía en la experiencia doméstica.
El complejo de intrusión representa la experiencia del sujeto primitivo cuando ve a uno de sus semejantes participar junto con él en la relación doméstica, o sea comprueba que tiene hermanos, y dentro de sus variables culturales su destino está ligado no sólo al orden de nacimiento, sino al orden dinástico que ocupa en un ámbito anterior a su nacimiento, si es el heredero o el usurpador.
El papel traumático está constituido por su intrusión, el hecho y la época de su aparición determinan su significación para el sujeto, la intrusión se origina en el recién llegado y afecta al ocupante. La reacción del paciente ante el trauma depende su desarrollo psíquico, sorprendido por el intruso en el desamparo del destete lo reactiva al verlo –regresión- reaccionando con la destrucción imaginaria del monstruo.
El intruso, por el contrario, si se manifiesta después del complejo de Edipo, cae en una estructura familiar más rica y afectivamente más densa, ya no constituye para el sujeto el obstáculo o el reflejo sino una persona digna de amor o de odio. Las pulsiones agresivas se subliman en ternura o en severidad. El hermano también da lugar al modelo arcaico del yo.
La paradoja radica en que cada partenaire confunde la parte del otro con la suya propia y se identifica con él, pero también puede mantener la relación con una participación insignificante del otro y vivir toda la situación por sí solo. Una diferencia de edad muy reducida favorece la adaptación real entre partenaires, condición de semejanza entre sujetos. Se comprueba que la imago del otro está ligada a la estructura del propio cuerpo y especialmente a sus funciones de relación.
Alarde, seducción, despotismo, son las reacciones más frecuentes que no tienen que ver con el conflicto entre dos individuos, sino en cada sujeto, un conflicto entre dos actitudes contrapuestas y complementarias. El niño que se ofrece como espectáculo y el que lo sigue con la mirada ¿cuál de los dos es espectador?, se pregunta: ¿el que goza del dominio que ejerce o aquél que se complace en someterse a él? ¿ cuál es el mas sojuzgado?
Comparaciones odiosas
Cuando los padres comparan a sus hijos crean situaciones de malestar, frustración, competencia, ¿por qué lo hacen entonces? El gesto repetido, la frase muletilla, el ejemplo del modelo exitoso y el inútil, el bueno y el diabólico, prácticamente presente en toda familia, donde los padres hacen jugar su imaginario sobre un hijo y el otro destacando ciertas características, reiterando las viejas historias, no respetando las diferencias existentes, generando una gran presión, síntomas y angustia tanto para el supuesto “ elegido” como para el “ excluido o rechazado”. Celos, furia, tristeza, desilusión, odio, emociones ancestrales e históricas del tema, ancladas en el alma, son desplegadas ampliamente en los consultorios.
El yo se constituye al mismo tiempo que el otro en el drama de los celos, produciéndose la discordancia entre la satisfacción especular. La introducción de un objeto tercero intenta reencontrar el objeto materno y aferrarse al rechazo de lo real y a la destrucción del otro. Los celos humanos se distinguen de la rivalidad vital ya que son el arquetipo de los sentimientos sociales.
La comparación de los hermanos nos remite al lugar que ocupan los hijos para cada uno de sus padres, rasgos con los que se identifican, ideales que se esperan, ilusiones, rechazos, etc. Las comparaciones conscientes o no que ejercen los padres sobre sus hijos suelen, en ocasiones, ser sintomáticas, marcas que arrastran de las relaciones con sus propios padres y hermanos, a pesar de que hemos escuchado decir en la mayoría de los casos “¡ para mi son todos iguales!” o “los trato a todos igual”.
Cuando hay una comparación, ya sea entre hermanos, ya sea de una generación hacia otra, será necesario saber qué y con quién se compara, cuánto de identificación se juega en ese padre con ese hijo rechazado o elegido;arquetipos de otras generaciones que se repiten míticamente sin llegar a elaborarse y propician un sin número de acting y de reacciones estereotipadas ya sea para salir o reafirmar el lugar otorgado.
La agresividad primordial es secundaria a la identificación en la fratría. Tiene una condición previa de identificación con el estado del hermano. Así, los celos en realidad pueden manifestarse en casos en los que el sujeto sometido, desde hace ya mucho tiempo al destete, no se encuentra en una situación de competencia vital con su hermano.
A veces las comparaciones no son sólo entre hermanos, sino entre los hijos de parejas anteriores y las actuales, los suegros y los padres, otorgando lugares coagulados e imaginarizando un lugar en el que tenderá a colocarse al otro. En la clínica con familias es dable observar con frecuencia cómo algunos padres se quejan del maltrato que les dan sus hijos comparándolo al que recibían de su propio padre o madre. Esta rivalidad fraternal no es sin sufrimiento y sin fricción.
El Otro[2] se llama en psicoanálisis al lugar donde se sitúa el compañero imaginario, lo anterior y exterior al sujeto lo que lo determina a pesar de todo, las instancias intrapsíquicas que acompañarán a la relación del sujeto con el otro y el Otro.
De entrada el acento recae sobre el lugar y la función de aquellos en relación con los cuales dé forma el deseo del niño: madre, padre, subrogados, e inclusive en la dimensión de rivalidad fraterna. El niño constituye su yo Moi en una dimensión de identificación con la imagen del otro: la identificación imaginaria, fuente de agresividad como de amor, dimensión del otro donde la alteridad se borra tendiendo los participantes a parecerse cada vez más.
La teoría de Edipo podría servir aquí para introducir qué ocurre con este Otro. Es dentro del lenguaje donde se distinguen los sexos y las generaciones y se codifican las relaciones de parentesco. Es en el Otro del lenguaje donde el sujeto busca situarse, pues ningún significante basta para definirlo. Así, un padre que aparece como bonachón o azotador puede confundirse con el otro de la rivalidad, pero su lugar en el discurso de la madre en tanto objeto inaccesible, radicalmente perdido, alteridad radical, impedirá confundir las generaciones.
También los odios y los amores que provienen del lado materno o paterno con relación a sus propias familias es supuestamente heredado por algún hijo si llega a tener un rasgo que lo compromete imaginariamente con ello. Temor y deseo que se juegan en las repeticiones de las escenas familiares, “ ...aquello que no se elaboró en los padres retornará como inhibición, síntoma o angustia en los hijos”. Cuando el malestar permanece, la tensión y hostilidad se hacen sentir sobre el grupo de pares, el hijo se encuentra reviviendo escenas de otra generación. Muchas veces uno de ellos se identifica con el deseo de los padres, cumpliendo expectativas e ideales, mientras que el otro, complementariamente se identifica con lo temido o rechazado. He trabajado con una paciente adolescente con dificultades de integración escolar que ha padecido humillaciones y una gran hostilidad de parte de los compañeros; su madre obliga a permanecer en el colegio a pesar del pedido de la misma de irse, para que no sea una “agrandada y soberbia” como era su hermana con ella. Cenicienta en su hogar materno, debía oficiar de “ sirvienta” para todos, lugar que esperaba de su hija en su propia familia, que la atendiera como ella debió atender a la hermana.
Es sabido que cada sujeto tenderá a repetir en la relación con sus pares, con esos otros la primitiva relación que mantuvo con sus padres, que tuvo en su familia.
La otra versión de Cain y Abel
Según Lacan la historia de los padres se particulariza en cada hijo. El complejo de Caín y Abel, como él lo llama, debe ser resuelto dentro de la misma familia. Es en seno de una familia, en las relaciones filiales y fraternales donde se aprende a resolver el amor, el odio, los celos, la envidia, los miedos. No se trata de negar o evitar su aparición sino de ayudar al niño, al sujeto, a saber hacer con eso que le pasa y que lo hace padecer.
Miles de cenicientas y de sus hermanastras concurren a las consultas, tanto como madres y madrastras orgullosas o decepcionadas, cientos de padrastros cegados que ven interferidos el amor de su esposa por los hijos de ésta. Cuántos Hansel y Gretell han partido de su hogar o han sido abandonados por sus padres a su suerte, según la versión del cuento, para creer encontrar la casita de golosinas que les ofrece cualquier bruja por ahí.... cuentos de hadas, y desencantos que hacen al sujeto vivir dolorosas experiencias.
La agresividad domina la economía afectiva. Este papel de doble íntimo que desempeña el masoquismo en el sadismo ha sido puesto de relieve en el psicoanálisis y la función del instinto de muerte reconocido en el masoquismo primario.
La identificación con el hermano es lo que permite completar el desdoblamiento esbozado en el sujeto, imagen que fija uno de los polos del masoquismo primario.
Así, la violencia del suicidio primordial engendra la violencia del asesinato imaginario del hermano. Agresividad representada ya en los primeros juegos y juguetes infantiles de deshecho.
El primer asesinato que aparece en la Biblia es el de Caín y Abel. Recordemos que Caín es el primogénito, el más querido, al que Eva saluda en su nacimiento con gritos de alegría mientras que cuando nace Abel cae del lado del padre. Trabaja junto con su hermano la tierra ofrendando su producto a Dios. No obstante Yahvé mira siempre propiciatoriamente a Abel, mas no de igual modo a Caín, poniendo en juego que con relación al amor al padre hay diferencias. El miedo a perder este amor hace que mate a su hermano Abel “Quería estar solo con Dios y sin Abel, se quedó sin hermano y también sin Dios”. [3]De esta manera, Dios castiga y reconviene “las voces de tu hermano gritan a mi desde la tierra” como corolario del asesinato, queda Caín sin salida y acorralado.
La necesidad imperiosa y excluyente de situarse en un lugar privilegiado frente al Otro, hace considerar a la agresividad como tensión correlativa a la propia estructura del narcisismo. El sometimiento al deseo del Otro encarnado por un padre, hermano, etc., y la posición de objeto provoca trastornos que se producen en quien actúa no de acuerdo a lo que se espera de él, sin coincidir con la crueldad del ideal paterno.
Quisiera compartir el relato de “ El bueno y el malo”- un cuento del libro Cuentos Crueles del autor español Fernando Díaz Plaja acerca de este tema.
“Los dos niños iban cubiertos de pieles y su edad era parecida. Uno era moreno, hirsuto con expresión torva. El otro era rubio, con ojos azules. Cuando el primero cantaba parecía gruñir, cuando el segundo maldecía lo que se oía era un canto de pájaros. El primero tenía la torpeza del bruto; el segundo, la gracia del ángel.
“Jugaban frente a la cueva. El moreno había ido colocando con lentitud una piedra encima de otra. Ya eran dos, ya tres, ya cinco. El edificio se iba levantando poco a poco, las piedras se caían y él las colocaba pacientemente en su puesto. El rubio le miraba.
“Se oyó un rumor de pasos a lo lejos. Los dos levantaron la cabeza para ver a su padre que volvía con la azada -una piedra ligada a un palo- al hombro. Habló el moreno.
“-Cuando sea mayor ayudaré a padre. Cavaré la tierra, y sembraré, veré crecer la planta, la segaré. Comeremos de lo que produzca.
El rubio sonrió desdeñoso.
“-Estúpida labor...Te cansarás...Mira como vuelve padre, agotado, lleno de sudor... Yo no, yo cuidaré del rebaño. Porque el rebaño se cuida solo, y yo estaré bajo el árbol, a la sombra, mirándolo ( se inclinó hacia su hermano) y luego me comeré tus hortalizas.
“El padre se acercaba. El muchacho que levantaba la pirámide, levantó los ojos hacia él. El rubio aprovechó el segundo y derribó con la mano la edificación entera. Luego, antes que el otro se repusiera de su asombrada indignación, corrió hacia su padre.
“-Padre -la cabeza rubia se apoyó en la pierna musculosa y sucia del terrón, la cara medio oculta, como quien se avergüenza del proceder ajeno- padre, estaba haciendo una casa con piedras... y...y...él me la ha tirado.
“La sonriente expresión del padre se tornó iracunda mirando al otro hijo; éste, repuesto del asombro empezaba a balbucear su versión, pero la indignación le cortaba las palabras...
“-Yo...no...el...yo...
“-¡Callate!
“La protectora mano sobre la cabeza de rubios cabellos, el padre le contemplaba.
“-Siempre tienes que ser el malo...el enemigo...¿ por qué no imitas a tu hermano? ¿por qué no eres más bueno? (bajó la cabeza). Eres el otro castigo.
“Entró en la cueva con un suspiro. El muchacho rubio sonrió y se apoyó en un árbol mirando al hermano. Éste mascullaba sordas contra la vida injusta y necia. “Mientras tanto iba colocando cuidadosamente de nuevo una piedra sobre la otra, pero ahora no dejaba de vigilar con el rabillo del ojo a su calumniador. Se detuvo de pronto. Una liana ondulaba en la hierba, sí, no cabía duda, era una serpiente. Se acercó a gatas, llevando en la mano una de las bases del edificio, que ahora debía servir de arma mortífera. Cuando levantaba la mano se la sujetaron por detrás.
“-No la mates, quiero jugar con ella.
“-Madre las odia. Quiere que respetemos todos los animales menos este... ¿cuántas veces se lo has oído?
“Se desasió de su hermano y golpeó la aplastada cabeza. El reptil se agitó convulsivamente un poco, luego se quedó inmóvil. El rubio permaneció unos segundos pensativo contemplándolo. Luego lo cogió de la cola y corrió a la cueva.
“¡Madre! Madre!
“Una mujer que había sido bella y había llorado mucho, apareció en el umbral.
“-Mira, madre se que tú las odias y la he matado, ¿qué te parece?
“La mujer miró el cuerpo yerto y se estremeció de repugnancia y de terror antiguo...
“-Has hecho bien mi vida...debes matarlas a todas...a todas...
“-El no quería que lo hiciera. Decía que quería jugar con ella y quería pegarme... pero yo la he matado porque sabía que te gustaría.
“-Y a él no le importaba ofenderme... siempre el mismo -suspiró-. Ven entra, empieza a hacer frío.
“El sol empezaba a ponerse. El muchacho que quedaba afuera, seguía encorvado y a su alrededor el ocaso iba poniendo una aureola sangrienta. Miró la mano que sujetaba la piedra y la abrió lentamente. La piedra todavía manchada de sangre, cayó, incrustándose en la hierba fresca. El muchacho miró hacia la cueva y luego al cielo. En su alma había una gigantesca pregunta que nadie podía contestar.
“¿No quieres comer?
“Su padre estaba frente a él. No tenía aire encolerizado sino triste. La tristeza del hombre que ha perdido la felicidad para siempre, la tristeza del que sabe que esta pérdida se debe exclusivamente a sus propios pecados y no le queda el recurso de achacarla a la maldad ajena. En sus ojos no había cólera sino dolor. El dolor de los siglos que no eran pasados, sino futuros. Cuando aquel hombre lloraba lo hacía por algo que había de pasar.
-Vamos entra.
Caín se enderezó y le siguió lentamente.”
¿Quién es Caín y quién es Abel? Ni uno tan bueno, ni el otro tan malo, desencadenamiento de un movimiento de disgregación, corrosión que puede desembocar en la muerte ya que el semejante se presentará atacando el narcisismo, despertando la agresividad propia de las relaciones especulares.
Deleuzze hace una relectura de Caín y Abel, en la que presenta una inversión de los lugares habitualmente asignados por el cristianismo a cada uno, subrayando que Jehová es el instigador, mediante los celos del asesinato de Abel, el preferido del padre. Interrogado Caín, éste no puede explicar la ausencia de su hermano, ni explicar el asesinato primordial que sale a la luz. Somete así a Caín a un castigo tremendo, sin atenuantes, de inmenso sufrimiento para el elegido de Eva.
Bajo la modalidad de acting out o pasaje al acto, demanda una intervención que re-sitúe al sujeto con relación a la ley, a la palabra, pues muchas veces la crueldad sobre el partenaire será el peor modo del retorno de una historia no tramitada u opacada por el oscuro deseo de Otro. El golpe o al maltrato se instalan donde la dialéctica verbal fracasa obstaculizando el paso de esa ley ordenadora. El goce insiste y propicia lo peor.
Una suma de proyecciones, desplazamientos y renegaciones se entrecruzan en estas relaciones amorosas, de manera que en ocasiones no se sabe con quién se pelea una madre cuando se queja o le demanda algo a su hijo por algo que el jamás le hizo, o podrá darle. Entrecuzamientos fantasmáticos, recreación de mitos que sostienen una realidad familiar, de generación en generación y que -como dice el refrán- convierten a los hijos “ en estrellas o estrellados”.
Frente al padecimiento que se presenta en estas escenas violentas, el analista no trata de ubicar su propia ética ni de dar consejos sobre la conveniencia. Más bien intentará rescatar la singularidad del deseo que permita leer la trama que detiene y preocupa dolorosamente al sujeto. Tal como proponía Freud, lo más familiar para un sujeto puede transformarse en lo más siniestro, cuando aquello que se torna insoportable lleva la marca de lo radicalmente diferente.
El sujeto juega con sus hermanos, en esa escena el eje de su escena social futura, especialmente en los primeros años de vida. De modo que la forma en que sus padres hayan resuelto algo de su propia historia, de su deseo y de su responsabilidad en el armado de la misma, ayudará a sostener un entramado con marcas vitales para la constitución subjetiva y la relación con el otro.
Bibliografía
Lacan La Familia.
Chemama Roland Diccionario del Psicoanálisis.
Díaz Plaja Fernando” El bueno y el malo” en Cruentos Crueles. Alianza editorial. Madrid.
Freud Sigmund. “La novela Familiar del Neurótico”, “Tótem y Tabú” en O.C.
Jabif Elena. La Piedad trabajo presentado en Foro de Psicoanálisis E.F.B.A.
Notas
[1] Barylko Jaime De Adan al Mesias.
[2] Chemama Diccionario del Psicoanálisis
[3] BarylkoJaime DeAdan al Mesias.
© elSigma.com - Todos los derechos reservados