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Toxicomanías. Función tóxica

18/10/2007- Por Gladys Saraspe - Realizar Consulta

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Una función tóxica puede ser desempeñada por un objeto cualquiera, capaz de captar a un sujeto como lo que haría posible el goce que le falta, cuando por una relación particular de adherencia que el sujeto establece con él, lo eleva a la categoría de tóxico.

1. ¿Para qué sirve el tóxico?

Voy a hacer algunas puntuaciones sobre la función del tóxico. Para comenzar quiero presentar como propuesta lo que entiendo más como función tóxica, que como función del tóxico. Diferenciación que por otro lado se desprende, según mi entender, del recorrido realizado en psicoanálisis sobre la cuestión de la toxicomanía.
Esta propuesta la enunciaré de la siguiente manera: Una función tóxica puede ser desempeñada por un objeto cualquiera, capaz de captar a un sujeto como lo que haría posible el goce que le falta, cuando por una relación particular de adherencia que el sujeto establece con él, lo eleva a la categoría de tóxico.

A este objeto cualquiera, lo llamamos objeto droga y respecto del sujeto, (aunque sabemos que la experiencia del goce toxicómano produce en su rechazo del inconsciente un aplastamiento de la dimensión subjetiva) también lo suponemos implicado allí como sujeto de la palabra y apostamos a su develamiento. Esta es una apuesta decisiva en la práctica psicoanalítica con pacientes toxicómanos, pero no olvidamos que sólo se trata de una suposición, “a veces responde un sujeto”[1]

La relación de adherencia con el objeto droga, que implica un goce exclusivo aunque no fijeza, es lo que caracteriza a un adicto y es lo que señala la etimología de esta palabra, que proviene del latín addictus, que significa dedicado, muy inclinado, apegado, unido y no, sin discurso, como muchas veces se interpreta.

Es verdad que el toxicómano habla poco o no habla, se comprueba en la práctica, pero esto no puede relacionarse con el origen de la palabra con que se lo nombra y se nombra a sí mismo, sino con que goza de otra cosa que del sentido.

La conclusión que presento como propuesta no es evidentemente la única que se desprende de lo que los psicoanalistas han dicho hasta ahora sobre la toxicomanía, ya que en ella se acentúa una sola acepción del término función, la que lo considera como sinónimo de desempeño[2]. Es un sentido finalista de la noción de función que surge de preguntarse, como lo hizo Freud respecto de la angustia: ¿para qué sirve?

¿Para qué sirve el tóxico en la estructura? Es entonces la pregunta que me orienta. Encuentro en primer lugar que la función general de la droga para un sujeto, aparece señalada con claridad en lo enunciado por Lacan en la sesión de clausura de las jornadas de estudio de los carteles de 1975, en la Escuela Freudiana de París: la droga es lo único que permite romper el matrimonio del cuerpo con el hace-pipí, es decir, con el goce fálico. Matrimonio del cuerpo que resulta de la captura del pene como órgano por el significante, mediante la intervención del Nombre del Padre que metaforiza el Deseo de la Madre, instaurando al falo como regulador de las significaciones y articulador de la diferencia sexual.

Esta tesis lacaniana está en continuidad con lo que Freud enunciara en la carta 79 dirigida a su amigo Fliess, en la que indica que cualquier adicción, la morfinomanía, el alcoholismo, el tabaquismo, etc, constituye una sustitución de otra adicción que considera primordial, la masturbación.

Sustitución que no es de significante sino de un hacer por otro hacer, lo que permite diferenciar la toxicomanía como patología del acto o neosíntoma de lo que en psicoanálisis consideramos síntoma. En todo caso la toxicomanía sería un síntoma sin envoltura formal, un puro núcleo de goce.

Digo que ambas tesis están en continuidad, ya que pienso que la masturbación de la que habla Freud, es ese accionar puramente autoerótico que antecede a la ensambladura con la fantasía, por lo que no habría allí relación alguna con el Otro sexo. Se trata también en este caso de una ruptura con el goce fálico, ya que este goce autoerótico es por excelencia goce de órgano. 

Cuando en mi propuesta me refiero al objeto droga como un objeto cualquiera, se hace evidente una semejanza con el objeto contingente de la pulsión, pero hay que recordar que Freud señala también una fijación de la pulsión al objeto y esto no se encuentra en la relación de un sujeto con el objeto droga, ya que la mayor parte de los verdaderos toxicómanos, “no quieren una cosa precisa” y tal como nos enseña Eric Laurent[3], están sujetos a las leyes del mercado, lo que les permite reemplazar un tóxico por otro, de acuerdo a la oferta disponible, llegando en ocasiones a la politoxicomanía.

En nuestra ciudad, recientemente hemos sido testigos de un ejemplo de reemplazo de un objeto droga por otro. Hasta hace menos de cuatro años atrás, encontrábamos a los que se llama “niños en situación de calle” consumiendo en estaciones y plazas, el poxi,  un pegamento industrial, que contiene un solvente, el tolueno, que era su droga de elección.

Esos mismos chicos, o los que en nuestros días se encuentran en la misma situación de abandono, consumen ahora Paco, pasta base de cocaína, que es mucho más dañina que el poxi, que también contiene solventes que son tóxicos en sí mismos, como el kerosén, pero que se ha constituido en su nuevo objeto droga en razón de su precio, mucho menor que el del pegamento (ley de oferta y demanda).

Esta variabilidad en el consumo, se relaciona con la segunda consecuencia que extrae Laurent de la tesis lacaniana sobre la droga, la ruptura con el goce fálico implica también la pérdida de la particularidad del goce. El goce de la toxicomanía es un goce por fuera del fantasma, adherido y móvil a la vez.

Por eso Miller[4] además de decirnos claramente que el objeto droga no puede ser considerado en ningún caso como causa de deseo, nos advierte sobre cierta tentación de ubicarlo como plus de gozar, indicando que es en todo caso un plus de goce particular, ya que no se trata de un retorno de goce localizado en las zonas erógenas y sostenido del significante, sino de un goce adherido a un producto de la industria, producto al que llama: causa de goce. 

2. Tóxico y  objeto droga

Si hablo de objeto cualquiera en la propuesta que enuncié al comienzo, no es sólo porque el toxicómano “toma lo que hay”, sino porque quiero demarcar lo más claramente posible que tóxico no es lo mismo que objeto droga y que el carácter de tóxico, es una atribución agregada a un objeto que no requiere ser ni siquiera material, porque hablamos de adicciones al juego, al trabajo y últimamente también al sexo, objetos cuyo carácter tóxico no va de suyo.

Por eso me parece pertinente hacer alguna delimitación de la noción de tóxico, una aclaración en cuanto a qué es un tóxico para la ciencia y qué es para el psicoanálisis, dado que hablamos de tóxico-manías.

El término tóxico tiene en las ciencias biológicas un significado preciso, es un veneno, una sustancia que siempre es perjudicial para quien se expone a ella. Es decir, que tiene una toxicidad en sí misma, más allá de quién la consuma; y en el caso de algunos de estos tóxicos, por ejemplo en el del cianuro, basta una ingesta muy pequeña, incluso una inhalación accidental, para que funcione como veneno.

En el caso de otros tóxicos como el plomo, se requiere de una acumulación, de una exposición repetitiva, es necesario que su nivel en sangre supere cierto mínimo, para que comience a tener un efecto de veneno. Y aquí ya nos acercamos un poco al sentido psicoanalítico de lo tóxico, en tanto se trata de una acumulación, aunque todavía en el plomo, hay una toxicidad per se, es venenoso para cualquiera.

Algunos tóxicos, como el veneno de ofidio y otros producidos por seres vivos como bacterias, reciben el nombre de toxinas y permiten la elaboración de antitoxinas, antídotos para evitar la muerte de quien haya sido afectado. Para el tóxico de la toxicomanía en cambio, no existe la posibilidad de elaboración de antídotos, no por parte de la ciencia por lo menos, pero tal vez podría pensarse al tratamiento sustitutivo, metadona por heroína, como un intento de producción de los mismos.

Freud ha empleado en sentido biologista el término tóxico en algunas ocasiones, pero en otras introdujo ciertas sutiles diferencias respecto del saber médico acerca de la toxicidad, por ejemplo en su escrito sobre el chiste, donde señala que el vino es uno de los modos, la vía tóxica y exógena, de lograr un talante alegre y desinhibido, diciendo que “la alteración en el estado del talante es lo más valioso que el alcohol depara al ser humano, y por eso no todos pueden prescindir de ese «veneno»”[5] La palabra veneno aparece entrecomillada en el texto, lo que nos permite pensar que Freud reconoce que el alcohol no es un tóxico en sí mismo y que ubica allí a un sujeto y su elección de beber en exceso o hasta la embriaguez.

La consideración de ciertas drogas empleadas con fines de aturdimiento, exaltación, éxtasis, apaciguamiento, etc., como tóxicas per se, hace recaer la causa de la drogadicción en la sustancia misma, excluyendo de este análisis al sujeto y la responsabilidad que le cabe por su goce y contribuyendo por otra parte, a mantener la ignorancia acerca de lo que lo causa.

Esta ha sido la posición de la ciencia centrada en las características moleculares de los diversos estupefacientes y en su interacción con receptores y neurotransmisores cerebrales, considerando que es su mecanismo de acción típico lo que explica las adicciones a las que pueden dar lugar. Pero tal como el mismo Freud lo señala en su artículo sobre “La etiología sexual de las neurosis” y que por otra parte es un dato que surge de la experiencia de muchos de nosotros, no todos los que consumen sustancias consideradas adictivas en sí mismas, desarrollan una toxicomanía, lo que revela que allí se ponen en juego otros factores.

Conviene entonces recordar aquí, que el empleo más propiamente freudiano de la noción de toxicidad, es el que relaciona lo tóxico con una acumulación, como en el caso del plomo, pero no de un veneno externo sino de una tensión sexual física.

En este sentido Freud habla de toxicidad cada vez que se refiere a la etiología de las neurosis actuales, para las que no acepta un origen psíquico, tal como expresa en su artículo sobre el onanismo, en el que critica a Stekel su extensión exagerada de la psicogenidad.

Para Freud la génesis de estas perturbaciones neuróticas, está ocasionada mayormente en la abstinencia en el caso de la neurosis de angustia, en la masturbación excesiva en el de la neurastenia y en el coitus interruptus en el de ambas neurosis actuales, pero en definitiva se trata de una tensión sexual cuya descarga ha sido interceptada y es la imposibilidad de su satisfacción, la que superado cierto límite, resulta tóxica.

Toxicidad que se traduce en achaques corporales en el caso de las neurastenias y se transforma en angustia en el otro tipo de neurosis actual.

Y entonces cabe preguntarse aquí, tomando en cuenta que el matrimonio con el falo conlleva la angustia como signo del deseo del Otro y que es de esa angustia de la que el toxicómano pretende huir con su hacer, si no será otro destino posible de lo tóxico, tal como lo entiende Freud, el de ser desplazado, cuando la ocasión lo permite, sobre un objeto cualquiera, que funcionará desde entonces como polarizador de un goce autoerótico extremo, como el goce cínico.

Referencias

[1] Tarrab, M. “Mírenlos como gozan” en Sujeto, Goce y Modernidad. Fundamentos de la Clínica. Ed. Atuel-TyA. Buenos Aires. 1995

[2] Hay un sentido matemático de la noción de función que también ha sido considerado para el caso de las toxicomanías.

[3] Laurent, E. “Tres observaciones sobre la toxicomanía” en Sujeto, Goce y Modernidad II. Ed. Atuel. Buenos Aires. 1997

[4] Miller, J-A. “Para una investigación sobre el goce autoerótico” en Sujeto, Goce y Modernidad. Fundamentos de la Clínica. Ed. Atuel-TyA. Buenos Aires. 1995

[5] Freud, S. “El chiste y su relación con lo inconsciente” en Obras Completas Tomo VIII. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1997. pág. 122

 

Bibliografía General

Freud, “S. Carta 79” en Obras Completas Tomo I, Amorrortu editores, 5ª reimpresión, Buenos Aires, 1996.

Freud, S. “El chiste y su relación con lo inconsciente” en Obras Completas Tomo VIII, Amorrortu editores. 4ª reimpresión, Buenos Aires. 1997.

Freud, S. “Etiología sexual de las neurosis” en Obras Completas Tomo III, Amorrotu editores, 4ª reimpresión, Buenos Aires, 1994

Freud, S. “Contribuciones para un debate sobre el onanismo” en Obras Completas Tomo XII, Amorrotu editores, 6ª reimpresión, Buenos Aires, 1996

Lacan, J. Jornadas de estudio de los carteles en la Escuela Freudiana de París, abril 1975. Biblioteca de psicoanálisis. Oscar Masotta

Miller, J-A. “Para una investigación sobre el goce autoerótico” en Sujeto, Goce y Modernidad. Fundamentos de la Clínica. Ed. Atuel-TyA. Buenos Aires. 1995

Tarrab, M. Mírenlos como gozan en Sujeto, Goce y Modernidad. Fundamentos de la Clínica. Ed. Atuel-TyA. Buenos Aires. 1995


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