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El suicidio aéreo desde la perspectiva psicoanalítica

28/03/2015- Por Norma E. Alberro - Realizar Consulta

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Frente a la reciente tragedia del avión de Germanwings “conducida” –de acuerdo a evidencias preliminares– por el copiloto Andreas Lubitz, la autora analiza el hecho. Sostiene y desmenuza la hipótesis de que la idea de la muerte como auto castigo puede estar presente durante largo tiempo en el psiquismo del sujeto que elige la profesión de piloto, y desarrollarse ocasionalmente hasta el suicidio o no. Y brinda elementos para pensar tanto el lugar del padre como la angustia de dispersión, de despedazamiento que parece estar en la base de las ideas de muerte del piloto…

 

 

            

 

 

  Con gran estupor recibimos la trágica noticia de un avión estrellado en los Alpes, el día 24 de marzo, con 150 personas a bordo. Lo que al principio se creyó un accidente fortuito, con el hallazgo de las cajas negras se transformó en un terrible e incomprensible acto de violencia por parte del copiloto dirigido hacia sí mismo y hacia los otros.

  Leemos las noticias: “El fiscal de Marsella encargado de investigar el accidente del avión de Germanwings, ha confirmado que el copiloto estaba al mando de la nave tras salir de la cabina el piloto, y que el primero accionó el seleccionador de altitud iniciando el descenso”.

 Es entonces cuando, según el fiscal, el copiloto, activa un botón de descenso del avión "de forma voluntaria". "No se puede considerar que sea un accidente. Tuvo voluntad de destruir el avión", asegura el fiscal.

  El acto voluntario de destruir el avión, los pasajeros y a sí mismo es, felizmente, un hecho poco frecuente en la aviación civil. El riesgo más importante que corre un piloto en el ejercicio de su profesión no es el suicidio deliberado y conciente, sino el de encontrarse en una situación susceptible de desembocar en un accidente y de una manera inconsciente contribuir a ello. Un error de juicio, una maniobra torpe, un error de lectura o de interpretación de sus instrumentos pueden llevarlo a un accidente fatal, a su propia destrucción. El futuro piloto sabe que es una profesión en la cual el riesgo de muerte forma parte intrínseca del trabajo. De esto deriva la preocupación por parte del grupo aeronáutico, de desarrollar técnicas de seguridad tanto en lo que concierne al avión como al piloto.

  Este acontecimiento trágico me llevo a reflexionar acerca de las motivaciones inconscientes que pueden ser accionadas y generar este acto mortífero. Freud se refiere a los accidentes casuales en la “Psicopatología de la Vida cotidiana” y dice lo siguiente: “Estos accidentes son producidos por una tendencia constantemente vigilante al autocastigo, tendencia que de ordinario se manifiesta como autoreproche y utiliza diestramente una situación exterior que se ofrezca casualmente o la ayuda hasta conducirla a la consecución del efecto dañoso deseado”. Luego continúa: “Aquellos que crean en la existencia de estos maltratos semiintencionados (...) se hallarán preparados a admitir también el hecho de que además del suicidio concientemente intencionado, hay otra clase de suicidio, con intención inconsciente, la cual es capaz de utilizar con destreza un peligro de muerte y disfrazarlo de desgracia casual”. Esta cita me parece muy adecuada para aplicarla al caso del accidente aéreo en los Alpes. Continúa: “En efecto, la tendencia a la autodestrucción existe con cierta intensidad en un número de individuos mucho mayor del de aquellos en que llega a manifestarse victoriosa. Los daños autoinfligidos son regularmente una transacción entre este impulso y las fuerzas que aún actúan sobre él. También en los casos en que se llega al suicidio ha existido anteriormente durante largo tiempo dicha inclinación con menor fuerza o como tendencia inconsciente y reprimida.”

  Me parece que en esta cita se encuentra confirmada la hipótesis de que la idea de la muerte como auto castigo puede estar presente durante largo tiempo en el psiquismo del sujeto que elige la profesión de piloto, y desarrollarse ocasionalmente hasta el suicidio o no. Veamos de qué depende que un piloto desemboque en un acto suicida como resultado de una búsqueda de auto castigo.

  Voy a tomar los mitos de Icaro y Faetón puesto que me parecen interesantes para reflexionar sobre esta tendencia a la muerte por parte de los pilotos. En el mito de Icaro, el autor dice que es porque ha transgredido la prohibición paternal de no acercarse al sol que Icaro muere, es decir por desobedecer al padre. Pero lo que me parece más evidente es que Icaro muere porque no hubo prohibición, cuando el padre enuncia una advertencia, que no es una prohibición, es ya demasiado tarde. Es una advertencia surgida del sentimiento de culpa del padre hacia el hijo y refleja un intento fallido de instaurar precisamente una prohibición. Ovidio remarca que “al mismo tiempo que le daba estos consejos, las mejillas del anciano se humedecían y sus manos paternales temblaban”. Este presentimiento refleja un deseo inconsciente de muerte hacia el hijo y es la causa de su sentimiento de culpa.

  Respecto del segundo mito, se presenta una situación que va en el mismo sentido. Febo es un padre que no reconoció a su hijo ya que Faetón tiene dudas acerca de sus orígenes y trata de probar la paternidad de Febo pidiéndole prestado su carro. No hay duda que Febo sabía que su hijo podía morir en el carro y sin embargo no impide que éste se vea envuelto en ese fuego mortal. En ambos mitos, parece existir en estos padres un deseo de muerte hacia el hijo. Ahora bien, ¿qué es lo que estos dos padres son incapaces de prohibir, de poner un límite? La respuesta que la teoría psicoanalítica nos da, es que el amor incestuoso por la madre debe ser prohibido por el padre, considerado como instancia separadora. 

  Es la búsqueda de una imagen paternal valorizada y de un reconocimiento lo que lleva al hijo en los dos mitos a inmolarse por el fuego del amor incestuoso por la madre. Es porque falta una ley paterna que interrumpa la relación mortífera a la madre, que tanto Icaro como Faetón mueren en su propio fuego.

  En este punto quisiera evocar el sueño relatado por Freud en el capítulo VII de “La Interpretación de los sueños”. “Psicología de los procesos oníricos”: “Padre, ¿no ves que estoy ardiendo?” En este sueño se observa un reproche del hijo al padre, por “no ver” y por no salvarlo de las llamas del deseo incestuoso. En la escena de este sueño hay dos hombres adultos y un niño. El padre a su vez reprocha al anciano de no cuidar suficientemente al niño muerto. La falta de autoridad de estos padres no impide que el niño se inmole aún más allá de la muerte. Freud dice, que el sueño realiza el deseo del padre de ver con vida a su hijo como una forma de reacción a la culpa que el padre experimenta ante la muerte del niño. Por otro lado él proyecta esta culpa inconsciente sobre el anciano representante de su propio padre. De esta manera se incluye en una cadena paterna en la cual los padres desean la muerte del hijo, y esto es así desde el mito de Cronos. O bien es el padre que mata al hijo o es el hijo que mata al padre, como hizo Zeus que al matar al padre pudo reinar como dios en el Olimpo.

  En la teoría psicoanalítica el padre verdadero es el que dicta la ley y es siempre “padre muerto”. Según las concepciones desarrolladas por Freud en “Tótem y Tabú”, el hijo debe matar al padre para acceder a su deseo y a su condición de sujeto. No siempre el hijo puede matar al padre, en algunos casos la instancia paterna no es suficientemente fuerte como para prohibir al hijo sus deseos incestuosos. En el ejemplo del sueño, el hijo reprocha al padre de “no ver”, de ser ciego a su deseo incestuoso, es un padre incapacitado, desvalorizado, sin autoridad. La muerte se constituye en una salida posible, a falta del poder separador del padre.

 

  Ahora bien, es una constante entre los pilotos la presencia de ciertos conflictos con sus jefes. Los reproches más comunes se refieren a la demanda de no jugar un rol protector y defensivo frente al miedo de realizar efectivamente un accidente de avión. La impresión de no estar suficientemente protegido y valorizado por la instancia paternal representada por los jefes es una fuente de reproches y de conflictos con la autoridad. El grupo aéreo al que pertenece el piloto y las reglas disciplinarias a las que son sometidos parecen jugar un rol protector y prohibidor y, por otro lado, asegura al piloto una doble función, de “superyo auxiliar” y de “yo auxiliar”. Pero es profundamente ambivalente, puesto que por un lado el medio aéreo aporta al piloto su ayuda y despliega un enorme dispositivo de seguridad, pero al mismo tiempo, le pide que sea capaz de correr ciertos riesgos, entre ellos el de su propia vida, en vista de un objetivo final que es la eficacia operacional y en algunos casos la victoria sobre el enemigo.

  La relación del piloto con el organismo aeronáutico tiene el matiz de las exigencias superyoicas que suelen ser muy bien toleradas por los mismos, pero incluyen también el mensaje “mátate por mí” exigido por el mismo superyo: “mátate para mantener la eficacia del organismo aeronáutico”.

Ante esta situación inherente a la aviación, algunos sujetos cuya estructura psíquica es un poco frágil y donde los límites no están bien establecidos, pueden expresar momentos de rupturas, de crisis que, en ciertos casos pueden desembocar en una fobia, en accidente, o en los casos más graves, en el suicidio, provocando en este acto la muerte de muchas otras personas, tal como sucedió con el avión estrellado en los Alpes franceses. 

  Ahora bien, ¿Cómo juega el narcisismo en relación con la angustia ante el riesgo de volar que todo piloto experimenta? Es posible distinguir tres tipos de angustias: la angustia del Uno, de la unidad amenazada, reconstituida, pero siempre en peligro. La angustia del doble, de la duplicidad; las figuras de la simetría, de la oposición donde juega la bisexualidad. El tercer tipo de angustia es provocada por la búsqueda del tercer término, es decir, el padre que ejerce la ley, que apacigüe las otras dos.

  El segundo tipo de angustia reenvía al fantasma de la unidad totalizadora del doble, siempre buscado y siempre imposible. Hacer uno con el avión, uno que reenvía a la pareja especular: yo-madre = yo-avión siempre amenazada. Frente a esta amenaza se plantea la búsqueda del tercer término como protector y estabilizador: el padre, que falta en esta dualidad y que provoca la angustia del conjunto: del uno, pasando por el dos, no se llega al tercero, sino a la dispersión, al despedazamiento, a la fragmentación. Conjunto en donde se encuentra la angustia del niño ante el superyo en la medida en que este se vuelve “poder del destino”.

  El accidente aéreo y el suicidio son actos de gran violencia que entrañan la muerte del sujeto en una destrucción explosiva. Conducen a un despedazamiento, a una dispersión de las partes del cuerpo, proyectadas por el aire en mil pedazos. Es el resultado de esta angustia de dispersión, de despedazamiento que parece estar en la base de las ideas de muerte del piloto.

 

 

 

 

 

 

 

 


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