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El sujeto de la ciencia y el sujeto del inconsciente08/11/2001- Por Norma E. Alberro - Realizar Consulta

"...La ciencia está situada entre la renegación de la existencia del psiquismo o su idealización que ubica al sujeto en el plano espiritual..."
Entre las dos guerras, luego de
los avances de la física moderna, se asiste a un gran desarrollo epistemológico
en el que participan lo más renombrado de la ciencia. Los científicos se
volvieron filósofos y discutían sobre el alcance que el conocimiento de la
física podía aportar sobre el mundo y sobre la influencia del observador.
Estas discusiones no contenían
ninguna interrogación acerca de la naturaleza especifica del rol de la física
sobre el mundo ni de la influencia del observador en la constitución de éste.
Al contrario, después de la segunda guerra, y desde los años cincuenta, el
descubrimiento del código genético, el desarrollo de la biología molecular y el
progreso en el conocimiento del cerebro dieron a la epistemología de ese
momento una nueva tonalidad. En efecto, desde entonces iba a ser posible
aplicar la teoría del conocimiento a aquello que permitía conocer: para los
científicos era el cerebro. Es
gracias al conocimiento del cerebro, que se iba, al fin, comprender lo que
significaba conocer, lo que hasta ese momento era imposible, por falta de
conocimiento de este órgano. La ciencia, más que nunca, y bajo una apariencia
de humildad y modestia, dejaba manifestar un espíritu de conquista que iba más
allá de las conclusiones encontradas. Reivindicaron, dado el rigor de su
trabajo, su derecho a ser el único acceso a lo que podía considerarse la verdad. Todas las otras ramas donde
se ejerce la producción humana –entre ellos el psicoanálisis- fueron, a los
ojos de los científicos, objeto de una nueva mirada. De hecho, eran
consideradas no científicas y, por lo tanto, no podían pretender ser un saber,
puesto que este concepto se volvió sinónimo de científico.
¿Cuál era entonces el porvenir de toda la obra de pensamiento, de
reflexión producida por la civilización?, ¿en qué estatuto se lo podía ordenar,
puesto que no eran considerados científicas? Ciertamente, se les reconocía toda
suerte de cualidades y de utilidad para el hombre, pero en cuanto a constituir
un saber, eso no era admisible. De acuerdo a estos científicos, estas
producciones de la cultura no podían tener estatuto de saber porque les faltaba
cumplir con los criterios de cientificidad, que permite distinguir el saber del
no saber. Para la mirada de la ciencia no se disponía de pruebas que permitan
aplicar la discriminación entre verdadero y falso. Todo lo que se situaba fuera
de la ciencia, si bien no era falso con certeza, no podía acceder al orden de
la verdad, ya que solo la ciencia podía conferirle. Es decir, no completamente
falso, pero tampoco verdadero, por lo tanto, incierto, o sin existencia.
De esta posición intransigente, pero neutra, se pasa poco a poco a una
actitud más ofensiva. Un grupo de ciencias jóvenes se organizan como ciencias humanas y pretenden adquirir
ellas también, su estatuto científico al lado de las ciencias exactas. Muchas
de estas ciencias humanas trataron de modificar su metodología para acercarse a
los objetivos de la ciencias exactas, sobre todo para superar el mayor
obstáculo frente a las ciencias duras: la subjetividad.
¿Y el Psicoanálisis? Los científicos presentaron amablemente sus dudas
ante la cientificidad de las ciencias humanas, pero respecto del Psicoanálisis
su posición fue de una ironía agresiva, desvalorizante y descalificante. Por
otro lado, el Psicoanálisis no consentía ni siquiera a situarse del lado de las
ciencias humanas, cuidadosa de preservar su originalidad. Los psicoanalistas se
ubican por encima del saber científico, usando de su instrumento, la
interpretación, y dando la impresión de imponerse en un dominio muy vasto. En
la opinión pública el Psicoanálisis ocupa la posición que anteriormente tenían
la filosofía y la religión. La ciencia se impuso poner “orden” a este saber que
pretendía esclarecer los pensamientos y los actos de los humanos recurriendo a
una hipótesis que destronaba la razón de su posición de amo, en provecho de un
indemostrable inconsciente.
Esta animosidad frente al psicoanálisis se deben a las recientes
conquistas de la ciencia en el dominio de la actividad del cerebro. Este
progreso permitía declarar el psicoanálisis como un movimiento espiritualista
sin ningún fundamento material demostrable. Esta posición se volvió aún más
virulenta frente a la expansión y extensión del psicoanálisis, que llegó a
cubrir un campo muy vasto del psiquismo humano. Su actividad no se limita al
conocimiento de la patología y de todos los desarrollos posibles de la
actividad psíquica, sino también a la comprensión de fenómenos culturales en su
más amplio espectro.
De esta manera, estaba formada para ser el blanco de todo aquello que
los científicos no podían comprender más que como una versión espiritualista de
los fenómenos humanos cuyo determinismo material no era inmediatamente
sensible. De este hecho, el psicoanálisis era un antagonista de la ciencia.
Frente a esta posición de la ciencia y a su nuevo descubrimiento: el
cerebro, cabe preguntarse si el hombre existe para la ciencia. En efecto, el
sistema nervioso de todos los mamíferos esta hecho de la misma materia. Los
mecanismos que regulan la máquina cerebral son los mismos, desde los más
simples a los más complejos. Solo existen neuronas ligadas por las sinapsis,
recorridas por neurotransmisores que dan nacimiento a los átomos psíquicos. A
nivel de los mecanismos elementales de la comunicación nerviosa, nada distingue
el hombre del animal. Ningún neurotransmisor o receptor, ningún canal iónico es
propio del hombre. Solo existe una larga evolución de la materia en el curso de
la cual emergen, por azar o por necesidad, la conciencia, el lenguaje y el
pensamiento metafórico.
Es decir, que las neurociencias no pueden dar cuenta de los mecanismos
inconscientes, de la emergencia de un sujeto, con solo estudiar el
funcionamiento neuronal. Este conjunto neuronal constituye el sujeto de la
ciencia para los científicos. Nada puede decir, en cambio, del sujeto de la
palabra, de la ley, por lo tanto del sujeto del inconsciente. Es el análisis
del funcionamiento subjetivo lo que ha permitido formular reglas objetivas
sobre la subjetividad.
El psicoanálisis está en una posición de redoblamiento: el sujeto de
la ciencia es el sujeto del inconsciente. Es la subjetividad misma que es el
sujeto de la cadena significante.
Las relaciones entre la ciencia y el sujeto psíquico son, actualmente,
muy distantes. Sin embargo, este alejamiento entre la ciencia y lo humano
plantea problemas éticos, como consecuencia del avance tecnológico desenfrenado
de la ciencia. La utilización que hacen de sus descubrimientos no parece ser
responsabilidad de los científicos. ¿De quién es entonces?, no se sabe. Lo que
ellos omiten es pensar que lo que debería ser motivo de investigación profunda
es el psiquismo humano, ya que es allí donde moran los deseos, las pasiones, la
imaginación del hombre de ciencia. Esta pretensión de “purificación” de todo elemento psíquico por parte del
científico, parece irracional y peligrosa para el resto de los hombres sobre
los cuales se aplica la pesada tecnología que los descubrimientos de la ciencia
produce.
La ciencia esta situada entre la renegación de la existencia del
psiquismo o su idealización que ubica al sujeto en el plano espiritual.
Con esta postura, la ciencia evita el
único problema que vale la pena ser abordado: situar el lugar del sujeto de la ciencia en una concepción del sujeto
psíquico, es decir el inconsciente.
Esta da lugar a una observación que me parece fundamental. Consiste en
preguntarse si el saber científico puede adquirir verdadera validez en tanto
que saber sobre el hombre,
considerado aislado e independientemente del estudio del psiquismo humano. El
silencio sobre el inconsciente que pretende la ciencia, deja de lado al hombre
de ciencia. Esto prueba que la razón científica no sabe nada de ella misma.
Puesto que si bien es capaz de enunciar las modalidades según las cuales ella
–la razón- funciona, fracasa en establecer la relación que esta misma razón,
mantiene con los modos de funcionamiento psíquico que le son extraños, pero que
ella es el producto. Además, es incapaz de dar cuenta de modos de pensamiento no
científicos según los criterios de la ciencia. Es decir, la ciencia se detiene
en el umbral del funcionamiento inconsciente. La ciencia que más falla es la ciencia de lo humano productor de
ciencia, es decir la ciencia de
las relaciones entre los funcionamientos psíquicos científicos y no científicos
en el sujeto.
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