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Locura: ¿de qué lado del container estamos?

22/06/2014- Por Sergio Zabalza - Realizar Consulta

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El cadáver de una joven chaqueña ha sido encontrado en una planta procesadora de residuos. ¿Cuál será la expectativa imperante en esta ciudad para con las personas en situación de calle, como para que un policía se muestre indiferente ante una mujer que descansa en un contenedor de basura? Lo que ilustra la tristísima muerte de esta persona es el lugar de resto y desperdicio que esta ciudad le depara al extranjero. ¿De qué lado del container reside la locura?

 

 

 

Días pasados fue encontrado, por personal de la planta metropolitana procesadora de basura, el cadáver de una mujer de treinta y un años. Posteriores averiguaciones revelaron que se trataba del cuerpo de Adriana Paula Giménez, una muchacha de origen chaqueño, que había llegado a la ciudad de Buenos Aires para tratar su esquizofrenia y cuya familia la buscaba desde hacía dieciocho días. La coincidencia en el tiempo, lugar y forma del hallazgo hicieron que, en un primer momento, algunos relacionaran este triste episodio con el abuso y posterior asesinato de Ángeles Rawson, una joven de dieciséis años de edad, por el cual está imputado y procesado el encargado del edificio en donde residía la adolescente.

Pero nada más alejado de aquel crimen: el examen del cuerpo de Paula reveló que la misma no fue víctima de un abuso y, con probabilidad, tampoco objeto de un asesinato premeditado. Indagaciones mediante, se pudo constatar que la mujer fue encontrada viva en un container de basura por un policía que, tras mantener un diálogo con ella, no denunció su hallazgo en virtud de que la consideró persona en situación de calle[1]. Más allá de toda otra consideración vale preguntarse entonces: ¿Cuál será la expectativa imperante en esta ciudad para con las personas en situación de calle, como para que un policía se muestre indiferente ante una mujer que descansa en un contenedor de basura?

Porque si de trazar las coordenadas de este infausto episodio se trata, se impone una lógica más consistente que la mera coincidencia de fechas. Por ejemplo, también en junio ‒pero del año 2006‒ un hombre sin techo que vivía en un auto abandonado murió calcinado cuando el dueño de un taller mecánico roció la máquina con nafta y le prendió fuego. “Hay que matarlos a todos”[2] fue la arenga que vertió el asesino mientras esperaba que el fuego consumiera el auto y a la persona que lo ocupaba.

El rumbo político adoptado en la capital del país durante estos últimos siete años no ha mejorado mucho las cosas para las personas en situación de calle, tampoco para los pacientes de los servicios de Salud Mental. El demencial ataque contra pacientes, profesionales y periodistas perpetrado por la Policía Metropolitana en el predio del Hospital Borda, junto con el desmantelamiento de los planes sociales para atender a las personas más vulnerables explican mucho mejor la muerte de Paula que la puntual negligencia de un agente de policía.

Marginalidad y locura constituyen la parte oscura de una polis cada vez más reactiva a lo diferente, lo extranjero o lo marginal. “Hay que matarlos a todos” se escuchó también hace pocos meses atrás cuando turbas de forajidos pretendieron asesinar a un par de arrebatadores en pleno Palermo.

“¿Por qué la gente es tan fría y no ayuda?”[3] ‒se preguntaba el padre de Paula tras el hallazgo del cadáver de su hija‒. Lo que ilustra la tristísima muerte de esta persona es el lugar de resto y desperdicio que esta ciudad le depara al extranjero. En su texto La Hospitalidad, Jacques Derrida se pregunta: “¿Cómo distinguir entre un huésped (guest) y un parásito? En principio, la diferencia es estricta, pero para eso es necesario un derecho; es necesario someter la hospitalidad, la acogida, la bienvenida ofrecida, a una jurisdicción estricta y limitativa. Cualquiera que llega no es recibido como huésped si no goza del derecho a la hospitalidad o del derecho al asilo, etc. Sin ese derecho, sólo puede introducirse en “mi propio hogar”, en “el propio hogar” del anfitrión (host), como parásito, huésped abusivo, ilegítimo, clandestino, pasible de expulsión o de arresto. Pero el desarrollo actual de las técnicas reestructura el espacio de tal modo, que lo que constituye un espacio de controlado y circunscrito es aquello mismo que lo abre a la intrusión”[4]. No en vano, al hacerse cargo de su defensa en el juicio que lo llevó a la muerte, Sócrates solicita ser tratado como un extranjero, nominación que lo habilitaba a servirse del derecho a ser escuchado en su propia lengua. Una suerte con la que Ana Paula ni siquiera pudo contar.

Entonces, para terminar: está claro que las psicosis ‒en la que está comprendida la esquizofrenia‒ consiste en “un desorden provocado en la juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto”[5], según dice Lacan. Pero, para este caso y en esta ciudad, vale preguntarse de qué lado del container reside la locura.

 



[1] Analizan pasar a disponibilidad al policía que habló con Paula.

http://www.clarin.com/policiales/Analizan-pasar-disponibilidad-policia-Paula_0_1153084852.html

[4] Jacques Derrida, La Hospitalidad, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2006, p. 63.

[5] Jacques Lacan, “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible en la psicosis”, en Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI,  p. 540. 


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