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Los argentinos y el psicoanálisis17/02/2016- Por Mabel Marcinavicius y Adriana Blasetti - Realizar Consulta

¿Cuáles son los factores culturales, sociales y políticos presentes en el desarrollo histórico reciente de la Argentina que permitieron –o más bien podríamos decir promovieron– la difusión masiva del psicoanálisis en el país? Se trata de pensar el momento histórico singular de la oleada inmigratoria de fines del siglo XIX y comienzos del XX en Buenos Aires y en la Argentina, de retomar aportes de Bass, Balán, Vezzetti, Plotkin, Adamovsky, etc., y de hurgar la cuestión identitaria. ¿Qué significó la llegada de ideas que permitían interrogarse sobre los orígenes, armar una pregunta sobre “quién soy”, el enigma que funda todo análisis?
El psicoanálisis se ha desarrollado como práctica terapéutica y como elemento cultural en la Argentina con una frecuencia y una penetración que no conoce en otros países. Antropólogos extranjeros como Jeffrey Bass y, entre nosotros, investigadores pertenecientes a disciplinas jóvenes como la sociología y la historia social se han interesado en escribir sobre el tema quizás más que los propios psicoanalistas. Entre las hipótesis postuladas para explicar este desarrollo, se menciona el carácter inmigratorio de la sociedad urbana y el consiguiente vacío en el origen de sus habitantes.
De los trabajos de producción local sobre la historia del psicoanálisis en la Argentina podemos citar Cuéntame tu vida, del sociólogo Jorge Balán, (1991[AS1] [AS2] [AS3] )[1]; Aventuras de Freud en el país de los argentinos del psicólogo Hugo Vezzetti (1996)[2] y Freud en las pampas, del historiador Mariano Plotkin (2003) [3].
Mariano Plotkin propone que el hecho de que los argentinos no hayan pensado que la expansión del psicoanálisis en el país mereciera un estudio puede sugerir que el psicoanálisis llegó a entrelazarse con la cultura local como algo dado, como una parte de aquello que no se cuestiona en la Argentina y que, por lo tanto, no haría falta analizar históricamente. Y menos todavía se ha investigado este tema desde el psicoanálisis mismo, quizás por otras razones. Sabemos de la exclusión –durante largo tiempo– de escritos sociales, hasta los del mismo Freud, de la enseñanza tradicional en las instituciones psicoanalíticas.
Cabe, sin embargo, mencionar lo que el psicólogo Vezzetti cita de Historia de la APA: “En la Argentina, el descubrimiento de Freud venía a dar salida a una sociedad marcada por la inmigración, con el pasado perdido en Europa, en muchos casos amenazante, pero a su vez con la necesidad de reencontrarse con sus orígenes, con su historia infantil olvidada y con la posibilidad de poner al descubierto sus deseos inconscientes”.[4]
Para explicar la difusión del psicoanálisis en la cultura occidental, los sociólogos proponen que se debe a la rápida modernización, a la secularización, a los quiebres en las formas tradicionales de interacción social y a la emergencia de nuevas formas de entender la subjetividad. Según esta perspectiva, el psicoanálisis llena el vacío creado por la separación entre la identidad pública y la privada debido a los cambios introducidos por la industrialización y la pérdida de los sentimientos tradicionales de comunidad.[5]
Berger, teólogo y sociólogo, emigró durante la Segunda Guerra a EE.UU., otro país que recibió gran cantidad de inmigrantes, aún más que la Argentina, en números absolutos. Cabe agregar que Berger ubica al psicoanálisis como religión secular.
En cuanto a las relaciones entre las religiones y el psicoanálisis, Freud en el “Porvenir de una ilusión”, propone que la religión surge de la necesidad de volver soportable el padecimiento humano. Es una ficción en la que el hombre cree, lejos entonces del valor de verdad que él le atribuye a la ciencia, que es donde Freud aspira a ubicar al psicoanálisis, el que vía transferencia lo llevaría a un desenlace más racional. Berger, por su parte, lo entiende por el lado de “la búsqueda de otro yo, el de la madurez sexual, entre otras cosas” como punto de llegada. Esta evolución del psicoanálisis en los EE.UU., que implica una propuesta identificatoria sostenida por el psicoanalista, ha sido considerada por Lacan como un desvío del psicoanálisis, planteando, en cambio, “el retorno a Freud”.
Mariano Plotkin, en su libro Freud en las pampas, se propone responder dos preguntas:
¿Cuáles son los factores culturales, sociales y políticos presentes en el desarrollo histórico reciente de la Argentina que permitieron –o más bien podríamos decir promovieron– la difusión masiva del psicoanálisis en el país? ¿Qué hay en el país que lo hizo tan atractivo en la sociedad argentina?
Se trata de pensar el momento histórico singular de la oleada inmigratoria de fines del siglo XIX y comienzos del XX en Buenos Aires y en la Argentina, situación que produjo un caos social, donde nadie sabía quién era quién, donde los lugares sociales quedaron indefinidos. Contexto en el que, poco tiempo después, comenzaron a llegar las ideas del psicoanálisis.
Siguiendo a Ezequiel Adamovsky[6] hacia principios del siglo XIX sólo había dos clases en la Argentina, la gente decente y la plebe.
A mediados de ese siglo en la Argentina todavía no estaban organizadas las instituciones políticas; no había un nuevo orden social pero el anterior estaba extinguido. Había que construir un Estado: el poder político tenía que dejar de estar fragmentado, eran necesarias leyes, finalizar las guerras internas, terminar con los gauchos y campesinos armados.
Los cambios en el mercado internacional debidos al desarrollo del capitalismo, favorecían la exportación de materias primas desde el territorio: para dar respuesta a la demanda exportadora, era necesario introducir profundos cambios sociales. El Estado debía orientar la producción a la exportación de carnes y cereales: la tierra no podía seguir en manos de aborígenes, lo que da origen a la Campaña del Desierto y al posterior modo de repartición de tierras que resulta en latifundios.
Se decide una política inmigratoria que aportara la mano de obra necesaria para la nueva economía y se decide reemplazar la población nativa por inmigrantes europeos (Constitución de 1853). La preocupación de la élite era por las características raciales y psicológicas de las masas. La condición “abyecta e ignorante”, en palabras de Sarmiento, se atribuía a su carácter mestizo.
La oleada inmigratoria entre 1869 y 1895 resulta en un aumento de la población de 1.400.000 a 4.000.000 habitantes; llegando en 1914 a 8.000.000. En 1914, un tercio de la población del país es extranjera y la mitad lo es en la ciudad de Buenos Aires.
Según Adamovsky, en muchos sentidos, la sociedad anterior a 1860 y la posterior son incomparables: más que una sociedad que evolucionó hacia otra cosa, habría que decir que se construyó en forma abrupta un edificio enteramente nuevo encima de la sociedad anterior, desestructurándola profundamente.
La profundización del capitalismo luego de 1870 produjo cambios sociales de gran magnitud: cientos de miles de inmigrantes llegaron a un país desconocido trayendo su idioma, sus costumbres y sus ideas de qué significaba vivir en sociedad. Al mismo tiempo, miles de criollos que abandonaban la vida rural y se mudaban a las ciudades. Ni unos ni otros tenían claro quién era quién en el caótico espacio urbano.
Aparece la presión desde el Estado, a través de la escuela y del mercado mediante la publicidad, para forjar el ciudadano ideal, “la identidad argentina”. La élite realiza una operación político-cultural: la redefinición de la ciudadanía. El argentino ideal es civilizado (peticiona a las autoridades por vía legal), de origen europeo, regionalmente de la pampa, particularmente de la ciudad de Buenos Aires e implícitamente blanco. Nadie iba a negarle a un indio, mestizo, negro, a un criollo del interior, a un inculto o a un obrero revoltoso el derecho de ser argentino; de lo que se trataba era de definir claramente cuál era el modo correcto de comportarse. Se trata de un modelo impuesto desde la élite dirigente sobre una trama social inestable.
Como lo fue el mismo psicoanálisis, siendo su llegada a estas tierras contemporánea con la fragilidad de la estructura social así descripta. En las reuniones sociales de la clase media, era bien visto analizarse, comunicar con quién uno lo hacía, ya que los pocos analistas didactas de la APA de los comienzos eran todos conocidos, reconocidos y otorgaban reconocimiento.[7]
Por otro lado llama la atención que sea Sarmiento el que lanza la pregunta “¿Quiénes somos?” que sostiene una búsqueda reflexiva, con respuestas interminables quizás porque ninguna termina siendo satisfactoria, también en continuadores como Manuel Gálvez y Martínez Estrada.
Entonces, construir una “subjetividad argentina” por un lado, pero también sostener el estatuto de la pregunta como tal, el enigma que necesariamente está en el origen de todo análisis. Psicoanálisis que tendrá lugar en tanto tal, sólo en la medida que el analista esté alertado.
Se nos plantea el desafío de pensar en los efectos de esta construcción político-social en el conjunto y en cada uno de sus individuos. Una realidad en la que los recién llegados tenían que elaborar el cambio de idioma, de clima, de lugar social (sumando a esto, en muchos casos, el mandato de olvidar el pasado de la tierra de la que provenían) y en la que reinaban la desorganización y caos para los que vivían en las ciudades.
¿Qué significó la llegada de ideas que permitían interrogarse sobre los orígenes, armar una pregunta sobre quién soy, el enigma que funda todo análisis? La premisa del inconsciente y la importancia de la historia individual, pueden explicar que la recepción y auge del psicoanálisis se haya producido. O se trata también de pensar qué permitió que se sostenga el estatuto de la pregunta como tal, más allá del alivio del sufrimiento personal. Sabemos que ésta –mantener la pregunta– es estrictamente función del analista. ¿O habrá más factores a considerar en la sociedad misma?
En “Historia y trauma. La locura de las guerras”[8], los autores proponen que “la explosión, sin metáfora, de todas las garantías de la palabra y la deconstrucción de todas las referencias dejan al sujeto que se ve confrontado con ellas en un estado de extrañamiento y de soledad absoluta respecto de todo el resto de los lazos que hasta ahora le eran familiares…”
Podríamos relacionar los efectos de la ruptura del lazo social de origen al construir una sociedad de mayoría de inmigrantes, que intentan comenzar una nueva vida, tratando de olvidar…
La idea de trauma que atraviesa las generaciones, no necesariamente se restringe a la locura; la neurosis y la penetración del psicoanálisis en nuestro medio bien podrían relacionarse con la historia vivida por estas familias y su necesidad posterior de olvido.
Tal vez, las intersecciones entre la Gran Historia y los pequeños acontecimientos, nos permitan introducir el elemento inconsciente y singular en este planteo…
[1] Balán, Jorge. Cuéntame tu vida. Una biografía colectiva del psicoanálisis argentino. Editorial Planeta. 1991
[2] Vezzetti, Hugo. Aventuras de Freud en el país de los argentinos: de José Ingenieros a Enrique Pichón Rivière. Editorial Paidós. 1996
[3] Plotkin, Mariano Ben. Freud en las pampas. Orígenes y desarrollo de una cultura psicoanalítica en la Argentina (1910-1983). Editorial Sudamericana. 2003
[4] Asociación Psicoanalítica Argentina, “Historia de APA”, en http://www.apa.org.ar/insti_02.php
[5] Berger, Peter. “Towards a Sociological Understanding of Psychoanalysis”, in Social Research 32: 25-41, 1965.
[6] Adamovsky, Ezequiel. Historia de la clase media argentina. Apogeo y decadencia de una ilusión, 1919-2003. Grupo Editorial Planeta. 2015
[7] Pasqualini, Gerardo. Comunicación personal.
[8] Davoine, Françoise; Gaudillière, Jean-Max. Historia y Trauma. La locura de las guerras. Fondo de Cultura Económica de Argentina. 2011
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