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Los monstruos de la angustia. Berni y su proceso creador05/05/2005- Por Carlos Gustavo Motta - Realizar Consulta

Los monstruos de Berni representan lo excluido. Los que no tienen lugar en una sociedad.
La convivencia con lo monstruoso de la realidad nos duele, nos lastima. Son la encarnación del sufrimiento cotidiano.
El los llamaba esos bichos extraños que hablan de otro mundo, hechos como están de la basura de este mundo.
Una de las preguntas que podría formular, es si un psicoanalista se ocupa de los hechos sociales.
“El arte es una respuesta a la vida. Ser artista es emprender una manera riesgosa de vivir, es adoptar una de las mayores formas de libertad, es no hacer concesiones”.
Antonio Berni
El arte como respuesta a la vida
Antonio Berni (1905-1981) expresa su saber-hacer de un modo singular.
“Los monstruos de Berni” es una serie de veinte obras del artista plástico argentino, y ejemplo claro de cómo un creador, aprehende para sí, diferentes objetos. Los atrapa. Los transforma. Y aparece un momento clave, inédito, desde un lugar común a un lugar singular. Propio. Con su estilo. Con su marca. Y con su época.
Su primer contacto con el arte fue como aprendiz en un taller de vitrales de Rosario, lugar donde nació. En 1925 obtuvo una beca para estudiar en Europa. Allí se contactó con el surrealismo y con los argentinos del Grupo de París. Regresó al país en 1930. En los primeros años de esa década elaboró con otros artistas jóvenes el ideario del “Nuevo Realismo”. En 1946 se inauguran los murales de las Galerías Pacífico, que pintó con Spilimbergo, Castagnino, Urruchúa y Colmeiro, En 1962 fue premiado en la Bienal de Venecia por sus xilografías de Juanito Laguna. Muchos lo consideran el mayor artista plástico de Argentina.
La serie mencionada se remonta al período surrealista de Antonio Berni. Obras fechadas entre 1930 y 1932, donde puede vislumbrarse un clima opresivo que involucra a objetos y figuras. Durante casi seis décadas trazó una poderosa historia visual del país. Nunca abandonó su búsqueda estética ni su compromiso social. A partir de 1961 Berni comienza a exponer las grandes composiciones y collages que desarrollan distintos aspectos de la saga del niño de la villa miseria, bautizado por el artista Juanito Laguna.
Exhibe increíbles criaturas, monstruos de pesadilla que atrapan la mirada de los observadores.
Monstruos construidos a partir de materiales de deshechos o productos industriales: tapitas de gaseosas, botones, clavos, tornillos, bobinas, ramas secas, raíces, palos de escoba, canastos, canillas, arpilleras, espejos rotos, fragmentos de artefactos electrónicos, monedas:
“Es una especie de Aleph atorrante que no da testimonio de un astrolabio en Alejandría sino de la Miseria” (Miguel Briante “Las razones de una pesadilla” Buenos Aires, Página 12, 19/09/89)
Son productos de nuestra sociedad de consumo que ponen de manifiesto el compromiso político social del artista, que hacía de sus obras una denuncia que apuntaba a la injusticia y a la exclusión.
James Joyce se preguntaba en Estética (1903/04) por qué los excrementos, los niños y los piojos no son obras de arte. Se respondía que ellos son productos humanos, disposiciones humanas de la materia sensible. El proceso por el que son producidos es natural y artístico; su finalidad no es estética: por lo tanto, no son obras de arte.
Sin embargo, surge otra pregunta: ¿y si los objetos se incluyen en la obra?
Objetos-restos que permiten construir una obra con la ficción de lo acabado. Con la ilusión de la forma.
Camino creativo de Berni quien construye dos personajes netamente arquetípicos: Juanito Laguna, un niño de un barrio marginal y Ramona Montiel, una mujer pobre dedicada a la costurería que efectivamente dio “el mal paso” y se dedicó a la prostitución.
“(...) Yo, a Juanito y a Ramona, los hice precisamente en collage, con materiales de rezago, porque era el entorno en que ellos vivían; y así no apelaba, justamente, a lo sentimentalista. Yo les puse nombre y apellido a una multitud de anónimos, desplazados, marginados niño y humilladas mujeres; y los convertí en un símbolo, por una cuestión, exactamente de sentimiento. Los rodeé de la materia en que se desenvolvían sus desventuras, para que de lo sentido brotara el testimonio. En ese testimonio está incluido lo kitsch (lo cache traducido a nuestro idioma), es decir, lo feo, lo cursi, lo que no queda bien, lo incómodo, la triste vulgaridad de lo cotidiano, la ilusión de lo bello reemplazada por un objeto de consumo”. (Antonio Berni, “El niño pobre en la pintura existencia de Antonio Berni”. Entrevista realizada por Hebe Boyer)
Los monstruos de Berni representan lo excluido. Los que no tienen lugar en una sociedad.
La convivencia con lo monstruoso de la realidad nos duele, nos lastima. Son la encarnación del sufrimiento cotidiano.
El los llamaba esos bichos extraños que hablan de otro mundo, hechos como están de la basura de este mundo.
De niños podemos imaginar el monstruo del ropero o el que habita las profundidades por debajo de nuestra cama.
Cuando crecemos, nos enfrentamos a los verdaderos monstruos, ya no los que habitan en nuestra fantasía, sino los de la realidad que especialmente hoy, se extiende al poder político-social, que nos somete con arbitrariedades varias, antojos, fracasos. Se ensaña con nosotros y a veces, también nos traga. Estos monstruos y otros tantos, mantienen a raya nuestras elecciones y nuestros deseos.
Los monstruos creados por Berni, son, sin lugar a dudas, personajes de Walt Disney comparados con las figuras políticas que habitan nuestro mundo.
Aquí, en síntesis, deseo rescatar del actual malestar sobre las escenas sociales un concepto que apunta a la exclusión. Los monstruos son con la exclusión, pero también con el destino trágico y la temática del perjuicio.
Una de las preguntas que podría formular, es si un psicoanalista se ocupa de los hechos sociales. Freud expresaba que el psicoanálisis era una tarea imposible, como la de educar y gobernar y sí, siempre hubo de parte del Psicoanálisis no hacer referencia a los hechos sociales leídos éstos como un Universal.
Gobernar – Educar – Psicoanalizar. Tareas imposibles para Freud, recorridas todas con un profundo desacuerdo y que se relacionan con su célebre tesis pulsional. La pulsión es una tensión con el otro, con otro que nos propone la diferencia por ser otro y que se crea con él una corriente de afecto.
Freud pensaba que la pulsión no es educable, es decir –según Germán García– “que no es necesariamente por falta de educación que una persona hace lo que hace, sino porque simplemente tiene una tendencia a eso y por consiguiente, resulta difícil hacer que alguien aprenda aquello con lo que no quiere saber nada. Con el psicoanálisis pasa lo mismo: en ¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis? (1910) dice que los legos creen que el análisis es un problema de no saber, y que bastaría aclararle al neurótico cuáles son sus determinaciones para que se curara. Si fuera así, cualquiera se curaría leyendo un libro. Y el tema de gobernar se refiere a que el que gobierna va a encarnar un ideal colectivo. Obviamente, todo ideal genera una ilusión. Y el que tiene una ilusión termina desilusionado.”
Son pocas las ocasiones en las que un psicoanalista se pone a pensar cuestiones sociales y quizás de hecho, lo haga mal. Porque su preparación académica está ajustada para el hecho subjetivo. Puede responder sobre las modalidades subjetivas en relación al Otro.
También considero que sólo puede argumentar sobre estas cuestiones si ha atravesado un ámbito personal de análisis y efectivamente, creo que si ha elaborado sus propias ficciones.
El analista se transforma en un deshecho para su analizante, pero a su vez le permite un saber hacer. Le permite desembrollarse de aquellos fantasmas para ubicarlos en una producción subjetiva y a la manera de una posible rectificación.
De las construcciones polimatéricas a la masacre de los inocentes.
Un detalle de “los monstruos de Berni” a tener en cuenta, no está solo en relación a los elementos utilizados para su construcción, sino que presenta otro carácter fundamental: su fragilidad. Estos “monstruos” son absolutamente vulnerables, frágiles, perecederos, efímeros, de difícil traslado y manipulación. Su tamaño, en relación a que lo monstruoso evoca lo grande, limitó la cantidad de veces para su exposición.
Lo monstruoso es lo limitante. Lo que se encuentra en el borde.
Lo que provoca miedo y a la vez, desafío y deseo. Significa lo dejado de lado.
Naturaleza contra natura, parafraseando a Michel Foucault.
El punto central de esta reflexión es principalmente la exclusión, término que emerge como una de las tantas variables del malestar actual y que nos obliga a explorar las marcas actuales de la subjetividad. Dentro de estas marcas también se encuentra la posición del Psicoanálisis y la de los psicoanalistas, con una pregunta que formulo y que siempre se hace presente: ¿Cómo avanza el Psicoanálisis? ¿Cómo los conceptos de la teoría pueden o deben actualizarse con los fenómenos de la vida cotidiana que nos atraviesan?
Esta serie de interrogantes se adaptan a los desafíos de la época que nos ha tocado vivir y que apunta a un Psicoanálisis en transformación.
Elaborar es para el psicoanálisis, entre otros conceptos, lo que nos permite no repetir y nos asegura que ese más allá del principio del placer, se dirija a una vida en donde el deseo esté circunscrito a cada uno de nosotros. Ese uno por uno permite aceptar las diferencias.
No quiero finalizar esta argumentación, sin dejar de advertirles la nominación de las obras realizadas por Berni.
Es decir, cuál es el nombre de los monstruos y poner atención a esos nombres:
- La voracidad.
- La hipocresía.
- La boda.
- El sueño de Ramona Montiel.
- Las pesadillas de Ramona Montiel.
- El pájaro amenazador.
- El gusano triunfador o el triunfo de la muerte.
- La sordidez.
- La Pampa tormentosa.
- La serie de los robots de la masacre de los inocentes
Nombres todos que acompañaron a la vida de Berni.
Nombres de monstruos que nos siguen acompañando en la época actual.
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