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Superyó, censura y voz: incidencias clínicas09/04/2025- Por Marta Gerez Ambertín - Realizar Consulta

La autora trabaja con luz propia el entramado que involucra al superyó, aportando desarrollos que ubican teóricamente conceptos claves. Ofrece lecturas para la acción en la clínica, investiga, y promueve pensamientos actuales… “El sueño legado por Freud a la comunidad analítica insta a no claudicar, pese a las enunciaciones interrumpidas de las voces del superyó, en el trabajo de sostenimiento de la demanda por el camino del deseo inconsciente y la transferencia”. Es que: “cuando la demanda se acalla, se potencia al goce pulsional que atenta contra la pervivencia subjetiva”…
“Always together” de Vladimir Kush*
“La censura es la madre de la metáfora”.
J. L. Borges
1.- Superyó: entre el eco censor y el eco de la censura
El superyó vocifera y comanda insensatamente desde lo más íntimo de la subjetividad en complicidad con lo más estruendoso y ensordecedor del malestar en la cultura que, desde los mass media, vigila y vocifera: ¡Haz aquello que complota contra ti! ¡Goza! ‒lo que arriesga generar una obediencia que puede enmudecer o hacer desaparecer al sujeto‒.
Circulamos por tiempos de hipercensuras: sujetos enmudecidos o deshilachados bordeando el acting-out o el pasaje al acto.
El superyó avasalla al supuesto dominio del yo, las ingeniosamente cifradas formaciones del inconsciente y comanda insensatamente a un goce irrestricto, siempre más allá del principio del placer.
Por eso es uno de los nombres del inconsciente, pero no del inconsciente que puede ser descifrado como un saber no sabido, sino del inconsciente vinculado a la pulsión de muerte, a lo no ligado y traumático: ley insensata que coacciona al sujeto y empuja al autocastigo.
Esto llevará a Freud a reformular la teoría del inconsciente: en la 2da. tópica incluye al superyó como una de las instancias que oprime al yo y muy vinculada al Ello. Lacan, por eso, lo ubicará en lo real como una de las formas del objeto a –voz y mirada–.
Los imperativos de goce a los que precipita el superyó obstaculizan la clínica psicoanalítica, y el recurso para atemperar como negociar con esa feroz instancia compete al deseo inconsciente. Pero si el superyó es un escollo al deseo inconsciente, es importante, por tanto, establecer su relación en la clínica psicoanalítica que está del lado del deseo encabalgado al goce y, por ello, se enfatiza en transferencia.
¿Cómo plantear en la clínica una instancia que atenta contra el inconsciente estructurado como un lenguaje y, por tanto, contra el lazo social obstruyendo la transferencia?
Lacan propondrá en el seminario VII la necesaria alianza con el deseo para contrarrestar los feroces efectos de goce del superyó.
Pero, ¿cuál la brújula para abordar esto en la clínica? sino la paradojal formulación freudiana de la doble herencia que recibe el superyó: heredero del Ello y heredero del Complejo de Edipo.
En “El yo y el ello” Freud hace una formulación paradojal: dos consecuencias opuestas de una misma premisa son verdaderas.
De esto quiero destacar:
– Del lado del eco del ello: los sueños punitorios y las pesadillas, los murmullos incomprensibles y la angustia desbordante. La voz inasible como objeto a y censor.
– Del lado del eco del Edipo: el sueño como guardián del dormir, los mandamientos, la angustia de la conciencia moral y la voz de la conciencia. La censura como discurso interrumpido.
Estos ecos han suscitado interminables polémicas y una serie que podríamos llamar, la de los “pero...”:
– “El superyó es heredero del Edipo”, pero... ¿y el Ello?;
– “es inconsciente”, pero... ¿y su rebeldía pulsional?;
– “es un mandato inasible”, pero… puede convertirse en mandamiento.
Trazo un contrapunto entre el superyó como eco del ello e imperativo de goce vs. el eco del Edipo vinculado con la trama significante del deseo. Desde la clínica ese contrapunto se revela en los sueños punitorios y los murmullos incomprensibles, la angustia desbordante, la voz inasible como objeto a y censor que responden al eco del ello versus el sueño como guardián del dormir, los mandamientos, la angustia de la conciencia moral y la voz de la conciencia que opera como censura del lado del eco del Edipo.
2.- Sueño autopunitorio, censor (voz) y censura
Ejemplificaré lo dicho con el sueño de los “Servicios de amor” de “La interpretación de los sueños” transmitido a Freud por su discípula Hermine von Hug-Hellmuth. Y trabajado luego con más detalles en la Conferencia 9 “Introducción al psicoanálisis” de 1915. El sueño refiere a los “servicios realizados por amor”, aunque cabe otra interpretación: servicios de puta.
Ese sueño se caracteriza fundamentalmente por la emergencia de murmullos incomprensibles que cortan su trama ideativa y los hilos lógicos desbaratando los típicos recursos del enmascaramiento del sueño (desplazamiento y condensación, metonimia y metáfora). Freud lo considera un ejemplo de la censura onírica, comparable a la censura postal que elimina y recorta los pasajes que requieren impugnación y rechazo, tal como opera el superyó.
Este sueño paradigmático permite diferenciar al censor del sueño –considerado por Lacan como el objeto voz (objeto a)– que causa la censura como interrupción de la enunciación del discurso. Tema que siempre presentó dificultades al momento de pretender diferenciarles.
La soñante, amable viuda culta y pulcra de 50 años, tiene un hijo en servicio activo en la guerra y en él piensa noche y día… hasta en sueños. Esta viuda de un oficial del ejército relata un sueño en el que ofrece sus patrióticos servicios sexuales a todo el ejército, aunque resalta en el sueño, sobre todo, el ofrecimiento de los servicios del amor a un joven soldado.
El sueño es inesperadamente interrumpido, cortado y desfigurado por incomprensibles murmullos justo ahí donde se revelaría un goce vinculado a la degradación de la vida erótica en la intersección entre la santa y la puta. Pero también referiría a un goce incestuoso de la viuda con su joven hijo que, además, está en la guerra, lo que resulta más que punible para la soñante.
Los murmullos desfiguran el mensaje, aunque sin destrozarlo totalmente, por lo tanto, la preservación del reposo y la cobertura de la angustia están semi-resguardados pero al borde de su ruptura, por eso no se trata de una pesadilla sino de un sueño de angustia.
El sueño es el siguiente: «Yo y muchas otras mujeres y muchachas jóvenes de Viena estamos dispuestas a... » (murmullo), «... los soldados, tropa y oficiales sin distinción». Que eso mismo fue comprendido rectamente por todos los presentes, se lo muestran los gestos en parte turbados y en parte maliciosos de los oficiales. La dama prosigue: «Yo sé que nuestra decisión suena sorprendente, pero es de lo más seria. Nadie pregunta al soldado en el campo de batalla si quiere o no morir».
Sigue un penoso silencio de varios minutos. El capitán médico al que se dirige le rodea la cintura con su brazo y dice «Noble señora, suponga usted el caso, de hecho se llegaría a...» (murmullo). Ella se desprende de su brazo pensando: Es igual que los otros, y replica: «Mi Dios, yo soy una mujer anciana y quizá nunca he de llegar a esa situación. Además, tendría que respetarse una condición: considerar la edad; no sea que una mujer mayor… (murmullo) con un mozo jovencito; sería terrible». (…) el capitán médico le indica que se dirija al 2do. piso (para encontrar al médico jefe) por una escalera de caracol, de hierro, estrechísima, (…) Mientras asciende oye decir a un oficial: «Es una decisión colosal, no importa que sea una joven o una vieja; ¡mis respetos!». Con el sentimiento de cumplir su deber, ella trepa por una escalera interminable”[1].
La soñante, luego de su relato, juzga y condena el sueño como si supiera interpretarlo. Dijo sobre él: «¡Y con cosas tan abominables y estúpidas sueña una mujer de 50 años, que de día y de noche no piensa en otra cosa que en su hijo!»[2].
Freud considera que los dichos oníricos interrumpidos por un murmullo se sacrificaron a una censura y que sólo en raras oportunidades se manifiesta la censura tan desembozada como en este sueño de los «servicios de amor». En tres lugares el contenido está borrado y los dichos en que se insertan estas lagunas son interrumpidos por un murmullo, una voz como censor que causa la censura de la enunciación allí donde puede aparecer algo prohibido o muy doloroso.
Para Freud este sueño es paradigma y modelo de otros sueños en los cuales un murmullo incomprensible corroe, rompe en parte el texto cortándose la circulación del deseo inconsciente (y el enmascaramiento que este permite) e irrumpe el goce lo que puede provocar, a veces, un despertar angustiado y pesadillas; en suma, la interrupción del dormir, un verdadero revés a la función del sueño como guardián del dormir.
En tal caso no hay disfraz ni enmascaramiento de la pulsión sino disolución de enunciación: es decir, imperativo del superyó, agujero de lo simbólico y punto incomprendido de la ley –como dice Lacan– que puede producir una buena dosis de angustia traumática y riesgo de la desaparición del sujeto. En tal caso el sueño se convierte en sueño autopunitivo como incidencia del superyó y eco del Ello, eco de la voz como objeto a y censor que atenta contra el sueño como formación del inconsciente.
Freud agrega algo muy interesante que Lacan recupera en los seminarios II, VI y X cuando relaciona al censor del sueño con el superyó primero y con la voz como objeto a después. Dice Freud:
“[…] que no se representen el censor del sueño como un hombrecillo riguroso o un espíritu que moraría en una celda del cerebro (…) pero tampoco de manera demasiado localizadora, de suerte que pensaran en un «centro cerebral» del que partiría una influencia censuradora de esa índole, que cesaría con el deterioro o la ablación de ese centro”[3].
Aunque Freud solicita que no se tome la expresión “hombrecillo riguroso” demasiado antropomórficamente, mucho se vinculó al superyó con un cierto ser riguroso que moraría en algún centro del cerebro. Algunos siguen anhelando la ablación de ese supuesto centro, sin tener en cuenta la metáfora de Freud.
Ahora bien, el censor del sueño que corta la trama ideativa o la cadena significante será para Lacan, desde 1963 (Seminario X) el objeto voz como objeto a y eco pulsional del ello: ese censor causa la censura como ruptura del discurso: no puede extirparse, sí enmascararse por las vías del recubrimiento significante, del velo de la cadena significante: vía regia del deseo inconsciente, allí cuando eso es posible.
La voz como objeto a –núcleo del superyó– oficia de censor; en cambio, la censura es su efecto: el discurso recortado como voces interrumpidas del superyó. Cuánta tinta corrió en vano hasta que Lacan descubre esto, y se muestra tan elocuentemente en el sueño de los Servicios del amor, entre otros.
El censor como objeto a (voz o mirada) configura el núcleo del superyó, ombligo de la no relación sexual. Es decir: lo que remite a lo real y a la falta de proporción significante/significado porque la palabra no dice lo real, hay en ella una fuga del sentido pues la incidencia traumática de la palabra hace siempre agujero produciendo lo inasimilable, lo que no tiene representación.
Desde el Ello inconsciente incide un trazo singular en cada sujeto que deja marcas que lo habitan y desbordan. Lo que puede y no puede inscribirse que se expresa en el axioma lacaniano No hay relación sexual, no hay complementariedad entre simbólico y real, siempre hay un plus que excede, un desacople.
Dirá Lacan en el Seminario XXI, Los no incautos yerran (sesión del 19/2/74): “todos inventamos un truco para llenar el agujero (trou) en lo Real, allí donde no hay relación sexual eso produce troumatismo (troumatisme). Uno inventa. Uno inventa lo que puede por supuesto”. En el seminario XXV El momento de concluir (sesión del 17/1/78) dirá: “[…] no hay relación sexual en les trumains”. El término que le permite a Lacan relacionar trauma, agujero y exceso es “Troumatismo”. Lo sorprendente es que en ese exceso descubrimos al superyó como censor y objeto a: voz o mirada.
Se destacan en el sueño “Los servicios del amor” los murmullos incomprensibles, lo punitorio, angustiante y traumático como voz inasible y objeto a allí donde se disuelve la trama ideativa resultado del goce como eco del ello diferenciado del sueño como guardián del dormir, los mandamientos reconocibles de autorreproche, la angustia de la conciencia moral y la voz de la conciencia del lado del eco del Edipo –y vinculado al deseo–.
Freud primero y Lacan después proponen negociar por esta segunda línea para trabajar lo inasible del superyó, los enunciados interrumpidos expresados como censura.
Desde el superyó como eco del Edipo podemos rescatar lo que hace posible el enmascaramiento de la pulsión por el anudamiento de lo simbólico y lo imaginario que posibilita, vía la enunciación del decir –aún interrumpido– el encubrimiento significante de lo real para hacer posible la escucha psicoanalítica. En cambio, cuando la demanda se acalla emerge el goce pulsional, el objeto voz como objeto a, intrusión inabordable del superyó: censor por excelencia que puede producir la afanisis del sujeto.
La soñante de “Los servicios del amor” inventó como pudo la suplencia posible para llenar el agujero (trou) en lo real allí donde no hay relación sexual, confrontada al abismo del goce. Asediada por la amenaza de goce incestuoso y de la amenaza de muerte de su hijo en la guerra. ¿Lograremos nosotros, asediados hoy de tanto real, amenazas de guerra económica o bélica, pero guerra al fin, hacer inventos para suplir lo real?
El sueño legado por Freud a la comunidad analítica insta a no claudicar, pese a las enunciaciones interrumpidas de las voces del superyó, en el trabajo de sostenimiento de la demanda por el camino del deseo inconsciente y la transferencia, importante coartada ante la insistencia gozante del superyó, porque cuando la demanda se acalla, se potencia al goce pulsional que atenta contra la pervivencia subjetiva.-
Arte*: https://www.highexistence.com/the-sacred-art-of-vladimir-kush-35-visionary-paintings-that-will-awaken-your-artistic-soul/
Kush es un pintor y escultor surrealista ruso fundador del realismo metafórico, nacido en Moscú (1965).
[1] Freud, S. “La interpretación de los sueños”. O. C. Vol. IV. Bs. As.: Amorrortu, pp. 161/2.
[2] Freud, S. “Conf. 9. La censura onírica”. O. C. Vol. XV. Bs. As.: Amorrortu, p. 125.
[3] Freud, S. “Conf. 9. La censura onírica”. O. C. Vol. XV. Bs. As.: Amorrortu, p. 127.
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