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“Todas las voces… todas”

07/10/2019- Por Belén González Ponti - Realizar Consulta

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A partir de la película “Los coristas”, este texto nos interroga sobre distintos modelos de escuela, diferentes posiciones como educadores, sobre las consecuencias subjetivas de los encuentros, pero especialmente nos permite pensar el valor que pueden tener los contenidos pedagógicos en el armado subjetivo y la búsqueda personal. Un coro como metáfora del aporte singular a un campo común. El cada uno, será posible con otros.

 

 

                                                                    Imagen del film francés “Los coristas” 

 

 

“De qué sirve que un niño sepa colocar Neptuno en el Universo si no sabe dónde poner su tristeza o su rabia”

 

                                     Guillermo Toro (escritor y educador).

 

 

  “Los coristas”* es una película cuya trama se desarrolla en Francia de la postguerra, en 1949 aproximadamente. Tomaremos la trama para analizar algunos aspectos de la escuela hilvanando algunas reflexiones sobre la inclusión.

 

  Clement Mathieu, el profesor de música que llega al internado para trabajar, es un personaje que logra destacar las características positivas de cada sujeto.

De manera opuesta, vemos en la película el resultado del método represor de Rachin, el niño Mondain. Personaje que representaría al reprimido, al marginado.

 

  Este sujeto es continuamente degradado por el director Rachin, cristalizado en una imagen prejuiciosa que le impide al niño desplegar sus potencialidades, ni siquiera logra participar del coro que organiza Mathieu.

 

  Este personaje es quien incendia la institución, lo que se puede leer como una emancipación de las represiones provenientes de este Otro tirano, para tomar otros destinos.

 

  Es interesante pensar esta tensión entre el director de la escuela, y el profesor de música, desde un lugar de metaforización de la Escuela rígida y una Escuela abierta a las diferencias. La primera como puro presente, como ese director macabro y déspota, cuya rigidez refuerza el malestar y sufrimiento de cada uno de los niños, sin poder alojarlos, porque su estructura no se lo permite.

 

  El profesor de música encarna un modelo ideal de inclusión, que cada vez que logra entrometerse y generar un espacio, es corrido de escena y desvirtuado por las reglas de la Escuela, ya que representa ese real que viene a desestructurar lo sabido y armado hasta el momento, respecto del concepto de educación que maneja habitualmente la institución.

 

  En esta institución, no hay lugar para la singularidad, se intenta domesticar a los niños para que “se porten bien”, “dejen de ser violentos”, pero con métodos cuya base consiste en una violencia inconmensurable. Ya el supuesto de querer domesticar, civilizar o moldear a un niño, resulta violento en sí mismo, no hay una escucha o implicación acerca del dolor o malestar del caso por caso.

 

  Así, vemos también muy arraigado implícitamente en la película el concepto de “norma”, niños que son depositados en un internado por sus conductas violentas, abandonados por sus padres, escapan a toda norma por eso son aislados de la sociedad, en el afán de “encarrilarlos”.

 

  Todo lo que escape al concepto de norma que la Institución escolar considere como normal, es patologizado, sin atender al peligro que la patologización misma lleva para los avatares identificatorios de un sujeto.

 

  El profesor de música, viene a romper un poco con estos esquemas rígidos, generando en su clase un espacio para que TODOS muestren sus DIFERENCIAS. Qué más representativo de esto que un coro, en donde cada uno tiene su propia tonalidad de voz, su propio color, su propio registro, y en el lazo y trabajo con los otros se puede generar una hermosa y armoniosa melodía.  

 

  El coro le da un lugar privilegiado a aquel niño que no logra adecuarse al trabajo que el profesor propone, un lugar que también a él le permite “formar parte”, el de asistente.

 

  Este profesor permite un lugar de sublimación de estas aspiraciones agresivas que cada uno de los niños, por falta de amor, manifestaba. Los aloja, les permite manifestarse, mediante la  contextualización de cada una de sus voces, buscando un lugar para cada una de ellas.

 

  Mucho más lejos de la homogeneización, atiende a cada uno por su color de voz, su capacidad de respiración, su técnica vocal (y todo lo que esto metaforiza), abre a la diversidad, de la cual saca potencialidades absolutamente ricas que le permiten a los propios alumnos reconocer (se) como diferentes al otro y diferentes a la imagen que el Otro (Director y sociedad) le devuelven sobre ellos mismos.

 

  Que las matemáticas sirvan para calcular cuando es el momento de hablar eso que duele por dentro, y la Lengua sea utilizada para saber expresar eso que nos enseñaron a callar… que la Historia sirva para saber entender al otro, lo que pudo o no conquistar…

 

  Que la geografía sirva para saber en dónde nos ubicaron aquellos que decidieron traernos al mundo, y a dónde realmente nos queremos dirigir, porque a veces nos piden que no perdamos el Norte, cuando consideramos que nuestro lugar, posiblemente, estaría en el Sur…

 

  Que la educación física sirva para conocer nuestro cuerpo, y todo lo que podemos llegar a hacer con él, y que la música sirva para desplegar nuestro color de voz, y todo lo que con ella podemos cantar.

 

 

Nota*: El film citado es un drama musical realizado en Francia (2004) y dirigido por Christophe Barratier.

 

 

 

 


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