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Entrevista a Matías Wiszniewer

15/08/2022- Por Marisa Plástina - Realizar Consulta

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Se lo cataloga a Descartes como un híper-racionalista que pone el “pensamiento” por encima de todo, entonces es importante aclarar que ese “pienso” no es el que nosotros utilizamos habitualmente. La palabra utilizada por Descartes, “cogito”, tiene más que ver con todo el conjunto de actividades que se dan en la mente o en el espíritu, como dudar, sentir, percibir, querer, etc. Lo dice expresamente Descartes en los Principios de la filosofía. Valga el presente intercambio para recorrer la trama entre filosofía y psicoanálisis, entre contexto histórico y construcciones teóricas, entre condicionantes epocales y libertad de pensamiento, entre los viajes y los presentes puentes que intenta Matías Wiszniewer.

  

                                                        

                                                    Matías Wiszniewer                                   


 

 

René Descartes, el psicoanálisis e Invierno sueco. El último viaje de René Descartes*

 

 

Marisa Plástina: Tu novela me parece muy novedosa para hablar de la filosofía, porque articula ficción con hechos concretos de la vida de Descartes. Y la armás como si él estuviese hablándonos, mientras realiza ese viaje… ¿Cómo fue que se te ocurrió el libro?

 

Matías Wiszniewer: ‒ Es interesante la pregunta porque me remite al momento de la inspiración del proyecto, en un aula de la calle Puán, allá lejos y hace tiempo, cuando estudiaba Historia de la Filosofía Moderna en Buenos Aires.
Me explicaban sobre el tremendo escepticismo reinante en la época inmediatamente anterior a Descartes, la llamada “crisis escéptica”, que cuestionaba la mismísima posibilidad de afirmar algo verdadero. La Edad Media estaba en sus últimos estertores, y luego de que el Renacimiento fallara en su intento de dar respuestas sustentables al vacío de sentido generado con la caída de la omnipotencia de la Iglesia, vinieron las devastadoras Guerras de Religión en Francia, donde cada bando se atribuía una verdad opuesta respecto a la esencia del cristianismo.

 

Bueno, digamos que las épocas se repiten

 

‒ Claro, y también en aquel momento hay un auge de traducciones de textos antiguos, entre los que se encuentran escépticos griegos como Pirrón y Sexto Empírico. Bueno, todo eso es lo que me estaban explicando, y cómo aparece un Descartes ‒esto Lacan lo rescata muy bien‒ llevando al escepticismo hasta las últimas consecuencias para poder salir de él.
La crisis de una época tan parecida a la nuestra, junto a esa extraordinaria operación de salvataje que hace Descartes, fue lo que me llevó a decir “tengo que hacer algo con esto”.
Y ahí empecé una aventura que después me fue atrapando por sí misma.

 

Nuestra época actual vive su crisis desde hace tiempo.

 

‒ No solo es fascinante aquella época en sí misma, sino también por las fuertes resonancias, como vos decís, con nuestro tiempo. Para mí la caída del Muro de Berlín (la de las Torres Gemelas también, pero primero fue el Muro) generó algo parecido a esa hecatombe del lugar de la Iglesia hacia el final de la Edad Media, hay un paralelismo.

Un momento en el que empiezan a perderse referencias, ya no se puede creer en muchas cosas.

‒ Hay una suerte de “muerte del padre” que se da en varios sentidos. Hay un hecho crucial, a principios del siglo XIV (antes de la Peste Negra que exterminó en pocos años a la mitad de la población de Europa), en el 1300 más o menos. Había habido por siglos un conflicto entre el Papa y los reyes o emperadores, pero siempre el Papa mantenía su lugar central, de fundamente último (el “Papa” era el “padre”).

 

Pero ahora el rey de Francia, Felipe el Hermoso, escala el conflicto con Bonifacio VIII (el Pontífice del momento), y manda tropas de élite que lo secuestran, lo abofetean públicamente y lo terminan asesinando. Es decir, hay allí un “asesinato del padre”, que creo que marca el final de una época. La verdad como fundamento último que representaba la autoridad papal se resquebraja de manera irreversible con aquel “parricidio”.

 

Y eso sucede en el siglo XIV?

 

‒ Sí, en el XIV, y después para colmo se van los papas a Aviñón, y entonces ya incluso la “capital del mundo”, que era Roma, deja de serlo. Es decir, es un siglo donde asesinan al Papa y después los papas se mudan (algo inédito en mil años), se mudan a Francia.

 

En su proceso intelectual Descartes decide que con lo que ya sabe no le alcanza ¿no?
Hay un pasaje de tu libro que tengo ganas de leerte:

“He advertido hace muchos años -dice allí Descartes- cuántas cosas falsas había aceptado como verdaderas desde mi infancia (…), de manera que, por una vez en la vida todas esas verdades deben ser subvertidas para empezar de nuevo, desde los primeros fundamentos, si deseo establecer alguna vez algo firme y permanente.”

Me parece re interesante porque, de alguna manera, todo esto que estaba viviendo, además de una historia personal, hace que él empiece a ver conmovidos sus conocimientos, sus saberes, y decide que tiene que salir a buscar la verdad. Creo que eso es lo que vos estás poniendo en el libro, esa búsqueda de la verdad que hace Descartes. Y algo que vos decís en el libro, que resolvió emigrar, abandonar el mundo de las letras, para dirigirse al Libro del Mundo… un libro donde poder encontrarse, salir al mundo para poder encontrarse él.
Muy interesante, porque de alguna manera el psicoanálisis propone esa “salida de la endogamia” para poder empezar a conocer un “afuera”.

‒ Ahí está, bueno… Lo primero que citaste es de las Meditaciones, y lo segundo lo aborda en el Discurso del Método. Y efectivamente hay una ruptura. Se pueden pensar muchas cosas a partir de esto que estás planteando. Lo primero es lo que hablábamos recién, tenemos una línea ahí: que para poder dar una respuesta a la crisis de su tiempo, sin caer en el escepticismo absoluto que planteaban muchos de sus contemporáneos, Descartes necesitaba encontrar un fundamento que no es ya el de la Iglesia, ni el de los saberes de los jesuitas con que se educó, pero que tampoco es aquella imposibilidad de todo saber que suscriben los escépticos.

 

Aún así, no deja de reconocer la parte de razón que tienen los escépticos: que las supuestas verdades que circulan no son tales, no son verdades, son postulados que se contradicen entre sí. Él dice que “cuanto más me enseñaban esos saberes, más ignorante me sentía”. Entonces hay un vínculo entre la crisis de la época y esta necesidad que toma Descartes como bandera, que es eso que llama “la búsqueda de la verdad”.

Después está, por supuesto, el tema del viaje. Me gustó lo que dijiste acerca de “la salida de la endogamia”, porque… ¿qué es la “endogamia” sino el permanecer en el lugar conocido que me fue dado, sin lograr salir de ahí? No puedo dejar de asociarlo con la sentencia bíblica “Lej Lejá”, cuando Dios le dice a Abraham “abandona tu tierra y la casa de tus padres…”

Sí sí, hay un capítulo del libro que lleva ese título.

 

‒ Todo esto tiene que ver con tu pregunta sobre cómo surgió el libro. Primero la inspiración en el aula, pero después me fue llevando. Cuando descubrí esta relación entre la Torá, el escepticismo de la época, lo que iba pasando en las Guerras de Religión. Cada vez era como que me llevaba a estudiar más y a meterme más, y eso fue todo un viaje en sí mismo, más allá de los viajes físicos.

Sí, a mí me interesó mucho esa relación entre tu propio viaje, respecto de internarte en los lugares donde estuvo Descartes y todo el movimiento que hiciste para conocer un poco qué pasaba en esa época, como habrá sido para Descartes viajar en aquellos tiempos. Te fuiste entonces a buscar cómo era la vida de Descartes y lo que lo rodeaba. Quería llegar a eso.
Ahora bien, ¿por qué es tan importante Descartes para nosotros?
Yo lo puedo traer a partir de lo que Lacan rescata de Descartes, esa posición en relación al sujeto dividido, al sujeto de la ciencia, pero me parece que estaría bueno que vos pudieras contar por qué es tan importante, como marcación incluso entre dos épocas, ¿no?, instaura como una época distinta a la otra.


‒ Sí, puede ser que ahí, el psicoanálisis… también hay una trayectoria subjetiva mía, donde se mezcla un poco mi propio análisis con el transcurso de esta investigación, y yo mismo fui encontrando, antes de saber que Lacan había hablado de esto, y eso es algo que me alucinó mucho. Yo tenía un prejuicio: que el psicoanálisis consideraba a Descartes un “racionalista”, que lo despreciaba un poco, no tenía idea de que Lacan había hecho tantas y tan importantes referencias a Descartes. Simplemente lo que vi en esta actitud cartesiana de poner todo en duda, de buscar en el “Libro del Mundo” ‒como mencionaste antes‒, de “salir de la endogamia”, me pareció que tenía mucho que ver con la travesía que implica el psicoanálisis, y fui encontrando intuitivamente cada vez más relaciones, y recién ahí empecé a indagar con varios psicoanalistas. Fueron ellos los que me señalaron que Lacan habló expresamente de estos vínculos que yo había intuido. Y ese hallazgo realmente me rompió la cabeza.

Sí, te entiendo perfectamente, y además hay algo que vos mostrás que le pasa a Descartes, como de haber sido señalado como “segundo” siempre, y que tenía como un determinado lugar, como que estaba destinado a hacer algo de lo que estaba previsto para él, y él no quiso, sino que decidió salir a buscar otra cosa. Me parece realmente una búsqueda muy interesante que lo transforma como dice Lacan en un “vagabundo”, un vagabundo que sale a “errar” por los caminos.

 

‒ Otra cosa que me llamó mucho la atención es que el Seminario XI (donde Lacan habla mucho de Descartes, de su vagabundeo y demás), lo da justamente en el momento en que el propio Lacan es una especie de “vagabundo”, que acaba de ser expulsado de la Institución oficial del psicoanálisis. 

 

¡Claro! Y además Lacan comienza ese Seminario, precisamente, hablando de su “excomunión”.
‒ Fijate que empieza entonces hablando de su propia excomunión y después se refiere al vagabundeo de Descartes. Evidentemente hay allí un puente muy fuerte entre ambos “próceres” de Francia.
 

También me parece importante poder pensar en esa frase famosa que se trabaja en el psicoanálisis: la del Cogito, la del “pienso, luego soy”, o “pienso, luego existo”, y ciertas interpretaciones del “pienso” que creo que vos sostenés.

 

‒ Sí, ahí hay todo un tema, que fue también un descubrimiento para mí. Este punto que planteás es fundamental, porque hay un gran malentendido, incluso en ciertos ámbitos académicos. Se lo cataloga a Descartes como un híper-racionalista que pone el “pensamiento” por encima de todo, entonces es importante aclarar que ese “pienso” no es el que nosotros utilizamos habitualmente. La palabra utilizada por Descartes, “cogito”, tiene más que ver con todo el conjunto de actividades que se dan en la mente o en el espíritu, como dudar, sentir, percibir, querer, etc. Lo dice expresamente Descartes en los Principios de la filosofía.

Claro, y lo que va a tomar Lacan de ahí, es que se trata de “la sede del yo”, como que la sede del yo va a tener que ver con lo que el sujeto puede decir cuando habla.

‒ Lacan tiene una frase muy llamativa que dice “cuando pienso no soy, cuando soy no pienso”, también formulada como “o no pienso o no soy”. Suena en un principio como que allí está dando vuelta a Descartes, pero si lo analizamos un poco mejor, parecería que en realidad no es tan así, porque si me permito la licencia de tomar (en relación a la frase “cuando pienso no soy”) al “pensar” como una telaraña de esos saberes que se van acumulando, y que se transmiten en las escuelas, es decir, como un procedimiento que va uniendo metonímicamente una idea tras otra (como hace la escolástica, que tanto rechazo le produjo a Descartes), entonces Descartes perfectamente podría suscribir la frase de Lacan diciendo “cuando pienso” (en el sentido escolástico), “no soy”, es decir, “no busco la verdad”; tengo que salir “al Libro del Mundo”, tengo que dejar de “pensar”, para poder “ser”. En ese sentido, si nos salimos de una primera interpretación literal.
 
Sí, en realidad a lo que Lacan apunta con esto es a que ya estaba en Descartes la división subjetiva. Que Descartes ya estaba planteando algo de esta división: “en otro lugar, soy”, en aquello que aparece como de muy difícil acceso para el sujeto.

‒ Exactamente. Como el “pienso” no es en realidad “pienso”, sino “percibo”, yo creo que Descartes suscribiría esta frase de Lacan.

Bueno… lo que pasa es que él la resuelve, a esta división subjetiva, a esta imposibilidad de poder de articular el pensamiento con todo lo demás, con la certeza “sólo sé que pienso” (“sólo sé que no sé nada” diría Sócrates). Me parece que donde encuentra Descartes el límite es en esa referencia a un “Gran Otro” diría Lacan, en referencia a Dios. Una referencia que es insoslayable para Descartes.

‒ Exacto, pero en un segundo momento, y eso también hay que subrayarlo.
Él hace un proceso meditativo, pone todo en duda, siguiendo el método (y ojo con esto: antes de proceder a poner todo en duda lo primero que hace es establecer un método). Ese método es, podríamos decir y espero no equivocarme, “el método de la castración” en términos psicoanalíticos, un límite, a saber, que “yo no puedo aceptar como válido nada que no se me presente como absolutamente claro y distinto, o evidente al entendimiento”.

Entonces hay una regla del método, y todo lo que no pase por el filtro que pone esa regla lo descarta como absolutamente falso. Es decir, la regla del método lo obliga a poner todo en duda, y ese poner todo en duda lo lleva a dudar de su propio cuerpo, y hasta incluso de las matemáticas. Y al final no queda nada en pie.

 

  En la Segunda Meditación (“el día dos”, en la fantástica obra literaria que son las Meditaciones Metafísicas) dice algo así como que “la cavilaciones de ayer me dejaron muy angustiado, como sintiéndome atrapado por un remolino de agua sin poder hacer pie”, algo bastante tremendo, entonces es ahí donde se ilumina, se planta y dice, ok, “que haya un súper genio maligno y me engañe todo lo que quiera, hasta hacerme incluso creer falsamente las verdades de las matemáticas, pero no me va a poder hacer dudar de una cosa, no me va a poder hacer dudar de que estoy dudando, ni de que no puedo no existir en tanto que dudo”. Ahí, en las Meditaciones, este momento fundacional de la filosofía y del psicoanálisis no aparece como “pienso, luego existo”, sino como la afirmación, con carácter indudable, de la sentencia “yo soy, yo existo”.

Claro, claro, en realidad lo que estaba pensando es que cuando él se encuentra con la angustia que vos mencionabas, esa angustia en que de pronto Descartes parece un analizante que llega y dice “estoy angustiado porque me di cuenta…”, digo, me parece que la única posibilidad que tenía en ese momento Descartes era la de sostener su creencia en Dios.

‒ Sí, pero, no es exactamente en ese momento.
En este momento culminante encuentra una base: “yo soy, yo existo”, el fundamento indubitable para salir de lo que plantean los escépticos: que no se puede afirmar nada cierto. Aquí encontró una verdad que sí se puede afirmar sin lugar a dudas.
Y ahora sí vamos al problema de Dios que vos planteás, que Lacan también lo menciona. Dice Descartes: con esto solo no alcanza, porque ¿cómo hago para salir, desde la certeza que encontré, al mundo externo? Por eso allí está la fundación de la ciencia, porque, ¿qué es la ciencia si no poder pensar, medir, etc., las cosas externas? Con la sola verdad de mi propia existencia no puedo desarrollar ninguna ciencia, porque la ciencia es ciencia de objetos externos a mi conciencia.

 

  Entonces ¿cómo hace Descartes para encontrar otros saberes más allá de su primera certeza? Ahí es donde empieza con la cuestión de las demostraciones de la existencia de Dios, y esa parte, aunque imprescindible para avanzar (porque la existencia y la garantía de Dios es lo que le permite afirmar la existencia de las cosas externas, y por lo tanto, la posibilidad de toda ciencia de la naturaleza), ya no tiene tanta fuerza, algunos dicen que en ese momento Descartes “tira la toalla”. Pero también hay que entender el contexto en el que escribe las Meditaciones.

 

Claro, él en ese momento no podía poner en duda a Dios, corría peligro.

Lo acusan de ateísmo. La empieza a pasar mal en Holanda, que supuestamente era una tierra de libertades y tolerancia, pero los calvinistas holandeses, que manejaban las universidades, dicen “¡este tipo es ateo!”. Él dice que no, se defiende, pero en un punto tienen razón los acusadores, porque en la primera certeza que él tiene Dios no juega. Cuando él dice “yo soy, yo existo”, lo dice sin involucrar a Dios, y eso para cualquier cristiano es inaceptable, que él encuentre un fundamento en otra cosa que no sea Dios.
 
Lo que me parece muy específico de Descartes, muy “cartesiano”, es esta posibilidad de encontrar esa división que mencioné antes, y que el único modo que encuentre para soportar la división subjetiva, entre eso de que “pienso”, y “luego” soy, o “yo soy, yo existo”, ese intervalo entre lo insabido y lo sabido, esa hiancia con la que se constituye el sujeto en el psicoanálisis, digo, en todo ese movimiento él se salva con esto de que “lo único que tengo de dónde agarrarme es Dios".

‒ Más allá de lo que dijimos, de la época, etc., lo concreto es que mete a Dios. Podríamos afirmar que es válido, que no es válido, no importa, pero hay tres pruebas de la existencia de Dios, y una vez que él prueba la existencia de Dios, y que Dios es perfectamente bondadoso y que por lo tanto no lo puede engañar, entonces ahí lo puede usar como garante, como “bastón”, para decir: “si Dios en bondadoso, no me engaña, y si no me engaña no me va a hacer creer algo que no es; así que la afirmación “2+2=4”, es decir las matemáticas, que habían sido puestas en duda, pasan a ser absolutamente verdaderas, y si me parece que estoy viendo un vaso, ese vaso es real.
 
Por eso me parece atinado el punto en el que Lacan señala que, a pesar de que Descartes logra juntar algo de la división aparece ese garante, que el psicoanálisis intenta correr, para plantear que no hay garantías, que no hay garantías en ese viaje que uno hace como travesía en el psicoanálisis.

‒ Ahí me parece que hay algo muy importante: la relación entre psicoanálisis y ciencia, donde parecería que ciertamente en el psicoanálisis no hay garantías, pero en la ciencia sí. La ciencia olvida (por eso Lacan habla de que “la ciencia forcluye al sujeto”), y de eso que la ciencia deja de lado se hace cargo el psicoanálisis. Pero por otro lado, la ciencia también forcluye a Descartes. Porque ‒punto nodal‒ cuando la ciencia se autoerige en un pretendido saber absoluto, olvida que ella no hubiese podido nacer sin la garantía de un Dios. Sin Dios, Descartes no hubiera podido salir del mundo subjetivo, y no habría ninguna ciencia. Entonces la ciencia moderna es una construcción a partir de esa garantía que Descartes encontró en Dios.

Claro, estoy de acuerdo con lo que planteás, y además ubico que es precisamente porque Descartes instala el “sujeto moderno” que existe la posibilidad de que Lacan tome esto y pueda también plantear la división subjetiva, apoyándose por supuesto en el descubrimiento freudiano del inconsciente. Pero, quiero decir, es también gracias a Descartes.
 
‒ Y Lacan dice directamente que “Freud es cartesiano”.
Me atrevería a preguntarme si Descartes no es, en última instancia, el descubridor del inconsciente.
 
Quizás, pero lo que
no hace Descartes es formularlo.

‒ No lo formula, es cierto, ¿acaso descubre inconscientemente al inconsciente?
(risas)

Y también estaba viendo cómo Descartes intenta jugarse con algo vinculado a su deseo: rompe con la tradición familiar, escapa a lo que el padre tenía pensado para él, pero al mismo tiempo sale en busca de un padre, de alguna manera sale a la búsqueda de la construcción de un Nombre del Padre como diría Lacan, como función ¿no?
Y con todo este tema de los escépticos, y esta crisis que está en el contexto en el que surgen las ideas de Descartes, me parecía interesante poder también relacionarlo
como hablábamos antes con nuestro tiempo actual, porque creo que lo que hace Descartes es salir a pelear por una libertad distinta de la libertad que proponían los escépticos.
Y cuando una va leyendo Invierno sueco, se encuentra con la vida vivida por Descartes, más allá de sus ideas, con un padre que, de alguna manera, dijo de su hijo que era “una desilusión”. Un padre que pretendía determinadas connivencias para sus hijos.


‒ Sí, exacto. Fijate que tanto Buda, como Moisés, como muchos otros de estos héroes legendarios son expulsados. Y hay, a partir de la expulsión, una “búsqueda de la verdad” similar a la de Descartes tanto en el Buda (cuando se anoticia de que hay enfermedad, vejez y muerte) como en Moisés (cuando asciende al Monte para recibir las Tablas de la Ley).

También Spinoza es un expulsado.
 
‒ Descartes en su historia personal es expulsado por su padre, con esos conceptos peyorativos con que lo trata y se va a buscar otra cosa. Por eso digo, hay una doble articulación entre la “desaparición del Papa” como autoridad en el plano universal, y la “desaparición del padre” de Descartes en el plano particular. Y ahí él tiene que reconstruir esa función, digamos, y de ahí sale lo que Descartes fue.

La verdad que es muy apasionante lo que planteás, y me gustaría insistir con rescatar lo que tiene que ver con nuestra época respecto de la libertad, porque lo que yo encuentro, mientras voy leyendo el libro, es cómo de algún modo Descartes intenta romper con cierta alienación, y vuelve a caer, aunque intenta romper con esa alienación. Y pensaba ¿cómo hoy se levantan las banderas de la libertad? Tenemos a los “libertarios” levantando esas banderas, pero además las banderas de la libertad con algo que Lacan trabaja en el Escrito sobre la Psicosis, sobre la idea delirante de la libertad. Lacan dice que hay una idea delirante de la libertad, a la que nos arroja el capitalismo. 
 
‒ Ahí está, porque ¿sabés qué me parece?, que es engañoso en un punto el uso de la palabra “libertad”; no hay quizás individuo más “libre” que Descartes, en el sentido de que es capaz de desarmar sus ataduras para encontrar “bíblicamente” cierto tipo de libertad. Hay una polisemia de esa palabra.

 

  Con los “antivacunas” (o con los que predican una “libertad capitalista”), la diferencia me parece que pasa por el hecho de que la “libertad” de Descartes es una “libertad del desierto”, una libertad que tiene que ver con la pérdida, con el dejar cosas en el camino (“girones de mi vida” diría Evita), para poder ser libre en el sentido de pensar libremente. Pero la libertad que promete el discurso capitalista, o más aún la ultraderecha, es una libertad que te llevaría a una completud, una supuesta libertad que no es más que pura ilusión, una falsa libertad, irrealizable, sin pérdida. 

Claro, bueno, es muy importante esto, porque justamente, hay un camino que tiene que ver con salir de la alienación. Esa es la búsqueda cartesiana de la libertad, buscar salir de la alienación. Y sabemos que el sujeto nace alienado y que siempre va a estar alienado, y que hay momentos en los que sale, y vuelve a caer, se separa y se aliena nuevamente, y me parece que ese es el camino que hace Descartes.

 

‒ Exacto. Es muy pertinente vincularlo al Éxodo bíblico de Moisés, porque el “Egipto” de Descartes son las Escuelas con sus certezas y él la única certeza que encuentra es la de su propia existencia. Pero los jesuitas lo que le enseñaron, durante los diez años que pasó internado en ese Colegio, fueron un montón de supuestos saberes. Lacan dice algo que es muy pertinente, que “saberes no le faltaban, saberes tenía de sobra”, pero son los saberes de la época que, digamos, forcluían la libertad de pensar.
La libertad de Descartes es una libertad angustiante, del desierto y de la soledad. En cambio la libertad que prometen los libertarios-capitalistas no habla de ninguna soledad, de ninguna angustia…

Por eso creo que es una idea delirante de libertad, cuando dicen: bueno, a mí déjame tranquilo, quiero mis dólares para irme a Punta del Este, o quiero tener libertad para elegir si me vacuno o no me vacuno, esa es una libertad entrampada, en ese circuito infinito que propone el capitalismo.

‒ Como decía Orwell, esa libertad es esclavitud.

Sí, libertad de seguir siendo mercancía humana.

 

 

Nota*: Entrevista a Matías Wiszniewer (autor de la novela), en ocasión de la presentación de la obra en la Feria del Libro de Buenos Aires, mayo de 2022.

 

 

Matías es Licenciado en Ciencias de la Comunicación, con posgrado en Historia de la Filosofía, por la Universidad de Buenos Aires. Además es escritor, investigador, philosophos y viajero.

Autor de: INVIERNO SUECO. EL ÚLTIMO VIAJE DE RENÉ DESCARTES. (Novela histórica editada por Letra Viva en 2020; Edición Digital Amazon en 2022).

Ha publicado en diversos medios gráficos y digitales, ensayos de filosofía, política, rescatando miradas históricas y psicoanalíticas.

Realizador independiente de documentales en video como titular de la productora Potemkin (desempeñando principalmente tareas de dirección, edición, producción ejecutiva y guión) - Ganador del Premio FUND-TV 1994 con el documental “Los Cielos de la Argentina”.

Innumerables viajes inspiraron relatos siguiendo huellas históricas y aportando horizontes literarios.

 

                                   https://matiwz.ar/

 

 


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