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Acerca del sujeto y el objeto en psicoanálisis02/11/2022- Por Susana Lentino - Realizar Consulta

La autora ubica las coordenadas por las cuales Freud produce una ruptura con la lógica aristotélica y la doctrina kantiana, articulando un sujeto dividido. Sirviéndose del análisis de “Las Meninas” de Velázquez, introduce la topología desde donde Lacan subvierte la relación sujeto objeto sostenida en una geometría euclidiana. A partir de tal recorrido arriba a la división que afecta al propio analista en su condición de practicante y en la elaboración de su clínica.
“Las Meninas” de Diego Velázquez (1656)*
El concepto de sujeto es un término relativamente reciente. Es a partir del cogito cartesiano que se inaugura el sujeto moderno: duda, piensa y así existe. El sujeto con el que trabajamos en psicoanálisis es siempre en “spaltung”.
Tanto Freud como Lacan rompen con la lógica aristotélica y cuestionan la teoría kantiana del conocimiento en la medida que ésta plantea un sujeto unificado. La afirmación freudiana del inconsciente que no conoce los procesos temporales ni la contradicción, tanto como la tesis de Lacan “El inconsciente está estructurado como un lenguaje” dan cuenta de ello. Quedan así cuestionados los principios de identidad y de no contradicción.
Lacan está en lo opuesto a Aristóteles, el atributismo y los accidentes que éste postula en su Hypokeimenon caen bajo el efecto de lo imaginario. Recupera la originalidad del pensamiento freudiano que sólo es efecto del lenguaje. El sujeto nunca es uno. Es el sujeto sujetado, sujeto no creado sino determinado por otros. En ese sentido, todos somos súbditos del Otro del lenguaje.
¿Qué espacio habita el sujeto?
En “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico” Freud analiza un sueño paradigmático: “el padre estaba muerto, pero no lo sabía” (Freud, S., 1980). Se trata de un sueño soñado repetidamente por un hijo después de la muerte de su padre y con dolorosa intensidad.
El sujeto se hace presente como dolor, afecto que lo representa. Freud agrega “según su deseo”, interpretación que hace de corte. En “él no lo sabía” aparece el sujeto de la enunciación. Aparece la paradoja que resalta el modo en el que quedan ligados dolor y saber. Lo que va a producir esa diferenciación entre enunciado y enunciación es la interpretación. La interpretación le quita al sujeto ese ser de dolor y lo constituye como falta en ser. Tal es la función de la interpretación.
Lacan plantea que el cumplimiento de deseo de ese sueño era permanecer en la ignorancia, pues a partir de la muerte del padre el sujeto se encuentra enfrentado a eso de lo cual la presencia del padre lo protegía del dolor de existir, la significación de la castración. La interpretación hace que el dolor caiga como objeto.
Lacan recurre a los modelos topológicos cuestionando así los principios de Identidad y de no contradicción que son el fundamento de la lógica clásica.
El antecedente freudiano de recurrir a la topología lo vemos en “Wo Es war soel Ich edern”, cuya traducción sería: “Donde Eso estaba Yo debo advenir” (Freud, S., 1997) No dice “Das Ich” que sería “el yo”, como interpretaron posteriormente los analistas del yo.
¿Qué espacio habita el objeto?
Lacan recure a la topología para abordar estas cuestiones del sujeto y del objeto.
Analizaremos el cuadro de “Las Meninas” de Velázquez donde contemplador y contemplado son intercambiables. El sujeto y el objeto cambian su papel hasta el infinito.
En el minucioso recorrido que hace Foucault de “Las Meninas” nos muestra el juego que reina entre lo visible e invisible del pintor, dos visibilidades incompatibles (Foucault, M., 2005). Vemos un cuadro en el cual, a su vez contempla el pintor. Éste sólo dirige la mirada hacia nosotros en la medida que no encontramos en el lugar de su objeto. Los espectadores somos una añadidura perseguidos por esa mirada.
Hay tantos modelos como espectadores: contemplador y contemplado son intercambiables. El sujeto y el objeto, el espectador y el modelo cambian su papel hacia el infinito. No hay adentro ni afuera. Uno se pregunta: ¿Cuál es el sujeto? ¿Cuál es el observador? ¿Los personajes o nosotros mismos?
¿Bastará con decir que Velázquez ha compuesto un cuadro en el cual se ha representado a sí mismo en su estudio o en un salón del Escorial?, mientras pinta los personajes que la infanta Margarita ha venido a ver, rodeada de dueñas, de meninas, de cortesanas y de enanos, nombres muy precisos: María Agustina Sarmiento, Nieto en el primer plano, Nicolaso Pertusato, el bufón italiano. Al rey Fernando IV y a su esposa Mariana se los percibe en un espejo. Éste hace ver el interior y el exterior. Con un pie en el escalón y el resto del cuerpo de perfil. En un balanceo inmóvil entra y sale a la vez un personaje, un visitante ambiguo.
Lacan ubica allí el punto de fuga, quien también se llama Velázquez Nieto y fue el que hizo acceder a Velázquez a la posición de Aposentador, Gran Mariscal. Es una suma de personajes que lo redobla como en un sueño.
En el cruce de miradas, una especie de intervisión, miradas perdidas sobre algún punto invisible, excepto la mirada de la Menina María Agustina Sarient a Doña Margarita. Dice Lacan que pareciera que pasó un ángel, el pintor. Velázquez hizo bajo esa forma fantasmal su autorretrato.
¿Dónde entiende el pintor que lo pongamos? Pareciera que el pintor se hubiera pintado habiendo visto la escena de la gente alrededor de él en un espejo, un espejo que está en nuestro lugar y henos aquí transformados en espejo.
Hay algo aquí que nos da el paralelo de Descartes “pienso, luego soy”, pinto luego soy, diría Velázquez y estoy ahí en lo que hice para eterna interrogación y estoy también en ese lugar de donde puedo volver al lugar que les dejo, que es verdaderamente aquel donde se realiza este efecto de que hay caída y confusión de algo que está en el corazón del sujeto (Lacan J., 1966).
En un análisis, ¿dónde ubicar al sujeto y al objeto?
Para Lacan el analista es al menos dos. Existe una disyunción entre el clínico y el analista. La clínica no es la experiencia. La experiencia analítica es atender pacientes bajo el dispositivo analítico. Si no hay clínica no hay transmisión.
Dice Lacan en “La dirección de la cura y los principios de su poder” que el analista debe salir de la comodidad de su sillón y estar en el banquillo para dar razones de su acto-interpretación. El analista debe dar cuenta de los movimientos de su analizante. Así un analista descansa de ser analista, ya que mientras analiza debe hacer una destitución subjetiva, porque si atiende como sujeto, analiza desde su propio fantasma y goza del paciente. Cuando escribe sobre su analizante recobra su subjetividad.
La clínica es una formalización y no es tratar al paciente. La eficacia no es suficiente, hay que dar razones. En el analizante hay un deseo de saber que proviene de la curiosidad sexual infantil. Ese saber está en relación con la eficacia. Hacer conciente lo inconsciente produce una ganancia de saber.
Foucault dice que la clínica médica empieza cuando se acepta abrir los cadáveres para estudiarlos ya que esto estaba prohibido por la ley y por la Iglesia. Había medicina antes pero éste fue su acto de origen. Por ejemplo, a una mariposa hay que cazarla para estudiarla, ahí cuando cambia de color puede estudiarse, si está en movimiento no.
Del mismo modo, un analista debe escribir su clínica y transmitirla ante otros. No puede hacerlo en movimiento. Debe dar cuenta de los movimientos pulsionales de su analizante, de su deseo, de la modificación o no del síntoma, de su posición subjetiva. En esta mostración están articulados Imaginario, Simbólico y Real.
El deseo de analista se vale de la posición que el analista toma en la transferencia, haciéndose causa de deseo del sujeto. El analista se presta a ser semblante del objeto a del paciente. O sea: analista objeto, analizante sujeto. No hay intersubjetividad en un análisis.
Recordemos a Freud en “Construcciones en el análisis”:
“Todos sabemos que el analizado debe ser movido a recordar algo vivenciado y reprimido por él, y las condiciones dinámicas de este proceso son tan interesantes, que la otra pieza del trabajo, la operación del analista, pasa a un segundo plano. El analista no ha vivenciado ni reprimido nada de lo que interesa, su tarea no puede ser recordar algo…” (Freud, S.).
Bibliografía:
Freud, S., 1980, “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico”, Obras completas, AE tomo XII.
Freud, S., 1997, “Conferencia 31”, Obras completas, AE tomo XXII.
Freud, S., 1986, “Construcciones en el análisis”, Obras completas, AE tomo XXIII.
Lacan, J. 1966, El Seminario, Libro 13, “El objeto en Psicoanálisis” clase 17 del 11 de mayo de 1966, Inédito.
Foucault, M., 2005, Las palabras y las cosas siglo XXI
Nota: este trabajo fue presentado el 22 de setiembre 2022 en el espacio del Congreso de La Federación Psicoanalítica Latinoamericana (FEPAL) “Transitoriedades /Incertezas” realizado en Guadalajara Méjico
Arte*: Diego Velázquez fue un pintor exponente del Barroco en el Siglo de Oro español. El óleo sito en el Museo Nacional del Prado, también denominado “La familia de Felipe IV” corresponde al último período estilístico del artista.
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