» Psicoanálisis<>Filosofía
Aristóteles y Freud: enlaces entre moral y política24/02/2012- Por Mariano Acuña - Realizar Consulta

La posición moral que se sostenga repercutirá directamente en el modo en que se desarrolle la política. Al respecto, el trabajo de Mariano Acuña señala que para establecer un nexo entre moral y política es necesario principalmente, recurrir al entrecruzamiento conceptual entre las perspectivas aristotélicas y la freudiana. Perspectivas, que resultan indispensables para el adecuado abordaje de las problemáticas emanadas de las disciplinas señaladas. De esta manera, insistimos con el rigor de la afirmación, el tratamiento de la moral y de la política, conlleva una disparidad principal, la que se da entre el filósofo griego y el psicoanalista vienés.
“Un primer punto, que puede tenerse por
evidente, es que el bien se deriva de la
Ciencia soberana, de la ciencia más
fundamental de todas; y esta es
precisamente, la ciencia política”
Aristóteles (1)
“…pensar el núcleo real de lo político,
entendido como la imposibilidad
última de sutura del orden social; por tanto
como malestar que retorna recurrentemente
y demanda ser pensado”
Roque Farrán (2)
Testigos directos de nuestra contemporaneidad, la cultura nos exige (a quienes intentamos pensarla) constituirnos en una posición moral. Moral, que se representa en el plano social, en el cual se manifiesta la política. Por consiguiente, la moral estructura a la política, lo hace, desde el propio espacio en el que se despliegan las continuas vicisitudes de la vida en comunidad. Lo hace, precisamente, en el punto en que su campo reflexivo se instituye en praxis, es decir, en política. Visto de esta manera, la moral es menos un campo de reflexión(a pesar del Kant más conservador), que una instancia de interpretación (en el fuerte sentido freudiano) de los acontecimientos que suceden en la vasta amplitud de la polis. De aquí que, la posición moral que se sostenga repercutirá directamente en el modo en que se desarrolle la política. Al respecto, nuestro criterio de trabajo señala que para establecer un nexo entre moral y política es necesario principalmente, recurrir al entrecruzamiento conceptual entre las perspectivas aristotélicas y la freudiana. Perspectivas, afirmamos enfáticamente, que resultan indispensable para el adecuado abordaje de las problemáticas emanadas de las disciplinas señaladas. De esta manera, insistimos con el rigor de la afirmación, el tratamiento de la moral y de la política, conlleva una disparidad principal, la que se da entre el filósofo griego y el psicoanalista vienés.
De Aristóteles, en principio, se puede soslayar su figura, en tanto pensador que construyo un sistema inteligible, en el cual sus diferentes producciones se correlacionan unas con otras. Así por caso, se articulan las afirmaciones sobre física, metafísica, estudio del alma, lógica, moral y política. Al respecto, en el abordaje de la doctrina política aristotélica subyace, sin medias tintas, su entramado ideológico sobre moral. Por ejemplo, abramos su gran obra Moral a Nicómaco (3), a poco de andar nos encontramos con la puntualización de que, el bien es el objeto de nuestras aspiraciones. Con énfasis, “el filósofo” (Tal como lo denomina Santo Tomás de Aquino) se encarga de establecer, que el principio rector en lo que hace a moral, es alcanzar el bien supremo. Así, este mismo, se deriva de la ciencia soberana (también suprema) que es, la propia Política. Para este filósofo, la política expresa el fin práctico, vinculado al fin personal del hombre, es decir, la virtud. Por ende, la virtud, cualidad venerable en el hombre, conduce a la felicidad, entendida como acto único y perfecto. De esta manera, a partir del virtuosismo, la perfección y las ansias de felicidad, Aristóteles crea un sistema moral basado en los contenidos (moral de contenidos). Donde se diferencian significativamente, el bien del mal, lo verdadero de los falso. En esta línea argumentativa, Aristóteles considera (instancia relevante para el entramado ideológico del filósofo) que el mencionado virtuosismo hace al hombre un ser capaz de buscar el bien, siempre, tanto para sí, como para los demás. Debido a que su bondad (inherente a lo humano- en tanto ser racional, integrante de la polis, claro esta-) lo conduce, mediante su capacidad de intelección, a expresar su deseo de vivir en comunidad. Por caso, en
Ubiquemos ahora algunos esbozos de la posición freudiana respecto al tema tratado. Por cierto, el carácter heurístico que presenta la obra freudiana, permite encontrarnos con afirmaciones intensas y relevantes sobre la vida cultural. Vida cultural, a la que destinó los hallazgos más elevados sobre el estudio del alma humana. Para decirlo concretamente, la constitución del aparato psíquico (en sus dos tópicas), con sus múltiples complejidades, genera en tanto senderos, bifurcaciones (también múltiples), elementos aptos para entender la vida social y, por lo tanto política. Al respecto, puntualicemos que Freud define como cultura humana, a todo aquello en lo cual la vida humana se ha elevado por encima de sus condiciones animales. Cultura, que debe ser protegida de las personas, en tanto las mismas resultan incapaces de renunciar a las ilimitadas satisfacciones pulsionales. En este caso, Freud destaca que las normas, las instituciones y los mandamientos cumplen la función de proteger a la cultura de las exigencias aludidas. Para Freud, el ser humano, expresa directamente sus tendencias antisociales y anticulturales, particularidad que se distingue con énfasis en el comportamiento de las masas. En este agrupamiento de personas, subyacen sin reticencias, el desamor por la renuncia pulsional, el desprecio por los argumentos (afirma Freud: los argumentos nada pueden contra las pasiones) y el desinterés por el trabajo. (5) En contraposición a lo sostenido por Aristóteles, Freud considera que en lo humano se expresa una tendencia a la segregación (Aquí se debe distinguir que Aristóteles considera que el hombre racional, el de la polis, es el que no segrega. Por supuesto, el entramado aristotélico, excluye de plano a los esclavos, los guerreros, los trabajadores y hasta las mujeres) Tendencia, de carácter primitivo(es decir, que remite al primerísimo psiquismo infantil). En relación a la constitución del psiquismo, recordemos que Freud menciona distintas amenazas hacia éste; el cuerpo propio (destinado a la ruina y su disolución, así como al dolor y a la angustia), el mundo exterior (que, con fuerzas hiperpotentes y destructivas se abate sobre las personas) y enlazado, los vínculos con los otros seres humanos (tal vez se represente como el sufrimiento más doloroso, al decir de Freud).
La deseosa y feliz comunión entre pares que pregonaba Aristóteles, sufre en la perspectiva freudiana, una refutación cristalizada en una posición estricta. Mientras en Aristóteles, el bien supremo (en tanto bien común) cohesiona hacia una felicidad en general, en Freud; dicha posibilidad se descarta radicalmente, ya que la fragilidad de lo humano (psiquismo) y la insuficiencia de las normas que regulan los vínculos recíprocos entre los hombres, impiden semejante armonía de carácter global, de aquí que la cultura se caracterice por su malestar. Sin embargo, el reconocimiento de esta situación podrá permitir la reacción de algunos hombres, en pos de alcanzar beneficios para la cultura. Según Freud, están los que se niegan a admitir la razón por la cual las normas no permitirían la protección de todos. (6) En esta línea, en El Porvenir de una ilusión expresa que resulta probable que cierto porcentaje de la humanidad permanezca en su postura asocial (debido a la mencionada irrenunciabilidad a la satisfacción pulsional), pero si se pudiese convertir a este sector en una minoría, se lograría mucho a favor de la propia cultura. Con énfasis, en estos textos, Freud postula que toda cultura (en definitiva, toda masa) debe ser guiada por personas preparadas intelectual y éticamente. Propositivamente, Freud afirma que en la preparación puntual de los líderes (liderazgo socio-político) se concentran las mayores expectativas a favor e la cultura. Dichos conductores, de ser serenos, abnegados, personas de visión superior, con autocontrol de las exigencias pulsionales, podrían encabezar la construcción de una instancia política que se posicione frente a la imposibilidad de base. Al respecto, los componentes de la sociedad cuentan, a la vez, con aspectos destacables, que pueden aflorar en el momento oportuno. Entre los cuales se incluyen el patrimonio de ideales, las creaciones artísticas y el trabajo. Trabajo, que presenta por sí mismo una evidente complejidad. Ya que, en el texto de 1930, Freud establece que el disgusto por las tareas laborales, puede transformarse radicalmente si el trabajador encuentra un logro profesional y un vínculo afectivo con la tarea. Así, toda vez que la agresividad pulsional se pueda convertir, mediante el trabajo, en libido narcisista, se puede anhelar la necesaria libertad vinculada a la creación y la producción. Ya, tres años antes, Freud había manifestado, que le resultaba inherente al orden social, cierta disposición a no hacer partícipe a los trabajadores de los merecidos beneficios económicos. Al tiempo que, tamaña situación laboral, generaba acentuadas barreras a las condiciones de libertad adecuadas para cumplimentar las funciones diarias. Por lo tanto, la postura freudiana lejos se encuentra de caer en un mero pesimismo. Por el contrario, solo expresa la exigencia de establecer una posición moral, que partiendo de las dificultades de base propias de la convivencia en general, invite a los componentes de la cultura a responsabilizarse por el lugar propio, a resignar parte de sus apetencia personales y a dotarse de un compromiso concreto con la comunidad que habita “La convivencia humana sólo se vuelve posible cuando se aglutina una mayoría más fuerte que los individuos aislados, y cohesionada frente a estos. Ahora el poder de esta comunidad se contrapone, como derecho, al poder del individuo, que es condenado como Violencia bruta”. (7)
En efecto, a partir de lo mencionado podemos entender que el prisma freudiano sobre moral se contrapone al aristotélico; en la instancia de observación crítica sobre las condiciones del bien común, de la convivencia virtuosa y de la idea de felicidad. Por caso, para Freud, la felicidad solo es alcanzable en tanto fenómeno episódico (recordemos que Lacan señala, en el seminario sobre la Ética, que la felicidad aristotélica debe ser reemplazada por la ética de Antígona, específicamente por su Até) (8). De esta manera, se ubica a la felicidad como no realizable, aunque lícito resulta el procurar su alcance, por ejemplo, a través de los dotes personales, ente los cuales se destaca la capacidad de sublimación. Situación que conlleva a afirmar, a modo de síntesis, que la perspectiva freudiana, se constituye inicialmente, bajo los efectos de la imposibilidad (de estructura) de la concreción de una armonía socio-comunitaria, pero que deja la posibilidad, de que con responsabilidad, los hombres se convoquen a construir una cultura más apacible. Para finalizar, la perspectiva aristotélica, como se intentó puntualizar, resulta una genealogía referencial, para toda teoría que pregone un enlace moral-política, regido por la completud, en sus vastas expresiones. Es decir, aquí anidan cualquiera de las expresiones rigurosas en lo moral, las que convocan a las certezas, a los conocimientos absolutos. Con matices, comparten su aristotelismo; las religiones occidentales (la católica, especialmente, con la lectura aristotélica que formula Tomás de Aquino), los fundamentalismos, que enaltecen la idea de un bien supremo (aquí subyacen los autoritarismos que se fundamentan en el bien como principio. Una recurrencia, resulta la remisión a la lucha del bien contra el mal: de Hitler, a Busch, de Stalin a las dictaduras latinoamericanas), los dogmatismos de izquierda y derecha, así hasta llegar a cualquier expresión que reivindique la absoluta perfección, la absoluta verdad, la absoluta realización de las disciplinas. Para estos, no rige ninguna incompletud de base, ningún límite, sino la continua lucha por imponer sus ideas en procura de obtener el bien general. Recordemos, en 1925, Sigmund Freud, hizo pública su afirmación de que en el ámbito de la cultura existen tres profesiones imposibles, ellas son: psicoanalizar, educar y gobernar. A partir de esta puntualización, podemos distinguir que cuando Freud se refiere a profesiones imposibles, da cuenta de una perspectiva lógica, que rebela el carácter estructurante que posee en ellas la dimensión de la incompletud. Para el maestro vienés, la remisión a las profesiones imposibles, se sustenta en que en ellas se puede dar por anticipado la ineficacia de los resultados. En efecto, dicha ineficacia es inherente a las prácticas mencionadas, convirtiéndose es un aspecto irreductible, que estará presente independientemente de las virtudes que posean los profesionales a cargo de cada disciplina. Por supuesto, el anhelo (en el mejor de los casos, el deseo) es lograr que cada disciplina se ejerza con la solvencia, seriedad profesional y dedicación, para posicionarse frente a las grietas, los restos de lo cotidiano, los conflictos que originan la incompletud de base. La veneración por cada una de las mencionadas disciplinas, posibilitará que el trabajo diario se pueda convertir en el ejercicio de un acto ético, entendiéndolo como el salto (ético) que conmueve, hace vacilar y modifica una situación específica. Acto ético que permitirá, a la vez, afrontar los efectos de lo traumático (lo real en sentido lacaniano: lo que se pone en cruz para que las cosas no anden, lo que se repite incesantemente, sin otorgarnos señales concretas sobre su causalidad, lo imposible de soportar, lo imposible lógico) procurando establecer procesos dialécticos que generen efectos en los diferentes sujetos involucrados con las prácticas distinguidas. Al respecto, recordemos también, que Lacan afirma que lo real se define por lo imposible. Punto en el que la articulación simbólica, puede quedar como un imposible más (de demostrar el real en cuestión). Situación que nos permite enlazar, dice Lacan, las profesiones imposibles con el abordaje de la propia verdad, precisamente, para ir al encuentro del real que surge ante la impotencia de dicha verdad. (9) En conclusión, ser freudiano, en el denominado enlace moral-política, conlleva a enfrentarse con el des-orden que generan los efectos estructurantes del complejo de castración. Efectos, que se manifiestan en el sujeto, y por igual en el des-orden social (Toda psicología remite a los social, señala Freud) (10). En este plano, la política puede ser pensada y actuada, siempre que se la ubique en tanto “núcleo aporético donde falla lo social” (11). Modo freudiano para posicionarse sobre lo imposible.
Bibliografía
[1] ARISTÓTELES. Moral a Nicómaco. Libro primero.p 28 .Colección Austral
[2] FARRÁN, Roque. Comentario sobre el testimonio de H. Jouvé, la carta de O. Del Barco y las demás cartas. NO MATAR. Sobre la responsabilidad. Segundo volumen. Universidad nacional de Córdoba.
[3] ARISTÓTELES.op.cit.
[4] ARISTÓTELES. La Política. Colección Austral. Espasa-Calpe.
[5] FREUD, Sigmund. El porvenir de una ilusión. Tomo XXI. Amorrortu editores.
[6] FREUD, Sigmund.op.cit.
[7] FREUD, Sigmund. El malestar en la cultura. P.93-94. op.cit.
[8] LACAN, Jacques. El Seminario. Libro 7. Paidós
[9] LACAN, Jacques. El Seminario, Libro 17. Paidós
[10] FREUD, Sigmund. Psicología de las masas y análisis del yo. Tomo XVIII. Op.cit.
[11] FARRÁN, Roque. op.cit. p 80
© elSigma.com - Todos los derechos reservados