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Crisis de la ética20/05/2008- Por María Josefina Regnasco - Realizar Consulta

En este trabajo, la filósofa Josefina Regnasco explica que cuando la ética es arrastrada a remolque de los procesos productivos y de las innovaciones tecnológicas, su función queda reducida a introducir meras regulaciones en prácticas ya instaladas. En esta situación, el nivel fáctico asume la hegemonía sobre el plano ético, los criterios utilitaristas y pragmáticos reemplazan a los principios morales. Se confunde entonces la esfera de la ética con los aspectos meramente legales. O bien se identifica la ética con el éxito, el rendimiento económico o la eficacia, siguiendo los criterios de las leyes del mercado. La política, a su vez, deja de ser, como aspiraba Aristóteles, la culminación de la ética, para reducirse a una práctica de legitimación de paquetes de medidas en función de los intereses empresarial.
La producción tecno-capitalista genera en forma creciente una dinámica expansiva y acelerada que actualmente toma la forma de la globalización, y que representa no sólo la mayor interconexión entre países, regiones e individuos a escala mundial, sino también la mayor concentración de poder económico, tecnológico y financiero de la historia.
Sin embargo, a pesar del poder de la industria y del aumento de la producción, a pesar de la magnitud y la extensión de la ciencia y la tecnología, los graves problemas que padece la humanidad: pobreza, marginación, violencia, drogadicción, deterioro ambiental, no han podido ser resueltos.
Un discurso muy difundido considera que esta situación se origina en la ausencia de una conciencia ética y una voluntad política. Se trataría entonces de humanizar el capital, y de dirigir el progreso tecno-científico en la dirección de fines éticos. Bastaría entonces con agregar una dosis de ética a los procesos tecno-económicos para gestionar este potencial tecno-productivo hacia la resolución de estos problemas.
Pero la gravedad de la situación contemporánea no plantea simplemente problemas políticos y éticos. Evidencia, por el contrario, la crisis de la política y la crisis de la ética.
Cuando la ética es arrastrada a remolque de los procesos productivos y de las innovaciones tecnológicas, su función queda reducida a introducir meras regulaciones en prácticas ya instaladas. En esta situación, el nivel fáctico asume la hegemonía sobre el plano ético, los criterios utilitaristas y pragmáticos reemplazan a los principios morales.
Se confunde entonces la esfera de la ética con los aspectos meramente legales. O bien se identifica la ética con el éxito, el rendimiento económico o la eficacia, siguiendo los criterios de las leyes del mercado.
La política, a su vez, deja de ser, como aspiraba Aristóteles, la culminación de la ética, para reducirse a una práctica de legitimación de paquetes de medidas en función de los intereses empresariales.
Origen de esta crisis
El origen de esta crisis ético-política no es reciente, sino el resultado de un proceso que comienza en los albores de la época moderna.
A veces se tiende a explicar la tendencia a la concentración de poder económico y la ausencia de equidad en la distribución de la riqueza como consecuencias naturales de la ambición y la codicia humanas. Evidentemente, el proceso tecno-capitalista moviliza las tendencias y aptitudes humanas que lo favorecen. No hay duda de que hay en el mundo tendencias hacia la ambición de poder y el éxito económico. Pero lo característico del capitalismo, como observa Heilbroner, es que no podría prescindir de estas tendencias.[i]
No debe pensarse, sin embargo, que la competitividad exacerbada, la búsqueda frenética del éxito, y el afán de ganancias sean características inherentes a la naturaleza humana. Menos aún, que todas las sociedades hayan valorado estos rasgos en forma positiva. Por el contrario, muchas sociedades han condenado tradicionalmente el afán desmedido de riquezas, o el egocentrismo competitivo. Más aún, el sistema capitalista, para constituirse como tal, tuvo que invertir la escala de valores por la que, durante miles de años, se rigieron las comunidades tradicionales.
En efecto, textos como La Biblia, Los Evangelios, o cosmovisiones como la budista, o muchas de nuestros pueblos aborígenes, condenan el egoísmo, el afán excesivo de ganancias, y promueven la solidaridad, la austeridad y el espíritu comunitario.
La preocupación por una pacífica convivencia social ha constituido la base de las normas morales, por lo que los códigos éticos de las comunidades humanas han contenido siempre disposiciones que procuran limitar los excesos.
Tradicionalmente, se hablaba de "vicios" (los "pecados capitales") y de "virtudes". Pero con el surgimiento de las tendencias capitalistas, se genera un proceso que culminará en una verdadera inversión valorativa.
En el siglo XVIII, Adam Smith comienza a usar, en vez de "pecado", "pasión" y "vicio", términos más moderados, tales como "ventaja" o "interés". Pero, además no encontró contradicción entre el interés egoísta y el interés común. La formulación de Smith de la "mano invisible", considera que los hombres, aunque persigan su propio interés, generan inconscientemente el bienestar social. Sin embargo, A. Smith considera necesario frenar el egoísmo excesivo, y adhiere al principio cristiano del amor al prójimo, reconociendo en su obediencia la perfección de la naturaleza humana.
En cambio, los ideólogos del capitalismo liberal no tienen ningún reparo en convertir el egoísmo en una virtud, y hasta llegan a interpretar el altruismo y la solidaridad como "defectos incompatibles con la libertad, el capitalismo y los derechos individuales". Este juicio lapidario se debe a Ayn Rand, una de las ideólogas del neoliberalismo, uno de cuyos libros se titula, abiertamente: The virtue of selfischness (La virtud del egoísmo).[ii]
El neoliberalismo sostiene una concepción mecanicista de la sociedad y de la economía. Así como en la física newtoniana se concibe a la materia compuesta de átomos regidos por las leyes de la física, el neoliberalismo considera a la sociedad según este modelo, también compuesta de "átomos": los individuos - regidos por las leyes del mercado-. El postulado de la "mano invisible" de A. Smith sostendrá entonces que, de la misma manera que en el mercado entran en competencia las empresas, en la sociedad lo hacen los individuos. Según el postulado de la "mano invisible" cada uno persigue su interés egoísta, pero, al chocar con los intereses de los restantes individuos, mecánicamente surgiría el equilibrio, generándose así, en forma espontánea, no deliberada ni consciente, el bienestar general.
De este modo, para el neoliberalismo no hace falta la regulación de la ética o del Estado en la economía, ya que, según sus postulados, el mercado se regula por sí mismo, por las leyes de la oferta y la demanda y de la competencia. Es así como los principios éticos fueron evaluados como resabios del pasado, o factores que frenan el progreso, como resistencias al cambio.
Si la economía es una ciencia, debe someterse a la verificación empírica. Y lo que se verifica, no es una regulación mecánica de los mercados, sino una enorme concentración de poder, rodeada de marginalidad. En efecto, como ironiza George Soros, "en vez de comportarse como un péndulo, los mercados se comportan como una bola de demolición".[iii]
El modelo de progreso y desarrollo
La acelerada expansión tecno-capitalista fue interpretada por los filósofos de la modernidad como progreso, confiando en que la mayor productividad industrial y los avances científicos conducirían hacia una sociedad de abundancia, un sistema democrático y hacia la autonomía moral del individuo. A su vez, ese progreso fue identificado con el despliegue de la racionalidad.
Kant postulará una marcha progresiva de la historia a través de la que se despliega un plan racional, oculto en la naturaleza. Coincidiendo con Adam Smith, Kant afirma que el progreso del género humano hacia un orden conforme a la razón “utiliza con este fin hasta las intenciones egoístas del engrandecimiento de los jefes, a pesar de que éstos sólo entienden las propias ventajas”.
De este modo anticipa el concepto de “astucia de la razón” hegeliano, en cuanto para Hegel la historia será el despliegue de la Idea, para lo cual vehiculiza las ambiciones y pasiones de los hombres.
Y aún Marx, a pesar de sus críticas a la economía capitalista, era un gran admirador de su dinámica. Lo que Marx postulaba era poner esa expansión bajo control del proletariado.
Pero estos pensadores no podían sospechar que esa expansión acelerada, que hoy toma la forma de la globalización, está fuera de control. Las decisiones de los políticos, de los ejecutivos de las transnacionales, se acomodan a la lógica del tecno-capitalismo y a los criterios del mercado. Los hombres se sienten arrastrados por la dinámica tecnológica y por la lógica productivista como antiguamente por el capricho de los dioses o los designios de la providencia.
La razón, a su vez, se fue delimitando y reduciendo cada vez más a la razón científica, y la ciencia fue restringiendo cada vez más su método y su función a las operaciones de la producción mecanizada.
Como afirma Edgar Morin, la razón se reduce a la lógica de la máquina artificial, y toma el control de lo que no es mecánico. Sus criterios de valor: eficiencia, calculabilidad, especialización rígida, cronometrabilidad, surgieron primero en la industria, pero han invadido todas las esferas de la vida. En especial, las nociones de economía, de desarrollo, de trabajo, tal como se han impuesto, obedecen a esta lógica y la expanden por el planeta. [iv]
Es así como los procesos económicos no sólo dejaron al margen los principios morales, sino que llevaron a la fatal identificación del aumento de productividad y maximización de las ganancias, no sólo con el progreso y el desarrollo, sino con los criterios éticos.
El desarrollo gigantesco de la producción, la ciencia y la tecnología harían suponer, según la tesis clásica, un progreso proporcional en el orden ético y político. Lo que se evidencia, en cambio, es una creciente imposibilidad para subordinar ese desarrollo a valores éticos. Como ha observado J. Ellul, es ilusorio pretender que pueda ponerse el poderío al servicio de los valores, con la esperanza de que, aumentando el poderío, los valores serán mejor defendidos. Lo que ocurre es que el crecimiento del poderío eclipsa los valores, salvo aquellos que sirven a ese mismo poderío.[v]
La irresponsabilidad de la externalización de problemas
En este sentido, la crisis de la ética se revela también en los criterios de decisión anclados en la misma teoría económica. Se trata del enmascaramiento ideológico de los efectos entrópicos generados por los procesos tecno-económicos, y que manifiestan una ausencia de responsabilidad ética.
El concepto de entropía proviene de la termodinámica, cuya segunda ley nos advierte que en toda transformación de energía, parte de la misma se disipa en forma de calor o desorden. La entropía está presente en todas las etapas del proceso económico-tecnológico. Pero el sistema económico enmascara la entropía producida. En efecto, no contabiliza como gastos el deterioro del medio ambiente, la destrucción de la biodiversidad, los costos sanitarios relativos a enfermedades causadas por la contaminación y la radiación, los problemas causados por los desechos industriales y de la sociedad de consumo. Estos gastos no son asumidos por las empresas. Simplemente, son externalizados a la sociedad, al Estado y a los particulares. Esta misma distorsión está presente en los cálculos del PNB de los países, con el agravante de que el criterio para calcularlo es fijado por la comunidad internacional, bajo la supervisión de la ONU, cada veinte años.
El ex vicepresidente de los EE.UU., Al Gore, no duda en calificar de arrogancia intelectual la incapacidad de la teoría económica de incorporar en los costos la externalización de gastos, y evalúa como ciega, irracional, distorsionante, obtusa e irresponsable, a la ciencia económica, por su negativa a revisar este criterio. [vi]
Pero la externalización de la entropía se agrava con la globalización, cuando los países centrales mudan sus empresas contaminantes hacia los países más pobres, amparados bajo el argumento de atraer inversiones, impulsar el desarrollo y crear trabajo.
Pero también hay quienes abiertamente aceptan esta práctica convalidándola con la racionalidad económica. Este es el caso de las expresiones vertidas en 1991 por Lawrence Summers, en ese entonces principal economista del Banco Mundial, posteriormente secretario del Tesoro del presidente Bill Clinton, y actualmente presidente de la Universidad de Harvard.
En un memorandum interno, Summers demostró que el Banco Mundial debía alentar a industrias contaminantes a mudarse a los países más pobres del planeta. La razón era que “la medida de los costos de la contaminación causante de enfermedades depende de los costos previstos por un aumento de la morbilidad y la mortalidad. Desde ese punto de vista, una cierta cantidad de contaminación causante de enfermedades debe hacerse en el país con el costo más bajo, que será el país con los menores salarios”. Summers basó sur argumentos en la “lógica económica”. [vii]
A pesar de que sus expresiones causaron furiosas reacciones, son innumerables los ejemplos de industrias contaminantes de los países centrales que van siendo trasladadas a las zonas más pobres.
Argumentos economicistas
La distorsión de los criterios morales se advierten también cuando se pretende justificar una norma ética desde argumentos economicistas. Así, se presenta la necesidad de promover la responsabilidad moral empresaria argumentando que el respeto por las normas éticas en las empresas no disminuye su rentabilidad ni su competitividad, si no que la acrecienta. Se entiende que el apelar a estos argumentos sea una forma eficiente para convencer a duros economistas y empresarios sobre la necesidad de incorporar la ética al mundo de los negocios. Sin embargo, podríamos preguntarnos, ¿qué opinaría Kant acerca de cumplir el imperativo categórico, no porque se trate de un principio universal e incondicionado, sino porque favorece a nuestros intereses y beneficia la rentabilidad empresaria?
Como observaba Woody Allen con su original ironía, en su imaginario Curso de Teoría Económica, el programa de la asignatura Etica incluye “el imperativo categórico, y seis maneras de hacer que funcione en su propio beneficio”.[viii]
Recuperar el espacio de la ética
En la actualidad, hay claros indicios de una reacción contra el exceso de individualismo, así como un rechazo a los criterios neoliberales sobre la supremacía de la lógica del mercado por sobre los valores sociales y los principios éticos, como normas regulativas de la sociedad.
Sin embargo, estos espacios de la solidaridad y la asistencia humanitaria tienen lugar, por lo general, más allá del marco de la dinámica de lo económico o de la estructura estatal. Se organizan en redes solidarias, comedores comunitarios, ayuda a los niños y discapacitados, y en una serie de organizaciones no gubernamentales (ONG). Falta mucho para que esta ética de la solidaridad constituya una forma de organización económica, política y funcional que abarque los distintos espacios de la vida comunitaria.
Aún cuando incluso muchas empresas destinan cantidades considerables de dinero a organizaciones de ayuda y a fines altruistas, lo hacen separando ese monto de dinero de las operaciones del mercado. Es como si se aceptara como un postulado dogmático que las ganancias empresariales no tienen por finalidad el bien social. En cambio, pueden reservar parte de esa ganancia a acciones solidarias, una vez sustraídas de la lógica del mercado. Y se soporta como algo "natural" la deshumanización de esa lógica mercadotécnica.
También crecen los círculos de "simplicidad voluntaria", formados por quienes no sólo están preocupados por el impacto de la sociedad de consumo sobre el medio ambiente, sino que buscan formas de gratificación personal en la amistad, la familia, en el arte, la lectura, el deporte, antes que en los artículos de lujo o los símbolos de status. [ix]
Es necesario y urgente establecer las condiciones para que los principios de la solidaridad, el amor al prójimo, el interés comunitario, el respeto por el medio ambiente, vuelvan a regir en la sociedad. También es urgente recuperar la esfera de la política, que debe dejar de ser un espacio de prebendas, lobbies y gerenciamiento de intereses sectarios, para ser, tal como aspiraba Aristóteles, la culminación de la ética.
Estas metas, sin embargo, son un gran desafío. ¿Son compatibles estos valores con la enorme concentración de capital, con la expansión exponencial del capital financiero, con los criterios economicistas que invaden actualmente la toma de decisiones en la mayoría de los asuntos privados y públicos?
*“Crisis de la ética” fue presentado en el Congreso Internacional de Filosofía (Sociedad Argentina de Filosofía) de Córdoba en el año 2006.
Notas
[i] Heilbroner, El capitalismo del siglo XXI, Barcelona, Península, 1996, pg. 80
[ii] Para un desarrollo de este tema, ver: Moyano Llerena, C., El capitalismo del siglo XXI, Bs. As., Sudamericana, 1996, cap. 4.
[iii] Cfr. Soros, G., La crisis del capitalismo global, Buenos Aires, Sudamericana, 1999
[iv] Morin, E., El Método III, El conocimiento del conocimiento, Madrid, Cátedra, 1988
[v] Ellul, J. “ Recherches pour une Ethique dans une société technicienne”, en Ethiqueet Technique, Université de Bruxelles, 1983
[vi] Gore, A., La tierra en juego, Barcelona, EMECE, 1993, cap. 10
[vii] Citado por Chomsky, N., Artículo: “Derechos humanos sólo para pocos” , diario Clarín, 2005
[viii] Citado por Barman, Zygmunt, en Modernidad Líquida, Buenos Aires, FCE, 2002, pg. 42
[ix] Para un desarrollo más extenso de este tema, cfr. Etzioni, Amitai, La nueva regla de oro- Comunidad y moralidad en una sociedad democrática, Barcelona, Paidós, 1999.
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