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Notas sobre evolucionismo y psicoanálisis18/08/2004- Por Omar Mosquera - Realizar Consulta

Siempre es tema de interesantes debates determinar cuáles han sido las categorías epistémicas más destacadas en la elaboración freudiana. El evolucionismo, sobre todo en la vertiente de Lamarck, Haeckel y Darwin, ocupa sin duda un lugar entre otras. Y no podría ser de otro modo, pues no se disponía de muchas nociones que permitieran considerar el objeto que se estaba construyendo. Sin embargo, lo importante es determinar el provecho extraído y las rupturas establecidas por Freud.
I) La transformación de la sociedad
feudal y el pasaje a la creación de los Estados-nación, con la consecuente
mutación de la economía de subsistencia rural en una economía basada en la
producción industrial, fue considerada como el despliegue de un proceso
evolutivo de orden social que a comienzos del siglo XIX resultó un tema
dominante. Esas profundas mutaciones, sobre todo en lo que hace al surgimiento
de las ciencias exactas y los avances técnicos, preanuncian el advenimiento de
un nuevo orden socioeconómico pensado en términos de progreso.
En este
contexto comienza a urdirse una concepción que a fines del siglo XIX representa
el horizonte intelectual más general de la época: el evolucionismo –resultado
de dos corrientes de pensamiento (1). Una sustenta la idea según la cual, las
transformaciones sociales son manifestaciones de una evolución en sentido
progresivo y permanente, que a través de etapas sucesivas conduce al cuerpo
social hacia un grado de mayor bienestar, considerado en términos de libertad y
saber. La otra corriente se funda en el descubrimiento de las transformaciones
experimentadas por las especies, consideradas en términos de complejidad
creciente en su organización y en una mayor adaptación al medio. Las especies
actuales muestran un grado de progreso tal, que cada grupo revela una fase de
un proceso de perfeccionamiento sin restricciones.
Ambas
concepciones ven las transformaciones –sociales en un caso, biológicas en otro-
como testimonio de un proceso progresivo hacia un mayor bienestar fundado en el
saber sobre todo adaptativo. Resulta evidente la estrecha homología con ciertos
paradigmas de la modernidad donde saber y progreso se articulan. Spencer es
quien, particularmente, considera muy ceñida la analogía entre la evolución de
las especies y la de las sociedades.
Darwin, en cambio, se aparta de tal concepción, pues no considera que
las etapas de evolución se ordenen jerárquicamente, y porque la selección
natural introduce un enorme margen de azar dado por las condiciones del medio y
por las mutaciones espontáneas.
En la concepción evolucionista hay ciertas
nociones clave que es preciso destacar. Una corresponde a la ley de la
evolución que gobierna los procesos de transformación y da cuenta de la
persistencia de una fuerza cuyos efectos comportan un paso de lo homogéneo y
difuso a lo heterogéneo y delimitado. Su resultado es la progresiva
diferenciación y complejización del ser y la materia. Otra corresponde a la
adaptación al medio, consistente en el necesario y permanente ajuste de los
organismos al entorno. La creciente complejidad de las estructuras biológicas
permite una extensión cada vez mayor del poder adaptativo. El organismo que no
se adecua al medio está destinado a la extinción. Otra noción de importante
alcance tiene que ver con la herencia de los caracteres adquiridos. En todo
organismo movido por la necesidad de adaptación se crean o desaparecen partes
de su organización debido al uso o desuso de determinados órganos. Lo adquirido
por necesidad y ejercitación se transmite a la descendencia. Es decir, todo
cuanto la naturaleza ha hecho adquirir debido al influjo del medio, se conserva
por herencia. Una noción derivada de ésta última, el principio
onto-filogenético, sostiene la recapitulación de la filogenia por la ontogenia.
Durante la extensa historia de la evolución, cada especie, cada clase orgánica
atravesó sucesivamente por toda una serie morfológica de especies muy diversas.
Esa historia evolutiva de las familias orgánicas o filogénesis, se vincula de
manera muy notable, y en paralelo, con otra rama de la evolución que se ocupa
del individuo, la ontogénesis. La historia de la evolución individual u
ontogenia es una repetición abreviada, rápida, una recapitulación de la
filogenia, conforme a las leyes de la herencia y de la adaptación al medio.
II) Siempre es tema de interesantes
debates determinar cuáles han sido las categorías epistémicas más destacadas en
la elaboración freudiana. El evolucionismo, sobre todo en la vertiente de
Lamarck, Haeckel y Darwin, ocupa sin duda un lugar entre otras. Y no podría ser
de otro modo, pues no se disponía de muchas nociones que permitieran considerar
el objeto que se estaba construyendo. Sin embargo, lo importante es determinar
el provecho extraído y las rupturas establecidas por Freud. Por ejemplo, es
bien conocido el uso del principio onto-filogenético que Ferenczi (2) toma de
Haeckel, y Freud vierte desde el registro biológico al orden de los desarrollos
de la verdad histórica, como lo hace al referirse a las fantasías primordiales
(3). No obstante hay ruptura, porque para Freud la recapitulación de la filogenia
por la ontogenia no es sin precio. La neurosis, el síntoma, es precisamente ese
precio que el sujeto abona a expensas del acceso a la cultura. Los diversos
estratos de etapas sucesivas componentes de la memoria (4), que luego se
corresponden con los estadios de evolución libidinal propuestos por Abraham –no
obstante la necesaria intervención del Otro para su configuración- es un
ejemplo entre más. La noción de complejización aportada tempranamente (5), o la
de represión orgánica como condición de cultura (6), o la hipótesis de las
sucesivas cosmovisiones imperantes en la civilización (7), y asimismo, la
noción de acorde a fines que Freud toma de Kant y utiliza para dar cuenta del
ejercicio del principio de realidad en pos de la dificultosa adaptación, son
otros vestigios de la impronta del evolucionismo en la elaboración freudiana. E
incluso hasta puede leerse un trasfondo evolucionista en la concepción del ello
como precipitado de antiguas existencias-yo (8). También se dirá que la idea de
progreso reaparece en un texto tardío (9), aunque, claro está, dicho avance en
la espiritualidad se opera a expensas de la pérdida de goce por la marca que en
la cultura funda el Nombre del Padre. En suma, muchos son los ejemplos que
pueden mencionarse acerca de ese ropaje evolucionista en el pensamiento
freudiano. Pero siempre que Freud piensa en términos de progreso evolutivo, lo
hace a condición de situar una falta estructural, que entiende como pérdida,
precio o costo.
A todo esto,
es preciso recordar que en 1920 cuando lleva a cabo su especulación extrema,
aprovecha la ocasión para establecer su posición con relación al evolucionismo,
y si bien acepta como un hecho incontrastable una orientación en sentido
progresivo, descarta en el interior mismo de la teoría de las pulsiones
cualquier perspectiva de evolución. En efecto, apréciense las restricciones a
tal respecto: “Es seguro que en el reino animal y vegetal no se comprueba la
existencia de una pulsión universal hacia el progreso evolutivo, por más que la
orientación en ese sentido siga siendo de hecho incuestionable. Pero, por una
parte, muchas veces depende sólo de nuestra apreciación subjetiva el declarar
que un estadio del desarrollo es superior a otro; y además, la ciencia de lo
vivo nos muestra que una evolución en un punto muy a menudo se paga con una
involución en otro, o se hace a expensa de este. Hay, también, buen número de
formas animales cuyos estados juveniles nos hacen ver que su evolución cobró
más bien un carácter regresivo. Tanto el progreso evolutivo como la involución
podrían ser consecuencia de fuerzas externas que esfuerzan la adaptación, y en
muchos casos el papel de las pulsiones podría circunscribirse a conservar, como
fuente interna de placer, la alteración impuesta.
A muchos de
nosotros quizá nos resulte difícil renunciar a la creencia de que en el ser
humano habita una pulsión de perfeccionamiento (...). Sólo que yo no creo en
una pulsión interior de esa índole, y no veo ningún camino que permitiera
preservar esa consoladora ilusión.“ (10)
Pues bien: 1) la pulsión no progresa, 2) la
superioridad es un precepto ideológico, y 3) la intrínseca tendencia a la
perfección, vana ilusión. En un breve pasaje, entonces, Freud cuestiona un
centro esencial del evolucionismo: la noción de progreso hacia una organización
superior como tendencia inherente a la pulsión queda limpiamente excluida. No
se trata de negar ingenuamente el hecho del progreso; en rigor, de lo que se
trata es de excluir tal noción respecto de lo que siempre vuelve al mismo lugar.
Y tiene toda su lógica que lo haga a esta altura de su elaboración, porque
además, es allí precisamente donde quiebra otro de los paradigmas de la
modernidad al indicar que en el ámbito de la pulsión, la educación es
imposible. Para decirlo sucintamente: el goce que compete al cuerpo libidinal,
orada el saber del cuerpo desde el momento en que la pulsión exige en
disyunción con ese saber.
III) En su estupendo trabajo
sobre ética y capitalismo, Marí (11) señala que una de las concepciones
teórico-políticas usadas por la modernidad como elemento de legitimación es la
idea de progreso. En efecto, la tesis según la cual la civilización avanza en
forma lineal superando en cada etapa a la precedente, ocupa el centro del
sistema ético de Occidente. Pero sobre todo, la idea de progreso está
íntimamente vinculada al desarrollo del
saber, de resultas que el motor del progreso es la ciencia fundada en la doble
acepción del concepto de razón: como razón absoluta, cartesiana, y como ratio,
razón calculadora en sentido matemático –por lo demás, muy apropiada para la
previsión y seguridad de los negocios.
El progreso
del saber, el avance sostenido de la ciencia y la educación, se convierten pues
en la clave esencial de la marcha ascendente en el trazado evolutivo. La idea
de progreso es precisamente la que ocupa el centro de esa filosofía de la
naturaleza que es el evolucionismo, por lo demás, consustancial al capitalismo.
En el centro
de la hipótesis relativa a la pulsión de muerte, Freud sitúa la noción de
repetición, y es de fundamental importancia captar su incidencia en lo que hace
a la ruptura de los márgenes de la modernidad porque en primer lugar, la
wiederholung supone la naturaleza conservadora de la pulsión que excluye la
idea de progreso; y porque además, indica en su fondo la insistencia de un
saber no sabido (12). En efecto, desde esta perspectiva la repetición se
inscribe como una noción posmoderna, o no-moderna, como prefiere nombrarla
Maresca (13) por fundados motivos. Y es así,
precisamente, pues el progreso supone siempre una linealidad que va de
lo peor a lo mejor; y la repetición, al menos en la vertiente del más allá...
es siempre del fracaso.
Todavía más,
la repetición en cuanto tal cuestiona otro de los pilares del evolucionismo. En
efecto, Lacan considera a la repetición como un fenómeno anti-vital en la
medida en que se opone a la adaptación; se trata de un factor de inadaptación
respecto a las exigencias de la vida y el bienestar del cuerpo (14).
De la noción
de repetición resulta, pues, un cuestionamiento a la idea de progreso
inexorable, y al supuesto natural comportamiento adaptativo, porque la
wiederholung implica la insistencia en la búsqueda de una satisfacción no
ofrecida por el medio, y porque lo que insiste en lo que se repite es precisamente
el desajuste como esencia del trauma. Freud lo dice de diversas maneras: el
placer encontrado difiere siempre del esperado.
El e-mail del autor es: licomarmosquera@hotmail.com
Referencias
bibliográficas
1)
Bercherie, P. Génesis de los conceptos freudianos. Piados.
Bs. As.
1988
2)
Ferenczi, S.
Estadios en el desarrollo del sentido de realidad. En sexo y
Psicoanálisis.
Ediciones Hormé. Bs. As. 1959
3)
Freud, S.
De la historia de una neurosis infantil. Vol. XII Amorrortu
Editores.
4) ------------
Fragmentos de la correspondencia con Fliess. Vol. I
Amorrortu Editores.
5)
------------- Proyecto de psicología. Vol. I Amorrortu Editores.
6)
------------- Fragmentos de la
correspondencia con Fliess. Vol. I
Amorrorte Editores.
7)
------------- Tótem y tabú. Vol. XIII
Amorrortu Editores.
8)
------------- El yo y el ello. Vol.
XIX Amorrortu Editores
9)
------------- Moisés y la religión
monoteísta. Vol. XXIII Amorrortu
Editores.
10)
----------- Más allá del principio del
placer. Vol. XVIII Amorrortu
Editores.
11) Marí,
E. Etica y capitalismo: el jardín de
senderos que se bifurcan.
En Dispar Nº 3.
Publicación de psicoanálisis. Bs. As. 2001
12)
Freud, S. Recordar, repetir y
reelaborar. Vol. XIX Amorrortu Editores.
13)
Maresca, S. Nietzche y la posmodernidad.
En Dispar Nº 4. Publicación
de psicoanálisis.
Bs. As. 2003
14) Miller, J-A.
Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo.
Colección
Diva. Bs. As. 2002
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