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Sobre saber y verdad18/05/2004- Por Greta Stecher -

Según J-A Miller el recorrido de Lacan conduce de una doctrina de la verdad a una teoría de la muerte que se articula con la palabra. La pulsión de muerte, el más allá del ppio del placer, la compulsión a la repetición, expresan la mortificación del cuerpo vía el significante. “Su manera [la de Lacan] de situar la muerte está dominada por una doctrina de la verdad y del sentido“. He aquí un primer emplazamiento de la lógica de la verdad en psicoanálisis.
“La
categoría de la verdad domina verdaderamente la entrada de Lacan en el psicoanálisis”
Jacques
Alain Miller
“De la
naturaleza de los semblantes” pp 205
SABER y VERDAD
Ya desde
su “Informe de Roma“ de 1953 Lacan hace un uso sui
generis de la verdad, la coloca en el centro de la experiencia analítica
y la opone diametralmente a la realidad.
El
primer efecto del sgte que Lacan aisló fue el de verdad.
Según
J-A Miller el recorrido de Lacan conduce de una doctrina de la verdad a
una teoría de la muerte que se articula con la palabra. La pulsión de muerte,
el más allá del ppio del placer, la compulsión a la repetición, expresan la
mortificación del cuerpo vía el significante. “Su manera [la de Lacan] de
situar la muerte está dominada por una doctrina de la verdad y del
sentido“[1].
He aquí un primer emplazamiento de la lógica de la verdad en
psicoanálisis.
Al
principio de su enseñanza[2]
Lacan nos advertía que lo que se espera del psicoanalista es que pueda ignorar
lo que sabe, en tanto el saber, a la altura de “Variantes de la cura
tipo“ queda ubicado en el estatuto de una serie
de significaciones imaginarias. Por eso Lacan dice que el análisis debe
progresar en el no-saber. Para dar entrada a la cadena de verdaderas
palabras del analizante, el analista ha de ubicarse en una posición de docta
ignorancia.
La palabra
verdadera en su definición analítica
no tiene como referencia algo exterior a ella misma, ella misma es idéntica
a su propia referencia[3].
La verdad en psicoanálisis no es la adecuación a la cosa según
Aristóteles, no es la verdad referencial. La palabra verdadera se define
por su identidad con aquello de lo que habla, de lo que habla en su propia
lengua.
La docta
ignorancia es una apelación a Nicolás de Cusa. Esta consiste en una disposición
del espíritu que se alcanza rechazando fuera de sí todas las ideas que
hemos adquirido por los sentidos, por la imaginación y aún por la razón[4].
La ignorancia para Cusa implica que nunca se alcanzará el conocimiento
preciso de la naturaleza de un objeto. Todo objeto oculta una precisión
inalcanzable que funciona como acicate.
Lacan en
1955 afirmará que la ignorancia posibilita como fruto positivo este no-saber.
Michel
Silvestre lo explica desde la lógica del esquema Lambda: La experiencia
del analista está en el eje imaginario, la experiencia es un falso saber; lo
que debe saber el analista es el soporte del eje simbólico y el punto de
no saber está en el cruce en el centro de ambos ejes.
El no-saber
de “Variantes...“ será retomado en la lógica de los 4
discursos como el saber como función del significante.
La
cuestión de la ignorancia será retomada por Lacan en Encore para
hablar de la pasión de la ignorancia que deberá calar al analista
hasta los huesos.
La pasión
de la ignorancia designa el saber hecho conjunto vacío, el saber es
barrido, se arrasa el contenido pero queda su marco. Lo no sabido puede
ser equivalente al marco mismo del saber. La pasión de la ignorancia significa
invención del saber, es su otro nombre[5].
La ignorancia es ignorancia de algo que no hay. El saber de algo que
no hay, por eso no se trata de descubrirlo, sino justamente de su invención.
Miller[6]
plantea que los escritos de Lacan terminan con una contundente equivalencia
entre la verdad y lo real, tal y como se lee en “La ciencia y la verdad“.
A lo que
Freud llamó castración Lacan designó verdad. La castración es del orden
de la verdad, la verdad en su dimensión de horror. Cuando en el
pasaje de su escrito “La cosa freudiana...“ dice “Yo
la verdad, hablo“ esto debe escucharse en el horror.
Ya en
1973, en su “Nota a los Italianos“ la vertiente del horror
quedará desplazada de la verdad al saber, horror a saber.
“Este
viraje que marca el paso del icc como verdad al icc como saber es
contemporáneo de la valorización del matema, del desprendimiento de término
mismo, y de un acento que no se pone sobre el hablar sino sobre escribir“[7]
Veamos
ahora algunos párrafos estractados del Seminario “El reverso..“
de 1969-1970.
“Con el
saber en tanto medio de goce se produce el trabajo que tiene un sentido, un
sentido oscuro. Este sentido oscuro es el de la verdad”[8]
En El
Seminario 17 Lacan habla del saber como medio de goce, tal es el
estatuto del saber Icc al inicio de un análisis. El único medio con que
cuenta el sujeto para ordenar su goce es la repetición incansable, donde
además, repitendo, el sujeto experimenta una mengua de goce. Otra lectura
posible del saber es como una memoria de goce.
La
primera huella de la vivencia de goce ha quedado reprimida en el origen, esto
funda el inconciente y la cadena de la repetición. Lacan llama saber al
conjunto de los significantes que se repiten, el saber funciona como la
guía, “el ordenador de un surco que nos conduce a partir de aquella primera
experiencia reprimida”[9].
Las
formaciones del Icc están pues ordenadas a partir de ese saber que
trabaja en nosotros. El saber trabaja en el discurso del amo.
“Lo que
se espera de un psicoanalista es (...) que haga funcionar su saber como término
de verdad. Precisamente por eso es por lo que se encierra en un medio decir”[10]
Pero
este trabajador incansable pide un descanso, allí es convocado el analista. En
el discurso analítico el saber no trabaja: descansa; el saber
está ubicado en el lugar de la verdad y, en tanto que tal, no trabaja: se
revela, “Cuadernos andaluces de psicoanálisis“, J-A Miller
“(...)
La verdad como fuera del discurso (...) es hermana de este goce prohibido”[11]
Eric
Laurent[12] hace un estudio de la propuesta Lacaniana “Verdad: hermana de
goce“.
Wittgenstein
en su “Tractatus..“ intenta rechazar toda escritura
posible de la verdad estableciendo que el referente de la proposición
no es el valor de V o F sino la estructura lógica. La única
consistencia que él considera es la consistencia de las implicaciones
lógicas, la verdad queda fuera del sistema, es extraida, no tiene lugar
en el mundo.
El
estatuto del goce también es ser extraido del mundo, está fuera del
universo del discurso. De lo imposible de recuperar del goce en la
repetición queda sólo su plusvalía, un más de goce. Si la verdad para
Wittgenstein está rechazada, en su exclusión misma se “hermana“ con el goce.
J-A
Miller[13] propone otra lectura de las relaciones de parentesco entre verdad
y goce.
Parte de
que la oposición entre el semblante y lo real sería el espíritu
mismo del psicoanálisis. Asimismo, en su punto de partida, lo real está
ubicado fuera del campo de la operación analítica y, en la teoría del sujeto,
lo real aparece casi forcluido en beneficio de lo simbólico.
Acompasando
esta “forclusión teórica de lo real“[14]
surge, correlativamente, la categoría de la verdad. Con la aparición del
lenguaje emerge la dimensión de la verdad, a partir de este efecto de verdad
se ordena la experiencia analítica.
Al
comienzo de la enseñanza de Lacan se confunden el Otro -de la verdad- y el ello
-del goce-, esto lleva a enlazar categorías alejadas una de otra como son el
goce y la verdad, que sin embargo llegan al punto de hermanarse
como en el capítulo IV del Seminario 17.
Desde
sus inicios Lacan utiliza a la verdad como una categoría que permite
interrogar a lo real. “Y cuando mucho tiempo después señale en su seminario Encore
que el goce sólo se aborda a partir del semblante, estará en conformidad
con esta orientación de partida. Dar este valor a la emergencia de la dimensión
de la verdad no quita nada a la primacía de lo real“[15]
La verdad
tiene una naturaleza de ficción y habilita una discusión de lo real: lo real
sólo puede ser abordado desde un punto de vista ficcional, o más tarde dirá: de
semblante.
En el
primer Lacan se destacó que el deseo era el deseo de verdad, más allá
del de reconocimiento. Asimismo hay la dimensión de la verdad en el más
allá de ppio el placer, Lacan reduce en ese tiempo la compulsión de
repetición a la insistencia de una verdad que clama en el desierto de la
ignorancia, desierto donde algo se dice, algo se clama sin que haya quien
escuche ni decifre.
El
concepto freudiano de repetición que primero es tomado como una
insistencia de la verdad en Lacan, pasa progresivamente en la teoría a
ser una insistencia del goce. En algunas formulaciones donde hablaba de
la verdad pasó a hablar del goce.
El 1968,
en “Del psicoanálisis y sus relaciones con la realidad“ Lacan
dirá “así la verdad halla en el goce cómo resistir al saber”. El
síntoma resiste como producto de una alianza entre el goce y la verdad,
y lo propio del psicoanálisis sería descubrir este nudo. A partir del goce el
síntoma es una verdad que se resiste a saber, o sea, se
resiste al desciframiento.
La verdad
es esa satisfacción que se exilia en el desierto del goce. Más allá del
principio del placer está la verdad, que es cierto tipo de satisfacción,
cierto goce.
En el
ejemplo del semblante masoquista el sujeto opera como si se
presentificara el goce del Otro, el Otro que goza pegando, que no es
sino para el sujeto la forma invertida de su propio goce. En la proposición
fantasmática se conjugan el efecto de verdad (ligado a la proposición y
de una verdad absoluta) y la producción de un goce.
De este
modo J-A Miller explica la alianza que permite afirmar a Lacan que la “verdad
es hermana del goce”. Formaliza pues una suerte de metáfora, el goce
en el lugar de la verdad.
goce .
verdad
La verdad
clama en el desierto de su ignorancia, quiere ser confesada, quiere decirse,
quiere que Otro tome nota de ella.
En su
escrito de 1955 “La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en
psicoanálisis“ Lacan hace un verdadero elogio a la verdad,
según afirma J-A Miller. La cosa freudiana es la verdad misma. El
Icc. se define a partir de la verdad, es la verdad
misma. La acción analítica se sostiene por su articulación a la verdad.
Miller
propone 6 términos conque Lacan califica la verdad en su escrito del 55
“La cosa freudiana..“
1.
La llama compleja por
definición. Imposibilita
así cualquier posición de contemplación de la verdad. Compleja en
tanto que dialéctica, se la obtiene vía un recorrido.
2.
La llamó humilde en sus oficios. No es
ama, por el contrario: es humilde, en tanto que se apoya en desgarrones, en
desechos, en jirones.
3.
La denomina ajena a la
realidad. La muestra en su discontinuidad entre la
realidad y lo simbólico. No se puede rastrear la génesis de la verdad a partir
de la realidad.
4.
Habla de la verdad
insumisa a la elección del sexo. La
verdad del $ es ajena a la realidad de su sexo.
5.
Trata a la verdad como pariente de la muerte. Junto
al calificativo “hermana de goce“ ambos comparten el
abordaje a partir de la compulsión a la repetición. La mortificación de lo
dado vía el significante aparece como la condición de la verdad.
6.
Denota a la verdad más
bien inhumana. Así como la repetición tiene por razón la verdad, esta
última comparte, con la inhumana y mortífera compulsión a la repetición,
el exceso.
Aquí,
pues, la verdad se define por su inadecuación a todo lo que sería el
orden de las cosas, a la realidad, a la cópula entre significante y
significado.
Lacan
plantea al final de este escrito que el lugar propio de la verdad estaría
como tal al margen de las tres profesiones imposibles: educar,
gobernar y analizar de las que nos habló Freud, la verdad escapando de
estas tres prácticas.
Pero en
1969, a la altura de los cuatro discursos, Lacan integra este margen de la verdad
a estructuras del lenguaje, le otorga un lugar que no es exterior, la verdad
ocupa un lugar donde funcionan los términos del sistema.
Ya a la
altura de los cuatro discursos, la verdad, que en apariencia se mantenía
en los márgenes, se integra al funcionamiento, dirá Miller. Su parentesco con
el goce vale para el goce interdicto, una formulación que sin embargo permite
el acceso.
Pero
esta posición para la verdad, hermanada al goce, venía de antigua data
en la enseñanza de Lacan. La verdad como rechazo del saber, se
homologa a la posición de un goce que se inscribe como resto. El parentesco
entre la verdad y el goce, que es más exactamente un plus-de-goce, es el
lugar adecuado del objeto a, que se ubica como resto irreductible
respecto del saber, del sgte y de su articulación[16].
La verdad
queda del lado del semblante, el goce queda del lado de lo real y
el objeto a es lo que une, especialmente desde el discurso de la
histérica, donde la verdad es el goce, dado que el objeto a está
en el lugar de la verdad. En la posición histérica el goce está
contaminado por el semblante.
En el
discurso analítico a se declara semblante y por eso es que está
en condiciones de satisfacer la verdad. A partir de “El reverso...“ el a está en su lugar cuando es semblante,
es un semblante de real, un real con estructura de ficción. Así es como
Lacan definirá al síntoma mismo como un modo de gozar de la verdad.
En sus
charlas de Ste Anne de 1971-72 sobre
"El saber del psicoanalista“ J. Lacan retoma la
lógica del saber en psicoanálisis. Dirá que es del saber
no-sabido del que se trata, y que es un saber que se articula, que está
estructurado como un lenguaje. La cuestión del saber del psicoanalista
consiste en saber en qué lugar hay que estar para sostenerlo.
Afirmará
también que la palabra define el lugar de lo que se llama la verdad. La verdad
tiene estructura de ficción, de mentira, la verdad no dice la verdad, sólo
lo hace cuando dice “miento“. F. Kruger
en Dispar 4
El
síntoma porta un valor de verdad, para traducirlo se convoca al analista
en su supuesto saber, para que interprete. El psicoanalista tiene que vérselas
con algo que es la traducción de las palabras en su valor de verdad.
Si la verdad
sólo puede medio-decirse ese es el núcleo, lo escencial del saber al
analista. En el Discurso del Analista el S2, el saber, está en el lugar
de la verdad.Del análisis debe hacerse prevalecer que hay un saber que
se extrae del sujeto mismo. En el lugar polo del goce el Discurso del analista
pone $.
“Es en
el tropiezo, en la acción fallida, en el sueño, en el trabajo del analizado,
que resulta este saber, este saber que no está supuesto, es
saber, saber caduco, restos de saber, de saber: eso es el Icc. Este saber,
es lo que asumo, lo que defino por no poder plantearse (...) más que por el
goce del sujeto.“[17]
El
discurso analítico opera para reproducir la neurosis, hacer un modelo
de ella, recortar los significantes que han producido al sujeto y, en su
operación misma, quitar dosis al goce. Lo sabemos: toda reduplicación lo
mata. El goce que no está “en análisis” toma la función de real. Pero lo que
permite al analista intervenir es aquello que es efecto de discurso. Lo que del
sujeto está determinado por un discurso es lo analizable, lo que llama a la
interpretación. Lacan aclara que de lo que se trata es de el
saber sobre la verdad.
Jorge
Alemán[18]
puntualiza un recorte de L'entourdit donde Lacan pone en serie “Verité,
alhqeia=verborgenheit“[19]
y se propone deshilvanarlo.
La
fórmula entraña una crítica a la lógica: la verdad formal de la lógica
queda contrapuesta a la esencia de la verdad tal como la sitúa el y, la verdad material. “La verdad material es imposible de
demostrar en los términos de la verdad formalizada de la ciencia“[20].
El
psicoanálsis plantea una relación entre el saber y la verdad distinto que el propuesto por la ciencia. La verdad
es no toda, es enigma, se manifiesta como des-ocultamiento en la medida en que
se retiene como ocultamiento. Pero este no es un ocultamiento de lo que habrá
de saberse más tarde, de lo que no ha sido esclarecido por el límite del saber,
sino que es la dimensión esencial e irrebasable de la verdad.
Asimismo
para el psicoaálisis hay un saber que no se puede saber, hay un objeto
que no se puede predicar. Lo que habla en tanto verdad debe ser captado
en el pliegue de la diferencia.
El acto
analítico es un acto localizador: Localiza al sujeto y al objeto, al saber
y al decir del ser, sus S1. Los emplaza, los pone en su lugar. En el Discurso
analítico la imposibilidad de conexión del S1 con S2 pone de manifiesto que el
saber Icc no se puede saber, es un saber que se aloja en el lugar de la verdad.
En el
acto analítico el saber Icc va al lugar de la verdad. Al quedar
alojado allí ese saber Icc, insabido e imposible de saber, el sujeto atraviesa
la experiencia del ocultamiento de la verdad. En la intervención propia
del acto analítico se preserva y destaca el lugar dela verdad[21].
En el
des-ocultamiento, la verdad se desoculta como semblante de ser, mientras
que se preserva en el ocultamiento de la verdad como lugar. El decir es verdad
que se revela y al mismo tiempo es ocultación de la verdad.
Al lugar
de la verdad en la estructura del discurso no le llega ningún vector: la
verdad no puede recibir determinaciones. Asimismo la verdad es un lugar
invariable en la estructura, no es un término, es un lugar.
La verdad
guarda relación con el decir, no toda la verdad puede ser dicha, solo hay
semidecires de la verdad. Esta es una imposibilidad estructural.
El
psicoanálsis opera por medio de la palabra y produce un efecto que guarda
relación con la verdad. “Pero este efecto de verdad no procede de
la palabra misma, sino que es lo que se revela en el uso de la palabra: esta
revela algo que la ex-siste“[22].
Lo que
nos determina como hablantes es el saber Icc, el acto analítico sitúa
este saber Icc en el lugar de la verdad.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
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Ed Del Cifrado, 1998.
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Gorostiza, L (1994) “Lo que el psicoanalista debe saber” en Revista Uno por
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5.
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6.
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8.
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10. Lacan, J (1972) “El atolondrado, el
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11. Laurent, E (1992) “Lacan y los
discursos” ......
12. Miller, J-A (1985) “Introducción a
Variantes de la cura-tipo” Seminario del Campo Freudiano Barcelona: Umbrales
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13. Miller, J-A (1987) Los signos del goce,
Paidos, 1998
14. Miller, J-A (1990) El banquete de los
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15. Miller, J-A (1992) De la naturaleza de los
semblantes, Paidos, 2002
16. Silvestre, M (1985) “El saber del ya“ en Seminario del Campo Freudiano Barcelona: El sgte de la
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[1] Miller, J-A (1992) De la naturaleza de los semblantes, Paidos, 2002. pp 224.
[2] Lacan, J (1955) “Variantes de la cura-tipo“ en Escritos 1, Siglo XXI ed, 1992
[3] Miller, J-A (1985) “Introducción a Variantes de la cura-tipo”.... Manantial 1985.
[4] Gorostiza, L (1994) “Lo que el psicoanalista debe saber” en Revista Uno por Uno Nº 38, 1994.
[5] Miller, J-A (1987) Los signos del goce, Paidos, 1998. pp 222
[6] Miller, J-A (1990) El banquete de los analistas, Paidos, 2000
[7] Miller, J-A (1990) El banquete de los analistas, Paidos, 2000. pp 355.
[8] Lacan, J (1969-1970) Seminario: El reverso del psicoanálisis, Paidos, 1996. pp 54
[9] Laurent, E (1992) “Lacan y los discursos” ......pp 26
[10] Lacan, J (1969-1970) Seminario: El reverso del psicoanálisis, Paidos, 1996.pp 56
[11] Lacan, J (1969-1970) Seminario: El reverso del psicoanálisis, Paidos, 1996. pp 71
[12] Laurent, E (1992) “Lacan y los discursos” ......
[13] Miller, J-A (1992) De la naturaleza de los semblantes, Paidos, 2002
[14] Miller, J-A (1992) De la naturaleza de los semblantes, Paidos, 2002, pp 192.
[15] Miller, J-A (1992) De la
naturaleza de los semblantes, Paidos, 2002. pp 196.
[16] Miller, J-A (1992) De la naturaleza de los semblantes, Paidos, 2002. pp 211.
[17] Lacan, J (1971-1972) El saber del psicoanalista, Charlas en Sainte Anne, inédito. pp 91
[18] Alemán, J; Larriera, S (1996) Lacan: Heidegger, Ed Del Cifrado, 1998.
[19] Lacan, J (1972) “El atolondrado, el atolondradicho o las vueltas dichas“ en Revista Escansión 1, Paidos, 1984. pp 20.
[20] Alemán, J; Larriera, S (1996) Lacan: Heidegger, Ed Del Cifrado, 1998. pp 167
[21] Alemán, J; Larriera, S (1996) Lacan: Heidegger, Ed Del Cifrado, 1998. pp 86
[22] Alemán, J; Larriera, S (1996) Lacan: Heidegger, Ed Del Cifrado, 1998. pp 166
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