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El estilo jádico y otras notas

11/03/2013- Por Carlos Faig - Realizar Consulta

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El presente texto reúne una serie de escritos breves de Carlos Faig. Un hilo conductor parece unir estos fragmentos de rigurosa lectura de la obra de Lacan: la articulación lógica del objeto a que, en su relación con la falta, permite situar tanto la producción del sujeto como la posición del psicoanalista en el dispositivo y en el estado actual de desarrollo de la ciencia y del discurso “psi”. De esta manera, habilitamos la sección “Historia viva” a una intervención que nos obliga a pensar el modo en que entendemos y practicamos el psicoanálisis en la actualidad.

                                                                                      

 

 

I. El  estilo jádico: preciosismo antiguo                                         

    

  La versión italiana de la entrevista realizada a Jacques Lacan por Paolo Caruso (Conversazioni con Lévi-Strauss, Foucault, Lacan, Ed. U. Murcia & C, Milán, 1969) en la segunda página  consigna un juego de palabras:  nota 2: "Gioco de parole per contrazione Jacques a dit, Jacques ha detto. (Nota redazionale.)". El texto indexado por la nota dice: " "(...) funzione dello stile jadique"2".

  La versión publicada en castellano por Anagrama (Conversaciones con Lévi-Strauss, Foucault y Lacan, Barcelona, 1969) traduce así el párrafo donde se halla esta rara expresión, pero omite la nota 2 de la edición italiana: "Es indispensable destacar que en las líneas que abren mi colección de escritos, empiezo por hablar de estilo, utilizando el slogan de "el estilo es el hombre". Es evidente que no puedo contentarme con esta fórmula, que se ha convertido en un lugar común apenas ha sido inventada. Referida a un determinado contexto de Buffon adquiere un sentido distinto. En aquel breve texto preliminar ya doy una indicación elíptica de lo que quiere decir "función del estilo jádico", estilo que precisa de la relación de toda la estructuración del sujeto en torno a determinado objeto (...)" (pp. 96 y 97).

  Veamos, ahora, qué produjo la supresión de la nota en cuestión y cómo se llenó la laguna. En los años '70, en Buenos Aires, se especuló bastante, incluso mucho, sobre qué diablos era el "estilo jádico". Las reflexiones más comunes en aquel entonces remitían al "jade", y desde allí al objeto en jade, a las colecciones de jades chinos. Asimismo, remitían al francés "jadis" (antiguamente, hace tiempo). En el primer caso, el estilo toma un aire preciosista, de piedra fina. En el segundo, adquiere un aire antiguo y remite a temas relacionados con el tiempo. Si todo esto hubiera sucedido más recientemente, muy probablemente Pascal Quignard, y su artículo sobre el “jadis” habrían aportado a la confusión.

  Así, durante unos años circuló la idea y la existencia de un estilo jádico. Un invento argentino.

  Por último, en la medida en que el término "barroco" proviene del portugués (perla barroca, 1531; port. barroco "perla irregular", consigna el Petit Robert) el estilo jádico alcanzaba al Barroco, y, asimismo, a lo bizarro, chocante, irregular, excéntrico, etc. Como se recordará, Lacan decía ubicarse “del lado del Barroco”, en Encore.

 

II. Sobre el corte y la falta. A propósito de la próxima aparición del seminario  

     VI                             

 

  En las lecciones finales del análisis que Lacan realiza de Hamlet, en El deseo y su interpretación1, y las lecciones que siguen inmediatamente, se habla por vez primera de objeto (a), y se da su concepto. Se trata, advierte Lacan, de una fenomenología del corte en el objeto. En especial, en tanto esta soporta sobre lo imaginario la relación de corte donde el sujeto tiene que sostenerse.  El corte es ilustrado, en esta primera aproximación que realiza el Seminario, en tres niveles: el objeto fálico, el objeto pregenital y el delirio (la voz). La tercera forma del (a) es menos voz encarnada que discurso interrumpido, se encuentra cortada del monólogo interior.

  Estos objetos devienen así los significantes que el sujeto extrae de sí mismo para abastecer la ausencia de significante que lo designe en el deseo, en la cadena inconsciente, es decir, para sostenerse en el agujero.

  Esta breve alusión a las lecciones del 20 y el 27 de mayo de 1959 nos introducen al menos a cuatro cuestiones de suma importancia.

  a) Técnica: “El fin de la sesión reproduce este corte (…) donde se aloja el   falo latente en la demanda en tanto significante del deseo” (lección del 1° de julio de 1959). Y no existe mucho más que esto para justificar la técnica del corte.

  b) Topología: Si extraemos un fragmento de un círculo (o de una esfera): tanto  el uno como el otro tienen la misma estructura. El círculo cierra la parte que ahora le falta. El fragmento extraído contiene al círculo en su exterior.

  c) Pulsión: en b) hallamos la misma relación que existe entre zona erógena y objeto pulsional.

  d) Fantasma: un ejemplo de Lacan. Si escribimos en el pizarrón los cinco primeros dígitos y nos preguntamos luego cuál es el número entero positivo más pequeño que no está escrito en el pizarrón, resulta ser el seis. Es claro que este número puede leerse. Está y no está, por tanto, escrito. Esto introduce a una relación entre el corte y la falta que resulta ser, en un plano diferente, la misma que hallamos entre el sujeto barrado y el (a) en el fantasma. En efecto, la extracción del objeto permite que el sujeto pueda ser leído. El corte lo posibilita.

  En otro lenguaje, podríamos decir que el sujeto en tanto causa material equivale al agujero (y esto lo opone a la causa formal en la ciencia, la combinatoria, por ejemplo).

 

  La equivalencia entre corte y falta, su identidad si se prefiere, el carácter de “una sola pieza” o “congelado” del fantasma resultan evidentes. De allí la clásica comparación entre el número imaginario y la fantasía.

  Resulta obvia además la relativa equivalencia, el homeomorfismo o la homología (aunque los términos y sus funciones  se distribuyan en diferentes campos), entre pulsión, fantasma, corte y falta, etc.

  Pero extraigamos otras consecuencias menos evidentes. La topología lacaniana debe considerarse como una reivindicación del sujeto como agujero. Su uso esencial depende de este concepto. Pensamiento y cultura, historia de la filosofía, etc., son para Lacan enviscamientos. Han desviado un problema que se abrió (y fue rápidamente “olvidado”) en las Categorías de Aristóteles: la diferencia entre sustancia y sujeto, que Lacan consideraba muy lograda en aquel texto. La topología de Lacan se remonta, por esto, a Aristóteles. Y el psicoanálisis deviene, por la misma razón, una nueva oportunidad en lo que hace a la retoma de la subjetividad.

  “Que el sujeto haya sobrevivido a lo largo de la tradición filosófica muestra, si puede decirse así, una verdadera conducta de fracaso del pensamiento. ¿No es esta la razón para no abandonar el término “sujeto” en el momento en que se trata finalmente de reorientar su uso?” (en Mi enseñanza, su naturaleza y sus fines, Paidós, Buenos Aires, 2007,  pp. 114-115).

 

Notas

     

  1.  El seminario VI se compone de tres partes, y la ilación de ellas es transitiva en el sentido matemático del término. S barrado va a Fi; Fi es sustituido por (a); y finalmente S barrado se liga a (a). El movimiento, mediante esta deducción transitiva, es nada menos que la fantasía. Pegan a un niño acompaña el desarrollo, en un sector del seminario VI, como una suerte de paradigma: el sujeto pegado y por ello borrado deviene significante, el Falo designa este movimiento de alienación, que luego encuentra sustitución en el objeto.

 

III. El clivaje del goce, sus aguas 

  

  A propósito de una exposición desarrollada con anterioridad (de Claude Rabant), Lacan manifiesta: “Pero el hecho es que ha dejado completamente de lado y desconocido lo que es aquí completamente esencial: no se trata en absoluto de que el significante sea lo que prohíbe (interdise) el goce, sino que produce el clivaje del goce. Verdaderamente, esto es otra cosa. Cuando el Eterno separó las aguas superiores y las aguas inferiores, no las prohibió (interdites), sin embargo, ni las unas ni las otras. A partir de ese momento, se trata de saber como esto va a reventar o caernos sobre la cabeza.” (En guise de conclusión, Jacques Lacan, en Lettres de l’École freudienne de Paris, n° 8, enero de 1971, p. 217 (párrafo final del texto).)

(“Mais le fait est qu’il a tout-à-fait laissé de côte et méconnu ce qui est là absolument essentiel, c’est non pas du tout que le signifiant soit ce qui interdise la jouissance, mais ce qui fait le clivage de la jouissance. Mais c’est tout autre chose; quand l’éternel a séparé comme a les eaux supérieures et les eaux inférieures, il les a pas pour autant interdites ni les unes ni les autres. Il s’agit seulement de savoir à partir de ce momento-là comme a va crever ou nous tomber sur la tête.”)

 

  Ensayemos una explicación de la afirmación anterior de Lacan partiendo de otra cita: “¿Qué quiere decir la palabra “pulsiones parciales”? No es un instinto, no es nunca un instinto, como se lo ha traducido. Tampoco se trata de lo que se llama más o menos a justo título algo del orden de la tendencia. Es un derivado (dérivé):Trieb. Esto quiere decir mínimamente que para un cierto número de goces –aquel de manyar, de cagar, de beber, o de charlar; justamente he nombrado cuatro, vean, cuéntenlos, no hay necesidad de repetirlo–, eso [ese goce] aparece derivado,  refractado (infléchi), está tomado como sustituto, para decir la palabra, de otro goce, que es justamente el goce sexual”. (Cf., Bulletin de l’Association freudienne,  número 17, de marzo de 1986,  las páginas 9 y 10. El psicoanálisis en su referencia a la relación sexual, conferencia en Milán, 1973.)

  Unamos ahora esta referencia a un cuadro de Arcimboldo, El invierno. El rostro está hecho de ramas, hojas, limones, etc. Hay que observar que  no tiene un contorno definido, aparte de los elementos que lo componen. Con esto puede ejemplificarse e ilustrarse la relación entre el objeto (a) y la menos fi. Cuando Lacan alcanza la función de grupo combinatorio del (a), al mismo tiempo, en el mismo movimiento, deduce la función de menos fi como causa del complejo de castración.

  

                                                    (a)

                                               _______

 

                                                menos fi

 

  Todavía una referencia más al Seminario de Lacan: “El lenguaje no se constituye más que por una sola Bedeutung de la que extrae su estructura…” (D’un discours qui ne serait pas du semblant, Seuil, París, 2006, p. 149). Y  más adelante: “Nadie me ha relanzado sobre lo que sabe (lo que es) el lenguaje, a saber Die Bedeutung des Phallus” (ibid., p. 152).

  Hay, entonces, identidad,  homología al menos y en el peor de los casos,  entre la relación (a)/menos fi y la suerte de juego de senku que se deduce en el abordaje de Lacan del lenguaje; o dicho en otro términos, la deriva de la pulsión.

  

                                        (a)                       S

                                     _______            _______

 

                                    menos fi                    s

 

  “Las aguas superiores y las aguas inferiores”, del Curso de Saussure  y la cita de Lacan, alcanzan el goce. 

 

 

 

IV. Brevísima nota  al  Breve discurso a los psiquiatras, de Jacques Lacan                                                      

 

  Si se acepta que la separación del objeto permite leer al sujeto como falta, el objeto (a), o el plus-de-jouir, en el socielo (como se expresa Miller, Comandatuba, 2004) forcluye al sujeto (es lo que caracteriza a la ciencia). Desde entonces, es imposible identificar el discurso analítico con la civilización actual. Es un error. La tendencia que vemos fortalecerse cada vez más −a través del diagnóstico por signos del DSMIV, por ejemplo, o la reducción del lenguaje a un slang inglés de doscientas palabras, como comenta George Steiner− hace a una imposición del signo, y una desaparición de la falta subjetiva. De allí estamos a un paso de la política del psicoanálisis (cf. Le petit discours…). En esta coyuntura, la función política del psicoanálisis solo puede consistir en sostener la falta. No se tratará entonces del analista en la ciudad, sino del analizante. De aquel que, habiendo pasado por la experiencia, puede jugar su propia falta como analizante. Du psychanalyste, si se quiere decirlo así, es la celda vacía del famoso cuadrante de Pierce.

 

V. Brevísima nota al Breve discurso a los psiquiatras. IIa. Parte                                                                             

    

  Una vez consolidado el grupo combinatorio, la complicada relación entre (a) y menos fi (que hemos ilustrado en otro lugar con algún cuadro de Arcimboldo), el límite que menos fi impone al alcance  sobre la sexualidad, se abre la perspectiva de situar el (a) como plus-de-jouir. Esta operación homológica a la plusvalía sitúa, al menos parcialmente, la continuidad entre los seminarios XV y XVI. Recordemos que el seminario XV fue interrumpido por los sucesos del mayo francés.

  Así como el capitalista no obtiene la mayor ganancia (señalemos que los teóricos marxistas no dieron con una fórmula que permita calcularla rigurosamente), el sujeto es incapaz de obtener el mayor goce. Por debajo de todo esto, desde luego, encontramos el campo del goce. De allí, los dos sentidos de la expresión plus-de-jouir (como en su momento, plus de sens –que no por casualidad es retomado en el seminario XVI–). El plus-de-jouir es tanto un plus sobre el goce, un agregado, un más, como un alto, un no al goce. Los dos sentidos se conjugan.

  Ahora, lo que nos interesa. El (a) viene al lugar del plus-de-jouir. Es otro de sus nombres. Pero la ciencia ha producido objetos, en la (a)letósfera (alèthosfère), como lo señalaba Lacan, que hacen las veces (gadgets) del plus-de-jouir, toman su lugar, verdaderos lugartenientes. No obstante, su producción no compromete a la separación de estos objetos de ningún cuerpo. Luego, y esto es evidente, no implican sujeto (dado que el sujeto resulta y se lee, como ya dijimos en nuestra nota anterior, de la separación del objeto). Estos objetos no apuntan, pues, al sujeto. En un movimiento por demás extraño nos rodean y nos ubican en la fila del “alguien” pierciano. Para decirlo todo, hacen signo. La falta desaparece. Alguien está allí. El alguien no es portador de la falta, no está congelado entre sujeto y objeto en el fantasma. Sin esta distinción decisiva entre significante y signo, entre sujeto y alguien, entre la generalización del plus-de-jouir y el objeto (a), todo se descarrilla y ya no es posible pensar más o menos correctamente nada.

  Esta multitud del “alguien” se encuentra rodeada (miméticamente, si se quiere, “pulsionalmente”) por los objetos que produjo la tecnología: mirada espacial, basura cósmica (las heces espaciales, digámoslo, son mucho más contundentes que los penes voladores que supo imaginar el kleinismo). Sus cuerpos carecen de respondientes para abastecer esta situación. En parte, esto caracteriza a la civilización actual. Nuestro “mundo” no está tan globalizado como disuelto en un desuniverso o un diverso. De donde, y a poco pensar, la actualidad que han tomado los ataques de pánico.1

 

Notas

    

  1. Para otra opinión, véase J.-A. Miller, su Presentación al congreso de la AMP en Buenos Aires, 2012. Asimismo, puede consultarse el congreso de Bahía, 2004; tanto como, en general, ciertos de los Cursos de Miller.

 

VI. Un fotógrafo leyendo a Freud

  

  Permítasenos recortar algunos párrafos del texto El acto fotográfico y otros ensayos, de Phillipe Dubois. (Ed. La marca editora, Buenos Aires, 2008.)

  “En suma, Roma y Pompeya, en cuanto metáforas arqueológicas, ofrecen a Freud la imagen de dos regímenes de temporalidad diferentes, que ilustran ambos de manera complementaria el funcionamiento del aparato psíquico: por un lado un tiempo de la acumulación, la continuidad, la duración, la contemplación, la exposición, la sobrecarga –pero fragmentario–; por el otro un tiempo de la captación, el corte, el instante, el estallido, la unicidad –pero totalizador–.  Indudablemente, la dificultad es que esos dos regímenes son exclusivos uno del otro: o bien Roma, la multiplicidad de las capas pero siempre parcelarias; o bien Pompeya, la integralidad preservada pero entonces singular. El sueño imposible, para Freud, es tener a las dos al mismo tiempo: la multiplicidad y la integralidad, Roma y Pompeya, la duración y el instante. Encontrar algo así como un “cambio en la dirección de la mirada”, que articulara juntos a Roma y Pompeya. Porque el aparato psíquico, por su parte, evidentemente es esas dos cosas en una. Todos nosotros, en el fondo de nuestra psique, tenemos una Roma y una Pompeya, indistintas, interiores, íntimas. Las trazas mnémicas sepultadas en nuestro inconsciente están a la vez siempre todas ahí, y siempre enteras. Únicamente su ascenso a la superficie es selectivo. Todas las virtualidades están registradas, pero las actualizaciones en la conciencia, las revelaciones, se hacen de manera puntual, según mil procedimientos, que son como otros tantos filtros (actos fallidos, sueños, lapsus, fantasías, asociaciones, proyecciones, etc.). ” (p. 283)

  Pompeya es, sin duda, y tal como afirma Dubois, una ciudad fotográfica.

  Después de citar el artículo de Freud sobre el block maravilloso, Dubois escribe:

  “Encontramos aquí, por decirlo así materializado, ese principio de “un cambio de dirección de la mirada”, entonces puramente imaginario, que Freud había soñado a propósito de Roma (todas las Romas en Roma). Como esta utopía óptica de una variación virtual del punto de vista permite ver al mismo tiempo varios aspectos diferentes de una misma cosa (todas las capas del pasado juntas, en el mismo sitio y conservadas intactas), con el Wunderblock esta utopía deja de ser una vista del espíritu para convertirse en una vista casi real. Esas huellas que quedan a pesar del borramiento, más acá, como un recuerdo no muy claro pero visible, no es ya realmente una imagen virtual, latente (porque hay algo para ver). Tampoco un positivo, una copia luminosa y evidente (eso era antes del borramiento). Más bien sería, pues, algo así como un negativo (“una representación en hueco”). Una visión intermediaria, algo así como un intervalo, a la vez del orden del ojo y al mismo tiempo del de la memoria. Una memoria del ojo y un ojo de la memoria. El punto exacto de articulación de una visión romana de Pompeya y de una visión pompeyana de Roma. El block maravilloso es la encarnación exacta de la figura del palimpsesto, que, como vimos, no dejó de atravesar las preocupaciones de Freud cuando buscaba ilustrar el funcionamiento del aparato psíquico y de su óptica mediante todo tipo de metáforas.” (p. 292)

  Dubois concluye que ha invertido el juego de metáforas, por placer si se quiere. Es la fotografía misma la que se revela, entonces, como “un dispositivo psíquico de primera fuerza” (p. 292).

 

VII. Para acompañar a la lección del 19 de junio de 1968 del seminario de Lacan                                             

  

  La imagen del relámpago, Heráclito, con la que Lacan ilustra el pase, es inversa a la serie Las estaciones, de Arcimboldo. El rostro sin contorno del verano, el invierno, deja en suspenso el trazado, el esbozo. El relámpago, en cambio, recorta desde la noche. La misma cuestión se presenta cuando consideramos que el inconsciente es el no-saber que se moviliza en el saber. Y, más lejos, hallamos los temas del todo y el no-todo, que a esta luz cobran una dimensión distinta. El no-todo es el contorno inexistente del cuadro, es decir, lo mismo que el todo y otra faz. Hallamos en esta idea, asimismo, y sin mucho esfuerzo, el límite impuesto por menos fi al sexo forcluido, la castración. El pase y el no-todo se asocian en el seminario XV; constituyen su articulación central, sobre la que desliza la demostración principal de aquel seminario.

  El organon –los primeros diez seminarios– conduce a la demostración de que menos fi puede funcionar como objeto (a), y la segunda vuelta, en banda de Moebius –los seminarios que van desde el XI al XV– desune los términos.  ¿Por qué en este momento de su enseñanza Lacan resuelve  la formación del analista? ¿Por qué de la solución del grupo combinatorio (luego el grupo de Klein y el algoritmo de la transferencia) que constituye el (a) resulta el pase? Lacan demuestra, primera respuesta, el modo de operación de la falta. Al llevarse consigo el analista en funciones el (a), su deyección al final del análisis, deja al descubierto la falta que operaba. El origen, por supuesto, no se resuelve.

  Du psychanalyste es el Universal de la falta (tal la celda vacía del cuadrante de Pierce). Un analista, confrontado a du psychanalyste, gira a analizante. La tarea prosigue aunque haya tocado un instante su final. El analista trabaja con la falta, con su falta, y con la falta de origen. Es un analizante. De allí que en la lección final, agregada al seminario XV después del mayo francés, el 19 de junio de 1968, Lacan se refiera al fantasma del analista. Encontramos en esta suerte de “argumento” externo y ajeno a la novela, la biografía, la anamnesis, algo congelado y fuera del análisis personal, una zona oscura del “didáctico” (cf., p.e., D’un Autre à l’autre, Seuil, Paris, 2006, p. 23; la lección del 19 de junio). En parte, los dichos del señor Valdemar llevan a Lacan hasta los nudos borromeanos: nunca dejó de buscar en ese autismo del analista. Solo quiero hacerles sentir la falta, decía entonces (cuando se trataba de los nudos), y nunca quise otra cosa.

  Si esta investigación justifica, por un lado, la obstinación de Lacan en los nudos no-modelos; por otro, se ve que muchas de las contradicciones que resultan de los distintos cambios que sufrió la institución del pase se explican por el hecho de que el analista vuelve, transformado por el pivote del Universal de la falta, a la posición de analizante. Analizar, se sabe desde Freud, es una tarea imposible.

  Ahora bien, si se puede, con estas salvedades, ser “analista”, ¿se puede ser lacaniano? Esta pregunta nos recuerda una frase que oímos: hacer filosofía después de Heidegger es no haber leído a Heidegger.

 

VIII. Tres imágenes conceptuales, parodiando a Walter Benjamin, y como resumen del Seminario de Lacan

                                                                                                  

 

 

 

  Si el organon culmina con la salida de juego del instrumento copulatorio, y se demuestra entonces que menos fi es una especie del (a), una segunda vuelta en banda de Moebius, que comienza en el seminario XI y culmina en el XV, desune los términos (la función del (a) como grupo combinatorio desliza sobre menos fi). La disyunción es el riñón mismo de Proposición.

 

 

  Entre el seminario XVI y el XX, Lacan se ocupa de establecer la estructura lógica de la castración, es decir, el agujero supuesto del sexo (en el cuerpo, los discursos, las fórmulas de la sexuación). Lacan deduce su inexistencia, lo implica. El sexo perfora el campo de la verdad (u hombre o mujer).

 

 

  La distancia entre lalengua y la lógica, es decir, el goce, es lo que hace al nudo triple, y permite que lalengua sea otro nombre de la pulsión. El nudo es, dicho de otra forma, la sustitución del sentido al sexo forcluido. Para el grupo de seminarios que van desde el XXI al XXVII proponemos, pues, la imagen del Maelstrom.

 

IX. Tríptico para el objeto perdido                                     

 

El concepto de isomorfismo y su vínculo con la escritura, en la Letra 9, aclara tanto la posición del analista como el hecho de que, a diferencia de lo que ocurre en Freud, el objeto sea una construcción, una letra. Su característica principal no es entonces la pérdida. Esta función algebraica unida al isomorfismo  retoma  cuestiones referidas al fantasma y su escritura: a saber, la marca y la lectura del sujeto que permite la separación del objeto.  Se halla en la intervención de Lacan al trabajo de Leclaire, El objeto (a) en la cura (pp. 445-450). Un paso más y alcanzamos  al Breve discurso dirigido a los psiquiatras (existe una versión castellana de la EFBA). Recomendaría leer ambos textos conjuntamente. El isomorfismo en contrapunto, haciendo pendant, con la homotopía (en Breve discurso...). Son conceptos  poco trabajados. La homotopía significa que el (a) se produce en el lugar de la castración, la cubre. Enmascara la subducción significante del falo. Todo esto, por supuesto remite al grupo combinatorio que constituye al (a).

  Entonces, si quedan fuerzas para un tríptico, hay que dirigirse al encuentro del objeto fálico: la antropía (neologismo de Lacan: el hombre y la pérdida) se halla en  Excursus, un texto de los “periféricos” (en Bulletin de l’Association freudienne, nº 18, París, 1986, pp. 8  ss.). Este texto, destinado a la audiencia italiana, permite acceder fácilmente a la razón que hace a la heterogeneidad de –φ respecto del resto de objetos (a). Y no es fácil justificar ese hecho. La batería que se obtiene permite sin mayor dificultad barrer la doxa, mutar la base de lectura de Lacan y producir un abecé mejor y más actualizado que los que circulan. El antropomorfismo del fantasma que resulta de estos desarrollos obliga a revisitar el Estadio del espejo, y darle otro valor. El abordaje del seminario adquiere otra perspectiva y ya no se entra a Lacan como un elefante... El plano central del tríptico muestra la imagen antropomorfa. Sobre ella se pliegan el isomorfismo y la homotopía. El conjunto fuga hacia la castración, tras bastidores. Extraigamos una sola consecuencia: si el analista funciona como un (a) sin relación al goce –puesto que la –φ ha sido excluida en razón del isomorfismo– y si la función fálica decide la constitución del objeto genital –el lugar desde el cual se desprendía lo parcial deviene parcial–, se sigue que la posición del analista es pregenital. El analista es un perverso isomorfo –quizá sea la nueva forma de perversión producida por el análisis y que Lacan tanto anhelaba; la literatura analítica en parte lo testimonia: el écrit-vain–, al menos durante un tiempo, hasta que lo alcanza la santidad. Y el amor de transferencia es infantil, por razones ajenas al dispositivo y la regla de abstinencia. De dónde la importancia del análisis del analista  y la confrontación que de él resulta con la escena primaria.

 

 

 

 


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